Derrotar al imperialismo, por un mundo de paz

22/12/2007
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(Intervención en el Seminario “Capitalismo Contemporáneo y la Nueva Lucha por el Socialismo”, San Pablo, 19 y 20 de noviembre, 2007). 

La Gran Revolución Socialista de Octubre, que con justicia homenajeamos al realizar éste Seminario, en el paso de su 90º aniversario, fundó lo que el gran escritor Jorge Amado llamó El Mundo de Paz.  Hoy, década y media después de los acontecimientos contra-revolucionarios que resultaron en la liquidación del socialismo en la URSS y los demás países del Este europeo, vivimos el mundo de la guerra imperialista, que amenaza la paz, la seguridad, la libertad y la independencia de todos los pueblos y naciones.  “Estamos en Guerra” – fue como el pretendiente a tirano del mundo, George W.  Bush, se dirigió al Congreso de los Estados Unidos al iniciar su discurso sobre el estado de la Unión el pasado año.

Bush proclama la tiranía global

En octubre de 2001, reaccionando a los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos inició la guerra contra Afganistán.  Alcanzó un suceso político efímero.  En aquel episodio había aparentemente condiciones para el enfrentamiento del terrorismo internacional a través de mecanismos multilaterales y para la legitimación del uso de la fuerza por parte de la comunidad internacional.  No fueron pocas las ilusiones para la época.

Pocos días antes del ataque a Afganistán, el 20 de septiembre la superpotencia norte-americana anunció al mundo una flexión en su política exterior, que sería posteriormente sistematizada en el cuerpo de ideas y conceptos denominados de “doctrina Bush”.  Aquel día, el presidente George W.  Bush exhortó al mundo a crear la “coalición antiterrorista”, dividió las fuerzas mundiales en términos maniqueístas - “ todo aquel que no esté con nosotros está contra nosotros ” -,
amenazó con penalizar “naciones hostiles”, en un preludio de lo que iría a llamar pocos meses después de “estados bandidos”, integrantes del “eje del mal”, contabilizó la existencia de 60 países donde se albergaban terroristas y amenazó con usar las armas que disponía en su poderoso y sofisticado arsenal.

El pronunciamiento de George W.  Bush el 20 de septiembre de 2001 es el documento fundador del “nuevo orden”, la proclamación de los medios y modos de recorrer el “nuevo siglo americano”.  Marcó el inicio de una fase de mayor seguridad y unilateralismo en las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo y en el ejercicio de la hegemonía norteamericana.  Se abriría un nuevo periodo, que las fuerzas antiimperialistas del mundo llamarían de tiranía global, un período de uso indiscriminado de la fuerza bruta, de desconsideración por la legalidad internacional y por las instituciones multilaterales.  Se abriría una fase de militarización de las relaciones internacionales y de decisiones unilaterales que perduran, sin haber perspectivas visibles de ser interrumpidas.

El 20 de marzo de 2003, Estados Unidos y el Reino Unido bombardean e invaden Irak, alegando que el régimen de Saddam Hussein estaría produciendo armas de destrucción masiva.  En 2004, actuando como autoridades de ocupación, el gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido reconocieron que no había armas de destrucción masiva en Irak.

Durante los dieciocho meses que transcurrieron entre los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el inicio de la guerra norteamericana en Irak, en marzo de 2003 tomó forma y fue anunciada la llamada “doctrina Bush”.  Los preparativos de la guerra coincidieron con la gestación y proclamación de ésta doctrina.  Es, también, en éste periodo que ocurrirá un tour de force entre la diplomacia y la guerra, teniendo como palco las Naciones Unidas.

