El Mal como ejercicio de la libertad ó en busca de una ética de la responsabilidad

08/11/2007
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¿Somos aún utilizables? Hemos sido testigos de muchas malas acciones, las hemos visto de todos los colores, hemos aprendido el arte de la disimulación y de la palabra equívoca, nos hemos vuelto por experiencia desconfiados hacia los hombres.  Con frecuencia hemos privado a nuestro prójimo de la verdad o de una palabra libre que le debíamos.  Insoportables conflictos nos han vuelto desilusionados, incluso cínicos.  ¿Somos aún utilizables?...  ¿Será bastante grande nuestra fuerza interior para resistir lo que se nos impone? ¿Habrá seguido siendo suficientemente despiadada nuestra franqueza con nosotros mismos para que volvamos el camino de la sencillez y de la rectitud?
D. Bonhoeffer

OBERTURA

Nada más ante el propio despertar de la autoconciencia es ya un gran avance a la vez sublime, a la vez trágico: sentirse, saberse, imaginarse, decentrarse, potenciar la fantasía, en una palabra salir de las tinieblas de a inconciencia.  Tarea amplia, honda, titánica.  Finalmente una sobrecarga.  Todos los que nos decimos seres humanos sufrimos la aventura de la libertad, es decir de las potencialidades mas profundas y autenticas.  Fácil es decirlo, difícil realizarlo en la cotidianidad, difícil vivirlo.

Los seres humanos somos nuestras tramas sociales.  Dependemos de la intensidad, cantidad y calidad de estas tramas o relaciones.  El ejercicio de nuestros deseos, fantasías, miedos, limitaciones se dan en relación con los demás.  No somos seres aislados.  El aislamiento total es la patología, la mentira, la autodestrucción.  Surge aquí una pregunta interesante ¿qué somos? No pretendo agotar la respuesta, ni mucho menos cerrarla.  Creo como afirma Fromm “una aberración de la naturaleza, un monstruo”, mejor aún (algo romántico, lo admito) “el universo que se piensa a sí mismo”.  La mitología[1] esa arcaica manera de representar mundo nos ofrece dos seres fantásticos que expresan y condensan hasta cierto límite lo que ando buscando: el minotauro, el centauro.  El primero un cuerpo humano con cabeza de toro (representa la irracionalidad) El segundo un cuerpo de caballo con torso y cabeza de hombre.  Ambos son el intento de representar y sintetizar este salto cualitativo que la naturaleza representamos los seres humanos, no obstante no nos alejamos de ella de forma tan radical, nos rigen las mismas leyes vida-muerte, frío, hambre, sexualidad, etc; y agregamos la sobrecarga.  Somos y no somos.  Nuestro “hogar” no es.  Construimos una segunda naturaleza, poseemos cultura.  Colectivamente por medio de las interacciones, las fantasías, los conocimientos, las técnicas, las tecnologías nos hacemos “bio-topos” gestamos un mundo adaptado a nuestras necesidades intencionalmente construidas.

El misterio se abre ya ante nuestros ojos.  Estamos parados sobre un abismo.  Nuestras propias creaciones, nuestra soledad en el universo, nuestra frustración de ser asilados, de la inseguridad en nuestro origen y nuestro destino post-morten.  Si en el ámbito individual puede gestar angustia, dolor, miedo como colectivo se potencia y las relaciones sociales se ven marcadas por la agresión, la violencia.  Si bien ésta puede ser defensiva.  La preocupación, miedo, angustia se da cuando esta violencia es intencionalmente producida ya sea por fines racionales, por objetivos de poder, por placer.  Más grave aún, cuando esta violencia destructiva es parte de la vida cotidiana y nos convertimos en “analfabetas emocionales” incapaces de sentir ante situaciones destructivas ninguna capacidad de reacción.


Centauro y/O minotauro

Desarrollemos, pues, algunos conceptos y entramados teóricos que nos permitan allanar u oscurecer el camino de este abismo particular de la destructividad humana.

Nuestro primer punto es determinar una estructura básica que todo ser humano posea y que nos sirva de trampolín y sustrato para comprender las tendencias humanas hacia lo creativo y lo destructivo.

