La visita de Ahmad Eddin Iad a Bolivia

07/10/2007
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
El Deber del 12 de septiembre de 2007, para dar la noticia de la exigencia de visados a los ciudadanos de EE.UU. que desean visitar Bolivia, titula la noticia del siguiente modo; “Visa para estadounidenses y relaciones plenas con Irán”. El contraste que pretende señalar el titulo es la anormalidad; es anormal pedir visa a los estadounidenses y es anormal establecer relaciones con Irán. El lenguaje subliminal que encierra el titulo quiere decir que lo normal es que los estadounidenses vengan y salgan de Bolivia sin ninguna medida de control de parte del ejecutivo nacional, así fue a lo largo de la vida de la republica y así debe de continuar ignorando el principio de reciprocidad, básico en las relaciones entre estados. Respecto a Irán, es que un gobierno extranjero que tenga una relación conflictiva con Washington lo normal es que La Paz no debe de desafiar al imperio y tender puentes de cooperación y entablar relaciones con este país. Así fue y así debe de continuar.

Por si queda alguna duda, el ex Presidente y actual cabeza visible de Podemos, Jorge Quiroga, se encargó de pedir la anulación de la visita del mandatario iraní. Varios portavoces de la oposición empezaron a lanzar acusaciones de que los acuerdos firmados entre ambas partes ya implican el interés de Irán en el uranio boliviano y que el Presidente Evo Morales ya comprometió a Bolivia en una aventura nuclear junto con el régimen paria de Irán. El rotativo La Prensa, publica el 28 de septiembre de 2007, bajo el titulo de “Evo sella una alianza y apoya el desarrollo nuclear de Irán”, una extensa nota que no lleva la firma de una agencia de noticias, ni la firma de un redactor, analista o experto, pero tiene el atrevimiento de afirmar que “Fuentes gubernamentales ratificaron el interés del Gobierno de Teherán en la explotación de litio y uranio, éste último, un mineral radioactivo utilizado para la generación de energía eléctrica, con fines pacíficos, o la construcción de armas atómicas, cuando los objetivos son bélicos”.

La lista de acusaciones, tanto en esta mencionada nota como en otras es larga e incluye la imperdonable acusación al gobierno de sellar una alianza política y estratégica entre Teherán y La Paz de “promover acciones políticas destinadas a la construcción de un mundo multipolar…”. Este análisis no pretende compendiar todas las acusaciones y refutarlas, sino analizar tanto la actitud de la oposición, poner en evidencia sus mentiras y su carencia de proyecto nacional, de visión de país, como de una mínima concepción de una política exterior que tienda a proteger y desarrollar los intereses bolivianos. Pero sobre todo su ignorancia o su política de aprovechar la ignorancia en temas internacionales. Asimismo se pretende analizar lo acertado o lo erróneo de las medidas tomadas de parte del ejecutivo nacional.

En primer lugar habrá que anotar que desde la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética y el famoso “Discurso a la Nación” de Bush padre anunciando el surgimiento de un “Nuevo Orden Internacional” basado en un “Mundo Unipolar”, en referencia a la total hegemonía de EE.UU. en la escena internacional, las reacciones y la oposición a tal orden internacional es común en todos los continentes y abarcan a la mayoría de las fuerzas políticas y sociales de nuestro globo. En este campo opuesto a un mundo unipolar se puede incluir a Cuba, Federación Rusa, países europeos, africanos, árabes, India, China, la mayoría de los países asiáticos, el Movimiento de Países No Alineados que incluye en sus filas a Arabia Saudita como miembro pleno y a España como miembro observador, en esta lista se puede incluir a Brasil, México y Argentina como países latinoamericanos opuestos a una hegemonía de una sola potencia y no son los únicos y tampoco lo es Bolivia.