La primera manifestación pública que revelara la intención de Estados Unidos en atacar Irak fue realizada por el presidente Bush en su discurso sobre el Estado de la Unión, en enero de 2002, cuando utilizó por primera vez la expresión “eje del mal”, vinculando éste concepto a Irak, Irán y Corea del Norte: “Estados como esos y sus aliados terroristas constituyen un eje del mal, amenazando la paz mundial”.  Para Cristina PECEQUILO “Desde el 11 de septiembre, cuando algunos miembros del Departamento de Defensa, como Paul Wolfowitz, declararon que Saddam Hussein y Bin Laden habían colaborado para atacar a Estados Unidos, fueron consideradas por el Ejecutivo hipótesis de un nuevo conflicto contra Irak”1.  Más adelante la estudiosa de la política exterior norteamericana dice: “Anunciada como un capitulo más de la guerra contra el terror iniciada en 2001, la nueva guerra de Irak hacia parte, como hemos intentado destacar, de un proceso mucho más amplio.  La primera intervención preventiva se sustentaba en motivaciones multidimensionales de la agenda neoconservadora, involucrando el reposicionamiento de las fuerzas norteamericanas en Eurásia”.2
 
El 1 de junio de 2002, Bush hizo otro pronunciamiento decisivo, dirigiéndose a los cadetes de West Point, cuando fue lanzada la doctrina del “ataque preventivo”, una contrapartida conceptual, verdadera subversión del derecho internacional, que solamente autoriza el uso de la fuerza en defensa propia, para combatir amenazas reales, no potenciales.

Y el 17 de septiembre fue publicado el documento “La Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América” , oficializando la doctrina de los “ataques preventivos”.

Los argumentos para la guerra fueron largamente difundidos, pero no se sustentaban.  EUA decían: (i) Irak es una dictadura, (ii) apoya a Al Qaeda y (iii) posee armas de destrucción masiva.  La argumentación norteamericana ponía en jaque principios consagrados del derecho internacional contemporáneo, pero no solamente eso.  El propio principio de la soberanía nacional, adoptado desde la Paz de Westfália en 1648, pasaba a ser cuestionado por un Estado imperialista.  Para el derecho internacional y la concepción centrada en la soberanía y la autodeterminación nacional, son ociosas las discusiones sobre la naturaleza político – ideológica de un Estado nacional.  Cambiarla o mantenerla es cuestión de autodeterminación.  Aunque la soberanía nacional no pueda ser invocada en los mismos términos que hace tres siglos y medio atrás, en virtud de relaciones de interdependencia objetivas en el mundo contemporáneo, el derecho internacional no reconoce la validez de la doctrina bushiana de los ataques preventivos.  El principal argumento de EUA se reveló funcional en términos de manipulación de la opinión pública doméstica, pero al mismo tiempo tuvo un pesó altamente negativo en las tentativas que el gobierno estadounidense y sus aliados del Reino Unido hicieron para obtener el aval de la ONU, que al final nunca fue dado.  Finalmente, la ONU, a través de organismos acreditados, hizo investigaciones exhaustivas en Irak de 1991 a 1998 y de noviembre de 2002 hasta marzo de 2003.  Sus inspectores no encontraron nada.  En verdad, la motivación para la guerra era otra.  Tenía; como tiene que ver, con la afirmación del carácter unilateral y de seguridad de la política exterior estadounidense, con el petróleo y la conquista de posiciones geopolíticas en la lucha que Estados Unidos lleva a cabo para ejercer la hegemonía en el mundo.

Violación del derecho internacional

Al invadir Irak, Estados Unidos atropellaron a la ONU y rompieron con las normas de las instituciones multilaterales.  Al hacerlo amenazaron los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas, una vez que ésta solo autoriza el uso de la fuerza en caso de necesidad real de auto defensa.  Efectivamente, la ONU no autorizó el uso de la fuerza contra Irak.  Al ignorarla, Estados Unidos sentó un grave precedente, exponiéndola al cuestionamiento de su propia utilidad.  La ONU es el supremo órgano del derecho internacional, cuyos principios fundamentales son la abolición de la guerra, el reconocimiento de la soberanía nacional, de la autodeterminación de los pueblos y de los derechos fundamentales del ser humano.  Pero la ONU es también una tribuna y una arena de debate y lucha política y diplomática en que los Estados actúan en el marco de determinadas correlaciones de fuerza.  Es por eso que, desde que la ONU fue creada no fueron pocas las tentativas por parte de Estados Unidos para hacerla instrumento de sus decisiones.