Esta estructura la denomina Fromm “carácter” y acusa:

Lo que nos interesa es su estructura de carácter, esto es, la estructura semipermanente de sus energías, las direcciones en que se canalizan y la intensidad con la que fluyen.  Si conocemos las fuerzas impulsoras que motivan la conducta, no sólo comprendemos la conducta presente sino que podremos hacer conjeturas razonables acerca de la manera en que una persona actuará probablemente en circunstancias diferentes.  Bajo el punto de vista dinámico, las “modificaciones” del pensamiento o de la conducta de determinado individuo son cambios que pueden preverse en grado muy alto de conocerse la estructura de su carácter[2]

Podemos desde aquí extrapolar respecto de la estructura de carácter al menos los siguientes rasgos distintivos:

1.  La conducta es una función de un proceso continuo de interacción bidireccional entre el individuo y su entorno situacional al cual se enfrenta

2.  El individuo es un actor intencional y activo en este proceso de interacción

3.  No hay conciencia individual ni colectiva que no sea orientada y limitada por las condiciones de la existencia: el mundo físico y social, el cuerpo, los afectos y el pensamiento con sus contenidos.

4.  No hay sujeto, sea individual o colectivo, sin cuerpo, sin aparato cognitivo y sin relaciones sociales y físicas en las que vive.

5.  El carácter, a su vez, determina el pensamiento, la acción y la vida emocional de los individuos.

6.  El carácter conforma el elemento determinante que impulsa a las personas a comportarse de manera normal-productiva (biofilia) o patológica-improductiva (necrofilia)

7.  Las pasiones humanas conforman el motivador esencial de las acciones humanas y se arraigan en ele carácter

8.  El carácter es socialmente construido y común a los miembros de cada grupo social – el carácter social – es el aspecto subjetivo de mayor relevancia para explicar la agresión en un nivel sociológico

9.  Las pasiones humanas constituyen reacciones ante las situaciones existenciales específicamente humanas.  Los distintos tipos de pasiones son estimulados, fomentados, recompensados, inhibidos, castigados o reprimidos por los distintos sistemas sociales.

10.  El carácter que cada ser humano forja en cada sociedad en que vive se constituye según Fromm, en el fundamento motivacional de su comportamiento y lo exime de la necesidad de reflexionar y deliberar sobre los cursos de acción ante cada situación que se le presenta (ver pág. 225)

11.  El carácter de la persona determina en primer lugar lo que frustrará y en segundo lugar la intensidad de su reacción ante la frustración.

12.  El carácter es la forma relativamente permanente en que la energía humana es canalizada en los procesos de asimilación y socialización.

13.  El carácter es un aspecto integrante de la estructura total y cargado de la energía psíquica que dinamiza la totalidad de las estructuras caracterológicas

14.  La estructura de carácter imprime unidad y coherencia al comportamiento individual

15.  Finalmente, el carácter se construye con base en las interelaciones dinámicas entre los requerimiento biológicos y las pautas y costumbres sociales; no es el resultado únicamente de la evolución de la libido y de las experiencias familiares

Su majestad el olvido

Estamos preparados para adentrarnos en las raíces de la destrucción humana y evadir-criticar argumentos falaces, tales como:

“El hombre camina de continuo sobre un abismo oculto bajo una fina cubierta.  La vida de este mundo es una lucha continua y desesperada con el diablo, frente al cual todo miembro de la Iglesia militante ha de defenderse y pelear, probando sus fuerzas como buen caballero.  Desde arriba contemplan la pelea los miembros de la Iglesia triunfante, ángeles y santos, en su gloria...  hoy ya no tenemos idea de lo que es un mito.  Un mito no es una representación estética cómoda, sino un pedazo de la más corpórea realidad que penetra toda la conciencia y conmueve la existencia en sus más íntimas raíces.  Esos seres andan en torno del hombre continuamente.  Aquellos hombres los miraban, sin verlos.  Creían en ellos con esa fe que considera pecaminosa la idea misma de la prueba.  Lo que hoy llamamos mito, nuestro entusiasmo saturado de literatura por el gótico pintoresco, no es sino alejandrismo.  Entonces no se “paladeaba” el gótico; la muerte estaba oculta detrás de todas esas representaciones”[3]