El tema también es de discusión a nivel académico en los círculos de estudio y análisis de las relaciones internacionales en todos los continentes, lo es también en el seno de las fuerzas políticas en el mundo, sean partidos o movimientos sociales. Y, se puede afirmar sin temor a equivocarse, que un mundo multipolar es el que goza de la mayor adhesión a nivel global. Presentar este enunciado en la Declaración Conjunta entre Irán y Bolivia como alianza exclusiva de ambos países encierra intenciones inconfesables.

El Presidente Boliviano es conocido por la improvisación en sus discursos y de allí surgieron varios de sus lapsus bien conocidos, pero quién ha visto en las pantallas de televisión el acto de las firmas de los acuerdos bilaterales habrá notado que por segunda vez, desde que Evo Morales, es presidente electo, ha recurrido a un discurso escrito y no improvisó como hizo su contraparte iraní. Los motivos son obvios; el primero es el abismo de diferencias ideológicas entre ambas partes; Irán con una ideología fundamentalista basada en la religión islámica chiíta y Bolivia con una ideología basada en una visión andina del mundo y con una base popular de movimientos sociales y originarios y sobre todo con una constitución y visión políticas laicas. Para quién conociera ambas ideologías es fácil darse cuenta de que para ambas partes es inviable la coincidencia ideológica. De allí el cuidado de Evo Morales de leer un discurso escrito, entre otras razones.

El único punto ideológico común entre ambas partes es el antiimperialismo, pero este punto es común a los países del sur que sufrieron en carne propia tanto el colonialismo como su otra versión que es el imperialismo. Por lo tanto el antiimperialismo difícilmente puede ser suficiente para fundamentar el inicio de una supuesta “alianza estratégica” entre ambos países.

Lo mismo que en el caso de Venezuela, en el de Bolivia hay que buscar en los “intereses de estado” la base de esta nueva relación como veremos más adelante. La falta de claridad se debe a la propia naturaleza y dinámica de las relaciones diplomáticas, políticas, económicas que se establecen entre los estados que recurren a una especie de producción ideológica invocando principios y desviando la atención sobre las razones de estado que indujeron a tales relaciones.

Antes de examinar estas razones de estado conviene aclarar la cuestión nuclear y la pretensión de implicar al gobierno boliviano en la misma. En primer lugar el principio del “Derecho de todos los países a desarrollar la energía nuclear para fines pacíficos” no es invento de la parte iraní o la boliviana, es el principio consagrado por el Convenio Internacional de No Proliferación de Armas Nucleares que ha dado pie a la creación de la Agencia Internacional de Energía Nuclear encargada de supervisar las actividades en el ramo de cualquier país a excepción de los países nucleares originarios; EE.UU., la Unión Soviética entonces y la Federación Rusa actualmente, Inglaterra, Francia y China, es decir los mismos países miembros permanentes en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y con derecho a veto que fueron los primeros en conseguir el arma nuclear.

En el lenguaje común, como en el lenguaje de la información o el político lo importante no es solo lo que se menciona sino también lo que se omite. Esto quiere decir que cuando se menciona en la Declaración Conjunta el mencionado principio del derecho de todo país al desarrollo pacifico de la energía nuclear, en realidad lo que está diciendo Bolivia, vía la omisión, es que no está de acuerdo con un desarrollo militar iraní de la energía atómica, pero que Bolivia se opone a la campaña desplegada por EE.UU. contra Irán a nivel internacional repitiendo la campaña que lanzó en preparación de su invasión a Iraq. Dicho de otro modo, Bolivia se opone a otras guerras más de EE.UU. y está en pleno derecho de tomar tan encomiable posición.

Pero para entender lo que se acaba de exponer hay que tener un mínimo conocimiento de la cuestión nuclear que implica a Irán. Y, para entender esto último habrá que tener nociones mínimas de la relación de Irán con las potencias occidentales que la colonizaron. El golpe de estado en 1953 que organizado por la CIA con la cooperación británica “derribó al régimen democráticamente elegido del primer ministro Mossadeq, para reinstalar en el poder al joven Shah Reza Pahleví, con los resonantes títulos de “Rey de reyes” y “Luz de los Arios”, tan querido después por las revistas españolas (y no españolas) del corazón, con su rutilante uniforme cubierto de condecoraciones”[1], se puede considerar el punto de arranque de un proceso que desemboca en la situación actual.