El 5 de febrero de 2003, el entonces secretario de Estado de EUA, Colin Powel, se presentó al Consejo de Seguridad de la ONU, momento en que supuestamente probaría todas las acusaciones formuladas contra Irak.  Eran los últimos movimientos a fin de arrancar la autorización para el uso de la fuerza militar contra el país árabe.  Colin Powel peroró, mostró fotos, gráficos, declaraciones de espías y hasta un tubo de ensayo con el virus de ántrax.  Pero no probo nada.  En una cabal demostración de las tentativas norte-americanas para hacer instrumento del órgano de la ONU, sentenció, lo que sonó como un ultimátum, no para Irak, pero sí para la ONU y como epitafio del sistema multilateral: “Este órgano se coloca en riesgo de irrelevancia se no responde inmediatamente de manera afirmativa”

Estados Unidos perdió la batalla en el Consejo de Seguridad.  Realizaron todavía otro intento para obtener la autorización para el ataque; en forma de memorando firmado también por Inglaterra y España, donde se hace un histórico de las alegadas violaciones de la Resolución 1441 por parte de Irak y concluyó diciendo que Irak perdió su última oportunidad para desarmarse.  Por último, Bush intentó legitimar sus actos representando la farsa de Azores, donde contó con la ayuda de los líderes ibéricos de derecha, el portugués Durão
Barroso y el fascista español José María Aznar, éste mismo en cuya defensa in gloria al actual ocupante del trono de los Borbones perdió la cabeza y el decoro delante de un impávido Comandante Hugo Chávez. 

Estados Unidos perdieron la batalla diplomática, pero de igual modo fueron a la guerra.  Por su parte, la ONU no autorizó el uso de la fuerza, pero también fue incapaz de impedir la guerra, como no fue capaz de exigir posteriormente que los agresores retirasen sus tropas, hipótesis que siquiera fue sugerida en la ONU.  La ocupación pasó a ser considerada un hecho consumado.  Quedó definitivamente claro que había comenzado una nueva época.  Y quizá un “nuevo orden”, como prefiguraba Bush, padre, doce años antes, se pasó a un momento nuevo en que las instituciones multilaterales revelan sus límites, en que una potencia usó la diplomacia y la política de forma falsa.  Se abre una dolorosa época de transición de un orden con reglas muy conocidas para algo que no se sabe bien de que se trata y que se parece más al desorden y al caos; a un proceso de degradación del sistema internacional.

Doctrina Bush – la prioridad de los intereses del imperialismo estadounidense

¿Cuál es la esencia de la “Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos”? ¿Qué dice, en síntesis la doctrina Bush? Primeramente, el presidente norteamericano exhibe la fuerza de su país, como para recordarle al mundo que es una potencia multidimensional: “Estados Unidos hoy goza de una posición de fuerza militar sin paralelos y una gran influencia política y económica”.  Enseguida, apunta su objetivo y demuestra a todo el mundo su disposición de extender el modo de vida norteamericano: “Nosotros defenderemos la paz luchando contra terroristas y tiranos.  Nosotros preservaremos la paz construyendo buenas relaciones entre las grandes potencias.  Nosotros ampliaremos la paz alentando sociedades libres y abiertas en todos los continentes”.  “La estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos estará basada en un internacionalismo americano que refleje la unión de nuestros valores y de nuestros intereses nacionales”.  Teniendo en vista los objetivos de los estados malhechores y terroristas, Estados Unidos no puede confiar más solamente en una postura reactiva, como hicimos en el pasado.  No podemos dejar que nuestros enemigos ataquen primero (…) Nosotros precisamos adaptar el concepto de amenaza inminente a las capacidades y objetivos de los adversarios”.

En el documento “Estrategia de Seguridad Nacional”, además del concepto de ataque preventivo el presidente Bush se refiere a la guerra permanente y establece conexión entre el terrorismo y determinadas naciones.