Como afirma Safranski: “No hace falta recurrir al diablo para entender el mal.  El mal pertenece al drama de la libertad humana.  Es el precio de la libertad” (Safranski, 2000:13) En otras palabras en el despliegue de mi ser y estar el mundo no estoy sólo.  Soy desde mí con los demás.  En esta suerte de articulación e irritación es donde nace, se tamiza, se expande se cimienta la libertad.  Ahora una de las posibilidades de expresión de esta libertad socio-individual es la que se establece (según Fromm) desde una estructura de carácter con orienctación maligna-improductiva, cuya expresión máxima es el

Carácter Necrófilo.

El término necrofilia amor por lo muerto, del griego nekros que significa cadáver se ha aplicado generalmente tan sólo a dos tipos de fenómenos:

a.  La necrofilia sexual, o sea, el deseo de un hombre de tener coito o cualquier otro tipo de contacto sexual con un cadáver de mujer.

b.  La necrofilia no sexual, el deseo de manejar, de estar cerca de contemplar los muertos y en particular el deseo de desmembrarlos.

Es novedoso y macabro el descubrir un salto cualitativo que en el siglo XX como parte de un mismo proceso histórico denominado modernidad ha dado la orientación necrófila.  Es un salto estético, ético, conductual, cognitivo, y como afirmábamos en anteriores párrafos nos deja sin una efectiva capacidad de reacción crítica a la mayoría de las personas que nos acostumbramos a convivir con esta nueva manifestación necrófila.  Esta nueva necrofilia es incolora, inolora, inorgánica; es el imperio maquinal, es la sociedad de la desproporción, es “la obstinación contra el gran torrente de la vida” (Safranski, 2000: 262).  Es incluso ir contra la promesa de la modernidad que bien expresa Kant, cuando reflexiona sobre la pregunta ¿qué es la ilustración?:

“Ilustración es la salida de la culpable minoría de edad.  Minoría de edad es la imposibilidad de servirse de su entendimiento sin la guía de otro.  Esta imposibilidad es culpable cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino de decisión y valor para servirse del suyo sin la guía de otro.  Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración...  Pereza y cobardía son las causas por las que gran parte de los hombres permanece con agrado en la minoría de edad a lo largo de la vida...”[4]

Esta nueva necrofilia esta expresada por primera vez en el siglo XX hacia 1909 por Marinetti en su “Manifiesto Futurista”, compendio de adoración por la velocidad, por la máquina, por la desproporción, la saturación y la perplejidad, en última instancia por el “antiespejismo demoníaco” o como acusa Benjamin:

“Ni la pureza, ni el sacrificio, han conseguido dominar al demonio; en cambio donde se reúnen pristinidad y destrucción, el dominio del demonio queda superado.  Como un engendro formado por un niño y unantropófago nos encontramos con el dominador: ningún hombre nuevo; un mostruo, en cambio; o un nuevo ángel”[5]

Nos encontramos en esta transición entre siglos atrapados en una cultura necrofila, que no se reconoce como tal; pues existen al menos los siguientes corolarios explicativos ante este fenómeno estructural-cotidiano, que en Safranski podemos detectar:

a.  Cambio radical en la estética de la necrofilia, que como Safranski acusa como hacia el siglo XIX y en especial el XX con autores como Flaubert, Baudelaire, Conrad, Camus, Sartre, hacen con su arte de lo terrible de la destrucción , la muerte, la tortura, algo cotidiano y hasta estéticamente bello.  Es el imperio “del arte por el arte” no hay arte vinculante, es la traición al compromiso, es la fetichización del arte.  Como acusa Kofler: “Que lo horrendo se ponga claramente manifiesto en numerosos cuadros como un momento de la totalidad es la mera expresión de la alienación de lo dionisiaco monopolizado, separado de lo apolíneo (y por tanto de la dialéctica de lo apolíneo), y concebida estéticamente...  la creciente cosificación de la vida social en el siglo XX hace que el proceso social aparezca mas que antes como un destino arrebatado a la influencia de los hombres y, por tanto, un destino de un poder místico”.[6]

