Nos llenamos de agallas todos y todas…
Nos llenamos de patria grande
18/10/2007
- Opinión
Desde hace algunos meses, cuando en este pequeño país, Costa Rica, celebrábamos todos la noticia de que el TLC iría a consulta popular a través de un referéndum, fui de las que estaba totalmente convencida de que era un paso maravilloso que debíamos de dar. Sentí desde el primer momento que ganaríamos pero, hoy me doy cuenta que no somos tradicionales ganadores de una contienda electoral. No lo entendía en ese momento, pero hoy entiendo la magnitud del nuestro gane. Ya nuestro país no será más el mismo, creo que finalmente empezamos a construir la Costa Rica del siglo XXI. Pero para que nuestra patria sea justa y solidaria como aspiramos, será necesario que veamos la magnitud de lo que tenemos al frente, que reconozcamos nuestra fuerza y fundamentalmente que asumamos la realidad del país en el que vivimos. Es necesario detenernos, mirar atrás, analizar, escuchar nuestra intuición y construir la próxima etapa. Reconozcamos entonces, que vivimos en un país sin reglas institucionales, con gobernantes corruptos, sin división de poderes y sin equilibrios democráticos. Esa es la cancha de la Costa Rica de hoy, en la que nos toca jugar para cambiarla y construir una democracia nueva. Con esta realidad, las respuestas simples o apresuradas serán inevitablemente equivocadas…
En aquellos días, cuatro meses atrás, hice un esfuerzo grande pero nunca logré ver al Presidente de la República reconociendo nuestro triunfo. Se lo dije a mis amigos y amigas, se lo dije a otros líderes políticos, no era posible que ganáramos desde esa tradicionalidad de sumar votos, porque el proceso era una vergüenza. La cúpula gobernante y sus aliados, no solo lo tienen y tenían todo de su parte, incluida una flaca institucionalidad que les sirve a sus intereses, el miedo, el chantaje, la mentira, los medios de comunicación, sino que también, ya había sido testigo un año y medio atrás, de su "capacidad" de "contar votos" para siempre ganar.
No obstante, como muchos y muchas, cuando vi como nuestra fuerza crecía, cómo se sumaba gente, como trabajaba con las uñas, como se utilizaba el Internet, como se iba ganando terreno en las visitas casa por casa, como las organizaciones ponían todos sus recursos y todo su empeño, cómo los políticos se hacían un lado y daban paso a los verdaderos actores del proceso, cómo sacerdotes y pastores se comprometían, cómo se olvidaban las banderas partidarias para tomar la bandera patria, como el corazón sumaba, sumaba y sumaba, como se concentraron miles de miles de personas el domingo 30 de setiembre; también fui parte del espejismo de quienes creíamos que a pesar de su juego sucio seríamos capaces de derrotarles en las urnas.
Una elección con reglas no democráticas solo puede dar un resultado como el que tenemos al frente: No es democrático comprar votos. No es democrático chantajear alcaldes. No es democrático que una sola de las partes tenga dinero. No es democrático utilizar el miedo para obligar a la gente a votar. No es democrático violar la tregua electoral. No es democrático que los recursos públicos que son de todos se usen solo para una de las partes. No es democrática la parcialización del árbitro electoral. No es democrático cambiar votos por ayudas sociales. No es democrático mentir, sabiendo que se miente. No es democrático que no exista verdadera libertad para emitir el voto, cuando empleados de una empresa son obligados a votar como su jefe so pena de ser despedidos. El producto de la no democracia no podía ser otro que ese resultado electoral.
Hice todo lo que debía de hacer desde mi responsabilidad política. Exigí al tribunal reglas claras. Pedí explicaciones sobre el financiamiento público y la beligerancia del presidente y el poder ejecutivo. Reaccioné ante sus desacertadas decisiones en tiempo. Denuncié públicamente de los atropellos y parcialidades del tribunal. Fui parte de quienes denunciamos ante la Misión de Observadores de la OEA y ante el mismo Secretario General la inequidad de la contienda. Incluso, con mis propios fondos me fui a Washington para dejar constancia de los atropellos del proceso y del cerco mediático del que fuimos víctimas. Obviamente la mejor respuesta que tuve de todas estas acciones fue el silencio.
Pero, hoy, a pesar de este resultado, estoy convencida que debimos jugar el juego hasta el final como lo hicimos… Sino, ¿como podríamos aprender para transformar esta odiosa realidad?