El golpe se organizó y se ejecutó debido a la nacionalización del recurso petrolero que Mossadeq aplicó y que el parlamento iraní aprobó. De acuerdo con Piris, “el principal efecto del este golpe de estado fue el de poner fin a un interesante capítulo del movimiento democrático iraní, que pretendía recuperar el control de los recursos nacionales en beneficio del pueblo. Cuando en 1979, tras 25 años de reinado, el Shah huyó al exilio, el recuerdo de la intervención de EEUU en el golpe de 1953 intensificó la animadversión iraní hacia Washington”.

Pero no fue el único efecto ya que, de acuerdo con el autor y también de acuerdo con la historia de los hechos; “Los sucesivos gobiernos de Washington consideraron al despótico y corrupto régimen del Shah como el bastión imperial de EEUU en el corazón de Oriente. Fue EE.UU. quien rearmó sus ejércitos y formó a sus militares, y el que adiestró a la temible policía secreta del Shah, la Savak. Pero fue precisamente el programa “Átomos para la paz”, patrocinado por el presidente Eisenhower, lo que puso a Irán en el camino de esa nuclearización que tanto preocupa hoy al Gobierno de EEUU, hasta el punto de hacerle batir los tambores de guerra”. Éste es el origen y el inicio del programa nuclear iraní.

Pero el papel de EE.UU. no termina ahí, sino que continúa y es el que empuja a Teherán a retomar las instalaciones y el programa que el Shah había dejado después de su huida del país. El triunfo de la Revolución Islámica se tradujo en un bloqueo lanzado por EE.UU. y sus aliados que se mantiene hasta el momento. El boicot se tradujo en que el nuevo régimen tuvo que recurrir a sus propios esfuerzos y recursos para satisfacer las perentorias necesidades de su país, como por ejemplo desarrollar una industria automotriz y de maquinaria agrícola, tractores incluidos, pero también en su industria petrolera pudo desarrollar con recursos propios varios ámbitos de esta industria como, por ejemplo, los taladros para la perforación, pero otros aspectos, hasta el momento, no pudo desarrollar o sustituir con sus propios esfuerzos, esto condujo a que siendo uno de los principales exportadores de petróleo en el mundo y poseedor de una las más grandes refinerías, Abadán, no pueda cubrir las necesidades de su mercado en gasolina. También, y esta es otra de las consecuencias de este boicot, siendo el segundo país, detrás de la Federación Rusa, en reservas de gas, hasta el momento no ha podido desarrollar, propiamente dicho, este recurso energético. El otro hecho que junto con el inicio del programa nuclear de parte del Shah, es que Irán tiene sus propios yacimientos de uranio, no le hace falta un supuesto uranio boliviano como pretende la oposición, y para que este uranio le sea útil para la generación de energía eléctrica y ahorrar en su consumo de petróleo y gas, hace falta someterlo al proceso de enriquecimiento.

La otra alternativa sería la compra del uranio enriquecido a los países que lo procesan y, esto es un problema ya que de acuerdo con la mencionada nota de La Prensa los países que monopolizan este proceso son; EE.UU., Inglaterra, Francia, Federación Rusa, China, Alemania, Holanda y Japón y en el supuesto de que esta compra sea factible, el país queda sujeto al peligro de interrupción del suministro de uranio enriquecido en cualquier momento.

Hasta el momento y como resultado de las múltiples supervisiones realizadas por la Agencia Internacional de Energía Atómica, no hay ninguna acusación de que Irán esté aplicando un programa militar de energía nuclear, lo que ha reiterado la mencionada Agencia en sus informes es que los datos conseguidos hasta el momento no aseguran el simple uso pacifico de esta energía y tampoco aseguran el uso militar de la misma, es decir, que esta cuestión aún no está clara.