b.  El imperio del olvido es la característica central de la sociedad necrofila.  El olvido, esa majestad a quien rinden culto los cobardes y perezosos de la modernidad; tiene su origen abismal en la memoria mítica, como acusa Safranski: “Prometeo les concedió el olvido.  Desde ese momento supieron que había de morir, pero desconocía cuando.  Y se encendió en ellos el afán de trabajo, al que Prometeo dio nuevo aliento con el don del fuego”.  (Safranski, 2000: 20) El olvido, totem adorado de lo siniestro.  El olvido: refugio-cueva de una cultura autista y tautológica.  De una cultura entregada a los placeres del momento, a la exitación de la máquina, a la belleza del concreto, al afán de la virtualidad.

c.  Esta banalidad del mal en su desnudez, en su monstruosidad de la contradicción total de la palabra y de la acción humana.  “...el hombre no sólo se rige por sí mismo, sino, peor todavía, se rige por la parte cosificada de sí mismo...  el mal comienza sólo cuando la conciencia estrecha a pesar del conocimiento creciente, cuando la facultad humana de trascendencia es utilizada para la imanencia, cuando en definitiva se trata tan sólo de hacer más confortable la rueda en la que se mueve el hámster” (Safranski, 2000: 64) Esta banalidad, esta falta de memoria histórica, este miedo-pereza a enfrentar los propios actos, productos, historia es tan cotidiano y latente en nuestra sociedad necrofila que produce seres humanos necrófilos: amantes de la máquina, de la velocidad, del simbolismo, del olvido.  Adoradores del Moloc de la modernidad: la tecnología.  El Ángel de la Historia mira la destrucción.  Los demonios del progreso nos gratificamos en el éxtasis del olvido.  “De nuevo nos encontramos ante uno de los aspectos más perturbadores de la civilización industrial avanzada: el carácter irraciaonal de su racionalidad.  Su productividad y eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir las comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destrucción en construcción, el grado qn que esta civilización trasnforma el mundo-objeto en extensión de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la noción misma de alienación.  La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina.  El mecanismo que une al individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producida”[7]

d.  Finalmente, Safranski acusa: “Pero ahora los hombres han producido la civilización de la ciencia técnica, que es una creación suya.  Y quizá la civilización se haga tan libre frente al hombre como él frente a Dios; quizá la civilización siga sus propios caminos” (Safranski, 2000: 278).  Quiere decir ello que estamos destinados a ser devorados por culpa de nuestro olvido necrófilo por nuestros propios productos.  O bien, ante estas transformaciones cualitativas de las estructuras psíquicas y sociales de la sociedad necrofila asistimos a una pauperización existencial del hombre sin marcha atrás.  Una existencia degradada, portadora de una libido pervertida por la desviación mercantil, que busca el placer en el hiperconsumo compulsivo; una personalidad cuya frustración se traduce en angustia y agresividad, en carácter autoritario de dos caras: el que manda y el que obedece.  Y ambos se extasían en una infelicidad eufórica desproporcionada y necrofila.

CODA

Orwell, en su novela 1984, nos hace dos interesantes acercamientos a nuestra discusión:

“El poder radica en infligir dolor y humillación.  El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti...  Se había vencido a sí mismo definitivamente.  Amaba al Gran Hermano”[8].

La pregunta que nos surge es ¿Cómo amamos nuestra sociedad necrófila si existe el olvido y vivimos en una infelicidad eufórica? Podemos acusar al menos los referentes que a continuación se presentan y mutuamente se retroaliemntan:


a.  Gunter Anders acusa a un primer elemento de la sociedad necrofila.  Dicho fenómeno lo denomina “ley de la desproporción”, esta es: “en primer lugar, que lo que en adelante podemos hacer es más grande que aquello que podemos crearnos una representación; que en nuestra capacidad de fabricación y nuestra facultad de representación se ha abierto un abismo, y que cada día ésta se hace mayor” (Anders, 2001:27-28)

b.  Esta primer ley de la desproporción nos lleva una segunda situación según Anders: “La naturaleza maquinal (o de aparato) de nuestro mundo actual...  la desmesurada medición de nuestros procesos de trabajo y de acción...  estamos tan encerrados en las fases de trabajo que se nos ha asignado como los prisioneros en sus celdas...  pues nada es más funesto, nada garantiza con mayor seguridad la falta de conciencia del principio de las máquinas, que el hecho de esta falta de conciencia sea ya una trivialidad: lo que se considera trivial pasa inadvertido; y lo que pasa inadvertido se acepta sin rechistar” (Anders, 2001: 51–54)

c.  Esta megamáquina es un sistema social totalmente organizado y homogenizado en el que la sociedad como tal funciona como una máquina y todos los hombres como sus partes.  Este tipo de organización a causa de la total coordinación, del constante aumento del orden, del poder, de la predecibilidad y, ante todo, del control.

d.  En la sociedad necrofila vive el hombre “oscuro” de la época de la técnica: objetivador / racional destructivo.  Su anhelo es el poder total: objetivación total del mundo, la naturaleza, los otros y de sí mismo.  (efecto de perplejidad).  El objetivo del hombre oscuro[9] es mantenernos en la oscuridad (enmascaramiento, fetichización, mitificación) respecto al oscurecimiento de nuestro mundo; produce pues, la escisión o fragmentación[10] que nos impide percibir los procesos de totalidad (percibir/representar), anula los espacios de encuentro (acompañamiento/reconocimiento) de “los otros” y anula las potencialidades humanas de despliegue total (hombre total) en sumisión a “maquinaria/tecnología de muerte” (círculos sacrificiales)

e.  En este proceso de “saturación”[11] de la vida cotidiana/moderna que se justifica en tres momentos falsamente justificados: un pretérito perfecto perdido, un presente caótico y un futuro posible alcanzable por seres “únicos/escogidos” cuya realización implica la destrucción y aniquilación

f.  Este “hombre acción” cuyas características matriciales son: ausencia de diálogo (espacios de encuentro) e historia crítica, destrucción e historia neurótica, analfabetismo emocional el cual se manifiesta en la imposibilidad o anulación del sentir y la producción de la indiferencia.  Su matriz se encuentra en la imposibilidad de leer/sensibilizarse ante textos demasiado grandes y tras la especialización en los pequeños.  Enmascaramiento/mistificación.  “lo monstruoso tiene vía libre”

g.  El hombre oscuro por excelencia es Hitler.  Acusa Safranski: “Hitler significa una ruptura en la historia reciente.  Auschwitz se ha convertido en un mito fundacional negativo.  Las fuerzas asesinas y bárbaras que dominan la civilización humana se revelaron en una forma sin precedentes, se abrió un abismo...  Desde Auschwitz, el progreso de la cultura se mide por la distancia que ésta marca frente a las posibilidades de horror inherentes a ella.  Ya no se mide, pues, por una idea del ser perfecto, sino por la posible nada del infierno moral”.  (Safranski, 2000: 228)

En otras palabras, pese al abismo; tanto Anders, Safranski, como Fromm apuestan a un mejor horizonte, en tanto los seres humanos enfrentando críticamente “nuestro estado permanente de sitio” (Benjamin) nos apostemos a frenar el “tren de la historia” (Benjamin) antes de desembocarse irreversiblemente.

En este sentido Anders apuesta ante nosotros Hijos de Eichman reneguemos de nuestro pasado, lo afrontemos y tomemos posición.  Safranski desde el principio nos dice que nos es necesario recurrir al diablo para comprender el mal; es decir, el hombre es su autoproducción, es él y sus representaciones, es el animal del abismo, pero no le excusa en responsabilizarse de su historia y como las grandes religiones apostar por respuestas abiertas y en constante proceso de reflexión.  Finalmente Fromm apuesta a la esperanza y la fe (certeza)

“Tener fe significa osar, pensar lo impensable, pero obrar dentro de los límites de las posibilidades reales; es la esperanza paradójica de esperar al Mesías todos los días pero no descorazonarse porque no llegue cuando creíamos”.  (Fromm, 1980: 431)

- Javier Torres Vindas es sociólogo y linotipista

Bibliograf
ía

  • Anders, G.  (2001) Nosotros, los Hijos de Eichman: Carta abierta a Klaus Eichman.  Argentina, Paidos.
  • Fromm, E.  (1980) Anatomía de la Destructividad Humana México, Siglo XXI
  • Safranski, R.  (2000) El Mal o El Drama de la Libertad.  TuQuest Editores.



