Ernesto “Che” Guevara desde una óptica cristiana
- Opinión
Un sucinto análisis comparativo entre algunos de los puntos que conforman la doctrina cristiana y las que, quizás, fueron las ideas mas significativas de Ernesto “ Che ” Guevara, que murió el 9 de octubre de 1967 en La Higuera, Bolivia, posibilitará demostrar que detrás de este personaje latinoamericano existió una verdadera actitud cristiana frente a los mas necesitados.
Paz y Lucha Armada en la Doctrina Cristiana
Seguramente la principal idea que marcó toda la vida del “Che” fue el anhelo de que todos los pueblos oprimidos adquiriesen una verdadera libertad social, económica y política. Para alcanzar este fin Guevara vislumbraba dos caminos posibles:
* la vía electoral que, según Guevara, era la posibilidad menos factible ya que suponiendo que las fuerzas revolucionarias llegasen al poder gracias al voto popular, cuando quisieran realizar transformaciones sociales profundas chocarían contra el brazo armado de la clase dominante, es decir el ejercito, y el gobierno democrático revolucionario sería derrocado;
* la revolución armada que, de acuerdo al “Che”, era un camino inevitable que no estaba determinado por la voluntad del revolucionario sino que estaba condicionado por la espantosa situación de explotación en la que el imperialismo había sumergido a millones de hombres y mujeres, y por la incansable lucha de los pueblos subyugados por alcanzar su libertad.
De esta manera, según la visión de Guevara, que el “ parto ” que trae a las masas esclavizadas y explotadas la esperanza de una vida mejor fuese pacífico, o doloroso, no dependía del revolucionario sino de la resistencia – o no - de las fuerzas reaccionarias en dejar nacer un nuevo mundo.
En relación a la lucha armada debe tenerse en claro que desde la perspectiva cristiana, como bien lo expresó Pablo VI, en el pto. 31 de su Enc. Populorum Progressio, las revoluciones en líneas generales engendran nuevas injusticias, introducen nuevos desequilibrios y excitan a los hombres a nuevas ruinas; y solo serían “admisibles” las insurrecciones en el caso de que, no habiendo alternativa pacífica alguna para producir cambios sociales, exista una tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente contra los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común de la población.
Ahora bien, además de las consideraciones anteriores, fue también Pablo VI quién, en el Mensaje por la Jornada de la Paz que brindó el 1 de enero de 1968, planteó que “ ... es de augurar que la exaltación del ideal de la paz no favorezca la cobardía de aquellos que temen deber dar la vida al servicio del propio país y de los propios hermanos cuando éstos están empeñados en la defensa de la justicia y de la libertad, y que buscan solamente la huida de la responsabilidad y de los peligros necesarios para el cumplimiento de grandes deberes y empresas generosas: paz no es pacifismo, no oculta una concepción vil y negligente de la vida, sino proclama los más altos y universales valores de la vida: la verdad, la justicia, la libertad, el amor ... ” .
Como se puede apreciar, tanto desde el punto de vista político como religioso este es un tema difícil de abordar en especial en continentes como América Latina, en donde el subdesarrollo es una injusta situación promotora de tensiones que conspiran contra la paz social.
Socialización de las riquezas según el Cristianismo.
Según Guevara los pueblos subdesarrollados, a los que el “ Che ” comparaba con enanos de cabeza enorme y tórax henchido cuyas débiles piernas y sus cortos brazos no armonizaban con el resto de su anatomía, eran colonias dependientes del imperialismo con economías distorsionadas basadas en la producción de materias primas, el monocultivo, el desempleo y los bajos salarios.
De acuerdo al “Che” los pueblos subdesarrollados no debían caer en la tentación de construir sociedades de beneficencia o regímenes utópicos basados en la bondad del hombre para solucionar sus males, sino que para enfrentar los mismos debían con urgencia socializar los bienes existentes; distribuir equitativamente todas las riquezas de la sociedad; y crear una producción de tipo social en la que el fruto del trabajo humano sea beneficioso para la comunidad en su conjunto y no solo para unos pocos.