“Para derrotar esta amenaza, nosotros debemos usar cada herramienta de nuestro arsenal: poderío militar, mejores defensas de la patria, cumplimiento de la ley, inteligencia y vigorosos esfuerzos para cortar el financiamiento terrorista.  La guerra contra terroristas de alcance global es un emprendimiento global de duración indefinida.  Estados Unidos recriminará a las naciones que estén comprometidas con el terror, incluyendo aquellas que alberguen terroristas”.  De las definiciones constantes en los pronunciamientos de Bush y de las acciones concretas llevadas a cabo – guerra contra Afganistán e Irak -, comprendemos que la actual posición internacional de Estados Unidos comprende los siguientes aspectos: (i) guerra infinita, (ii) guerras preventivas, (iii) accionamiento del super-poder militar, inclusive nuclear, (iv) penalidad a estados nacionales considerados hostiles y (v) política exterior unilateralista y de seguridad.

Citemos nuevamente a Cristina PECEQUILO: “Para el gobierno de Bush, mismo antes del 11 de septiembre América vive un momento unipolar, en el cual su poder debe ser ejercido unilateralmente.  Los atentados legitimaron ese arquetipo, validando la visión de las águilas neoconservadoras que pasaron, más confiados y agresivos, a definir la nueva agenda internacional”.3 “El discurso de la seguridad nacional pasó a sustentar el unilateralismo”.  4

La discusión que deparó todo eso es, si se trata de una línea coyuntural fácilmente reversible con cambios también coyunturales, o si estamos en presencia de una orientación a largo plazo, una orientación estratégica y permanente, destinada a ocupar un lugar central en la política exterior estadounidense y no un breve paréntesis.

La perspectiva histórica de Moniz BANDEIRA nos ofrece elementos para esclarecer tal cuestión: “A fin de dar razón a las guerras que se disponía a desencadenar, el gobierno de George W.  Bush oficializó la doctrina de ataques preventivos.  Esa doctrina, pregona ataques de manera anticipada basándose en la presunción de lo que el enemigo podría hacer.  Fue formulada a inicio de los años 90, por un pequeño circulo de teóricos conservadores entre los cuales Paul Wolfowitz y Irvin Lewis ‘Scooter’ Lybby, desde hace algún tiempo presionaban en el sentido de que los Estados Unidos extendiesen la función de las armas nucleares como forma de garantizar, su superioridad militar y ejercer influencia económica, política y estratégica en todo el mundo.  Ya en 1992, el entonces secretario de defensa Richard Cheney, emitiría el documento – Defense Planning Guidance (DPG) – elaborado, en gran parte, por el profesor Paul D.  Wolfowitz, su subsecretario, en el cual definía que el principal objetivo político y militar de los Estados Unidos, luego de la Guerra Fría, consistía en ‘prevenir el resurgimiento de un nuevo rival’, así como impedir que, ‘algún poder hostil de cualquier región, obtuviese condiciones para tornarse un potencia global’.  Esas regiones incluían Europa Occidental, Asia Oriental, el territorio de la antigua URSS y el sudeste de Asia.  El documento recomendaba que Estados Unidos mantuviese el liderazgo necesario para establecer y proteger al nuevo orden contra eventuales competidores que aspirasen a un papel mayor o mantuviesen postura agresiva frente a los intereses americanos”.5