[1] “El mito es un recuerdo inexacto del pasado pero tiene, además, otros elementos.  Es una exaltación d las virtudes que alguna comunidad considera arquetípicas y que se expresa en personajes y episodios que, aunque partan de la realidad vivida, quedan deformados para adaptarse a una imagen idealizada de la conducta humana...  La función fundamental del mito, observa Eliade, es fijar modelos ejemplares de todos los ritos y de todas las acciones humanas significativas.  No es proyección fantástica de un acontecimiento natural - aclara -; es un acto de la creación autónoma del espíritu” Bargú, S.  (1989) La Idea de Dios en la Sociedad de los Hombres.  Siglo XXI.  Pág.  31

[2] Fromm (1991) La revolución de la esperanza.  Fondo de Cultura Económica.  Pag.  22

[3] Spengler, O.  La decadencia de Occidente.  Tomo 2 pág 338.

[4] Kant, I.  “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?” En: En defensa de la Ilustración.  Alba Editorial, Barcelona, 1999.  Pag.  63

[5] Benjamin, W.  “Karl Kraus: Hombre universal” En: Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos.  Monte Avila, editores.Venezuela, 1970.  Pag.  187

[6] Kofler, L.  Arte Abstracto y Literatura del Absurdo.  Barral Editores, 1972 Pag.  86-87

[7] Marcuse, H.(1995) El Hombre Unidimensional.  Planeta Deagostini, Pág.  39

[8] Orwell, O.  (1993) 1984.  Narrativa actual Editores.  Pags.  215 y 240

[9] Perteneciente a “dark age” es decir la época monstruosa, donde la alineación se expresa en la inversión de equilibrio entre realidad/representativa VRS.  realidad/concreta.  Saturación de mundo e insuficiencia en la percepción y representación de mundo.

[10] Estrategia del poder dominante que construye grupos sociales aislados, provocando prácticas, instituciones e imaginarios de desgarre social y guerra.  Lo cual articula la capacidad a la vez del “control horizontal”.  En definitiva la fragmentación es una práctica “racionalmente” orientada por fuerzas sociales dominantes que buscan: a) desorientar, b) impedir la percepción y representación de totalidad social de los grupos “fragnetados/desorientados”, c) construir la incomunicación social efectiva (estereotipos, xenofobias, etc) Los niveles de esta “tecnología social” son: a) atomización de la sociedad en grupos de escasa capacidad de poder, b) orientación de dichos grupos a fines parciales y exclusivos, c) anulación de las capacidades de negociación (revisar Foucault)

[11] Este proceso de saturación suele identificarse como “milenarismo”, es decir, una búsqueda de apropiarse de la historia y con ella adueñarse de conciencia histórica, generando un vaciamiento de la conciencia colectiva.  En este sentido vale rescatar la crítica de Walter Benjamín en su texto “La Dialéctica en suspenso” del cual es importante traer a colación: 1.  El ángel de la Historia VRS el (historia formal) tiempo homogéneo y vacío.  2.  Botín: ni los muertos estarán a salvo si el enemigo vence.  3.  el progreso científico-técnico ha construido un mundo de falsas representaciones, de saberes fragmentarios, un mundo de profundas desigualdades.  4.  todo documento de cultura, es a la vez documento de barbarie (historia de los vencedores) 5.  no hay presente si acontece la mediatización del sufrimiento, si el sufrimiento del otro no se hace carne en nosotros; el pasado atiborrado de notas a pie de página, de fechas, nombres y lugares, el pasado anecdótico despojado de crítica: nada puede decirnos.  6.  Articular históricamente el pasado significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro.  PELIGRO de convertirse en instrumentos de los dominantes, pero más desgarrador es el proceso avasallador del “conformismo” 7.  La amenaza es: vivir el presente sin percibir/representar (significar) el pasado que se repite (voces que reclaman su “altura de sujeto humano” en el aliento de los gritos que nos resistimos a internalizar)

https://www.alainet.org/es/articulo/124136
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