Otro hecho que trasciende tanto de los informes de la mencionada agencia como de las declaraciones iraníes es que Irán posee hasta el momento unos tres mil centrifugadores, de fabricación propia, para el enriquecimiento del uranio y que todavía le faltan bastantes miles más hasta alcanzar los requeridos 12 mil necesarios para la fabricación de la bomba atómica, y que el grado de enriquecimiento logrado apenas alcanza el 2% que de acuerdo con la nota de La Prensa es apenas suficiente para el uso pacifico y está muy lejos del 90% necesario para el uso militar de esta energía.

El caso es que lo que exige EE.UU. y su aliados europeos, especialmente Tony Blair antes de dejar el poder y ahora el francés Sarkozy, es que Irán abandone el proceso de enriquecimiento de uranio. El hecho es que el Convenio de No Proliferación asegura este derecho a Irán como a cualquier otro país y el hacerlo no es ninguna contravención en la medida en que el proceso de enriquecimiento está destinado al uso pacifico.

Pero veamos lo que dice al respecto el autor israelí Uri Avnery en su artículo “Entonces, ¿qué pasa con Irán?”[2], donde afirma “Si Irán estuviera tan ávido por obtener una bomba atómica habría actuado en total silencio y mantenido el secreto tanto como le fuera posible (como hizo Israel). El fanfarroneo de Ahmadinejad dañaría este intento más de lo que cualquier enemigo de Irán pudiera hacerlo”. Primera consecuencia de lo que plantea Avnery, es que si la oposición boliviana fuera pacifista y contraria al arma nuclear como pretende parecerlo y frente a un Israel poseedor de más de 200 cabezas nucleares, que se ha negando constantemente a aceptar el desmantelamiento de las armas nucleares en todo Oriente Medio tal y como han reclamado tanto los países árabes como la Liga de Estados Árabes, que se ha negado a firmar el Convenio de No Proliferación y de igual modo se negó a aceptar cualquier inspección de sus instalaciones nucleares, si fuera correcta la pretensión de la oposición boliviana, lo primero que debería de hacer es reclamar la ruptura de relaciones de La Paz con Tel-Aviv, pero siendo Israel aliado de EE.UU. no lo hace ni lo hará.

Pero Avnery continua analizando el caso actual de Irán y dice “En tiempos del Shah existieron vínculos muy estrechos entre Irán e Israel, algunos positivos, algunos negativos y otros completamente siniestros. El Shah ayudó a construir un oleoducto de Eilat a Askelon (en Israel) para transportar crudo iraní al Mediterráneo circunvalando el Canal de Suez. El servicio secreto del interior israelí (Shabak) entrenó a su contraparte iraní de mala fama (Savak). Israelíes e iraníes actuaron juntos en el Kurdistán iraquí y ayudaron a los kurdos contra sus opresores árabes suníes”.

Y continúa “La revolución de Jomeini, al principio, no acabó con esta alianza, sólo la llevó a la clandestinidad. Durante la guerra Irán-Iraq, Israel proporcionó armas a Irán porque tenía asumido que cualquiera que combate contra los árabes es nuestro amigo. Al mismo tiempo los estadounidenses se las proporcionaban a Sadam Husein; uno de los casos raros de una clara divergencia entre Washington y Jerusalén. Esto estaba conectado con el asunto Irán-contra, cuando los estadounidenses ayudaron a que Israel vendiera armas a los Ayatolás”.

Aquí cabe anotar lo que omite Avnery; las armas que Israel entregó a Jomeini, no fueron armas israelíes sino norteamericanas procedentes de las instalaciones militares estratégicas que EE.UU. ha construido en Israel y que el pago de estas armas efectuado por Irán no se hizo a Israel sino a EE.UU. que a su vez canalizó este dinero a la contra en Nicaragua. Es decir que aquí no se trata de una divergencia, sino de una coincidencia y coordinación con EE.UU. con el fin de que ambos; Iraq e Irán se destruyan entre si y de este modo introducir de nuevo las bases militares de EE.UU. en la región, que en los hechos así sucedió y la base principal la tiene EE.UU. en Qatar.