Se observa, pues, que en cuanto el padre del actual presidente anunciaba el advenimiento de un nuevo orden, a camino de la Operación Tempestad en el Desierto, los iluminados del grupo que pasó a ocupar la Casa Blanca a partir de la elección de George W.  Bush, hijo, elaboraban la teoría del unilateralismo, de la guerra permanente y de las guerras preventivas.  El problema que se presenta es, que otros países también fueron tachados como integrantes del “eje del mal”: Irán y la República Popular Democrática de Corea.  Como la realidad no permanece estática y la coyuntura cambia, conforme la crisis del momento, la lista de los integrantes del “eje del mal” también se altera.  Cuba, Venezuela, Siria, Libia, Birmania y Belarus también fueron nombrados.  El propio Bush declaró que son más de 60 los países “terroristas” o que “albergan terroristas”.  ¿Serán también más de 60 las guerras preventivas que emprenderá Estados Unidos? Mas allá de los países enemigos, la doctrina Bush pregona la guerra contra los grupos terroristas.  También elaborada a partir de los propios criterios estadounidenses, la lista incluye organizaciones que se reivindican como “movimientos” o “partidos” “políticos”, “sociales”, “nacionales”, “religiosos” y, conforme el caso, con frente de actuación legal y con un amplio respaldo de las masas.  Los ejemplos más típicos, para quedarnos con una referencia oriental y otra occidental son: el libanés Hesbolá y las FARC de Colombia, que buscan legitimar las acciones propias armadas que realizan como “insurgente”, rechazando la calificación de “terroristas”.

El combate a los grupos considerados terroristas y las redes informales a partir de las cuales pueden ser organizados atentados en el territorio de Estados Unidos o alhures contra objetivos estadounidenses trae a la orden del día otro problema, que se torna más agudo.  El hecho de cómo combinar seguridad global y soberanía nacional; y seguridad interna y democracia.

¿Qué mundo vendrá?

La deriva unilateralista y agresiva que la Doctrina Bush promovió en el internacionalismo norteamericano suscita debates, además de la inquietud e inseguridad en los demás actores de la política internacional, sobre los rumbos que tomará y sobre el mundo que la humanidad espera en el transcurso del siglo XXI.  Unilateralismo o multilateralismo, mundo unipolar o multipolar, declinar o recuperación de la hegemonía del imperialismo norteamericano – son temas actuales que no frecuentan apenas las academias, más también el mundo político, los estados–mayores militares y las cancillerías. 

Para mi no hay dudas de que el sistema que prevalece, tal y como es concebido por las águilas que conducen la política exterior norteamericana, es unipolar y su política unilateral y militarista.  No será por generación espontánea que el mundo se tornará multipolar y la política exterior norteamericana multilateral.  Tampoco debemos asociar nuestra lucha por la democracia, la paz y un nuevo orden mundial al ejercicio de una “hegemonía benigna” a los Estados Unidos, o considerar aceptable que ésta hegemonía sea transformada en “líder”, como pregonan los sectores que creen que los Estados Unidos están dispuestos hacer concesiones democráticas en nombre de un “nuevo siglo americano”.  El imperialismo no cederá posiciones sin cometer crímenes contra la paz y la soberanía de las naciones y los pueblos.  Bush padre practicaba una política exterior con acentuados rasgos de exclusividad y agresividad, aunque era denominada por él de “multilateralismo selectivo”.  A lo largo de los años 90, Clinton prácticamente destruyó Irak, bombardeó Yugoslavia, se aventuró militarmente en el cuerno de Africa, quiso imponer el ALCA en América Latina, pero su política externa era denominada por su propia secretaria de Estado, Madeleine Albright, de multilateralismo acertado.