Quizás estos puntos sean los menos “conflictivos” para analizar desde la doctrina cristiana ya que, por ejemplo, fue en el Conc. Vat. II – en el pto. 69 de la Const. Gaudium et spes – donde se planteó que mas allá de las diferentes formas de propiedad existentes propias de cada pueblo, nunca se debía perder de vista el destino universal de los bienes existentes en toda la comunidad.
Así mismo fue Pablo VI quién planteó, en el pto. 23 de su Enc. Populorum Progressio, que no existe razón valedera alguna para que una persona reserve en uso exclusivo lo que supera la propia necesidad cuando al resto de la humanidad le falta lo necesario para vivir dignamente.
Y en relación a este tema también fué el Episcopado Argentino quién, en el año 1956, sostuvo que entre el derecho a la propiedad privada y el derecho a la vida, este último es mas fundamental y, por ende, debe tener precedencia en caso de conflicto entre ambos derechos.
Soberanía Nacional desde la visión Cristiana
A lo largo de toda su vida el “Che” siempre tuvo la esperanza de que, en un futuro no lejano, existiera una auténtica soberanía de los países colonizados a partir de la cual ellos pudiesen crear libremente políticas exteriores independientes de la interferencia de las potencias internacionales.
Esta preocupación tampoco resulta ajena al cristianismo ya que para el mismo, como lo planteó Pio XI en el pto 40 de su Enc. Quadragessimo anno, desdichadamente la mayoría de las relaciones entre las naciones están dominadas por el internacionalismo económico, es decir por el imperialismo del capital para el cual la patria está donde existe ganancia.
Y, frente a esta dramática situación que genera el empobrecimiento de sectores cada vez mas mayoritarios de la población mundial, fue en el Conc. Vat. II, en el pto. 9 de la Const. Gaudium et spes, donde se dijo que el género humano en su conjunto tiene la apremiante obligación de crear un nuevo orden político económico y cultural en el que las naciones subdesarrolladas puedan participar plenamente de los bienes de la civilización moderna, tanto en el plano político como en el orden económico; y tengan la posibilidad de relacionarse y comerciar libremente con quienes ellos decidan.
Breve conclusión
Como se habrá podido apreciar, lo desarrollado en los párrafos anteriores bajo ningún punto de vista buscaron proponer la “santificación” de Guevara ni tampoco analizar el desarrollo de la revolución cubana en la que él fue protagonista.
Por el contrario, el análisis realizado hasta aquí buscó “demostrar” que gran parte de la vida y obra del “Che” fue bastante congruente con la doctrina cristiana, ya que al haber puesto su propia vida a disposición de la lucha por la liberación de los pueblos oprimidos, y al haber trabajado a favor de la Justicia y la Solidaridad, valores en los que es posible vislumbrar la imagen de Cristo, adoptó aún sin él ser conciente de ello, con aciertos y errores, una actitud profundamente cristiana frente a los mas necesitados.
Quizás el motivo por el cual el “ Che ” nunca haya reconocido esta cuestión se encuentre relacionada o bien con el desconocimiento de la doctrina cristiana o, en su defecto, con que - como tantos otros socialistas - no haya alcanzado a comprender que, como decía el Padre Carlos Mugica, Marx – a quién Guevara admiraba - nunca criticó a la fé desde un punto de vista filosófico sino que lo hizo desde una perspectiva histórica, es decir, no criticó a la religión en sí sino a la particular manifestación de la religión de su época.
En resumen, y por lo expuesto hasta aquí, quizás no resulte exagerado plantear que se puede entrever en Ernesto “Che” Guevara una figura cristiana que, con desaciertos y virtudes, trabajó y luchó por la construcción de un mundo más fraternal y justo, tarea en la que también la Iglesia de Cristo Pobre debe estar comprometida.
- Daniel E. Benadava es psicólogo.
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