Dormí el domingo 7 por la noche para amanecer lunes con tranquilidad, pues pensé que lo importante era el día después, ese día después que es hoy y será mañana. Pero es verdad que no pude dormir los días previos al referéndum. Sentía algo horrible en el cuerpo, sentía algo espantoso en el ambiente, aunque estuve unos días fuera del país. El estómago se me revolvía el sábado cuando con el mayor de los descaros violaban la tregua electoral en complicidad con todos los medios y los jueces electorales. Ese domingo 7 con el corazón hecho un puño antes del resultado de la simple suma de votos reconocí para mi misma, no solo que las cartas se habían tirado sino que empezábamos otra etapa del juego: La decisiva!
Realmente debo de reconocer que tuve rabia, rabia con la gente que quiero y conozco, pero también con la que no conozco que fueron capaces de decir que un medicamento que ha envenado a muchos, como este TLC, a nosotros no solo nos quitará la enfermedad sino también nos dará salud. Cómo alguien que tiene información puede tomar un medicamento que solo los fabricantes dicen que es bueno pero que según los expertos en salud está matando gente en diferentes lugares del mundo?
¿Cómo era posible que profesionales de clase media, que tienen acceso a la información, que pueden leer informes hasta del Banco Mundial, de las Naciones Unidas, de la CEPAL, etc., no de Chávez o de Fidel, pudieran asegurar que este TLC es bueno para un país en desarrollo como Costa Rica? Cómo era posible que esta gente que es lo que es, producto de un Estado Solidario costarricense, por puro egoísmo, ni siquiera fuese capaz de analizar los impactos en la CCSS o en nuestros productores, de acuerdo a lo que ya ha pasado en otros países como México. Nunca entenderé como profesionales, que probablemente aspiran a ser ricos, les valga un comino lo que le pasará a la mayoría solo para que un pequeño grupo tenga un servicio sofisticado de celular. Me rehúso a entender como estas personas de esta clase media, prefieren un monopolio transnacional como el de Carlos Slim y les parezca inmoral el monopolio del ICE del que la mayoría se beneficia.
Tuve hasta asco en estos días, cuando algunos se burlaron de mí y de todos aquellos que hicimos lo posible por defender a quienes menos tienen… Tuve lástima de quienes entran a la iglesia, dan limosna y también dan el diezmo que las autoridades de la iglesia gastan a su antojo, pero son incapaces de mirar a las víctimas de un sistema que ve a la gente como consumidores, y no como personas. Un sistema en el cual quien más puede consumir y comprar más persona es y los pobres que apenas sobreviven son simplemente menos humanos de los cuales talvez "será el reino de los cielos".
Tuve mucha tristeza del odio que fueron capaces de difundir los promotores del CAFTA. Odio del que fuimos y seremos víctimas muchos, con gritos y hasta insultos en la calle o cuando tocamos puertas para entregar información toda cierta de los impactos del TLC.
Pero hoy después del camino recorrido, tengo esperanza. La esperanza que me dio la gente que trabajó de verdad. La esperanza de quienes no se dejaron amedrentar por el dinero y el miedo. La esperanza de la gente humilde que no se dejó engañar, ni permitió que se le comparara por una regalía o por una ayuda social. La esperanza que se construye en las batallas que se ganan con las uñas del amor y del compromiso.
Porque en este largo camino, encontré por todo lado gente dispuesta a trabajar y trabajar no solo para si sino para los otros y las otras. Gentes que con un corazón grande entienden que la sociedad es más que el carro que tienen, la finca, la casa, el trabajo, gente que construye patria con amor. Toda esa gente que creativamente inventó el broche, recorrió casa por casa, estudió, militó, se sentó con otros y otras diferentes, se despojó de las banderas políticas, no esperó nada a cambio y fue capaz luchar contra Goliat sintiéndose un David sin miedo.
Nos llenamos de agallas todos y todas… Nos llenamos de patria grande. De una patria que no discrimina, de una patria que quiere que todos sus hijos e hijas vivan con dignidad. De una patria que quiere que de su tierra no solo brote la esperanza sino los alimentos que nos comemos todos los días. De una patria que sabe que cuando alguien vive el dolor de la enfermedad, debe de tener la medicina la cama pero también el amor y la solidaridad. Nos pusimos encima una coraza para recibir tantos golpes injustos, tantas mentiras, tantas dosis de miedo, para callar ante el insulto y ser capaces de poner al frente el argumento, la razón pero principalmente nuestro corazón.