El hecho es, que el establishment norteamericano concibe lo que es denominado de “gobernabilidad global” y “estabilidad internacional” como una estructura jerárquica de potencias imperialistas, donde EUA se encuentra en el vértice, una “multipolaridad” y un “multilateralismo” como mucho ejercidos al sabor de manifestaciones de los términos de cooperación o rivalidad entre las mismas potencias.  Eduardo Viola y Héctor Leis, defensores de la actual política exterior norteamericana, realizan en su libro El Sistema Político de EUA y sus Repercusiones Externas, una recopilación de artículos organizada por la profesora Heloísa Vilhena de Araújo y publicada por la Fundación Alexandre de Gusm
ão y el Instituto de Investigaciones en Relaciones Internacionales, una bien documentada sistematización de las acciones de la política exterior en EUA y de las corrientes de pensamiento más relevantes: los unilateralistas, los unilateralistas-moderados, los multilateralistas-moderados y los multilateralistas .  6 Los unilateralistas constituyen actualmente el grupo en el poder, los unilateralistas moderados vendrían a ser los que estaban en el poder durante el gobierno de Bush, padre, los multilateralistas-moderados el grupo de Clinton y los multilateralistas, sin chance de prevalecer, constituyeron la izquierda del Partido Demócrata.  Obviamente, la política que prevalecerá y el mundo que vendrá no resultará apenas de las opciones que realicen los grupos de poder de Estados Unidos.  Como la política internacional es siempre una relación de poder en los marcos de la sociedad internacional, las propias opciones americanas estarán condicionadas por la evolución de la realidad objetiva, evolución que, por su parte, está ligada tanto al poderío norteamericano cuanto al de las demás potencias.  En este escenario, gana destaque la línea de investigación de Immanuel WALLERSTEIN.  En un artículo escrito para la prestigiosa revista marxista “Monthly Review”, él afirma: “Ahora, les pido que reflexionen sobre tal anomalía.  ¿Como llegamos hasta éste momento en que vivimos una forma de imperialismo particularmente agresivo y clamoroso, el cual por primera vez en más de un centenar de años está listo para usar las palabras ‘imperio’ e ‘imperialismo’? ¿Por qué será así? La mayor parte de las personas dan como respuesta resumiendo en una palabra, que es debido a la fuerza de EUA.  Y la que yo daré es a causa de la debilidad de EUA”7

El escenario actual revela los intentos de Estados Unidos para imponer su hegemonía.  Estados Unidos, frente a sus propias dificultades económicas estructurales, entre ellas la debilidad del dólar, con el mayor pasivo externo del mundo, frente al emerger de nuevas áreas económicas, geopolíticas y financieras que amenazan su primacía, optan por la fuerza justamente como señal de debilidad.  Tratan de vencer la competición global en el terreno militar, donde son aplastantemente más fuertes.  Buscan invertir una tendencia objetiva.  En 1945 Estados Unidos eran responsables del 45% del PIB mundial, hoy mantienen un 25%, el mismo porcentaje que la Unión Europea.  Se prevé una ulterior disminución del porcentual de EUA en los próximos 20 años.  Mientras tanto, el mundo ve la vertiginosa ascensión económica de China, la recuperación de Rusia y los conflictos de interés entre Estados Unidos y los países en vías de desarrollo.  Son contradicciones objetivas que tienden a expresarse en el campo de la política.  Rusia y China convergen en el ámbito de la Organización de Cooperación de Shanghai.  Hay que tener en cuenta también frente a la evolución del cuadro mundial el resurgimiento de las luchas antiimperialistas y socialistas, de las que son expresión diferentes fuerzas políticas en ascensión en América latina.  La mayor parte de los autores contemporáneos en el área de Relaciones Internacionales están de acuerdo en que estamos viviendo un mundo en transición.  Nadie se atreve a opinar categóricamente sobre el “orden” que prevalecerá.  Las hipótesis existentes son el nuevo siglo norteamericano, el equilibrio de poder entre potencias equivalentes, una nueva guerra fría o un período prolongado de caos y desorden.

Escenario de conflictos

Todo nos lleva a creer que el ambiente político en que transcurren las relaciones internacionales en la actualidad está caracterizado por un inaudito retroceso.  El principal vector del cuadro político mundial es una brutal y abarcadora ofensiva de Estados Unidos para imponer su hegemonía, lo que cobra un elevado precio a los pueblos y países que circunstancialmente se tornan blanco de ésta ofensiva.  Un precio que es saldado con vidas humanas, retroceso económico y de condiciones de vida, pero también, con la pérdida de la libertad, la independencia, la seguridad, la soberanía y los derechos.  Es un momento político en que el dialogo es substituido por la fuerza, la diplomacia por la guerra, las decisiones multilaterales por las unilaterales.

Todo lleva a creer también que en gran medida la estrategia actual de Estados Unidos consiste en impedir el fortalecimiento de las naciones que buscan su propio camino hacia el desarrollo y en alejar la posibilidad de que surjan fuerzas competidoras, sea a nivel regional, o a nivel global.  En éste mismo sentido, es importante notar como Estados Unidos intenta persuadir a la India y manipularla contra China, en cuanto prosiguen sus esfuerzos por establecer una presencia sólida en Medio Oriente y en Asia Central.  La amenaza de atacar Irán guarda una intrínseca relación con eso.