Sin mayor profundización en la caracterización del actual régimen iraní, lo que queda bien claro es su pragmatismo y que en gran medida son las razones e intereses de estado que conforma la guía de gran parte su accionar político. Lo que si conviene aclarar es que esto es constatar un hecho que conviene esclarecerlo a la oposición pero más al ejecutivo del país para que se de cuenta de lo tiene entre manos.

Irán, en medio de la agresiva campaña desatada por EE.UU., de acuerdo con las declaraciones de la propia administración de Washington, -incluidas las declaraciones del Presidente y Vicepresidente- que apuntan al uso del recurso militar contra Teherán, es comprensible que recurra a ampliar sus relaciones y en el caso de América Latina en los hechos mantiene relaciones con casi todos sus países, empezando por México que tiene relaciones muy especiales con EE.UU. incluido la firma del Tratado de Libre Comercio entre el país azteca, EE.UU. y Canadá y siguiendo hasta la tierra del fuego. En este contexto Bolivia no ha hecho algo fuera de lo que hacen países incluso aliados de EE.UU. y en este contexto es la oposición la parte que tiene que explicar su posición y no el gobierno que ha ejercido un derecho soberano.

Ahora bien, hay que tomar en cuenta que la posición de Venezuela, respecto a Irán, también tiene razones de estado más que una identificación ideológica. Caracas desde siempre ha puesto sus miras en la protección de su recurso energético y mucho antes de que Hugo Chávez asumiera el poder, Venezuela ha sido un país cofundador de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), y siempre fue un miembro activo en la misma, por lo tanto y frente a la política de Arabia Saudita, -siendo el primer país productor y el de mayor infraestructura productiva instalada-, de jugar un rol que pretende conciliar los intereses de consumidores y productores parece consecuente, de parte de Caracas, acercarse a Irán para proteger sus intereses petroleros. Esto no quiere decir que Venezuela declare la guerra a Arabia Saudita, de hecho Hugo Chávez visitó al mencionado país como a otros países árabes miembros y no miembros de la OPEP.

Boliv
ia ya ha declarado su intención de ingresar en la OPEP, igual que Ecuador que fue miembro y los gobiernos neoliberales que tuvo, tomaron la medida de adoptar al dólar como moneda nacional junto con su retirada de la OPEP, actualmente su presidente declaró su intención de volver al seno de este organismo. Irán puso en claro su apoyo a la candidatura boliviana. Aquí estamos frente a un interés común habitual entre estados.

La Federación Rusa, Irán, Venezuela, Bolivia, países árabes entre otros, en varias reuniones internacionales han desplegado esfuerzos que aún no se han cristalizado, para formar una OPEP del gas natural a nivel mundial. Venezuela, Argentina y Bolivia anunciaron su intención de formar otra organización paralela a nivel de América del Sur. En este marco hay que recordar que Irán es el país que dispone de la segunda reserva mundial de gas por detrás de la Federación Rusa y, que Bolivia dispone de mucho más gas que petróleo. La cuestión energética es suficiente razón de estado para entablar relaciones bilaterales, en éste marco, EE.UU. lanzó ya varias guerras (la de Iraq y Afganistán entre otras) por su afán de controlar este recurso, en cambio Bolivia anunció su renuncia a la guerra pero tiene todo el derecho de buscar las alianzas que aseguren sus intereses nacionales.