Nos dimos cuenta que la valentía no solo la tiene el líder tradicional que da discursos y recibe aplausos, que la verdadera valentía, la tiene el pueblo guanacasteco que descalzo mira hoy como otros disfrutan de sus riquezas, pero que es capaz de sacar la cara para seguir luchando con dignidad para no seguir siendo los víctimas de este horrible sistema de concentración y exclusión.
Nos dieron una lección las mujeres que caminaron, trabajaron desde todos los lugares, en el campo y en la ciudad, en las calles, en el tribunal y en la corte, las que vistieron a sus hijos e hijas pequeñas con una camiseta que tenía un gran NO, que quería decir hasta aquí, ya no queremos más sus mentiras y sus falsas promesas.
Y me llené de alegría con tanta gente joven que fue parte de esta gesta inmensa, que crearon, lucharon, inventaron, estudiaron, trabajaron, cantaron y soñaron con un país más justo. Jóvenes que no se cansaron y que también fueron capaces de llorar al final el 7 para tener fuerzas el lunes 8 para seguir hacia delante sin desfallecer. Jennifer, con 24 años, dijo que no podíamos aceptar este robo descarado y quedarnos tranquilos, nos exigió que lucháramos ya no solo por el ICE o por el INS o por la CCSS sino también por la dignidad nacional lastimada, cuando se compran los votos, cuando se actúa con el terror mediático, cuando se le obliga a la gente a votar como su jefe y entonces no existe más dignidad.
Estamos en la mitad del camino y ellos solo nos ganaron con votos que están llenos de miedo y de mentira. Votos de gente lastimada en su dignidad y en su libertad. Votos con precio. Votos de mucha gente que es víctima o fue victimizada.
No es el momento, ni tenemos tiempo para buscar culpables entre nosotros, de mirarnos y acusarnos de traidores, la historia colocará a cada quien en su justa dimensión. Trabajemos con quienes estén dispuestos a trabajar. No es el momento de pensar que es el gran líder que mesiánicamente nos sacará del lugar de donde estamos. Es el momento de re-agrupar. Es el momento de fortalecer el colectivo, construir y trasladar en lenguaje sencillo nuestra propuesta de país. Los y las líderes se decantarán en el camino. Cada quien debe de hacer lo que le toca y cuando le toca. Es momento de escuchar. Es momento de cuidar cada paso, como jugando ajedrez, tratando de prever los movimientos del otro. Es momento de trabajar con la intuición que no se equivoca porque es la síntesis de la sabiduría. Es momento de mirarnos a los ojos y generar las confianzas necesarias para el desafío que tenemos al frente. La Costa Rica que queremos es posible si realmente estamos convencidos y convencidas hasta las entrañas que nosotros la podemos construir.
Por eso, estoy convencida, porque me lo dice el corazón, que es posible la justicia, es posible la dignidad y es posible que en este pequeño país en el que vivimos decidamos por nosotros mismos que queremos y cómo lo queremos para que sin discriminación alguna cada persona tenga el derecho de tener una vida de calidad.
En aquellos días, cuatro meses atrás, hice un esfuerzo grande pero nunca logré ver al Presidente de la República reconociendo nuestro triunfo. Se lo dije a mis amigos y amigas, se lo dije a otros líderes políticos, no era posible que ganáramos desde esa tradicionalidad de sumar votos, porque el proceso era una vergüenza. La cúpula gobernante y sus aliados, no solo lo tienen y tenían todo de su parte, incluida una flaca institucionalidad que les sirve a sus intereses, el miedo, el chantaje, la mentira, los medios de comunicación, sino que también, ya había sido testigo un año y medio atrás, de su "capacidad" de "contar votos" para siempre ganar.
No obstante, como muchos y muchas, cuando vi como nuestra fuerza crecía, cómo se sumaba gente, como trabajaba con las uñas, como se utilizaba el Internet, como se iba ganando terreno en las visitas casa por casa, como las organizaciones ponían todos sus recursos y todo su empeño, cómo los políticos se hacían un lado y daban paso a los verdaderos actores del proceso, cómo sacerdotes y pastores se comprometían, cómo se olvidaban las banderas partidarias para tomar la bandera patria, como el corazón sumaba, sumaba y sumaba, como se concentraron miles de miles de personas el domingo 30 de setiembre; también fui parte del espejismo de quienes creíamos que a pesar de su juego sucio seríamos capaces de derrotarles en las urnas.
Una elección con reglas no democráticas solo puede dar un resultado como el que tenemos al frente: No es democrático comprar votos. No es democrático chantajear alcaldes. No es democrático que una sola de las partes tenga dinero. No es democrático utilizar el miedo para obligar a la gente a votar. No es democrático violar la tregua electoral. No es democrático que los recursos públicos que son de todos se usen solo para una de las partes. No es democrática la parcialización del árbitro electoral. No es democrático cambiar votos por ayudas sociales. No es democrático mentir, sabiendo que se miente. No es democrático que no exista verdadera libertad para emitir el voto, cuando empleados de una empresa son obligados a votar como su jefe so pena de ser despedidos. El producto de la no democracia no podía ser otro que ese resultado electoral.
Hice todo lo que debía de hacer desde mi responsabilidad política. Exigí al tribunal reglas claras. Pedí explicaciones sobre el financiamiento público y la beligerancia del presidente y el poder ejecutivo. Reaccioné ante sus desacertadas decisiones en tiempo. Denuncié públicamente de los atropellos y parcialidades del tribunal. Fui parte de quienes denunciamos ante la Misión de Observadores de la OEA y ante el mismo Secretario General la inequidad de la contienda. Incluso, con mis propios fondos me fui a Washington para dejar constancia de los atropellos del proceso y del cerco mediático del que fuimos víctimas. Obviamente la mejor respuesta que tuve de todas estas acciones fue el silencio.
Pero, hoy, a pesar de este resultado, estoy convencida que debimos jugar el juego hasta el final como lo hicimos… Sino, ¿como podríamos aprender para transformar esta odiosa realidad?
Dormí el domingo 7 por la noche para amanecer lunes con tranquilidad, pues pensé que lo importante era el día después, ese día después que es hoy y será mañana. Pero es verdad que no pude dormir los días previos al referéndum. Sentía algo horrible en el cuerpo, sentía algo espantoso en el ambiente, aunque estuve unos días fuera del país. El estómago se me revolvía el sábado cuando con el mayor de los descaros violaban la tregua electoral en complicidad con todos los medios y los jueces electorales. Ese domingo 7 con el corazón hecho un puño antes del resultado de la simple suma de votos reconocí para mi misma, no solo que las cartas se habían tirado sino que empezábamos otra etapa del juego: La decisiva!
Realmente debo de reconocer que tuve rabia, rabia con la gente que quiero y conozco, pero también con la que no conozco que fueron capaces de decir que un medicamento que ha envenado a muchos, como este TLC, a nosotros no solo nos quitará la enfermedad sino también nos dará salud. Cómo alguien que tiene información puede tomar un medicamento que solo los fabricantes dicen que es bueno pero que según los expertos en salud está matando gente en diferentes lugares del mundo?
¿Cómo era posible que profesionales de clase media, que tienen acceso a la información, que pueden leer informes hasta del Banco Mundial, de las Naciones Unidas, de la CEPAL, etc., no de Chávez o de Fidel, pudieran asegurar que este TLC es bueno para un país en desarrollo como Costa Rica? Cómo era posible que esta gente que es lo que es, producto de un Estado Solidario costarricense, por puro egoísmo, ni siquiera fuese capaz de analizar los impactos en la CCSS o en nuestros productores, de acuerdo a lo que ya ha pasado en otros países como México. Nunca entenderé como profesionales, que probablemente aspiran a ser ricos, les valga un comino lo que le pasará a la mayoría solo para que un pequeño grupo tenga un servicio sofisticado de celular. Me rehúso a entender como estas personas de esta clase media, prefieren un monopolio transnacional como el de Carlos Slim y les parezca inmoral el monopolio del ICE del que la mayoría se beneficia.
Tuve hasta asco en estos días, cuando algunos se burlaron de mí y de todos aquellos que hicimos lo posible por defender a quienes menos tienen… Tuve lástima de quienes entran a la iglesia, dan limosna y también dan el diezmo que las autoridades de la iglesia gastan a su antojo, pero son incapaces de mirar a las víctimas de un sistema que ve a la gente como consumidores, y no como personas. Un sistema en el cual quien más puede consumir y comprar más persona es y los pobres que apenas sobreviven son simplemente menos humanos de los cuales talvez "será el reino de los cielos".
Tuve mucha tristeza del odio que fueron capaces de difundir los promotores del CAFTA. Odio del que fuimos y seremos víctimas muchos, con gritos y hasta insultos en la calle o cuando tocamos puertas para entregar información toda cierta de los impactos del TLC.
Pero hoy después del camino recorrido, tengo esperanza. La esperanza que me dio la gente que trabajó de verdad. La esperanza de quienes no se dejaron amedrentar por el dinero y el miedo. La esperanza de la gente humilde que no se dejó engañar, ni permitió que se le comparara por una regalía o por una ayuda social. La esperanza que se construye en las batallas que se ganan con las uñas del amor y del compromiso.
Porque en este largo camino, encontré por todo lado gente dispuesta a trabajar y trabajar no solo para si sino para los otros y las otras. Gentes que con un corazón grande entienden que la sociedad es más que el carro que tienen, la finca, la casa, el trabajo, gente que construye patria con amor. Toda esa gente que creativamente inventó el broche, recorrió casa por casa, estudió, militó, se sentó con otros y otras diferentes, se despojó de las banderas políticas, no esperó nada a cambio y fue capaz luchar contra Goliat sintiéndose un David sin miedo.
Nos llenamos de agallas todos y todas… Nos llenamos de patria grande. De una patria que no discrimina, de una patria que quiere que todos sus hijos e hijas vivan con dignidad. De una patria que quiere que de su tierra no solo brote la esperanza sino los alimentos que nos comemos todos los días. De una patria que sabe que cuando alguien vive el dolor de la enfermedad, debe de tener la medicina la cama pero también el amor y la solidaridad. Nos pusimos encima una coraza para recibir tantos golpes injustos, tantas mentiras, tantas dosis de miedo, para callar ante el insulto y ser capaces de poner al frente el argumento, la razón pero principalmente nuestro corazón.
Nos dimos cuenta que la valentía no solo la tiene el líder tradicional que da discursos y recibe aplausos, que la verdadera valentía, la tiene el pueblo guanacasteco que descalzo mira hoy como otros disfrutan de sus riquezas, pero que es capaz de sacar la cara para seguir luchando con dignidad para no seguir siendo los víctimas de este horrible sistema de concentración y exclusión.
Nos dieron una lección las mujeres que caminaron, trabajaron desde todos los lugares, en el campo y en la ciudad, en las calles, en el tribunal y en la corte, las que vistieron a sus hijos e hijas pequeñas con una camiseta que tenía un gran NO, que quería decir hasta aquí, ya no queremos más sus mentiras y sus falsas promesas.
Y me llené de alegría con tanta gente joven que fue parte de esta gesta inmensa, que crearon, lucharon, inventaron, estudiaron, trabajaron, cantaron y soñaron con un país más justo. Jóvenes que no se cansaron y que también fueron capaces de llorar al final el 7 para tener fuerzas el lunes 8 para seguir hacia delante sin desfallecer. Jennifer, con 24 años, dijo que no podíamos aceptar este robo descarado y quedarnos tranquilos, nos exigió que lucháramos ya no solo por el ICE o por el INS o por la CCSS sino también por la dignidad nacional lastimada, cuando se compran los votos, cuando se actúa con el terror mediático, cuando se le obliga a la gente a votar como su jefe y entonces no existe más dignidad.
Estamos en la mitad del camino y ellos solo nos ganaron con votos que están llenos de miedo y de mentira. Votos de gente lastimada en su dignidad y en su libertad. Votos con precio. Votos de mucha gente que es víctima o fue victimizada.
No es el momento, ni tenemos tiempo para buscar culpables entre nosotros, de mirarnos y acusarnos de traidores, la historia colocará a cada quien en su justa dimensión. Trabajemos con quienes estén dispuestos a trabajar. No es el momento de pensar que es el gran líder que mesiánicamente nos sacará del lugar de donde estamos. Es el momento de re-agrupar. Es el momento de fortalecer el colectivo, construir y trasladar en lenguaje sencillo nuestra propuesta de país. Los y las líderes se decantarán en el camino. Cada quien debe de hacer lo que le toca y cuando le toca. Es momento de escuchar. Es momento de cuidar cada paso, como jugando ajedrez, tratando de prever los movimientos del otro. Es momento de trabajar con la intuición que no se equivoca porque es la síntesis de la sabiduría. Es momento de mirarnos a los ojos y generar las confianzas necesarias para el desafío que tenemos al frente. La Costa Rica que queremos es posible si realmente estamos convencidos y convencidas hasta las entrañas que nosotros la podemos construir.
Por eso, estoy convencida, porque me lo dice el corazón, que es posible la justicia, es posible la dignidad y es posible que en este pequeño país en el que vivimos decidamos por nosotros mismos que queremos y cómo lo queremos para que sin discriminación alguna cada persona tenga el derecho de tener una vida de calidad.
https://www.alainet.org/es/articulo/123824?language=es
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