Si es verdad que emergen nuevos polos económicos y de poder político, como tendencia inexorable y fenómeno objetivo, eso no quiere decir que el mundo será multipolar en el sentido del equilibrio de poder o de surgimiento de una especie de “directorio” del siglo XXI.  La idea de la paz perpetua kantiana no cabe en un mundo de pujantes contradicciones sociales y geopolíticas.  Estamos también distantes del multilateralismo wilsoniano y del orden de las relaciones internacionales por parte de un organismo multilateral estabilizador, promotor del equilibrio, del derecho y la igualdad.  El fracaso de la Liga de las Naciones Unidas en la primera mitad del siglo XX y el atropello de la ONU por las políticas imperialistas de Washington legaron lecciones importantes.  No se puede, igualmente, oponer a esa realidad la imagen de un caos que lleve a una conflagración generalizada que destruiría el mundo y el genero humano.  La apuesta de los revolucionarios será siempre un mundo de paz.  Pero el horizonte inmediato sugiere un suceso de conflictos y el estrechamiento del margen para la cooperación y el entendimiento.
La razón de esto son las dos grandes paradojas de la presente época.  El primero de ellos es el que se expresa a través de un sistema capitalista que se expandió adquiriendo dimensiones mundiales, alcanzó el nivel de globalización mercantil, productiva y financieramente, pero que, al mostrarse incapaz de generar prosperidad colectiva, sino por el contrario, revela también sus contradicciones, sus límites y la inexorable tendencia hacia las crisis.  La otra paradoja de nuestra época es la experiencia de una super potencia multidimensional, EUA, con un poderío militar y nuclear superdimensionado, pero que es precisamente el epicentro de los desequilibrios económicos estructurales y sistemáticos del capitalismo actual y revela señales de parasitismo y decaer, expresados en su déficit gemelo – pasivo externo y déficit fiscal – y erosión del dólar como padrón monetario internacional.  Hace falta una interpretación de los nuevos fenómenos que tomen en consideración la dialéctica entre: desarrollo y crisis, auge y declinar del capitalismo y del imperialismo.  No basta constatar los fenómenos nuevos, pero más allá de eso, es necesario comprender el alcance y la virulencia de las crisis financieras y las relaciones intrínsecas que guarda con el deterioro de la economía real.  Todo eso explica el foco de tensiones y la agresividad con que EUA se comporta actualmente.

La perspectiva de conflictos se torna nítida si observamos el comportamiento de otros grandes actores del escenario internacional y la evolución de los acontecimientos.  China proclama su ilación por la paz, la coexistencia pacífica, la cooperación internacional y el multilateralismo.  Apuesta al mundo multipolar, en lo que es apoyada por los pueblos y gobiernos progresistas, inclusive el nuestro, pues precisa de un ambiente externo estable para alcanzar sus metas de desarrollo.  Pero independientemente de su sincera voluntad, el vertiginoso surgimiento que experimenta, elevándose al status de potencia económica, además de militar y nuclear, así como el aumento de su influencia política y diplomática, objetivamente la coloca, en perspectiva, en posición de rival de Estados Unidos.  O al menos es así que será vista por estos.

Cuando Rusia, en franca recuperación de su poderío nacional, también manifiesta trazos de rivalidad, expresando duras reacciones al expansionismo estadounidense y occidental bis a bis a Europa Oriental.  Son ilustrativas al respecto de ésto las declaraciones del presidente ruso Vladimir Putin, en conferencia de prensa luego de la realización de la reunión del G-8, el pasado julio en Alemania, en las cuales no solo se opone en términos vehementes contra los planos estadounidenses de ampliar un sistema de defensa de misiles en Europa oriental, como promete represalias en caso de que ello se concrete.  Examinar otros hechos en curso y otras tendencias que se dibujan, también nos muestran elementos de conflicto en el escenario político internacional.  El segundo mandato de Bush tiene como centro prioritario el “plan de reestructuración de Medio Oriente”.  Construir un “Medio Oriente americano”, con regímenes dúctiles y la destrucción de los enemigos de EUA es el objetivo visado.  Hasta ahora, por tanto, la ocupación de Afganistán y de Irak, principalmente éste último, resultaron en un retumbante fracaso político y militar.  En el Líbano, donde, por ocasión de los bombardeos israelíes en julio y agosto de 2006, la secretaría de Estado de EUA dijo que estaban ocurriendo “Los dolores del parto del nuevo Medio Oriente”, al contrario de una estabilidad pro-americana, se fortalecen los partidos enemigos de Estados Unidos, como Hesbolá.  En Palestina, la situación es cada vez más compleja y la paz cada vez más distante.  La inestabilidad de las posiciones estadounidenses aumenta, avivando su agresividad, al tiempo en que observamos lo que ocurre en América Latina – derrota del ALCA y emerger de poder de fuerzas antiimperialistas y socialistas, con posibilidad de surgimiento a corto o mediano plazo, de movimientos que contestan a la hegemonía norteamericana en la región bajo el liderazgo del Presidente Hugo Chávez. 

Todo nos muestra que está por desarrollarse un nuevo escenario político internacional, con la acumulación de factores de conflictos nacionales y sociales.  Nos es aún una situación que avale los alicerces del poder americano, pero sin duda es reveladora del surgimiento de nuevas tendencias históricas.  Frente a éste cuadro, es difícil, casi imposible, proceder con un análisis unívoco y llegar a conclusiones definitivas en cuanto a cómo evolucionará la situación internacional.  Siendo una transición, me parece que se trata de una transición conflictiva, en la cual el gobierno global participa, fundador de una orden de paz y armonía es, en el horizonte visible mera especulación o mismo una quimera.

Mas allá de las especulaciones, pienso que lo importante para las fuerzas progresistas, sobretodo para el Partido Comunista, es actuar fundamentalmente en el escenario político con estrategias y tácticas sintonizadas con las exigencias de la época.  Las contradicciones geopolíticas no se desarrollan al margen de las luchas antiimperialistas y de las luchas sociales en cada país y región.  Unas inciden sobre otras y se entrelazan.  Consientes de la necesidad de acumular fuerzas revolucionariamente, a largo plazo, comprendemos la necesidad de entrelazar las luchas entre el capitalismo y el socialismo, los trabajadores y la burguesía, los pueblos y naciones contra el imperialismo y las propias contradicciones ínterimperialistas.  En el proceso de acumulación de fuerzas lo esencial es infligir día a día derrotas a las políticas económicas antisociales y antinacionales del imperialismo y sus políticas de guerra.  El imperialismo no es invencible.  La humanidad vivirá en un mundo de paz, un mundo socialista.

- José Reinaldo Carvalho es periodista, secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Brasil, director del Centro Brasileño de Solidaridad con los Pueblos y Lucha por la Paz – Cebrapaz – (
www.cebrapaz.org.br).


1 PECEQUILO, Cristina Soreanu.  La Política Externa de los Estados Unidos.  Porto Alegre: Ed de la UFRS, 2005.

2 Idem

3 Idem

4 Idem

5 BANDEIRA, Luiz Alberto Moniz.  Las relaciones peligrosas: Brasil-Estados Unidos.  Rio de Janeiro.  Ed.  Civilização Brasileira, 2004.

6 VIOLA, Eduardo & LEIS, Héctor R., in O sistema político dos Estados Unidos e suas repercussões externas.  Organizado por ARAUJO, Heloísa Vilhena de.  Brasília Ed.  Fundação Alexandre Gusmão.

7 WALLERSTEIN, Immanuel.  US.  Weaknness and the Struggle for Hegemony, Monthly Review, volumen 55, nr.3, julio-agosto de 2003.

https://www.alainet.org/es/articulo/125077
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