Irán, como ya se ha señalado, tuvo que afrontar el bloqueo norteamericano, desarrollando sus propios recursos. En este marco de referencia pudo desarrollar una industria automotriz y de maquinaria agrícola y el régimen recurrió al uso legitimo de este factor para expandir sus relaciones tanto políticas como económicas y de hecho ya firmó un acuerdo con Siria por el cual se ha creado una empresa mixta entre ambos países para la fabricación de autos en el país árabe y se iniciaron las obras de construcción de la planta industrial. El mismo hecho se realizó con Venezuela, con la diferencia de que a los autos se añade la fabricación de tractores y maquinaria agrícola. Por lo tanto el hecho de que los acuerdos firmados entre Irán y Bolivia incluyan la aportación iraní en maquinaria agrícola no es ningún exabrupto, éstos, los exabruptos, hay que buscarlos en otro lado.

El examen de los acuerdos marco de esta cooperación es tema de análisis de los expertos en la materia y no lo es para el presente análisis pero como se ve se trata de intereses materiales concretos que atañen al presente y al futuro de Bolivia y los intereses de su pueblo. Estamos frente a intereses y razones de estado con suficiente solidez como para fundamentar relaciones con otros estados y que, utilizando el burdo lenguaje de la oposición, “este indio de m…” no es ningún tonto e igual que en el punto anterior, los tontos hay que buscarlos en otro lado.

Ahora bien, los portavoces del gobierno, en su intento de contrarrestar la furibunda campaña desatada por las fuerzas de la oposición, intentaron justificar la visita y el establecimiento de relaciones con Irán como un paso previo y preparatorio para entablar relaciones con el mundo árabe. Es encomiable la intención pero no la selección. Dicho de otro modo, el establecimiento de relaciones con el mundo árabe es un paso que Bolivia debería de haber hecho hace décadas por toda la complementariedad económica entre ambas partes, tema tan interesante y amplio que amerita un análisis aparte (en éste campo basta afirmar que a excepción del petróleo y el gas, todo lo que se produce en Bolivia es exportable para el mercado árabe), pero que Irán no es ningún país árabe y tampoco es la puerta indicada para el ingreso boliviano en la casa árabe.

Irán es un país persa, de una etnia indo aria, y los árabes son semitas. No obstante la vecindad, y la existencia de otros factores comunes como el alfabeto que tiene irán y que es alfabeto árabe aunque el idioma es persa, la religión islámica es otro de los factores comunes, entre otros y, no obstante, una amplia gama de relaciones comerciales, económicas, culturales, etc. entre Irán y los países árabes, las relaciones siempre fueron tirantes al menos en el periodo de tiempo que se suele llamar “modernidad”. Durante la colonización británica, como durante el periodo imperialista del gobierno del Shah, Irán fue lo que se puede llamar una base periférica del mundo árabe que fue utilizada para intervenir en contra de los países árabes (tal como apunta Avnery) y lo peor es que los gobiernos de Teherán se prestaron a cumplir esta función.

Con el triunfo de la Revolución Islámica se tuvo la impresión en el mundo árabe de que este periodo hostil llegaba a su fin. De este modo Yaser Arafat fue el primer visitante que llegó a Teherán recién el triunfo de Jomeini habiendo prestado uno de los apoyos más sólidos y solidarios a la lucha del pueblo iraní contra la opresión del Shah. Fue la primera y última visita que realizó en toda su vida. Desde entonces el régimen de los ulemas mantuvo una posición hostil a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sin cejar en sus intentos de intervenir en sus asuntos internos y mantuvo su relación con Israel tal como apunta Avnery en perfil bajo. Si se menciona este hecho es en función de que tal posición iraní, le trajo sentimientos de rechazo de parte de los pueblos árabes que se mantienen hasta ahora en la medida en que esta política iraní se mantiene. A nivel de los gobiernos árabes, a excepción de Siria con quién Irán mantiene relaciones de “Alianza”, con el resto de los países árabes mantiene relaciones tirantes y tensas de variada índole.

No obstante la validez y legitimidad que asiste a La Paz de entablar relaciones de cooperación con Teherán, esta no es la puerta apropiada u oportuna para relacionarse con los países y pueblos árabes.

Parece que el ejecutivo y en especial la Cancillería, no tiene ni los expertos ni el conocimiento apropiado para manejar los asuntos de esta parte del mundo. Si los tuviera Argelia habría sido la puerta apropiada para el ingreso boliviano al mundo árabe.

Argelia es conocida en el mundo árabe como el país del millón de mártires, los que cayeron durante su lucha de liberación nacional que puso fin a una colonización francesa que duró más de 130 años. Una de las primeras medidas que se tomó en la liberada Argelia fue la nacionalización de sus recursos energéticos y la creación de Sonatrac como empresa estatal de petróleo. Pese a las tremendas dificultades a las que se enfrentó tanto el país como Sonatrac, creadas por las medidas de Francia y los demás países desarrollados en contra de esta nacionalización Sonatrac pudo ir creciendo hasta convertirse un una gigantesca empresa que tiene y dirige una amalgama de empresas filiales. Sonatrac dispone de excedentes tanto monetarios como de conocimiento, tecnología y expertos de modo tal que hoy en día asesora, ejecuta proyectos conjuntos e invierte en varios países africanos productores de petróleo y tiene presencia en América Latina, que como ejemplo, cabe mencionar los acuerdos y la cooperación que mantiene con la venezolana Pdvsa. El crecimiento de Sonatrac abarca el campo del petróleo como del gas y es, después de la Federación Rusa, el segundo proveedor de gas a la Unión Europea. 

Argelia disfruta de relaciones equilibradas con los demás países árabes, con Europa, con los países africanos, los asiáticos y la relación tirante o tensa es la que mantiene con la monarquía alauíta en Marruecos debido al problema del Sahara Occidental y el apoyo argelino al Polisario.

Pero además de lo mencionado hay otra razón especial relacionada con Bolivia. Argelia con el auge del modelo neoliberal y los ajustes estructurales exigidos por el FMI y BM, había iniciado el proceso de privatización de sus empresas estatales incluida la propia Sonatrac. El gobierno argelino llegó a privatizar la tercera parte de sus empresas, incluidas filiales de Sonatrac, pero a los tres meses de la promulgación del DS de nacionalización del recurso petrolero en Bolivia, toma la decisión de poner fin a la privatización y anuncia su decisión de seguir “el modelo boliviano” de nacionalización para recuperar las empresas que ya han sido privatizadas.

De lo anterior se deduce dos hechos; primero se refiere a que la acogida en el exterior a la nacionalización boliviana de sus hidrocarburos es más positiva que la de la oposición. El segundo hecho se refiere a que Argelia ya tiene una buena predisposición respecto a Bolivia y su gobierno.

En política exterior como en política petrolera, toda medida necesita un relativo largo periodo para conocer con certeza lo correcto o incorrecto de una medida o decisión tomada. Esta regla es aplicable a la decisión de abrir el campo de relaciones políticas y de cooperación con Irán. En este aspecto habrá que recalcar que no se pretende afirmar que la relación con Irán implique el aborto de las posibles relaciones con los países árabes, simplemente se apunta a que no es la puerta adecuada. Libia y Qatar tampoco lo son. Lo que conviene a Bolivia es liberarse de la teoría del dominó, tan agradable para Henry Kissinger, donde la caída de una sola pieza es suficiente para iniciar la caída de las demás piezas. Lo que conviene a Bolivia, es desplegar sus esfuerzos lo suficiente como para arrancar con varias iniciativas tendientes a iniciar relaciones con diferentes países árabes y evitar de este modo que se le encasille en una posición u otra. Si el ejecutivo nacional es partidario de un mundo multipolar, las relaciones con el mundo árabe es un campo apropiado para aplicar esta concepción.

Fuente: Boliviapress, boletín del Centro de Documentación e Información Bolivia - CEDIB

https://www.alainet.org/es/articulo/123660?language=es
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS