El capital y la devastación de la Amazonia

24/09/2007
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Contenido

Prefacio
Introducción
Capítulo I.  La Expansión Capitalista en la Amazonia

1.1.  La Amazonia y el Mercado Mundial
1.2.  La Política de Colonización Capitalista
1.3.  La Expansión y la Colonización Capitalistas
1.3.1.  La Colonización Promovida por el Estado
1.3.2.  La Colonización Promovida por las Empresas Capitalistas
1.4.  La Ciudad Planificada como Centro del Capital

Capítulo II.  El Capital y la Expropiación del Hombre y su Hábitat

2.1.  La Expropiación del Poseedor y la Lucha por la Tierra
2.2.  Las Formas de Explotación de la Fuerza de Trabajo
2.3.  La Explotación del Trabajo en la Minería Aurífera
2.4.  La Cuestión Indígena: El Genocidio de un Pueblo
2.5.  La Devastación Medioambiental en la Expansión Capitalista

Capítulo III.  El Perfil de las Empresas Madereras

3.1.  Diagnóstico General de las Empresas Madereras Nacionales e Internacionales
3.2.  Los Incentivos Gubernamentales a los Capitalistas del Sector
3.3.  La Estructura Capitalista del Sector Maderero
3.4.  Los Capitalistas Madereros
3.5.  El Desperdicio de las Maderas y la Devastación
3.6.  El Procesado de las Maderas y las Formas de Aumentar los Beneficios

Capítulo IV.  La Superexplotación de la Fuerza de Trabajo en la Industria de la Transformación de Maderas

4.1.  El Ejército Industrial de Reserva y la Explotación del Trabajo
4.2.  La Explotación y la Plusvalía
4.3.  La Superexplotación de los Trabajadores en el Sector de Transformación de Maderas
4.4.  Las Mujeres y los Niños, Víctimas de la Explotación Laboral
4.5.  La Falta de Entrenamiento, la Seguridad en el Trabajo y la Violencia
4.6.  El Salario y la Vida Social en la Superexplotación Laboral

Conclusiones

Conclusiones a partir de los Estudios Realizados
Futuras Líneas de Investigación



            La Amazonia en la Ruta de la Ilegalidad” - Prólogo

            A estas alturas resulta obvio e incluso redundante afirmar cómo las cuestiones vinculadas al ámbito social y medioambiental han estado de un modo u otro siempre presentes en el desarrollo de la economía, y ello tanto desde un punto de vista práctico como en cuanto que tal disciplina académica.

            La razón de dicha consideración dista, con todo, de ser agradable.  En la mayor parte de las ocasiones, tales cuestiones no se han abordado sino desde la inmediatez de una óptica finalista o utilitarista a corto plazo: tratar de optimizar un rendimiento extrayendo el máximo beneficio de un recurso (humano o natural) en el margen más pequeño posible de tiempo.

            Pocas han sido las voces discordantes.  Quizá los antecedentes más significativos los encontremos en aquellas disquisiciones medievales sobre el “justo precio” y el “interés” de autores como Santo Tomás de Aquino o Duns Escoto, y que posteriormente encontrarían su reflejo en el siglo XVI, en aportaciones como las de la Escuela de Salamanca.  Los estudiosos de la escuela salmantina analizarían la actividad comercial, debatiendo acerca de la mayor o menor “justicia” de las actividades de los comerciantes y – lo que resulta tanto o más interesante a los efectos de este trabajo – sobre la contribución de tales actividades al bienestar y progreso del conjunto de la sociedad, por medio de la consecución de los objetivos materiales de esta última.  Si bien siempre desde una perspectiva religiosa, los postulados de la escuela salmantina resultan asimismo interesantes por la utilización reiterada en sus escritos de términos tales como los de “necesidad”, “valor” y “utilidad”, plenamente vigentes en relación con las posiciones dominantes en la concepción actual de la actividad económica.

            Paradójicamente, y en paralelo a las primeras discusiones “serias” de los eruditos, el territorio amazónico era descubierto por parte de los colonizadores europeos, y sus recursos naturales de todo tipo (no sólo oro y metales preciosos) comenzaban a abastecer los canales comerciales con el Viejo Continente, a la vez que el concepto de trabajo era introducido a la fuerza entre los pueblos indígenas, suministradores de una mano de obra abundante, barata y fácilmente reemplazable para las empresas vinculadas a las aventuras comerciales.

            Incluso las cuestiones políticas parecían haberse aliado en contra de los intereses de la Amazonia.  El Tratado de Tordesillas atribuía a la Corona de Castilla los territorios descubiertos a 370 leguas al occidente de las Islas de Cabo Verde, con lo que Brasil pasaba a situarse bajo la esfera portuguesa y desaparecían allí los pocos efectos mitigadores que sobre esta expansión inicial de los modelos mercantilistas tendrían en otras zonas de Iberoamérica actividades como las de los Padres de la Compañía de Jesús (que si bien no exentas de discusión, un análisis objetivo o la fuerza de los hechos ha llevado a considerar, cuando menos, como un “mal menor” frente a la libre expansión de los incipientes modelos capitalistas).

            Las decepciones de muchas empresas comerciales, o la falta de un rápido beneficio, se encargaron de que la Amazonia no ocupase un lugar destacado en el escenario económico mundial, permaneciendo como territorio prácticamente ignoto hasta el siglo XVIII (momento en el que se puede hablar propiamente de colonización hacia el interior del país) e incluso el siglo XIX.  El interés por el oro y, sobre todo, por el caucho, aumentó su importancia económica, pero sólo en tanto en cuanto que un mero actor secundario en manos de los intereses de grandes grupos económicos internacionales.

            Llegamos así a la segunda mitad del siglo XX, momento en el que los intereses capitalistas pusieron sus ojos en las verdaderas posibilidades – hasta entonces prácticamente ignoradas – de un territorio inmensamente rico.  Mucho se había avanzado hasta entonces en términos de conquista social por parte de los trabajadores en los países más desarrollados, pero tales avances no se vieron reflejados en esta ocasión.  La búsqueda de menores costes y las dificultades prácticas – aún hoy en día – para establecer un sistema efectivo de seguridad y control en las nuevas explotaciones situaron a poblaciones indígenas y colectivos enteros de trabajadores en condiciones que no se veían en Europa desde comienzos de la Edad Media (anteriores incluso al descubrimiento del Nuevo Continente).

            Lamentablemente, tal deterioro social no ha sido ni mucho menos objeto de la atención que se merecía.  Tan sólo la paralela devastación del medio natural asociada a las actividades extractivas (mineral y vegetal) y de agricultura extensiva, una vez identificada como otra de las partes sustanciales en la base explicativa de fenómenos de alcance mundial, tales como el sobrecalentamiento y el cambio climático, ha llevado a poner sobre la mesa la necesidad de algún tipo de “plan de viabilidad” para la Amazonia.  Bajo el más que cuestionable punto de vista de los intereses globales, se trata ahora de salvar el único pulmón mundial capaz de mitigar los efectos de todo un amplio espectro de factores contaminantes...

            La defensa de la Amazonia se integra, pues, en una más amplia estrategia de defensa del medio natural a escala mundial y de desarrollo sostenible a largo plazo, la cual cuenta cada vez con un mayor número de partidarios y defensores, pero también con poderosos y acérrimos enemigos dentro de unos poderes económicos anclados en la óptica del beneficio individual e inmediato.

            Por suerte, y a pesar de lo mucho, muchísimo que aún debe avanzarse en cuanto a materialización práctica, el consenso entre los especialistas de las diferentes disciplinas científicas implicadas (y son muchas) es cada vez más unánime respecto a la necesidad imperiosa de un cambio – si es que aún es posible – en aras de vincular el progreso social y la sostenibilidad ambiental al desarrollo económico.  Más aún, se percibe claramente que las diferencias que se ponen de manifiesto en este nuevo entorno de trabajo resultan lo suficientemente importantes y significativas como para justificar por sí mismas (cuánto más en función de los objetivos deseados) el desarrollo de herramientas y de un cuerpo de conocimientos específicos para el objeto tratado.

            En este orden de cosas, y por lo que respecta a las disciplinas económicas, las contribuciones más significativas vienen teniendo lugar desde los campos de estudio o líneas de especialización vinculados a cuestiones de interés público, de contenido no lucrativo, o de economía social.  No obstante, y si bien es innegable la importancia de tales aportaciones (no sólo por su carácter de antecedentes y/o precedentes, sino incluso por la trascendencia de su contenido), cada vez son más quienes claman por una especialidad concreta, cuyo objetivo sea el de abordar el problema desde la base, tratando así de contribuir a dar solución a los problemas de comportamiento en el contexto medioambiental.  Por extensión del término de Marketing Socioambiental que mi colega y amigo Juan José Mier -Terán planteaba recientemente con ocasión de su Tesis Doctoral, bien cabría referirse al nuevo campo de conocimientos con el nombre de Economía Socioambiental.  En ella, el hombre deja de ser considerado el beneficiario inmediato y exclusivo de la actividad económica para pasar a ocupar un papel secundario en función de los intereses del medio natural en su conjunto y – aunque pudiera parecer paradójico – obtener un beneficio aún mayor de su nueva situación, tanto en el plano económico como, por supuesto, social, y con una perspectiva de desarrollo y sostenibilidad a largo plazo.

            Y es precisamente en esta línea de trabajo donde se sitúa la obra que el lector tiene entre sus manos.  Fiorelo Picoli es, sin duda, un autor comprometido como pocos con la realidad en la que le ha tocado vivir.  Desde que, tras la realización de los correspondientes cursos, me planteó la posibilidad de orientarle en la realización de su Tesis Doctoral, resultaba claro que Fiorelo no podía permanecer pasivo ante su entorno: es alguien a quien no se puede llegar a entender sin comprender su experiencia vital en la Amazonia, y alguien que vive por y para la Amazonia.

            Tras haber obtenido el Grado de Doctor, el compromiso de Fiorelo Pícoli se ha puesto reiteradamente de manifiesto en diferentes artículos y publicaciones, a la vez que en la vehemencia con la que defiende sus planteamientos en cursos, conferencias y otras actividades connaturales a su labor docente e investigadora.  En el momento de escribir estas páginas, y con sólo alargar la vista, cinco son los libros suyos con los que tengo el placer de contar en una de mis estanterías: “Amazônia: Do Mel ao Sange”, “Amazônia: A Ilusão da Terra Prometida”, “Amazônia: O Silêncio das Árvores”, “Amazônia: Pegadas na Floresta”, y “Amazônia e o Capital”.  Los títulos de cada uno de ellos resultan tan significativos como la honestidad y profundidad de sus dedicatorias.

            Leyendo recientemente la novela de Márcio Souza, “Mad Maria” (regalo de Antônia, otra de mis doctorandas brasileñas), no podía por menos que imaginar a Fiorelo contemplando muchas de las situaciones descritas en sus páginas...  como observador impaciente ávido por pasar a la acción y trabajar en pro de un mundo mejor, para él y, sobre todo, para sus “paisanos” índios, castanheiros, seringueiros, garimpeiros, posseiros, grileiros (y demás grupos que seguramente olvido, pero él no) de la Amazonia.

            Esperemos, pues, que esta nueva obra, “Amazônia na Rota da Ilegalidade”, obtenga el éxito que se merece como un paso más en la labor comprometida de Fiorelo Picoli en la lucha por un mundo mejor.  Contar en la comunidad académica con una persona de tales valores no sólo científicos, sino también – y sobre todo – humanos constituye sin duda alguna un “lujo” para la Universidade do Estado de Mato Grosso, para la Universidad de León (donde obtuvo su Doctorado), para la Amazonia, para Brasil, y para este mundo en general en el que nos ha tocado vivir.

León (España), Octubre de 2006.
Prof.  Dr.  José Luis Vázquez Burguete
Profesor de Comercialización e Investigación
de Mercados de la Universidad de León
Doctor en Ciencias Empresariales
Presidente de la Asociación Internacional de
Marketing Público y No Lucrativo (AIMPN)


Notas del traductor:

La temática abordada en el desarrollo del trabajo cuyo resumen comprenden las páginas siguientes implica en determinados casos la utilización de una terminología muy específica del área territorial al que se hace referencia, la región amazónica.  Esto hace que en determinados lugares del resumen se haya preferido mantener los vocablos originales, al entender preferible esta opción a la de utilizar una traducción “forzada”.  Así, por ejemplo, se han mantenido términos como posseiro (poseedor o usufructuador de hecho de la tierra, al margen de la legalidad de su situación), grileiro (poseedor de la tierra como consecuencia de un acto de pillaje cometido con respecto a sus anteriores ocupantes, normalmente indios o posseiros), o garimpeiro (trabajador de la minería del oro por lavado de aguas o garimpo, denominación esta última también aplicada a los campamentos de aquéllos) incluidos en el texto original.  Otros, como seringueira (árbol del caucho), sí han sido traducidos, aun cuando den lugar a oficios o derivados de difícil traducción (como seringueiro, referido a quien desempeña la tarea de recolección del caucho), o con vistas a una mejor lectura del texto (así, por ejemplo, grilagem ha sido sustituido por pillaje).

En este mismo orden de cosas, y vista la dificultad añadida de lograr un texto traducido a la vez comprensible y que mantuviese una métrica y una rima en consonancia con el original, se ha optado por no traducir la “Saga da Amazônia”, composición de Vital Faria que, a modo de epílogo, se incluye tanto al final de este resumen como del texto completo.


INTRODUCCIÓN

            Coincidiendo con el comienzo de la penetración e intervención de los colonizadores europeos en la Amazonia Legal se introdujo el proceso capitalista mundial en la región, cuya finalidad era abastecer de los productos amazónicos al mercado mundial.  Con vistas a lograr este objetivo, y tras el descubrimiento del país acaecido en 1500, el territorio amazónico pasó a convertirse en proveedor de productos procedentes de la recolecta forestal, de la caza y de la pesca, de acuerdo con un proceso progresivo de inserción en los flujos de comercio mundial, que se vería acompañado por la introducción del concepto de trabajo entre los pueblos aborígenes.  Posteriormente, los indígenas se convirtieron en proletarios una vez hubieron establecido los primeros contactos con los colonos y los Padres de la Compañía de Jesús, transformándose en la mano de obra necesaria para los procesos productivos de las empresas dedicadas a la comercialización de mercaderías.

            Durante el desarrollo del proceso al que nos estamos refiriendo, y si bien la región se vio sometida a las distintas fases que marcaron la integración capitalista del país, debe decirse que únicamente a partir del siglo XVIII la colonización del Brasil consiguió penetrar de manera efectiva más allá de la costa atlántica y llegar hasta el territorio interior, estimulada por la minería del oro.  Con todo, hasta que se inició el ciclo de la goma, la región amazónica resultaba poco representativa en términos económicos, siendo en el período temporal comprendido entre 1850 y 1912 el momento en que este producto extraído de los árboles del caucho nativos se convirtió en la base económica regional, lo cual trajo consigo la llegada de grandes contingentes de personas en busca de trabajo y tierra.  La intervención más contundente en este nuevo espacio de expansión capitalista tuvo lugar a través de los grandes grupos económicos y se produjo en el período post-dictadura, a partir de 1964, etapa en la que la región amazónica se convirtió en la gran frontera de los proyectos expansionistas nacionales y multinacionales.

            Este nuevo embate tuvo lugar, pues, por medio de la actuación de los grandes grupos de capital, resultando viable gracias a la intervención favorable del poder público estatal.  La estrategia desarrollada tuvo por objeto facilitar la concentración económica por medio de la actividad extractiva mineral y vegetal, así como a través del desarrollo agropecuario de carácter extensivo.  De acuerdo con esta lógica, se pusieron en marcha grandes proyectos capitalistas con la finalidad de beneficiarse de los incentivos fiscales ofrecidos por la nación brasileña y de toda la estructura proteccionista en general puesta por el Estado al servicio del capital.

            Durante el período dictatorial, de 1964 a 1985, una gran masa de marginados y desposeídos en el proceso histórico brasileño también puso rumbo a la región amazónica, en busca de nuevas alternativas de subsistencia.  Sus expectativas se fundamentaban en las posibilidades de acceso a la propiedad de la tierra y de inserción laboral en los grandes proyectos económicos en marcha, y de este modo, fueron muchos quienes constituyeron la estructura que sirivió de soporte a las ciudades, centros del capital regional.  Continuando el proceso, durante las décadas de los 70 y de los 80 se acentuó la expansión capitalista en la región por medio de la extracción de productos forestales, surgida del propósito de aprovechar económicamente los árboles para, acto seguido, poder poner en marcha los grandes proyectos agropecuarios previstos para la región.  En este orden de cosas, el sector de transformación de maderas comenzó a necesitar un gran contingente de fuerza de trabajo que permitiese oxigenar los procesos productivos, desde la tala y recogida de árboles hasta la transformación de la madera serrada lista para su comercialización.  Es precisamente bajo esta perspectiva cuando el capital concentra sus esfuerzos y centra su atención en la constitución de un ejército industrial de reserva, así como en la mejora de las tácticas encaminadas a la maximización de las plusvalías absoluta y relativa, y con esta finalidad consigue lograr excedentes de las jornadas de trabajo de manera extensiva e intensiva, así como contener los salarios de la clase trabajadora.  Además de todo lo anterior, el capitalista también se apropia en este proceso de parte del trabajo necesario para la subsistencia y la reproducción de la clase trabajadora, y es así como los proletarios pasan a trabajar por un valor por debajo del valor de sus necesidades básicas.  De este modo, en la Amazonia brasileña se han visto agravadas las diferencias sociales de quienes a lo largo del devenir histórico fueron sistemáticamente marginados y desposeídos, dándose lugar a la formación de dos extremos sociales radicalmente distintos: por una parte, están quienes lo tienen todo como consecuencia de la concentración de tierras y de capitales; por otro lado, están los muchos que no tienen nada, y que viven en el umbral de la pobreza o por debajo de éste.  Bajo esta perspectiva, la región se presenta en los inicios de este nuevo milenio inmersa en un proceso violento de expropiación del hombre y de la naturaleza, y se concreta en un proyecto victorioso del gran capital en connivencia con el Estado.  Así, este proyecto capitalista se fortalece más y más cada día que pasa siguiendo la lógica de la acumulación de capitales.  En este sentido, la materialización de los objetivos de la clase dominante tiene lugar en detrimento de las oportunidades del resto de actores sociales que constituyen el complejo espacio social de la Amazonia, convirtiendo a la mayor parte de los mismos en sin-tierra, sin perspectiva de trabajo, y sin vida digna.

Capítulo I.  La Expansión Capitalista en la Amazonia:

1.1.  La Amazonia y el Mercado Mundial

1.2.  La Política de Colonización Capitalista

1.3.  La Expansión y la Colonización Capitalistas

1.3.1.  La Colonización Promovida por el Estado

1.3.2.  La Colonización Promovida por las Empresas Capitalistas

1.4.  La Ciudad Planificada como Centro del Capital


            La búsqueda constante de la “miel”, en cuanto que el conocido dulce de color dorado, es una metáfora utilizada a lo largo tanto del texto de la Tesis Doctoral como del presente resumen a fin de demostrar que las personas se trasladaron a la Amazonia en busca de un sueño.  A lo largo de la historia la región se presentó tanto para los marginados como para los desposeídos como un nuevo “El Dorado”, acompañado por un intenso brillo y una luz intensa.  De este modo, la “miel” viene a representar el alimento, la riqueza y la esperanza de una nueva vida para todos aquéllos que llegaron al territorio amazónico con el firme propósito de ver realizados sus sueños.

            En este sentido, resulta necesario conocer cuál ha sido el devenir histórico de la Amazonia para de este modo poder llegar a entender su ocupación, consecuencia del proceso de expansión acaecido durante la segunda mitad del pasado milenio.  Cabe afirmar que fue precisamente con el proceso de colonización del territorio brasileño, a través de la penetración de los colonizadores europeos en lo que hoy es la Amazonia Legal, como se inició la intervención del proceso capitalista mundial en la región, con la finalidad de abastecer de sus productos de origen extractivo a los mercados internacionales.  En este marco contextual, tras el descubrimiento de Brasil ocurrido en el año 1500, la gran región amazónica pasó a convertirse en proveedor de productos procedentes de la recolecta forestal, de la caza y de la pesca.  Esta estrategia de integración se llevó a cabo merced a la participación en los flujos del comercio mundial, asistiéndose asimismo al momento inicial de inserción del trabajo de los pueblos indígenas, puesto que el desempeño de las actividades a las que se ha hecho referencia formaba parte de su cultura tradicional.

            Durante el primer período de intervención europea los habitantes de los pueblos silvícolas pasaron a convertirse en mano de obra forzosa y esclavizada, para más tarde transformarse en proletarios, una vez mantenidos los primeros contactos con los colonos y los padres de la Compañía de Jesús.  Estas poblaciones se convirtieron, por tanto, en la mano de obra necesaria para el desarrollo de los procesos productivos vinculados a aquellas empresas encaminadas hacia la producción y comercialización de mercaderías destinadas al mercado europeo, todo ello como una parte más del desarrollo de las estrategias del mercantilismo característico de los primeros estadios de los modelos capitalistas.

            Durante el transcurso del siglo XVI el actual territorio brasileño comenzó a recibir a los primeros colonos europeos, cuyo destino era una región aún no bien definida que, tras grandes conflictos, quedó finalmente bajo el dominio y la posesión de Portugal[1].  A partir de este momento el país se comportó obedeciendo las pautas marcadas por las diferentes fases de la integración capitalista de su territorio, no siendo hasta comienzos del siglo XVIII cuando el movimiento colonizador logró adentrarse más allá de la costa del Atlántico, por medio de una penetración más efectiva en el centro de la región, auspiciado por la minería aurífera.

            Con todo, hasta el momento de inicio del ciclo productivo de la goma la región amazónica resultaba poco representativa en términos socioeconómicos.  Este producto, extraído a partir de los árboles de caucho originarios, pasó a constituir la base de la economía regional en el período comprendido entre 1850 y 1912, motivando una gran avalancha de población en busca de trabajo y tierras[2].  De hecho, la goma fue el principal producto de origen extractivo de la región, abasteciendo a la industria mundial de neumáticos, y particularmente al mercado norteamericano, que detentaba el liderazgo en el proceso de industrialización automovilística.  En este orden de cosas, la extracción de caucho en los árboles de esta vasta región se convirtió en una actividad económica de importancia capital, llegando la goma a suponer el 25 % de las exportaciones brasileñas en 1900.

            Por otra parte, y refiriéndonos a la evolución de la población amazónica puede verse cómo ésta se mantuvo prácticamente estable y con una ligera tendencia al crecimiento entre 1500 y 1823, estando integrada por unos 127.000 habitantes, distribuidos a lo largo y ancho de los nueve Estados que conforman la región amazónica, la cual representa el 59 % de la superficie total brasileña.  A la vista de la gran cantidad de personas pobres que se concentraban en el nordeste del país, se trasladó a grandes contingentes de estos individuos a las regiones del norte en busca de nuevas oportunidades, razón por la cual la población de la Amazonia se vio incrementada hasta llegar a los 340.000 habitantes en 1872, que ya eran 700.000 en 1900[3].  El declive del sector del caucho tuvo lugar como consecuencia del pirateo de simientes llevado a cabo por los ingleses, quienes comenzaron a cultivar este producto en Malasia para así contener el monopolio de este mercado, así como por el proceso de sustitución gradual de este material por los derivados del petróleo, con lo que la región amazónica hubo de afrontar el duro impacto que supuso la pérdida de este comercio.

            En 1920 la población de la región había pasado a ser de aproximadamente 1.400.000 habitantes.  Durante los períodos correspondientes a los dos grandes conflictos mundiales (1914-1918 y 1939-1945) la región amazónica permaneció estancada, en tanto en cuanto el resto del país se desarrolló de manera espectacular en el transcurso de esta época, con significativos avances en los planos agropecuario y de industrialización[4].  Con todo, las actividades extractivas, agropecuarias y mineras no cesaron en la Amazonia, región que en 1970 contaba con 3.600.000 habitantes.  La región en todo momento orientó su producción al abastecimiento de los mercados mundiales y, a partir de la entrada de los colonizadores en su territorio, siempre estuvo más orientada hacia los mercados externos que hacia el mercado interno.

            La intervención más contundente que tuvo lugar en este nuevo espacio de expansión capitalista tuvo lugar a través de los grandes grupos económicos durante el período comprendido entre 1964 y 1985, convirtiendo a la región en la gran frontera de los proyectos expansionistas nacionales y multinacionales[5].  Los Estados Unidos, a fin de preservar las estructuras capitalistas, incentivaron formas de gobierno sustentadas por dictaduras militares en América Latina dentro de la puesta en práctica de la denominada Operación Cóndor, conjunto de medidas de represión política sobre los ciudadanos del Cono Sur, suscrito entre distintos países a fin de impulsar la instauración de dictaduras militares en cadena.

            Tal alianza fue concebida ideológicamente por el Coronel Manuel Contreras, jefe de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional de Chile), materializándose a finales de 1975 en Santiago de Chile por medio de los principales órganos de inteligencia de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, entre los que se encontraba la propia DINA.  El pacto otorgaba una total libertad de acción a los países firmantes, y tenía como objetivo principal la creación de una base de datos con información acerca de las personas y organizaciones implicadas en actividades políticas de oposición a los gobiernos dictatoriales.

            De este modo se pretendía establecer una organización análoga a la Interpol en América del Sur, si bien enfocada hacia la lucha contra la subversión.  A través del acuerdo mutuo entre países resultaba posible identificar revolucionarios, establecer códigos secretos para la transmisión de información, intercambiar prisioneros, poner en práctica métodos de tortura, ejecutar prisioneros y, en definitiva, poner en práctica un combate abierto a los enemigos de cada uno de los países miembros.  El servicio de inteligencia represivo sólo resultó posible merced a la ausencia de fronteras ideológicas y al hecho de haber escogido al comunismo como adversario común, aparte de gracias a la connivencia y al apoyo de los estadounidenses, cuyos intereses se entendían en el marco contextual de uno de los momentos de mayor apogeo de la Guerra Fría.

            Por medio de acciones de control de masas, la dictadura brasileña transformó la Amazonia en una región bajo un modelo expansionista de los grandes bloques nacionales e internacionales.  De este modo, con el proceso de represión resultó factible contener las ansias de los desposeídos y de los grupos marginales de población, protegiendo de manera consciente los intereses de los grupos económicos.  Durante este período, vastas extensiones territoriales fueron transferidas a grandes empresas nacionales e internacionales, cupiendo citar ejemplos tales como el del Proyecto Jari S.A.  –que recibió 1.500.000 Ha.  de tierras–, el de la Suiá-Missu –con 678.000 Ha.–, el de la Codeara –con 600.000 Ha.–, el de la Georgia Pacific –con 500.000 Ha.–, y el de la Bruynzeel –con 500.000 Ha.–.  Aparte de las anteriores, también recibieron grandes extensiones empresas como la Robin Mac Glolm, la Toyamnka, la Volkswagen, la Liquigás, la Nixdorf, el Banco Bradesco, y la Banca Vaticana, entre otras[6].

            Este nuevo embate tuvo lugar a través de los grandes grupos económicos y resultó viable gracias a la actuación de los poderes públicos brasileños.  La estrategia desarrollada tenía por objeto facilitar la concentración del capital en los sectores extractivos de productos minerales y vegetales, así como en la agricultura extensiva.  Bajo esta lógica se pusieron en marcha grandes proyectos capitalistas en la región, con la finalidad tanto de gozar de los incentivos fiscales ofrecidos por la nación brasileña, como de beneficiarse de toda la estructura proteccionista auspiciada por el Estado.  Durante esta etapa de la dictadura se crearon varios organismos cuya función era promover y proteger los intereses de los grandes grupos económicos, tales como el Proyecto Sudam, el Banco Basa, el INCRA y la Funai, entre otros[7].  Dichos organismos resultaron de gran importancia para el desarrollo de los grandes grupos económicos en el territorio, puesto que fueron los encargados de ofrecer interesantes incentivos fiscales a las empresas interesadas en operar y en expandirse en la región.

            Resulta muy importante entender la forma en que tuvo lugar el proceso de expansión capitalista durante el período de la dictadura para así poder comprender la situación actual de la Amazonia.  Durante esta época, ocurrida entre 1964 y 1985, la gran masa de individuos marginales y desposeídos del país también puso rumbo hacia la región amazónica a la búsqueda de nuevas alternativas de subsistencia.  Sus expectativas se basaban en la posibilidad de acceso a la tierra y en la inserción laboral derivada del trabajo en los grandes proyectos económicos que allí se implantaban, muchos de los cuales proporcionaron la estructura necesaria para el establecimiento de ciudades, centros del capital regional.  Hasta comienzos de los años 70 los proyectos de colonización tuvieron lugar a través del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria[8], INCRA, y a partir de entonces el Estado delegó esta función en los grupos económicos organizados para la distribución de tierras en la Amazonia[9].

            La expansión y la colonización dejaron de esta forma de ser funciones exclusivas del Estado para pasar a ser desempeñadas por parte de empresas de especulación inmobiliaria[10].  La gran estrategia de desarrollo puesta en práctica en este período fue la apertura de grandes rutas de acceso por tierra a la región, surgiendo de esta forma las siguientes carreteras: La Transamazônica, que atraviesa horizontalmente la región; la Cuiabá-Santarém, que atraviesa la región verticalmente por su parte central; y la Belém-Brasília, que atraviesa diagonalmente el territorio amazónico.  Se constata así cómo el Estado se comprometió a proporcionar todas las infraestructuras necesarias para hacer viable la entrada de los grandes grupos económicos en la Amazonia, a mayores de la creación de los ya mencionados organismos encargados de asistirles en el plano financiero.

            De este modo se asistió al nacimiento de una gran cantidad de proyectos de carácter agropecuario, minero o extractivo.  Los pocos proyectos orientados que se orientaron a las personas de baja renta y bajo poder adquisitivo, promovidos por el Estado, tuvieron muy poca aceptación por parte de los colonos, ya que se beneficiaron de las mismas oportunidades de infraestructuras que los anteriores, las cuales hubieran resultado necesarias para implementar los pequeños proyectos agropecuarios.  Además de las dificultades financieras a las que tenían que hacer frente, así como de la falta de conocimientos técnicos sobre la formación del suelo, los beneficios que podían obtener los colonos eran muy limitados.  El Estado dictatorial tenía como meta el gran capital, y éste, amparado por aquél y disfrutando de cuantos beneficios resultaban necesarios para su desarrollo expansionista, se desarrolló en detrimento de los pequeños agricultores.

            Los proyectos promovidos por empresas de especulación inmobiliaria tuvieron un mayor éxito, puesto que en este caso sólo disponían de la posibilidad de acceso a las tierras aquellas personas y empresas que disponían de una cierta cantidad de dinero que les permitiese comprar los territorios pretendidos.  En este sentido, cabe mencionar, por citar tan solo un par de ejemplos en la región norte del Estado de Mato-Grosso, los proyectos de asentamiento promovidos por las colonizadoras Sinop S.A.  –con una extensión aproximada de 600.000 Ha.– e Indeco –con 400.000 Ha.–, empresas ambas con tradición en la fundación de ciudades en el territorio amazónico con base en la especulación inmobiliaria[11].

            La ciudad de Sinop, que lleva el mismo nombre que la empresa colonizadora impulsora de su fundación, fue establecida en 1972 en plena selva amazónica.  En el año 2001 contaba ya con 74.761 habitantes, habiéndose fundado seis nuevas ciudades tan solo en este área de la empresa colonizadora, como parte de una tradición que ya ha dado lugar a más de veinte.  En este mismo orden de cosas, la ciudad de Alta Floresta, auspiciada en 1973 por la colonizadora Indeco, contaba ese mismo año 2001 con 46.956 habitantes y, del mismo modo, la empresa había propiciado en ese momento el establecimiento de otras varias ciudades[12].  Las ciudades de Sinop y Alta Floresta son, de hecho, las dos mayores del norte mato-grossense, razón por la que cabe afirmar que, dentro de la estructura capitalista, ambos proyectos surgidos de la iniciativa privada han dado lugar a resultados ciertos.  Al margen de estas dos empresas colonizadoras, fueron otros varios cientos las que se instalaron en la región amazónica, especialmente a lo largo de las carreteras de acceso.

            Las empresas de especulación inmobiliaria, al recibir los títulos de propiedad de extensas áreas de terreno, comenzaron necesariamente a experimentar la necesidad de constituir centros urbanos con la finalidad de concentrar allí la fuerza de trabajo que sirviera de soporte a los requerimientos de los proyectos implantados en dichos territorios.  De este modo, los primeros moradores que llegaban a la región recibían solares urbanos con la finalidad de oxigenar los servicios de las ciudades, gracias al establecimiento de escuelas, comercios, bancos y proyectos relacionados con los sectores agropecuario, minero y de la industria de transformación de maderas.

            A través de la articulación existente entre el Estado y el capital en su conjunto, la Amazonia se urbanizó, puesto que en el año 2001, de acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística[13], IBGE, el 72’23 % de la población residente en la misma vivía en las ciudades, siendo igualmente muy significativo el crecimiento experimentado en el número de habitantes de la región, que alcanzaba ya la cifra de 21.056.460 individuos[14].  El desarrollo amazónico, contemplado a través de la lógica capitalista, fue planificado y ejecutado a fin de posibilitar la expansión de capitales procedentes de otras regiones de Brasil y del exterior.  El propósito de los grandes grupos económicos –tal y como ya se ha dicho– consistía en transferir capitales hacia la región, así como gozar de los recursos que les eran ofrecidos por el Estado en forma de incentivos fiscales.

            El proceso de urbanización resulta fundamental para el desarrollo y la organización del sistema capitalista.  A estos efectos, puede citarse como ejemplo lo ocurrido en la Inglaterra de comienzos del siglo XIX, coincidiendo con los primeros estadios del desarrollo del capitalismo industrial.  En este mismo sentido, la gran región amazónica sigue el guión establecido, cumpliendo el ritual de crear ciudades para servir a los intereses de los grandes proyectos allí instalados.  Tales núcleos poblacionales son el resultado de la necesidad productiva de las actividades emprendidas, y tienen por objeto la organización de la mano de obra para la instalación y el desarrollo de los proyectos económicos con vistas a la concentración de capitales por medio de la expansión.

Capítulo II.  El Capital y la Expropiación del Hombre y su Hábitat:

2.1.  La Expropiación del Poseedor y la Lucha por la Tierra

2.2.  Las Formas de Explotación de la Fuerza de Trabajo

2.3.  La Explotación del Trabajo en la Minería Aurífera

2.4.  La Cuestión Indígena: El Genocidio de un Pueblo

2.5.  La Devastación Medioambiental en la Expansión Capitalista


            Durante el proceso de ocupación de la Amazonia el principal objetivo de la entente entre el Estado y el capital fue la instalación de determinados proyectos económicos que favorecieran la concentración del capital.  Si bien tales proyectos ofrecieron a los individuos marginales y a los desposeídos del país poco más que la alternativa de servir de fuerza de trabajo en las diferentes empresas acometidas, lo cierto es que los pobres también buscaron la posesión de la tierra.  De este modo, en cuanto el Estado se propuso la distribución de tierras en connivencia con las empresas de especulación inmobiliaria, los sin techo, los sin tierra, y los sin empleo llegaron a la región, o incluso ya se encontraban allí tiempo atrás en forma de posseiros.

            Los posseiros son pequeños agricultores que cultivan pequeños espacios de terreno cuyo rendimiento permite poco más que la subsistencia del grupo familiar.  Se trata de individuos que no poseen el título de propiedad de las tierras que ocupan, viviendo de este modo de generación en generación.  Muchos de ellos son emigrantes o descendientes de emigrantes de las épocas de apogeo en la extracción del caucho, así como integrantes de pueblos indígenas civilizados con el transcurso del tiempo.

            En este orden de cosas, cabe afirmar que tres fueron las modalidades colonizadoras en la Amazonia a partir de 1964: Las promovidas por el Estado, las promovidas por las empresas de especulación inmobiliaria, y las promovidas por los individuos marginales y desposeídos que llegaban y tomaban posesión de la tierra sobre la que se asentaban.  Esta última categoría, también denominada de colonización espontánea, se encontraba fuera del control federal brasileño, dado que la mayor parte de estos inmigrantes eran analfabetos y no poseían registro de nacimiento ni ningún otro de los documentos necesarios para permitirles reivindicar la tierra ocupada.

            Durante este período de la dictadura las tierras eran vendidas en las capitales de los diferentes Estados a partir de su ubicación en mapas de la región.  Aquel empresario que desease adquirir una gran extensión de terreno realizaba su compra a partir de su ubicación en los correspondientes mapas o por medio de terceros que ya habían adquirido tierras del Estado.  Como consecuencia de este tipo de prácticas, en muchas ocasiones se adquirían tierras en manos de posseiros o de tribus indígenas.  La empresa de que se tratase, al adquirir tierras, había de hacer frente al requisito básico de comprobar que sobre el área correspondiente no existían posseiros y, mucho menos, pueblos indígenas.  Con todo, a través de los sindicatos del crimen, de la corrupción de los funcionarios del Estado, del poder económico y del poder político fueron dictados laudos y narrados relatos fraudulentos que permitieron legalizar las áreas “irregulares”.

            Otra forma alternativa de adquirir tierras fue a través de la roturación y el laboreo de las mismas.  Los grileiros se apoderaron de este modo ilícitamente de grandes extensiones de terreno, por medio de la obtención de títulos falsificados.  De acuerdo con el inventario llevado a cabo por parte del Ministerio de Política de Fundamento y Desarrollo Agrario[15], en el año 2001 existían 3.065 propiedades en Brasil resultantes del pillaje de tierras, las cuáles ocupaban un área de 93.620.587 Ha.[16].  Tales datos permiten deducir la cantidad de procesos que se encuentran en manos de la justicia, así como lo poco que han sido tenidos en cuenta los pueblos simples de la selva.

            Como consecuencia de todo lo expuesto, la región amazónica experimentó serias transformaciones, a la vez que se iniciaron sangrientas luchas por la propiedad de la tierra.  Por una parte se encontraban los indios, los pequeños propietarios y los posseiros, mientras que en el otro estaban las grandes empresas que deseaban la instalación de sus proyectos.  En este marco contextual, grupos organizados con el apoyo del Estado se ocuparon de expoliar a los pueblos selváticos contratando sicarios para llevar a cabo la “limpieza” de las áreas adquiridas.  Estos individuos, conocidos como jagunços, son pistoleros fuertemente armados contratados por los grileiros y los empresarios para patrullar el terreno y expulsar a los posseiros y a los indígenas que se pudieran encontrar allí asentados.  En caso necesario, también se ocupan de presionar a los legítimos propietarios para poder adquirir más tierras y de este modo materializar la concentración de la posesión del territorio en manos de unos pocos propietarios.

            Bajo estos planteamientos, entre 1950 y 1960 se partía de una situación en la que el 84’6 % de la superficie estaba ocupada por explotaciones agrícolas con un máximo de 100 Ha.  de terreno cada una, mientras que en 1975, en plena dictadura, la concentración de la tierra alcanzó su punto álgido en la Amazonia, pues el 99’8 % de las tierras correspondían a explotaciones de más de 100 Ha.  y, de éstas, cerca del 75 % lo hacían a establecimientos de más de 1000 Ha.  De este modo, la conclusión a la que se llega es a la de que en la Amazonia brasileña no se llevó a cabo distribución alguna de la tierra, sino que ésta se concentró en manos de los grandes grupos económicos organizados.

            Los conflictos originados por la posesión de la tierra rara vez alcanzan una solución legal, puesto que los posseiros son obligados por métodos violentos a abandonar el territorio que ocupan.  En aquellas ocasiones en que sus reivindicaciones llegan a los tribunales, los posseiros no disponen de medios financieros que les permitan contratar abogados, carecen de la documentación necesaria y, en muchas ocasiones, no reciben las notificaciones para presentarse en los correspondientes juicios sino cuando el plazo ya ha expirado.

            Por otra parte, y tan solo en la región, cerca de 600 campesinos fueron asesinados por pistoleros, mientras que hasta el momento no se tiene noticia de ningún empresario que haya estado preso.  Entre 1985 y 1999, en una época ya posterior a la dictadura, y por 1158 asesinatos, apenas 56 pistoleros fueron juzgados, y de éstos únicamente 10 resultaron condenados[17].

            Con todo, estos datos no muestran la realidad de la Amazonia, puesto que sobre todo en la época de la dictadura las muertes eran encubiertas por los intereses conjuntos del capital y del Estado[18].  Además, casi la totalidad de esas muertes quedaban en el anonimato, razón por la cual no resulta descabellado decir que pueden multiplicarse las cifras anteriores por 10 o por 20, dado que los datos oficiales son claramente falsos y no reflejan en absoluto la realidad vivida durante la ocupación amazónica.

            A la vista de la situación, a los posseiros únicamente les resta la alternativa de convertirse en fuerza de trabajo de las empresas asentadas en el territorio.  En la región amazónica, la fuerza de trabajo es contratada de tres maneras: En el primero de los supuestos, se trata de una fuerza de trabajo fija que radica en las ciudades fabricadas por el capital; en el segundo caso, es una fuerza de trabajo que fluctúa y no tiene procedencia, puesto que presta sus servicios allí donde encuentra empleo; y como tercera alternativa está la de los empresarios que importan trabajadores de otras regiones del país, para de este modo suplir las carencias de mano de obra local.  Independientemente de que se recurra a una u otra modalidad, las plantillas de trabajadores de las empresas de la zona se encuentran integradas por personas simples, con bajos niveles educativos, y poco conocedores de sus derechos y de sus obligaciones.

            Durante el desarrollo del trabajo realizado la cuestión del peonazgo es tratada de manera general, y únicamente en el Capítulo IV se hace una referencia específica a la situación de la fuerza de trabajo en el sector de transformación de la madera.  Así, los peones de las empresas pecuarias realizan actividades tales como el talado de masas forestales, la quema, la siembra de hierba, la construcción de cercas y el manejo del ganado.  En la agricultura los procedimientos son bastante similares, y además del talado de árboles y la quema es necesario llevar a cabo tareas de limpieza para poder plantar las simientes.  Las haciendas se encuentran localizadas en emplazamientos distantes, muchas veces más de 300 o 400 kms.  de la ciudad más cercana, trasladándose a los trabajadores en camiones, camionetas, o incluso tractores.

            La contratación de la fuerza de trabajo rara vez es llevada a cabo directamente por los grandes grupos económicos, de acuerdo con una estrategia cuya finalidad es no asumir las obligaciones propias del patrono para con los trabajadores, particularmente en el caso de aquéllos que llevan a cabo las tareas de tala de árboles.  De este modo entra en escena un suministrador de trabajadores conocido en la región con el nombre de “gato”, bajo cuya responsabilidad se encuentra el mando y la organización del trabajo en los diferentes lugares de trabajo[19].  Siguiendo esta modalidad contractual, los suministradores de mano de obra asumen posiciones jerárquicamente destacadas en relación con el resto de mano de obra, a la vez que se quedan con el 50 % del pago recibido de la empresa que los contrata[20].

            Por parte del gato, la contratación de los trabajadores tiene lugar en la propia casa de éstos en las ciudades, dejando a la familia un adelanto a cuenta de la labor que se va a realizar, con lo que se deja a ésta contenta y al trabajador comprometido.  Si lo que se quiere contratar es mano de obra fluctuante, el procedimiento es un poco diferente, ya que en este caso los trabajadores se encuentran en pensiones o en pequeños hoteles con los que han contraído deudas al habérseles proporcionado cama, comida, tabaco y bebidas, aún sin tener dinero.  El suministrador de trabajadores compra en este caso las deudas como parte de las futuras remuneraciones por el trabajo realizado, partiendo muchas veces el peón sin saber hacia dónde está yendo.

            Tal y como cabe deducir, lo que se pretende con estas tácticas es mantener a los trabajadores continuamente endeudados y siempre trabajando.  De este modo, cada 20 o 30 días se les lleva hasta la ciudad más próxima a fin de que puedan disfrutar de un fin de semana “de alegría”[21], en el que pueden acudir a bares o casas de prostitución y agarrar las correspondientes borracheras.  A la vuelta, sin dinero y nuevamente endeudados, el ciclo se repite, con lo que el sistema “gato” consigue con éxito hacer perdurar este tipo de procedimientos de trabajo irregular, dado que los peones carecen de cualesquiera registro o sistema social de protección.

            En aquellos casos en los que tiene lugar un accidente de trabajo, el trabajador queda desamparado, puesto que, como es sabido, el suministrador de mano de obra carece de firma legalizada, y el propietario de la hacienda correspondiente dice que no contrató a tal empleado.  Esta forma de explotación de los trabajadores en la Amazonia es una de las condiciones impuestas por las estrategias del mundo del capital, al objeto de lograr mayores beneficios a expensas de la clase obrera.

            Los peones son sometidos a la realización de trabajos forzados a través del control ejercido sobre los mismos.  Cuantitativamente, entre 1970 y 1993 fue confirmada la existencia de 431 haciendas en las que se llevaban a cabo prácticas de trabajo en régimen de esclavitud, de las que 308 estaban situadas en la Amazonia, ocupando un total de 85.000 trabajadores-esclavos[22].  Incluso muy recientemente, entre los días 7 y 13 de agosto de 2002, el Ministerio de Trabajo[23] liberó a 152 trabajadores que permanecían cautivos en el Estado de Pará dentro de la Amazonia brasileña[24].  Las cifras consignadas se encuentran, con todo, por debajo de la realidad, al ser construidas a partir de las denuncias de los propios trabajadores que consiguen huir de las correspondientes explotaciones, si bien es normal que muchos no formalicen este tipo de denuncias por miedo a las represalias.  Entretanto, muchos trabajadores pierden su vida en la clandestinidad, sin llegar incluso a conocerse el hecho de su existencia.

            La explotación del trabajo en la minería del oro es también muy degradante.  Durante la década de los 80 del pasado siglo en la Amazonia se constituyeron varios núcleos mineros, principalmente en torno a la búsqueda de oro, los cuáles contribuyeron a disminuir los conflictos derivados de la posesión de la tierra.  Los posseiros, sabedores de lo desigual de su situación al reivindicar la posesión o el derecho a la tierra frente a los grupos organizados, optaron en muchos casos por lanzarse a la búsqueda de oro o de diamantes en la Amazonia, desistiendo así de la tierra, y contribuyendo a la concentración de ésta en manos de unos pocos propietarios.

            En este sector de actividad el garimpo es la modalidad más utilizada con vistas a la explotación de la fuerza de trabajo, existiendo dos modalidades de garimpo manual para conseguir el oro, como son a través de los ríos o en tierra firme.  En el río, el garimpeiro se mete en el agua y recoge el lodo depositado en el fondo, el cual es llevado hacia cajas concentradoras, en las que tiene lugar el proceso de separación por medio del mercurio.  En la modalidad terrestre, una manguera con agua se encarga de desintegrar la tierra, transportándose los fragmentos a cajas concentradoras en las que, del mismo modo que antes, la separación de materiales tiene lugar por medio del mercurio.  Los garimpeiros llevan a cabo trabajos para los dueños de las máquinas, y el oro va a parar a manos de los grupos organizados.

            En estos lugares es mucha la violencia que existe en el trabajo, siendo ésta un acompañante asiduo en el día a día de quienes viven en las áreas garimpeiras.  La inmersión en los ríos no se hace con equipos de protección adecuados, habiendo de permanecer los trabajadores muchas horas en el fondo de los ríos.  En la Amazonia los ríos tienen unos grandes caudales de agua, y el buceador muchas veces se encuentra a una profundidad de entre 10 y 15 metros, corriendo el riesgo de ser engullido por el desmoronamiento de las excavaciones en el fondo del cauce, lo que le imposibilitaría el ascenso, acabando por morir enterrado.  También cabe la posibilidad de que los troncos de los árboles se enreden en los equipos por la acción de las corrientes de agua, chocando contra los cuerpos de los trabajadores y provocando accidentes cuyas consecuencias pueden ser fatales.

            Se puede afirmar que los garimpos son una tierra sin ley.  En estos emplazamientos la violencia es una constante en todas partes, y el poder es detentado por las armas, los pistoleros, los asesinos de alquiler y los grupos organizados.  Las personas viven entre gente a la que le da lo mismo matar o morir.  La vida en tales lugares transcurre entre el trabajo, los bares y las mujeres, apuntando las investigaciones realizadas a que en torno al 10 % de la población garimpeira está compuesta por prostitutas, ya que, de hecho, en la región garimpeira la industria del placer es una forma muy lucrativa de negocio.  Lo que se puede observar es que la gran mayoría de las personas se encuentran enganchadas a drogas tales como el tabaco, el alcohol, la marihuana y la cocaína, entre otras.

            Otro hecho que llama la atención es el destino del oro y de los diamantes, puesto que los datos apuntan a que en torno al 95 % de estos últimos son objeto de contrabando, y aproximadamente un 80 % del primero también[25].  La Amazonia se encuentra en los circuitos de las drogas, y el oro y los diamantes sirven para blanquear el dinero del crimen organizado[26].  Como se ve, a la vez que en la región está teniendo lugar un enorme proceso de degradación medioambiental y social, la riqueza generada se está marchando a través del contrabando hacia otros países de una forma irregular.

            La Amazonia es considerada un territorio rico en productos minerales, tales como hierro, manganeso, casiterita, oro, cromo, níquel, cobalto, uranio, cobre, plomo, titanio, plata, diamantes, sal gema, caliza, torio, bauxita, y aluminio, así como en gas y en petróleo, entre otros.  Muchos de estos minerales aún son poco explotados, e incluso muchos de ellos aún han sido poco estudiados en cuanto a su potencialidad.  Por poner un ejemplo, tan sólo en la superficie ocupada por la Mineradora Vale do Rio Doce, correspondiente a un área de 600 por 300 kms., se estima que se encuentran localizadas 18 miles de millones de toneladas de hierro, 84 millones de toneladas de manganeso, 164 toneladas de oro, 1’25 miles de millones de toneladas de estaño, 87 millones de toneladas de níquel, 8’5 millones de toneladas de zinc, y 1’25 miles de millones de toneladas de tungsteno, entre otros minerales.  El hierro de esta área minera posee un grado de pureza altísimo, por encima del 60 %[27].

            Los grandes capitales invierten en la región atraídos por las riquezas naturales aún poco estudiadas, así como por la ya mencionada posibilidad de disponer de grandes extensiones de tierras a bajo precio.  De este modo, los indígenas se convierten asimismo en víctimas del proceso de ocupación, al existir también en sus tierras yacimientos minerales y maderas nobles objeto de la codicia de los grupos organizados.  En el momento presente, 10’2 millones de ha., lo que supone una superficie equivalente al 20 % del total de la Amazonia, pertenece a los pueblos indígenas, si bien apenas el 32 % de estas tierras se encuentran delimitadas[28].  De acuerdo con los datos del Gobierno brasileño, la población indígena del país no supera los 350.000 habitantes, de los que la mayor parte se encuentran concentrados en la Amazonia[29].  Con todo, debe tenerse en cuenta que es difícil precisar estas cifras, ya que son muchos los grupos que aún no han tenido contacto con el hombre civilizado, a la vez que también son muchos los indios que viven en las ciudades y no forman, por tanto, parte de las estadísticas oficiales.

            Se estima que en el año 1500, en el momento en que tuvo lugar el descubrimiento de Brasil por los europeos, la población indígena era de unos 6.000.000 de habitantes.  Con el transcurso del tiempo, los pueblos originarios se convirtieron en un estorbo para los intereses de los que se llamaban a sí mismos “civilizados”, razón por la que fueron progresivamente exterminados.  Esto ha venido teniendo lugar hasta la actualidad en la Amazonia, y así, por ejemplo, a partir de 1964 los grupos organizados contrataban sicarios a fin de llevar a cabo la limpieza de sus áreas de asentamiento, eliminando de este modo tanto a indígenas como a posseiros de manera brutal y sanguinaria.  Entre los métodos utilizados para exterminar las tribus indígenas hubo algunos de los más violentos, tales como el envenenamiento, la introducción de enfermedades (ya que los indios no eran inmunes ante dolencias como la gripe, el sarampión y la tuberculosis, entre otras), la violencia física, la quema de sus moradas, y el asesinato.  Tal y como ya ha sido indicado, los militares que entonces se encontraban en el poder tenían el propósito en relación con la Amazonia de distribuir tierras entre los grandes grupos capitalistas nacionales e internacionales, sin respetar los pueblos de la selva.

            Las formas de eliminación de estas poblaciones, antes y ahora, son refinadas en cuanto a su crueldad.  Es necesario conocer un poco de la historia de la Amazonia, y sólo así se podrá entender el proceso de expolio de las poblaciones nativas.  El interés por la expansión de los grandes capitales con la finalidad de concentrar y centralizar la riqueza ha hecho de la región un lugar de sumisión, de obediencia, de control y de violencia en favor de quienes detentan el poder económico y político, ya se trate de grupos nacionales o internacionales.

            En este contexto los pueblos indígenas y los posseiros son las principales víctimas del proceso de ocupación.  En el lado opuesto, los beneficiados son los grandes grupos económicos, a cuya disposición se encuentran grandes áreas a precios bajos, permitiéndoseles acceder a una gran cantidad de recursos forestales y minerales, así como a una mano de obra barata.  El medio ambiente natural, lugar tradicional para el desarrollo de actividades extractivas y recolectoras por parte de los pueblos de la selva, está de este modo siendo atacado por el poder económico y político, alcanzando la devastación ya unos índices de proporciones alarmantes a causa de la furia y el afán acumulador de los grandes grupos.

            En este último orden de cosas, son diversos los estudios que apuntan a que entre un 14 % y un 20 % de la región amazónica ya ha sido devastada, en tanto en cuanto que hasta la pasada década de los 70 tan solo lo había sido apenas un 4 %.  Lo peor es, con todo, que el futuro puede ser aún más incierto, puesto que de acuerdo con las proyecciones de William Laurance, del Smithsonian Tropical Institute, hasta un 42 % de la selva amazónica brasileña podría haber sido diezmada para el año 2020, permaneciendo apenas el 28 % en estado virgen, porcentaje que bajo la peor de las hipótesis se vería reducido a menos del 5 %[30].  Estos datos resultan particularmente preocupantes, máxime si tenemos en cuenta el hecho de que la región amazónica contiene el 20 % del total mundial de agua dulce, así como una tercera parte de las reservas forestales, dando cobijo en su seno al 80 % de las variedades de vida que pueblan el planeta.

            Otro hecho importante que debe ser mencionado es la biopiratería que tiene lugar en la región.  Así, muchas hierbas de conocimiento popular ya han sido patentadas por grandes laboratorios multinacionales en el exterior, pudiéndose citar al respecto ejemplos tales como el de la espinheira-santa (por el laboratorio japonés Mektron), el de la hierba quebra-pedra (por el Fas-Chase Cancer Center, de Filadelfia, EE.UU.), el de la hierba mirapuana (por la Taisho Pharmaceutical, de Japón), el guaraná (por los Estados Unidos), y la hierba sangue-de-pedra (por la Shaman Pharmaceuticals, de Estados Unidos).  Diversos estudios indican que en torno al 75 % de los remedios que se pueden encontrar en las estanterías de las farmacias contienen productos originarios de la selva tropical, si bien también lo cierto es que apenas el 1 % de las plantas que forman parte de ésta han sido estudiadas[31].

            Los recursos naturales deben formar parte del activo de seguridad de la humanidad y, de este modo, ser utilizados con sensibilidad y respeto hacia todos los pueblos de forma general, puesto que la desaparición de algunas especies se encuentra en relación directa con la extinción de un sinnúmero de otras.  Los grupos farmacéuticos tienen como objetivo los pueblos que conservan el conocimiento y la sabiduría popular, ya que, de acuerdo con diversas investigaciones, este conocimiento secular aumenta la eficacia a la hora de reconocer las propiedades medicinales de las plantas en más de un 400 %[32].

            En la región amazónica parece que una de las grandes preocupaciones es la de devastar la selva para, de este modo, disponer de pastos para el ganado bovino y para extensas plantaciones, principalmente de soja, en uno y otro caso con destino a los mercados internacionales.  En esta región se hace, pues, necesario, dotar de valor económico a los árboles, pues sólo de este modo puede haber lugar para su preservación a través de actividades recolectoras selectivas y planificadas.  Los estudios sobre la biomasa amazónica apuntan en esta dirección, como alternativa energética, tecnológica y, principalmente, como modelo económico y político de desarrollo.  En este sentido la Amazonia puede contribuir significativamente a solucionar algunos de los grandes problemas contemporáneos: El ecológico y el energético.  Así, por ejemplo, un metro cúbico de madera con un 20 % de humedad equivaldría en términos de generación de energía a un barril de petróleo, si bien solamente a través de técnicas selectivas y planificadas.

            En caso de que continúe la lógica de generar tierras para la cría extensiva del ganado bovino lo más plausible es que se acabe con la selva amazónica.  Solamente si se da valor económico a los árboles la Amazonia podrá tener esperanza de vida en el futuro, convirtiéndose de lo contrario en un enorme desierto.  En este último sentido, debe tenerse en cuenta que de los suelos de la región, el 69’51 % son considerados como de baja fertilidad, si bien resultan muy lucrativos, al existir muchas extensiones disponibles a bajo precio, con incentivos fiscales y una gran capacidad de mano de obra disponible[33].  Por ello, tales áreas son destinados al monocultivo de productos tales como la soja, el algodón, y el maíz, así como a la ya mencionada cría de ganado bovino para carne.

            ¿Cuál es la explicación de la existencia de árboles exuberantes en la Amazonia, arraigados en suelos tan poco fértiles? Esta se encuentra en la capacidad de la selva tropical para autosostenerse a partir de sus residuos, como las hojas, las ramas y los frutos, y si se retiran los árboles, serán muchos los años necesarios para que los suelos se restablezcan nuevamente.  Este es precisamente uno de los motivos más importantes en favor de la preservación de la selva tropical, haciendo que la única forma posible de intervención en la región deba plantearse de manera selectiva y planificada, puesto que de continuar los actuales sistemas de ocupación las consecuencias de la intervención resultarán irreversibles para los ecosistemas locales.

Capítulo III.  El Perfil de las Empresas Madereras:

3.1.  Diagnóstico General de las Empresas Madereras Nacionales e Internacionales

3.2.  Los Incentivos Gubernamentales a los Capitalistas del Sector

3.3.  La Estructura Capitalista del Sector Maderero

3.4.  Los Capitalistas Madereros

3.5.  El Desperdicio de las Maderas y la Devastación

3.6.  El Procesado de las Maderas y las Formas de Aumentar los Beneficios


            Los Capítulos I y II que han sido resumidos en las páginas precedentes resultan fundamentales para entender el proceso histórico capitalista acaecido en la región amazónica, así como para desarrollar la capacidad de comprensión de las fuerzas políticas y económicas que actúan sobre dicho territorio.  De acuerdo con esta lógica, en los años 70 y 80 se acentuó el desarrollo de los sistemas capitalistas en la región por medio de las actividades extractivas llevadas a cabo en la selva que, si bien inicialmente surgieron con la finalidad de aprovechar económicamente los árboles, enseguida se orientaron a favorecer la implantación de grandes proyectos agropecuarios en la Amazonia.

            En este orden de cosas, el proceso de transformación de maderas comenzó a necesitar un gran contingente de mano de obra a fin de aliviar el proceso productivo, iniciado con la tala y recogida de árboles y continuado hasta la transformación de las maderas serradas con vistas a su comercialización.  En paralelo, los capitalistas tenían a su disposición interesantes incentivos fiscales para poner en funcionamiento las industrias de transformación de maderas.

            En esta región, en nombre del progreso y de la seguridad nacional, los grandes grupos organizados también se han dedicado a las actividades extractivas en la selva para generar riqueza a partir de la recogida de árboles.  Durante las tres últimas décadas la interferencia estuvo más bien orientada hacia las industrias locales, si bien a partir de la mitad de la década de los 90 comenzaron a entrar en el país de una forma más acentuada las madereras procedentes de Malasia, multinacionales con una gran capacidad productiva cuyo propósito es transformar la región en una gran zona exportadora de productos derivados de la industria maderera.

            Al contrario de lo que se pensaba antes de llevar a cabo las investigaciones del presente trabajo, Brasil se revela como un gran consumidor de maderas, puesto que, de acuerdo con los datos de la Cámara de los Diputados[34], el país consume más del 80 % de la madera producida dentro del mismo[35].  La madera serrada es el principal producto destinado al mercado interno, en tanto que los productos más elaborados se destinan a la exportación.  De acuerdo con estos mismos datos, de las maderas originarias de la Amazonia, el 10 % es consumido en la propia región, el 76 % es consumido en Brasil pero fuera de la Amazonia, y el 14 % es exportado a otros países.

            En la Amazonia se trabajan los troncos de acuerdo con métodos y procedimientos tradicionales, que dan lugar a serrados, aglomerados, laminados y chapados, si bien la mayor parte de las empresas madereras se dedican únicamente al serrado.  Las industrias del mueble que trabajan con productos acabados se encuentran ubicadas en el sur del país.  A este respecto, el Estado de Santa Catarina fue el mayor exportador de muebles de Brasil en el año 2002, con un porcentaje del 46’84 % sobre el total, seguido por el Estado de Rio Grande do Sul, al que correspondió un 31’24 %.

            Con todo, si en la actualidad Brasil exporta poco en términos relativos y consume la gran mayoría de las maderas que produce, lo cierto es que las proyecciones futuras apuntan a que el país se convertirá en un gran exportador de maderas serradas y sus derivados.  Mientras que Malasia e Indonesia en su conjunto vendían el 82’43 % de las maderas tropicales en 1989, en 1995 tan solo representaban un 72’01 % de la oferta en este mercado, lo que suponía un declive en términos relativos de participación del 10 %.  La principal novedad explicativa de esta situación fue la consolidación de la participación brasileña, que pasó del 2’20 % de 1989 al 8’05 % de 1995, y a más del 12 % en el año 2002.

            Ratificando estas previsiones, una gran cantidad de empresas de carácter multinacional han comenzado a realizar actividades en territorio brasileño durante los últimos años, cabiendo citar algunas como la Amaplac/WTK (originaria de Malasia), la Carolina/Rimbunam Hijau (de Malasia), la Compensa/Tianjin (de China), el Grupo Ghetal (de Alemania), el Grupo Mil (de Suiza), el Grupo HTS (de Malasia), la Mag.  Rimbunan Hijau (de Malasia), la Mag.  Madeira (de China), la Selvaplac (de varios países asociados), la Amacol/Samling (de Estados Unidos), la Edai/Mitsubishi (de Japón), y la Nordisk Timer Ltda.  (de Dinamarca), por poner tan solo unos pocos ejemplos.  Las empresas que han sido nombradas destacan en particular no sólo por su carácter transnacional, sino también por su capacidad productiva, que ha hecho que muchas de las mismas hayan pasado a controlar regiones muy vastas, con superficies de hasta 400.000 ha.[36].

            La presencia de estas empresas a las que acabamos de hacer referencia está transformando la región amazónica de manera radical, puesto que han pasado a dominar el mercado maderero, trabajando únicamente con las maderas nobles y más elaboradas.  Con todo, y de nuevo según los datos de la Cámara de los Diputados, de cada 13 empresas investigadas, 12 presentaban alguna irregularidad bien fuese en el plano medioambiental, fiscal y, sobre todo, laboral.  En este sentido, las empresas multinacionales llegan a Brasil con unos claros objetivos, como son sacar provecho de los incentivos recibidos del Estado brasileño, absorber las riquezas naturales y, de este modo, obtener el máximo beneficio posible de una forma fácil, recogiendo tan sólo los árboles talados con interés para el comercio de maderas.

            En cuanto al destino de las maderas exportadas por Brasil, en 1995 los principales países compradores fueron Japón (que representaba un 29’95 % del total), la Unión Europea (16’29 %), Taiwan (9’60 %), Corea del Sur (8’85 %), China (8’25 %), y Estados Unidos (4’0 %).  En el año 2000 las cosas habían, sin embargo, cambiado, pasando a ser Estados Unidos, España y Francia los principales compradores[37].

            Hoy en día se encuentran instaladas en la región amazónica en torno a las 6.000 empresas madereras, ya sea en uno u otro de los nueve estados sobre los que se extiende su territorio[38].  De éstas, más de 2.000 están situadas en el Estado de Pará, y 1.391 lo están en el de Mato Grosso.  De las empresas mato-grossenses, 789 están ubicadas en el norte del Estado y, más concretamente, 196 en el municipio de Sinop, que constituyó la zona principal de referencia a los efectos de las investigaciones realizadas en el presente trabajo.  No obstante, también se considera que aproximadamente una tercera parte de estas empresas se encuentran inactivas, habiendo paralizado sus actividades, pero no habiéndose dado de baja en los correspondientes registros.

            Otro factor que contribuye a elevar el número de empresas madereras de transformación inactivas es la constitución de las mismas de manera fantasma o ficticia, al objeto de burlar la legislación vigente en el país.  Así, por ejemplo, unas cuantas no son sino tapaderas para la realización de fraudes y estafas que permitan aumentar el beneficio de los defraudadores, al ser empresas paralelas a otras cuya documentación y actividades se encuentran en regla.  Las empresas ficticias nacen y dejan de actuar en el mercado al poco tiempo, a la vez que en seguida son establecidas otras, de forma que la fiscalización no consigue localizarlas y los ciclos de estafa se repiten.

            Para el sector de transformación de las maderas los incentivos fiscales resultan fundamentales, razón por la que muchas empresas se han trasladado a la región amazónica a fin de poder beneficiarse de los mismos.  La Superintendencia para el Desarrollo de la Amazonia[39], Sudam, creada en 1966 coincidiendo con los inicios del gobierno militar, fue el principal instrumento en manos del capital nacional y extranjero.  Su función fue la de diseñar y poner en práctica incentivos fiscales y financieros con la finalidad de atraer a los inversores privados.  Tales beneficios fueron puestos a disposición de los grupos organizados dispuestos a acometer empresas agropecuarias, mineras e industriales.

            La Amazonia se ha venido desarrollando durante las últimas décadas de acuerdo con los pilares establecidos por la política a la que nos acabamos de referir y otras análogas.  De este modo se implantaron grandes proyectos en la región de la mano de los grupos organizados que podían beneficiarse de las ventajas que les permitieron desarrollar sus actividades en la región con los recursos proporcionados por el Estado brasileño.  Como contrapartida, este mismo Estado no ofrecía nada a los pequeños agricultores, a los pequeños comerciantes, a los pequeños industriales, ni a la gran masa de la sociedad en general.  Los grupos beneficiarios de las subvenciones y el dinero públicos tenían cierta influencia en la política y en la economía y, de este modo, los recursos eran distribuidos entre quienes estaban de acuerdo con la dictadura, particularmente en el período comprendido entre 1964 y 1985.

            Los proyectos relacionados con la industria de la transformación de la madera fueron desarrollados de acuerdo con esta misma estrategia.  Así, entre 1966 y 2001 se totalizaron 550 grandes proyectos destinados a la región amazónica, distribuyéndose de la manera siguiente: 235 en el sector agropecuario, 160 en la industria, 112 en la agroindustria, y 43 en el sector de los servicios[40].  Muchos de estos proyectos surgieron con la finalidad de defraudar a la nación, puesto que recibían la primera parte del dinero y devastaban grandes extensiones, dado que ésta era la condición para recibir el segundo y el tercer plazo del mismo, abandonando seguidamente las actividades.  Si bien se obligaba a los proyectos no concluidos a devolver el dinero recibido, lo cierto es que tales circunstancias no tenían lugar sino después de varios años y sin abonar intereses y, lo que es más, transcurridos 10 años, prescribía el derecho del Gobierno a reclamar las deudas.  De hecho, hasta el día de hoy no se tiene noticia de ningún empresario que se viese obligado a devolver el dinero recibido, dado que los mecanismos legales siempre protegen a los capitalistas, y las leyes que los favorecen fueron hechas por el poder político que ellos mismos detentaban.

            En el año 2001 la Sudam fue disuelta a la vista de la gran cantidad de denuncias existentes en las que se veían implicados políticos y grupos económicos.  En estos episodios estaban envueltos lo mismo senadores que diputados, gobernadores, autoridades gubernamentales y empresarios[41].  Coincidiendo con la extinción de la Sudam fue creada la Agencia para el Desarrollo de la Amazonia[42], ADA, una maniobra política para omitir y camuflar los desvíos de fondos provenientes del Estado.

            De este modo, cabe afirmar que los mismos individuos que fueron denunciados como consecuencia de sus actuaciones en el ejercicio del poder público continúan activamente en la política, e incluso asumiendo importantes funciones en sus respectivos Estados, tanto de índole política como económica, y ello a pesar de que con la llegada al poder del nuevo Presidente de la República se está intentando moralizar al país y disminuir la corrupción.  En este contexto, la historia de la Amazonia se ha venido escribiendo a partir de los desmanes, la opresión y la falta de consideración para con los pueblos marginales y los desposeídos.  Desde tiempo atrás se establecieron dos posturas diametralmente opuestas: Por un lado, la de los grandes grupos económicos que recibían los beneficios y a quienes iba destinado el dinero público; en el otro extremo, la multitud de pobres que no tienen nada y son excluidos de la sociedad en la que viven.

            En este mismo orden de cosas cabe hacer la apreciación de que las empresas madereras asentadas en Sinop y en la región circundante son de tamaño grande, mediano y pequeño.  La gran mayoría de las mismas no tuvo acceso a los beneficios a los que se ha venido aludiendo, ya que éstos tenían como destino únicamente los grandes grupos con una cierta influencia en la política y en la economía.  De acuerdo con el representante del sindicato de madera en Sinop –la región que, como se ha dicho, constituye el centro de los estudios realizados– tan solo el 10 % de estas empresas pueden ser catalogadas como grandes, por cuanto emplean a más de 100 trabajadores cada una.  Por su parte, el 48 % son de tamaño medio, empleando entre 20 y 100 trabajadores, y el 42 % restante son pequeñas, lo que significa que emplean menos de 20 trabajadores[43].

            Aunque la constitución de estas empresas desde el punto de vista jurídico es reciente, la gran mayoría de las mismas tiene una maquinaria achatarrada y obsoleta.  Se trata de una vieja forma de defraudar y ocultar los beneficios a la nación, haciendo fusiones, incorporaciones, declarando situaciones de quiebra y llevando a cabo cierres para abrir nuevas entidades que permitan continuar la actividad empresarial.  A título de ejemplo, puede constatarse cómo en 1999 únicamente el 8’7 % de las empresas del sector de la transformación de la madera radicadas en Sinop tenían más de 15 años de actividad a sus espaldas.  En esta región las pequeñas organizaciones empresariales se encuentran subordinadas a las medianas y, sobre todo, a las grandes, ya que no poseen la infraestructura necesaria para poder subsistir por su cuenta, lo que hace que deban trabajar vinculadas a las grandes entidades.  Estas últimas desarrollan su actividad prioritariamente en relación con el proceso de algunos tipos concretos de madera, o bien se especializan en la fabricación industrial de chapados, laminados y aglomerados.

            Algunos tipos de madera que no sirven a los objetivos principales de las grandes empresas son transferidos a las pequeños establecimientos.  Como consecuencia de la adopción de esta estrategia, quienes dominan el mercado y la actividad industrial son los grandes empresarios, puesto que la comercialización muchas veces se lleva a cabo por cuenta de éstos.  En relación con los equipos de trabajo encargados de la tala y recogida de árboles muchas veces entra en escena un “gato”, que desempeña las mismas funciones de suministro de trabajadores que en el sector agropecuario.  Las grandes empresas son las que proporcionan los tractores, los camiones y, en general, toda la infraestructura así como el dinero necesarios para poder contratar operarios y hacer viable el trabajo.  Los trabajadores se comprometen, por su lado, a proporcionar toda la materia prima necesaria para la industria, como consecuencia del acuerdo entre las partes.

            En la lógica del desarrollo de la tala y recogida de árboles siguiendo estos planteamientos únicamente tienen interés las maderas nobles y de calidad, existiendo un gran desperdicio de maderas que contribuye a la devastación.  Durante los últimos años la Amazonia domina la producción nacional brasileña de maderas, con un porcentaje del 80 % sobre el total nacional.  Estudios llevados a cabo en la región ponen de manifiesto que, en el supuesto caso de que la recogida de maderas se realizase de manera selectiva, y a través del proceso de regeneración forestal, se podrían talar árboles a intervalos de 25 años, obteniéndose una producción de 25 a 50 m3 por ha.[44].  Para que esto pueda tener lugar es necesario disponer de un área adecuada para la tala y recogida anual multiplicada por 25.  Así, por ejemplo, si fuese necesaria la producción de 100 ha.  para abastecer anualmente a la industria, al multiplicar por 25 (25 x 100 = 2.500) se ve cómo resultarían necesarias 2.500 ha.  para así poder disponer de una producción continua a lo largo de cada uno de los años que constituyen un ciclo dentro del proyecto empresarial.

            Lo cierto, sin embargo, es que la tala y la recogida de árboles viene siendo realizada hoy en día en la Amazonia de cualquier manera, siendo bastante alarmantes los datos sobre el desperdicio de maderas.  Así, del total de troncos recogidos, se estima que 7 m3 por ha.  son perdidos tan solo en el momento del derribo de los árboles.  Otros 6’6 m3 de madera por ha.  son cortados pero no llegan a ser encontrados por parte de los equipos de arrastre, como buena muestra de la falta de planificación y de coordinación entre los equipos de tala y los equipos de arrastre[45].  Al final del proceso de elaboración, cada 3’5 m3 de madera recolectada da como resultado 1 m3 de madera serrada.  Si existiese planificación y coordinación entre todas las fases del proceso productivo, los rendimientos totales por m3 serían del 57 % en el caso de los laminados y del 47 % en el caso de las serrerías[46].

            Analizando los datos, cualquier empresario inteligente estaría encantado de poder obtener este beneficio a partir del desperdicio de aquellas maderas que quedaron perdidas en el camino.  Sin embargo, la realidad muestra cómo en la Amazonia el proceso de retirada de maderas se centra en el aprovechamiento económico somero de los árboles, para enseguida dar paso a la implantación de grandes proyectos agrícolas o ganaderos.  El gran proyecto concebido para la región es en realidad llegar a producir ganado de carne y soja de forma extensiva.  De hecho, en muchas ocasiones puede presenciarse cómo se lleva a cabo la tala intensiva de árboles sin aprovechar su madera, pudiéndose comprobar cómo en la Amazonia los proyectos forestales la mayoría de las veces sirven para agravar la depredación de la naturaleza y legalizar la deforestación.

            Como ejemplo al hilo de nuestra exposición puede citarse el caso de una empresa que posea 2.500 ha.  de área de influencia, la cual puede retirar los árboles existentes sobre la misma de una sola vez, y volver a trabajar con sus serrerías tras 25 años.  Debe tenerse en cuenta, no obstante, que la selva, cuando es nativa, resulta inmune a los incendios que pueda padecer la región, mientras que en el caso de haber sufrido la intervención de la mano del hombre en la recogida de árboles, y aún en el caso de que ésta haya sido llevada a cabo de manera selectiva, se hace vulnerable a esos mismos incendios.  Se trata, pues, de una forma de legalizar la situación de los madereros y de los propietarios de explotaciones agropecuarias, aliada con una fiscalización muchas veces connivente y corrupta, además de auspiciada por el proteccionismo político y económico, una de cuyas mayores manifestaciones son las leyes que protegen e incentivan todas las formas imaginables de agresión a los ecosistemas de esta vasta región.  Aunque también existen leyes que orientan, condicionan y determinan las acciones a llevar a cabo en la Amazonia, y éstas son muy claras y rígidas, también existen otros tantos mecanismos para burlarlas y proteger las irregularidades.

            Otro factor que llama poderosamente la atención es el laboreo y el robo de maderas como forma de aumentar los beneficios, así como la presencia de todas las irregularidades posibles en la actividad maderera.  De esta forma, los grupos económicos, además de expandirse gracias a todos los beneficios recibidos y a la estructura del Estado, cometen todo tipo de irregularidades como parte de la estrategia tendente al mantenimiento del negocio.  En el año 1996, el 92’3 % de las empresas evaluadas en la Amazonia estaban cometiendo algún tipo de irregularidad medioambiental.  Por su parte, en el año 2000, de los 30 millones de m3 de madera explotados en la región, cerca de 24 millones de m3 o, lo que es lo mismo, el 82 % del total, lo habían sido de manera irregular[47].

            En la región amazónica la organización del crimen se confunde con la propia organización del Estado, circunstancia que ha venido siendo favorecida con el transcurso del tiempo por la falta de transparencia de los órganos estatales que han propiciado la corrupción.  El objetivo de algunos madereros son las áreas indígenas, las áreas de preservación medioambiental o espacios protegidos, y las áreas de la Unión.  A tal efecto, la madera es retirada irregularmente, y después el sindicato del crimen organizado presenta una documentación falsa acerca del origen de la misma, para que incluso parte de la misma sea vendida con destino al mercado exportador.

            Tal y como ya fue avanzado, 93.620.587 ha.  de tierras en Brasil son el resultado de este tipo de pillaje y, de ese total, más del 95 % se encuentran en la superficie amazónica.  En aquellos casos en los que la madera no es robada, el precio pagado por ella a los líderes indígenas no coincide en absoluto con su valor de mercado, no llegando incluso a alcanzar el 10 % del mismo[48].  En este sentido, son las irregularidades en la comercialización de las maderas las que acaban determinando el precio de venta, así como haciendo inviables los proyectos de aprovechamiento sostenible y regeneración medioambiental.  El robo, el pillaje y todas las irregularidades que determinan el precio de las maderas en el mercado constituyen, de hecho, uno de los puntos fuertes de las investigaciones realizadas.  A la vista de todos estos planteamientos, se constata cómo resulta harto difícil que aquellas empresas que trabajan de forma regular puedan mantenerse en el mercado.

            Además de todo lo anterior, y según fue indicado anteriormente, existen empresas fantasmas, las cuales desempeñan un papel muy importante en la actividad del crimen organizado, al servir de tapadera para legalizar las exigencias medioambientales y fiscales ante el Estado.  En las áreas teóricamente prohibidas para la extracción de maderas existen algunas nobles como la caoba, árbol muy codiciado en los mercados exteriores[49].  De acuerdo con datos suministrados por la organización ecologista Greenpeace, en el año 2001 la caoba era adquirida al precio de 30 US$ el m3 en las tierras de los indios Kaiapó, para ser posteriormente revendida hasta llegar a alcanzar los 1.390 US$ por m3, yendo destinado el 70 % de esta madera noble al mercado exportador.

            Toda esta trama sólo resulta posible gracias a la connivencia y a la corrupción de los órganos encargados por el Estado de proteger y prestar asistencia en la región, lo que hace que el crimen organizado adquiera proporciones y ramificaciones estratégicas de mucha consideración.  De acuerdo con los datos manejados por los propios madereros, el pillaje, el robo y la deforestación irregular determinan el precio de referencia de la madera, proporcionando ventajas en torno al 30 % o al 40 % con respecto a la procedente de la tala legal[50].  Estas son, pues, las condiciones en las que se desenvuelve la actividad de las industrias de transformación de la madera en la Amazonia.  Las irregularidades son las que determinan el valor comercial tanto de la madera en bruto como elaborada, indicando asimismo quién puede permanecer dentro de esta industria y quién no.

Capítulo IV.  La Superexplotación de la Fuerza de Trabajo en la Industria de la Transformación de Maderas:

4.1.  El Ejército Industrial de Reserva y la Explotación del Trabajo

4.2.  La Explotación y la Plusvalía

4.3.  La Superexplotación de los Trabajadores en el Sector de Transformación de Maderas

4.4.  Las Mujeres y los Niños, Víctimas de la Explotación Laboral

4.5.  La Falta de Entrenamiento, la Seguridad en el Trabajo y la Violencia

4.6.  El Salario y la Vida Social en la Superexplotación Laboral


            Una vez que se dispone de una visión genérica que permita entender la situación de la Amazonia en términos generales, así como la estructura y la forma de llevar a cabo sus actividades en la industria de transformación de la madera en particular, estamos en condiciones de pasar a describir las condiciones reales en las que vive la fuerza de trabajo que presta sus servicios en esta última.  Los capitalistas, al expandir sus negocios en la gran región amazónica, buscan acumular riqueza, en este caso concreto bajo el amparo de los beneficios fiscales y las infraestructuras proporcionadas por el Estado, en especial a partir de 1964.  Al inicio de todo el proceso, la mano de obra era escasa y muy valorada, a causa de la escasa cantidad de trabajadores que permitían oxigenar la producción.

            A la vista de dicha situación, se hizo necesario constituir un ejército industrial de reserva en la región para, de este modo, poder regularizar las condiciones de trabajo y mejorar las tasas de beneficio obtenido por las empresas.  A este respecto, se llevó a cabo un gran esfuerzo por parte de los capitalistas y del propio Estado en el sentido de transferir un gran contingente de individuos desposeídos y marginales desde otras regiones del país para servir como fuerza de trabajo en las empresas madereras de la Amazonia.  Esto se hizo porque dentro de la lógica capitalista de la producción existe una cierta relación de dependencia entre el trabajo y el capital, ya que uno no puede sobrevivir sin el otro.  De nada sirve tratar de llevar adelante empresas orientadas hacia la producción de mercaderías únicamente con capital, si no existe una fuerza de trabajo que haga viable dicha producción.  Consecuentemente, ambos factores establecen entre sí un vínculo de dependencia, de acuerdo con el cual uno no puede desarrollarse sin el otro.

            La disposición de un ejército industrial de reserva regularizado constituye uno de los puntos álgidos en el desarrollo de las estrategias del mundo del capital, puesto que dicha regularización es la que hace posible plantearse una segunda etapa dentro de la lógica capitalista, cual es la explotación de la plusvalía de la clase trabajadora[51].  En este sentido tuvo lugar el empeño de los grupos organizados en asentar ciudades próximas a los emplazamientos de las explotaciones agropecuarias y de la industria de transformación de maderas, siempre con el objetivo de tener más trabajadores ociosos que puestos de trabajo y salarios disponibles.  Esto fue lo que ocurrió en la Amazonia y, tal y como ya ha sido comentado anteriormente, la población creció espectacularmente a lo largo de tres décadas, hasta llegar a superar la cifra de los 21 millones de habitantes.

            El esfuerzo conjunto del capital y del Estado se llevó a cabo con mucho éxito en relación con esta estrategia, cumpliéndose las expectativas de ambos.  Con la disponibilidad de un ejército industrial regularizado, el capitalista puede plantearse la etapa más importante del proceso productivo, como es la producción de mercaderías a través de la plusvalía.  De generalizado conocimiento resulta el hecho de que la empresa únicamente puede subsistir y acumular capital por medio del beneficio, siendo éste el punto en el que la explotación de la fuerza de trabajo resulta determinante para favorecer la concentración de capitales.  De este modo se hace necesario que las jornadas de trabajo sean prolongadas e intensivas, así como reducir los salarios percibidos por la clase trabajadora, siendo precisamente las horas excedentarias, la intensificación del trabajo y la reducción de los salarios los que determinan la tasa de beneficio de la empresa.

            La descrita es una lógica capitalista aplicable en los casos en los que existen trabajadores y procesos productivos, puesto que el salario sirve para la subsistencia de la fuerza de trabajo, así como para que se pueda disponer de más trabajadores, de cara a poder hacer frente a futuras necesidades en este plano.  En los países periféricos las condiciones son bastante diferentes, y tratándose de la Amazonia la situación se agrava incluso un poco más, puesto que se sale de una condición de explotación para pasar a vivirse en una condición de superexplotación.  No se trata sino de un estadio avanzado del capitalismo periférico, que logra ir más allá de la explotación normal de la clase trabajadora.

            Toda esta táctica se refleja en el tratamiento otorgado a la fuerza de trabajo, que pasa a ser víctima de todo tipo de malos tratos.  El trabajador convive con unas pésimas condiciones en el lugar de trabajo, tales como máquinas achatarradas, falta de equipos de seguridad, jornadas intensivas y prolongadas, falta de higiene, ausencia de condiciones de habitabilidad, endeudamiento por anticipado, falta de cartillas de trabajo registradas y de beneficios sociales, crímenes y muertes.  La superexplotación en la Amazonia es el resultado de la generación de plusvalía absoluta y de plusvalía relativa, así como de la apropiación de una parte del trabajo necesario para la subsistencia y reproducción de la clase trabajadora[52].  A la vista de las perspectivas, la fuerza de trabajo se reproduce a unas tasas por debajo de los valores normales necesarios.  Este, relacionado con las formas en que se pone en práctica la superexplotación de la fuerza de trabajo, es también uno de los puntos más destacados de las investigaciones llevadas a cabo en el presente trabajo.

            En la actualidad evidencias que ponen de manifiesto la superexplotación de los trabajadores pueden ser vistas en la realidad del día a día: Las casas cedidas por la empresa de transformación de maderas, puesto que el trabajador, al tratarse de un desposeído, no consume, viéndose obligado a residir en las casas propiedad de la empresa; la concentración de la renta en el país, que impide que haya una demanda a nivel nacional de viviendas por parte de los trabajadores, incluso aún cuando exista un déficit en este mercado; los accidentes de trabajo y las situaciones de impunidad para quienes no observan la legislación vigente en el país; la no necesidad de que el trabajador consuma para que el capital transforme las mercaderías en riqueza, ya que una parte de la élite consume; las relaciones laborales establecidas a través del sistema “gato” pueden incluso llegar a desaparecer con la terciarización del trabajo, pero la superexplotación continúa por ser una relación de trabajo necesaria para los intereses de los capitalistas; la esclavitud puede haber acabado, pero no la superexplotación, aunque ésta también sea una relación absurda y anticuada.  Todas éstas y otras tantas evidencias y comparaciones pueden ser puestas de manifiesto para demostrar la existencia de superexplotación en el trabajo en la Amazonia.

            Entender todo lo anterior es necesario para poder comprender las relaciones de trabajo existentes en el sector maderero sinopense.  Así, todo el proceso de apertura de claros y recogida de árboles que tiene lugar en la región viene acompañado por un tratamiento enriquecido por una explotación adicional de la mano de obra utilizada.  Los métodos aplicados resultan peculiares, caracterizando la superexplotación de la fuerza de trabajo, con una amplitud táctica sólo conseguida en la Amazonia brasileña en cuanto a sus índices de intensidad, por la forma en que tuvo lugar la implantación del proceso productivo expansionista en la región a partir de 1964.  Este tipo de relaciones pueden ser apreciadas con claridad en todas las fases del capitalismo dependiente, sobre todo en el proceso de transformación de maderas que tiene lugar en la Amazonia.

            Resulta necesario poner más en claro las condiciones a las que son sometidos los trabajadores que prestan sus servicios en las empresas de transformación de maderas, dado que el 72’23 % de los trabajadores y sus familias residen dentro del área destinada a los procesos productivos en casas cedidas por la empresa, conviviendo con todo tipo de máquinas y equipamientos.  Unos y otras se ven así obligados a convivir con el barullo propio de la actividad productiva, las basuras acumuladas, los humos y, en general, un elevado peligro de accidentes de todo tipo.  En este sentido, aproximadamente dos terceras partes de la madera que llega a los procesos de transformación se convierte en basura, quemada en las inmediaciones de la empresa en el 85’72 % de los casos de las empresas investigadas.  Más aún, este proceso fue estimado como con un grado de peligro alto para las familias en el 65’71 % de los locales.

            En lo que se refiere al trabajador, este convive doblemente con el peligro de accidentes, en su casa y en el proceso productivo, resultando de riesgo, por ejemplo, las instalaciones eléctricas en el 54’28 % de las empresas.  En estos lugares los trabajadores son vigilados en todo lo que hacen a lo largo del día a día, para así someterlos a control, así como para hacerlos sumisos y obedientes.  A cambio del beneficio u oferta realizada por los empresarios del ramo maderero que es la casa cedida, los trabajadores se olvidan de sus derechos, agradecen el favor recibido, viéndose obligados a dejar de reivindicar sus derechos de trabajadores y de ciudadanos, consecuencia también de la vigilancia del patrón con la que conviven 24 horas al día.  En estos locales la pobreza viene acompañada por un alto grado de miseria, que alcanza a los sentimientos de impotencia e inercia.

            Tal y como se pudo constatar, tan sólo en torno al 50 % o al 60 % de los trabajadores de la industria transformadora de maderas o de la recogida de árboles poseen una cartilla de trabajo firmada y, de éstos, en el 73’50 % de los casos el salario registrado era inferior al recibido[53].  Esta práctica es una forma de defraudar al Estado y que, al mismo tiempo, perjudica a los trabajadores cuando éstos necesitan de prestaciones tales como las que les corresponden en caso de accidentes laborales o de jubilación, entre otros supuestos.  La afiliación sindical de los trabajadores tiene lugar en el 48’82 % de los casos.  El control por parte de los órganos del Estado es muy deficiente y precario, siendo bajo el número efectivo de controladores para verificar situaciones en áreas geográficamente muy extensas.  Por todo ello, el trabajador se ve obligado a convivir con la omisión, la connivencia y, en muchos casos, la corrupción de quien debe velar por el cumplimiento de sus derechos y obligaciones.

            Otro factor que llama la atención es el alto índice de mujeres y de menores que trabajan.  En el caso de las mujeres, éstas representan el 24’60 % del total de trabajadores en el sector de actividad, mientras que los menores y los niños suponen el 11’20 %.  Este dato resulta aún más sorprendente, si cabe, por el hecho de que se trata de tareas que tradicionalmente venían siendo realizadas únicamente por hombres adultos[54].  La estrategia de los capitalistas a este respecto se basa en la cuestión de cómo reducir el valor de la mano de obra utilizada y, como las mujeres, los menores y los niños reciben un salario menor, de esta forma se reduce el nivel remunerativo de los restantes trabajadores.

            Los menores y los niños que se encuentran en una situación de trabajo irregular son encubiertos por sus padres y por sus patrones.  Mientras que los primeros lo hacen para conseguir un salario más que les permita hacer frente a las dificultades de la subsistencia, los segundos lo hacen para obtener un mayor beneficio.  Siguiendo esta lógica, el sector de transformación de maderas ha pasado a ocupar el trabajo de la familia entera por el valor en todo momento de un único salario de subsistencia.  Las mujeres, los menores y los niños se han constituido así en las víctimas más recientes del proceso de superexplotación de la región[55].

            La región amazónica presenta elevadas tasas de analfabetismo y de personas semi-alfabetizadas, a lo que contribuye lo indicado en el párrafo anterior, puesto que de esta forma se quita a los menores y a los niños la posibilidad de acudir con frecuencia a la escuela.  Por otra parte, el maderero no necesita trabajadores con estudios, sino que basta con que éstos tengan la fuerza física suficiente como para realizar las operaciones manuales que les son encomendadas, ni tampoco necesitan operarios entrenados y cualificados, pues cuando alguno sufre cualquier tipo de accidente, basta con poner otro que ocupe su lugar.

            La violencia en el trabajo es también el resultado de la falta de seguridad y de cualificación, puesto que el 71’9 % de las empresas no ofrecen programas de capacitación.  En este sentido, una exposición somera de las etapas en el sector de transformación de maderas conjuntamente con el riesgo de accidentes de trabajo en cada una de ellas nos indicaría lo siguiente: Los trabajadores están expuestos al máximo riesgo de accidentes de trabajo en la extracción de árboles, el serrado y el procesado de las maderas; el riesgo de accidentes es medio en las actividades de arrastre de los árboles y rodado de los troncos en las serrerías; y finalmente ese mismo riesgo es menor en la carga de los troncos, el transporte hasta la sierra, la descarga de los mismos en ésta, y la carga del producto listo para su comercialización.

            El proceso de transformación de las maderas expone a los trabajadores a todos los riesgos de accidentes de trabajo imaginables, puesto que no se respetan las reglas básicas ni siquiera en la tala de árboles.  Así, quienes manejan las motosierras no están debidamente cualificados para trabajar con estas máquinas, y las ropas y los equipamientos resultan inadecuados para llevar a cabo las operaciones que éstos trabajadores desempeñan.  El trabajo de recogida de los árboles suele estar comandado por un suministrador de mano de obra de los conocidos como “gatos”, figura a la que ya se ha hecho alusión con anterioridad, el cual no orienta a los trabajadores en cuanto a los procedimientos correctos para evitar los accidentes laborales.  De hecho, cuando un trabajador sufre un accidente, aquí comienza su dilema, puesto que el “gato” desaparece, el maderero no asume responsabilidad alguna por el hecho de no haber sido él quien le contrató, y de esta manera se pierden muchas vidas en el proceso laboral[56].

            Además de todo lo anterior, los trabajadores conviven en condiciones muy deficientes en los alojamientos en la selva, construidos de manera improvisada, y vulnerables al ataque tanto de insectos como de animales.  Las condiciones en que se encuentran las carreteras y los camiones que realizan el transporte de las maderas suponen otro riesgo en sí mismas para los trabajadores, puesto que muchas veces éstos son transportados encima de la carga de madera, con lo que se ven expuestos a lo largo de todo el trayecto hasta llegar a las sierras.  Al llegar a las sierras la falta de consideración para con los trabajadores continúa, puesto que el 54’28 % de las instalaciones no ofrecen las mínimas condiciones de trabajo[57].  En lo tocante a la higiene y a la limpieza, el 80 % de las empresas no cumple unos requisitos mínimos, y las máquinas y los equipamientos industriales suponen un riesgo para los trabajadores que las manejan en el 94’29 % de los casos.  También pudo constatarse cómo en el 82’86 % de las empresas no existen carteles o señalización alguna que indique los lugares de mayor riesgo de accidentes de trabajo[58].

            Este es el proceso de superexplotación en el que el trabajador no recibe el trato adecuado.  En lo tocante a los incendios, teniendo en cuenta que los residuos de madera son quemados en las proximidades de los lugares de trabajo y de las casas de los trabajadores, resulta sorprendente que tan solo pudiera hablarse de la existencia de algún tipo de extintor o similar en el 25’71 % de las empresas.  En este mismo sentido, también pudo constatarse cómo las Comisiones Internas de Prevención de Acidentes[59], o Cipas, obligatorias por Ley en función del número de trabajadores y del nivel de riesgo de la actividad, estaban presentes tan solo en el 14’71 % de las organizaciones, y los técnicos de seguridad únicamente existían en el 7’48 % de los casos objeto de análisis y estudio en la presente investigación[60].

            El resultado de todo este despropósito es el alto índice de siniestralidad laboral existente, ya que los datos demostraron cómo el 84’26 % de los trabajadores entrevistados ya había sufrido algún tipo de accidente.  El uso de equipos de seguridad en el trabajo es una exigencia legal para proteger a los trabajadores, y tales equipos deben serles suministrados gratuitamente por parte de la empresa, si bien lo que acontece en la realidad es muy diferente, puesto que rara vez se encuentra a alguien que utilice tales equipos, siendo el empleado quien debe adquirirlos en el 37’73 % de las empresas analizadas[61].  En la Amazonia el trabajador es víctima del proceso productivo, tal y como puede constatarse en las madereras sinopenses.  Se trata de un aniquilamiento de la clase trabajadora, una muestra práctica más de la superexplotación de la fuerza de trabajo, convirtiendo tanto a los hombres, como a las mujeres y a los niños en víctimas del proceso capitalista que actúa en la región con saña desvariada para obtener más y más beneficios a costa de la clase trabajadora.

            La cuestión salarial es un caso aparte en la industria maderera.  Lo más común es atrapar a los trabajadores por medio del mantenimiento de deudas y salarios insuficientes, para tenerlos dominados, controlados y oprimidos, confinados en los lugares en que se desarrolla el proceso productivo y en casas cedidas a los mismos.  Con todo, el valor de la fuerza de trabajo viene determinado por el valor de los medios de subsistencia, necesarios para desarrollar y perpetuar la especie.  Tal y como ya fue indicado, el capitalista en este proceso también se apropia de una parte del trabajo necesario para la subsistencia y reproducción de la clase trabajadora, lo que hace que los proletarios pasen a trabajar por un valor inferior al de la cobertura de sus necesidades básicas, siendo impuestas las condiciones de superexplotación, que más parecen destinadas al aniquilamiento del colectivo, y no tanto para facilitar su desarrollo[62].

            De este modo, en la Amazonia brasileña se agravan progresivamente las diferencias sociales de quienes a lo largo de la historia fueron tradicionalmente marginalizados y desposeídos, formándose dos extremos sociales distintos.  Por un lado, nos encontramos con aquéllos que lo tienen todo gracias a la concentración de las tierras y de los capitales y, de otro, con la gran multitud de los que nada tienen, que viven en torno al umbral de la pobreza e, incluso, por debajo de éste.  Bajo esta perspectiva, la región se presenta en los inicios de este nuevo milenio como envuelta en un proceso violento de expropiación del hombre y de la naturaleza, que se concreta en un proyecto victorioso del capital en connivencia y colaboración con el Estado.

            Es así como el proyecto capitalista se ve fortalecido cada día que pasa a partir de la lógica de la acumulación de capitales.  De acuerdo con estos planteamientos, la consecución de los objetivos de la élite dominante tiene lugar en detrimento de las oportunidades de los restantes actores sociales que conforman el complejo espacio social de la Amazonia, convirtiéndose la mayor parte de los trabajadores en sin-tierras, carentes de perspectivas de trabajo y de una vida digna.

            Con todo y con eso, la “miel” es localizada cada día en la región, y ello a pesar de que en el marco de la actual coyuntura el proletario carezca de la posibilidad de acceso al brillo que representa la luz, la paz y la esperanza de su liberación.  No obstante, la esperanza de que un día pueda llegar hasta esa “miel” debe permanecer viva, y de este modo el trabajador puede vislumbrar la posibilidad de su encuentro, dado que para la lógica del capital es necesario mantenerlo empobrecido y empeñado, pero no mísero.  Los pobres mantienen encendida la llama de la producción, movidos por la posibilidad de tener algún día acceso al bote de la “miel”, lo que constituye el objetivo constante de su búsqueda.  Si el trabajador se viese reducido a la miseria, dejaría de luchar y perdería todo interés en la búsqueda del valioso producto y, de esta forma, no podrían reproducirse los esquemas capitalistas de producción.  De este modo, tras una etapa más de búsqueda y derrota, al no haber sido posible llegar a alcanzar la dulce “miel”, queda la certeza de que ésta existe, así como de que son pocos quienes llegan alguna vez a poder alcanzarla.

            De hecho, la “miel” existe realmente, si bien el proyecto diseñado por el mundo capitalista en la región amazónica impide de una forma prácticamente definitiva a la clase trabajadora el poder llegar a alcanzarla y poseerla.  Las reprobaciones sucesivas a lo largo de la historia han seguido más de una vez la lógica de la concentración, puesto que la centralización económica es un fruto enigmático que va a parar a las manos de unos pocos privilegiados, y la expansión regional brasileña acaba en los límites geográficos del país.  El trabajador llega al final del espacio territorial, y allí se encuentra con que la “miel” de la Amazonia ya tiene dueño, puesto que pertenece a los grandes bloques económicos nacionales e internacionales.  Así, la saña desvariada del mundo capitalista y concentrador se manifiesta una vez más, robando a los trabajadores la última esperanza de llegar a encontrar la “miel” en la Amazonia, la última frontera de las esperanzas de los individuos marginales y desposeídos.  Con todo, la vida debe proseguir...

Conclusiones:

Conclusiones a partir de los Estudios Realizados

Futuras Líneas de Investigación


Conclusiones a partir de los Estudios Realizados

            Al concluir la exposición acerca del proceso de expansión capitalista acaecido en la Amazonia brasileña, resulta necesario entenderlo como parte del movimiento de acumulación capitalista que se produce a escala mundial.  Los movimientos llevados a cabo en la región vienen determinados por el comercio mundial a través de las diferentes fases de ocupación y de los intereses del complejo capitalista mundial.  Dentro de este macroproceso, la ocupación de la Amazonia se encuentra aliada con los propósitos expansionistas para producir excedentes de los grandes grupos económicos nacionales e internacionales.  De este modo, la internacionalización de la región amazónica se debe al abanico de posibilidades disponible para las empresas económicas, en forma de actividades extractivas minerales y forestales, así como por la posibilidad de articulación con los proyectos agropecuarios promovidos por la élite política y económica del país.

            Las diferentes fases del proceso de ocupación de la Amazonia, por medio de la implantación en esta área de los grandes grupos económicos, se encuentran determinadas por los intereses del capital, siendo apoyadas por el Estado brasileño.  Este hecho resulta particularmente evidente en la época posterior al golpe militar que tuvo lugar en 1964, momento en el que la dictadura fue la que coordinó y orientó las acciones de ocupación.  Con los militares en el poder se intensificó la ocupación de los “espacios vacíos”, amparada en la disciplina y el argumento, o más bien pretexto, de la “seguridad nacional”.  De este modo, las tierras de la región amazónica han venido siendo distribuidas arbitrariamente entre los grupos económicos nacionales e internacionales, en detrimento de la gran masa de desposeídos y de la población marginal del país.  Así, los intereses económicos, apoyados por el Estado, son los que pasaron a determinar el conjunto de las estrategias de ocupación del nuevo espacio territorial.

            La dictadura –al frente de los intereses de los burgueses– negó el derecho de los ciudadanos de las clases marginales, a lo largo del devenir histórico, de poder acceder a la posesión de la tierra.  Tales derechos fueron reconducidos por determinaciones e influencias del poder de los grupos económicos, en las que el capital monopolista estableció las relaciones de exclusión social de los demás grupos de población que llegaran a la región amazónica.  El plan de ocupación capitalista alcanzó unos altos niveles de organización y de consecución de los objetivos pretendidos por la burguesía, puesto que el Estado fue puesto al servicio de los grupos capitalistas.  Dentro de esta dinámica, el Estado y el capital determinaron de forma conjunta las organizaciones colectivas, utilizando para ello métodos autoritarios y violentos contra las masas.

            La dictadura proporcionó incentivos fiscales a los grupos económicos, poniendo a su disposición toda una serie de beneficios a fin de estructurar y hacer viables los proyectos instalados en la región.  Todo esto resultó posible gracias al proyecto Sudam, así como por la acción de otros órganos de gobierno al servicio del capital monopolista.  Por otro lado, la estrategia acordada entre el capital y el Estado tenía por objeto asfixiar la lucha de la clase trabajadora, deteniendo y torturando a los descontentos, lo que permitió aumentar la tasa de plusvalía.

            Además de tales beneficios, al capital le fueron ofrecidos otros favores, tales como: tierras a bajos precios; pillaje de tierras de la Unión, tierras indígenas y tierras de los posseiros; abundancia de recursos naturales y evasión de impuestos.  De este modo se conformó la estructura necesaria para transformar la región amazónica en un área de interés para los grupos económicos, ya fuesen éstos de procedencia tanto nacional como internacional.  Así, la región se convirtió en un área de libre acceso para los grupos económicos, que adquirieron vastas extensiones de terreno para llevar a cabo sus actividades de producción, o bien para su revalorización y la consecuente especulación inmobiliaria.

            De acuerdo con los datos manejados por la Cámara de los Diputados en 1998, entre 1960 y 1996 la población de la región amazónica creció en un 229 %, pasando de un total de 5.693.545 a 18.748.490 habitantes.  Según las estimaciones del IBGE, la población de la Amazonia Legal había alcanzado los 21.056.480 habitantes en el año 2001.  Este fenómeno del espectacular aumento poblacional denuncia la concentración de la posesión de la tierra, puesto que, de acuerdo con Martins (1995: 97)[63], en 1975, en plena dictadura en el país, apenas el 0’2 % de las tierras de la región amazónica se encontraban en poder de explotaciones de menos de 100 ha., mientras que el 99’8 % de las mismas estaba en manos de explotaciones de más de 100 ha.  y, dentro de éstas, el 75 % correspondía a explotaciones de más de 1.000 ha.

            El reparto de las tierras se hizo de tres formas principales: la primera, a través del INCRA; la segunda, por medio de empresas de especulación inmobiliaria; y la tercera, por la vía de la posesión espontánea.  De las tierras repartidas a través del INCRA pocas fueron a manos de los pequeños propietarios agropecuarios, e incluso muchos de los beneficiados con pequeñas extensiones de terreno se vieron obligados a abandonarlas por falta de infraestructuras, ya que recibían un trato muy diferente del otorgado a los grandes grupos económicos.  Los asentamientos llevados a cabo a partir de la iniciativa de las empresas privadas se orientaban hacia quienes tenían alguna posesión o disponibilidad financiera, dado que se precisaba una cierta cantidad de dinero para adquirir terrenos.  Finalmente, el acceso a la tierra por la vía espontánea tampoco acabó produciendo los efectos esperados, al ser los nuevos propietarios víctima de la violencia generalizada promovida por parte de los grupos organizados, que contaban en todo momento con el apoyo del Estado dictatorial en su propósito de expulsar de las tierras a quienes las ocupaban.

            Una gran parte de las tierras de los pueblos indígenas amazónicos y de los posseiros fueron expropiadas por medio de la violencia practicada por los grupos económicos, auxiliados por el Estado y sus prácticas represivas.  Durante este proceso, estos pueblos fueron olvidados por los poderes públicos, siendo la indiferencia la respuesta a su situación, reflejada en la connivencia con las actitudes del capital, que los eliminó de la tierra de forma violenta.  En el transcurso de este tipo de episodios, fueron miles los posseiros y los indios que perdieron sus vidas.  Quienes lograron escapar de la muerte quedaron confinados en los límites de la tierra, o se vieron obligados a adaptarse a la vida urbana y a servir como fuerza de trabajo.  De las pocas tierras que aún continúan supuestamente en posesión de grupos tribales indígenas, muchas de ellas están sin demarcación alguna, dado el interés existente en extraer sus riquezas por medio del pillaje.  Esta es la verdadera razón que impide la delimitación de estas áreas, que de esta forma resultan vulnerables frente a los intereses de los grupos económicos, sin que se de protección alguna a los pueblos silvícolas.

            Por otro lado, para la gran mayoría de los integrantes de los colectivos marginales del país que pretenden llegar a poseer tierras restan dos alternativas en su búsqueda de la “miel”: convertirse en proletarios al servicio de alguno de los proyectos económicos instalados en la Amazonia; o hacerse habitantes urbanos, a fin de dotar de la estructura necesaria a las ciudades prefabricadas.  Estas ciudades desempeñan el papel de centros del capital en la región, siendo éste el fin para el que muchas de ellas nacieron, haciéndose importantes dentro de la lógica del sistema expansionista implantado en este territorio.  De esta forma, a los marginados procedentes de otras regiones de Brasil que emigraron a la Amazonia no les quedan otras opciones que las de convertirse en víctimas de la explotación del trabajo.

            En cuanto respecta a los empresarios del sector maderero, éstos han pasado por una nueva definición estructural.  Con la entrada en escena de grandes grupos económicos del sector procedentes de Asia en la Amazonia a partir de mediados de la década de los 90, se generaron nuevas perspectivas en el sector: la primera de ellas fue un acusado aumento en la devastación de la selva y la posibilidad de una invasión de este tipo de empresas multinacionales en el transcurso de los próximos años; la segunda, la eliminación progresiva de las pequeñas y medianas empresas, a causa de las nuevas tecnologías que comenzaron a ser implantadas, así como por la competitividad del mercado y la legislación más rigurosa en relación con el funcionamiento de las empresas; la tercera, la formación de cárteles regionalizados, con poder político y económico; y la cuarta, una alteración del paisaje, transformando las áreas de extracción en proyectos agropecuarios.

            Hoy en día existen más de 6.000 empresas madereras en la Amazonia, siendo posible que esta cifra se vea reducida a la mitad en los próximos años, como consecuencia de la entrada en juego de los mecanismos de exclusión implantados.  Esta circunstancia puede ser constatada ya en el año 2002, momento en el que se incrementó el control del Ministerio de Trabajo, lo que posiblemente puede ser visto como una estrategia de eliminación de las pequeñas y medianas explotaciones, por su falta de adecuación a la legislación laboral y medioambiental.  Con todo, la reducción de la cantidad de empresas que operan en la región no implica una disminución paralela de la producción y, mucho menos, del ritmo al que tiene lugar la devastación forestal.  El aumento de la devastación se encuentra relacionado con la entrada de los grupos multinacionales en la región, dada su capacidad productiva gracias a los medios tecnológicos de que disponen, así como por su necesidad de productos para abastecer al comercio mundial.  Este hecho puede ser constatado por la disminución progresiva de la producción de las madereras asiáticas y el aumento progresivo del mismo en el caso de las madereras de la Amazonia.

            Otro factor que debe ser tenido en consideración es la determinación del precio de los productos derivados de la madera.  El precio de referencia en la región amazónica viene determinado por el pillaje de árboles en tierras indígenas, tierras de la Unión, y de reserva medioambiental, así como por el robo de manera generalizada.  También influye la capacidad de evasión de impuestos de la industria, principalmente a través de la existencia de empresas fantasma al servicio de los intereses de los grupos organizados, que son los responsables de la introducción de las notas más desagradables en el proceso productivo y de comercialización de maderas.  Tales prácticas perjudican a los empresarios que no recurren a este tipo de mecanismos y, sobre todo, a las arcas públicas a través de la vía de la evasión de impuestos, así como a la sociedad en general, que no es atendida en sus demandas, y al medio ambiente, a través de su devastación.

            Es muy posible que en las próximas décadas la devastación de la selva traiga consigo niveles elevados de desertificación en la región, lo que resulta factible si se tienen en cuenta las peculiaridades de los suelos de la Amazonia.  La gran mayoría de las tierras son pobres para el cultivo, siendo las selvas exuberantes las que poseen la capacidad de autosustentación merced a sus propios residuos, tales como ramas, flores y frutos.  Una vez retirada la capa protectora, la regeneración del suelo sólo es posible a largo plazo, viéndose gravemente comprometida la biodiversidad.  No obstante, y con todo y con ello, las madereras sólo desempeñan un papel secundario en la devastación, dado que la meta capitalista para la región son los proyectos agropecuarios.  El maderero llega primero, con el propósito de aprovechar el valor económico de las selvas, para después dar paso a los bueyes y a la simiente de soja, convirtiéndose así la región en un conjunto de explotaciones de monocultivo con destino al mercado mundial.

            En la Amazonia, con las madereras o sin ellas, la devastación se extiende a toda la región, si bien las explotaciones madereras son muy rentables y tienen su base en las vastas superficies forestales.  En muchos de los casos, los grupos agropecuarios de mayor poder económico, no persiguen al instalarse en la región el objetivo de aprovechar los árboles, sino que devastan el territorio pretendido para después quemar la madera y así facilitar la instalación de los grandes proyectos.  Esta es una práctica que se hizo muy común, sobre todo durante la última década.  Los grupos económicos, para no tener problemas en relación con la procedencia de los troncos, acaban por destruir la madera tras los procesos de deforestación.

            En esta misma línea, los proyectos de gestión forestal son una farsa, puesto que aunque estén previstos en la legislación, autorizan la recogida de árboles en todo el área a la que se extienden.  Esta estrategia hace vulnerable a la selva amazónica en su totalidad y legaliza la devastación.  Los proyectos para áreas protegidas, en la gran mayoría de las ocasiones, no pasan de ser palabras muertas o papel mojado, contribuyendo finalmente a la devastación.  Existen leyes que penalizan las agresiones a la naturaleza y marcan las pautas para la tala y recogida de árboles, pero no son respetadas, pues muchas de las explotaciones son el resultado del fraude, de la corrupción, de la omisión, de la astucia, del encubrimiento y de la connivencia de los órganos encargados de velar y controlar en nombre del Estado.  Todo esto resulta posible por la influencia que ejercen los grupos organizados, por medio del poder político y económico, en los territorios en los que se instalan.

            En este sentido, la devastación de la Amazonia es también sinónimo de la aniquilación de los pueblos indígenas de la selva.  Es preciso pensar, diseñar y dotar a la región de nuevas perspectivas en relación con el aprovechamiento de la biomasa, dotándola de valor económico y generando alternativas que vengan a contribuir a su preservación.  Dotar de valor económico a la selva minimizaría la devastación, contribuyendo a preservar el medio ambiente natural; pero es preciso ir incluso más allá, hasta socializar tales recursos con las poblaciones existentes allí donde éstos están.

            El aprovechamiento de la biomasa no se puede considerar como alternativa económica desde la sola perspectiva de la lógica capitalista.  Esta posibilidad debe ser asimismo considerada bajo el punto de vista de la lógica de la socialización de los frutos del aprovechamiento de ese potencial, en beneficio de la asistencia a los individuos marginados del país y, particularmente, de la asistencia a quienes dependen de las selvas como única alternativa para su subsistencia.  Hoy por hoy, el gran proyecto que se pretende para la región amazónica no sirve sino para consolidar la existencia de dos polos extremos: por una parte, para concentrar la renta y la riqueza en manos de unos pocos; y por otra, para generar pobreza y miseria para muchos.

            En el trato concreto otorgado a la fuerza de trabajo en la industria de transformación de maderas, las tácticas utilizadas han dado lugar a un nuevo concepto en el ámbito laboral, como es el de la superexplotación, consecuencia directa de la forma de contratar a los trabajadores.  El trabajo llevado a cabo dentro del sector viene en una gran medida a ser ejecutado a partir de la provisión de mano de obra por medio del sistema “gato”.  Así, la contratación de quienes se encargan de la tala y recogida de árboles se realiza por medio del endeudamiento previo de los trabajadores, acompañado por la ausencia de registro de las cartillas de trabajo y la existencia de jornadas sin límite de horas.  Además de eso, las condiciones de trabajo vienen determinadas por la sumisión, la dependencia, la coerción y la vigilancia.  Bajo esta modalidad de trabajo en la Amazonia brasileña, en las explotaciones vinculadas con las tareas extractivas no existe el trabajo libre.  En los lugares donde se realizan las tareas pueden constatarse formas de esclavitud, falta de respeto y destrucción de las perspectivas de vida de la clase trabajadora.

            En la industria de la transformación de la madera puede denunciarse la existencia de un cuadro de trabajo reprobable: Las plantillas de trabajadores se encuentran integradas por todos los miembros de las familias, ya que la inserción de la esposa y los hijos en el trabajo forma parte del dominio ejercido sobre el trabajador.  Lo que es más, cuando el industrial necesita más trabajadores, puede buscarlos en la pequeña agricultura, con lo que de esta forma se encuentra constituido un ejército latente de reserva.  Dentro de todo este contexto, los trabajadores del sector son personas simples, muchas de las cuales son analfabetas, y que, además, no reciben entrenamiento específico alguno, circunstancia que viene a facilitar incluso el desprecio hacia estos individuos, más aún si se tiene en cuenta que, pese a los agravantes que pudieran concurrir, los infractores suelen acabar impunes.

            Estos trabajadores son utilizados por parte de los empresarios de acuerdo con los caprichos de su voluntad, máxime si cada posible hueco es cubierto rápidamente por nuevos candidatos para ser admitidos en su lugar.  A cambio de su subsistencia, el trabajador se hace vulnerable ante la dominación capitalista.  Cuando éste interrumpe su vida laboral, ya sea por el excesivo esfuerzo físico desarrollado, por los malos tratos recibidos, o por haber resultado víctima de algún tipo de accidente de trabajo y haber perdido la capacidad productiva, queda sin tener a quién recurrir.  De este modo, al verse desvinculado del mundo laboral, muchas veces sin registro en su cartilla de trabajo, sin derecho a pensión de invalidez o de jubilación alguna, deja de ser asistido tanto por parte del empresario como del Estado.  El Estado se hace así culpable de omisión y de irresponsabilidad por no asistir a estos trabajadores, ya que la situación llega a este punto crucial en la vida de los mismos por la connivencia y el compromiso de los órganos públicos con los empresarios del sector, en detrimento de los intereses de la clase trabajadora.

            En la Amazonia, con carácter general, pero especialmente en el sector de transformación de la madera, se puede constatar la existencia de una relación capitalista de trabajo, llevada hasta sus extremos por medio de la superexplotación, que es la que hace operar las herramientas que dotan de esencia al capital, y sitúa al beneficio en primer plano.  Esto es posible gracias a los procedimientos con que son puestas en práctica las diferentes tácticas para extraer la plusvalía, pues, siguiendo este razonamiento, cuanto más excedente se obtiene del trabajador, más se deben poner en práctica las tácticas de superexplotación dentro de la lógica capitalista.  Bajo estos planteamientos tiene lugar la apropiación por parte del capitalista de parte del valor necesario para la subsistencia y reposición de nuevos trabajadores, y de este modo la clase trabajadora se reproduce con tasas en valores por debajo de lo normal.

            Dentro de toda esta dialéctica el trabajador no vislumbra salida alguna que apunte hacia soluciones en el conflicto entre el capital y la fuerza de trabajo.  Lo que existe es una relación de desigualdad entre clases sociales, acentuándose las diferencias entre dos extremos: una clase con la posibilidad de la acumulación de capital; la otra víctima de la superexplotación y con la finalidad de llegar a trabajar para poder subsistir.  Al margen de todo esto, las explotaciones capitalistas instaladas en la región amazónica generan mecanismos propios de control, haciendo a la fuerza de trabajo cada vez más dominada y más sumisa.  Los trabajadores comienzan a trabajar para mantener con deficiencias su poder de compra y, para sobrevivir, se someten a tener que hacerlo por un valor inferior al que en condiciones normales sería necesario.  La mano de obra descartada no tiene a dónde ir, y su situación se agrava cuando reside en casas cedidas por las empresas.

            La cesión de viviendas constituye una manera de hacer efectivo el control de la fuerza de trabajo, puesto que, a cambio de algunos beneficios, el trabajador queda obligado a vender toda su fuerza de trabajo, incluyendo la de su esposa y la de sus hijos, descartando toda y cualquier alternativa de educación, y contribuye a perpetuar a nuevas generaciones las técnicas de superexplotación al servicio de la reproducción del sistema y su dialéctica.  La condición de dependencia es el retrato de la relación de trabajo imperante en el sector extractivo de la madera.  Con todo, en la actualidad existen nuevas estrategias que están siendo adoptadas por los capitalistas, ya que la cesión de casas no resulta ya necesaria para mantener la producción, ni tampoco el hecho de contar con un ejército industrial de reserva, puesto que éste ya está formado y se encuentra regularizado en la región.  La nueva táctica pasa por desvincular las viviendas de los trabajadores, puesto que se ha iniciado la retirada de la fuerza de trabajo de las áreas industriales.  Esta estrategia, muy utilizada hasta hace pocos días, no resulta necesaria en adelante, puesto que la producción ya no depende de esta forma de sujeción de la clase trabajadora para lograr el mismo control que antes sobre la fuerza de trabajo.

            Aparte de todo lo anterior, en el sector se aprecia una tendencia hacia el incremento del trabajo femenino.  Las mujeres están siendo preferidas por los empresarios, al ser su trabajo más productivo y al estar mejor controlado, a la vez que remunerado por salarios más bajos, con lo que, consecuentemente, les proporciona un mayor beneficio en relación con el trabajo de los hombres.  Esto resulta posible en base a los avances tecnológicos y a los procesos de modernización experimentados por parte de algunas empresas.  De este modo el trabajo se hace más leve, resultando compatible con la complexión y la estructura física femenina.  Las mujeres, por otra parte, realizan las tareas con mayor rapidez, al ser más ágiles, y se adaptan mejor a los procesos productivos, resultando más polivalentes y contribuyendo a la viabilidad de las empresas del sector.

            El caso de los niños y de los menores que trabajan es diferente, puesto que se puede verificar la existencia de una nueva estrategia en relación con ellos.  Hasta hace poco tiempo el recurso a esta mano de obra resultaba útil sobre todo por la falta de trabajadores adultos y por los salarios más bajos con los que era remunerada.  Hoy en día, con la formación de un ejército industrial de reserva organizado por los empresarios del sector maderero, no es necesario recurrir a esta fuerza de trabajo, al haber trabajadores adultos disponibles, dispuestos a verse sometidos a trabajar a cambio del salario mínimo establecido.  Con todo, aún trabajan menores en gran cantidad, conforme a las necesidades de cada región.

            Tras observar la problemática general de la Amazonia, estamos en condiciones de señalar algunas conclusiones específicas del trabajo de investigación realizado en relación con las industrias del sector de la transformación de la madera.  Así, se pueden precisar diferentes formas y procedimientos que muestran la superexplotación existente en este sector por medio de la puesta en práctica de métodos mejorados para la inserción de la fuerza de trabajo en el proceso productivo.  El cuadro que se ha querido describir presenta condiciones de aniquilamiento en la relación entre trabajo y capital, al ser identificados puntos de extrema violencia, de agresión, de control, de sumisión, y de falta de respeto y consideración, que pueden tener lugar de la manera siguiente:

1) En el proceso de trabajo que tiene lugar en el sector maderero puede observarse la existencia de ocho etapas de trabajo diferentes, con niveles de riesgo de accidentes igualmente diferentes.  Estas etapas conllevan tres niveles de exposición de los trabajadores: exposición máxima al riesgo en la extracción de árboles, en el serrado y en el procesado de troncos; exposición intermedia en el arrastre de los troncos y en su rodado con destino a la sierra; y exposición con menos riesgos en la carga y transporte de los troncos, en su descarga, y en la carga de las maderas elaboradas.

2) Los residuos de madera que se queman en las proximidades de las casas y de los locales de las empresas de transformación provocan dolencias y enfermedades a los trabajadores y a sus familias, por ser quienes moran en las casas cedidas por la empresa que se encuentran junto a los lugares de trabajo.  Además de provocarles enfermedades respiratorias, tanto los niños como la totalidad de los miembros de la familia se ven sometidos a un riesgo constante y adicional por causa del fuego, ya que la quema indiscriminada es una realidad en más del 85 % de las empresas.

3) Las instalaciones en las que se llevan a cabo los procesos productivos no presentan condiciones de trabajo adecuadas.  Se trata de locales construidos de manera improvisada y que resultan inadecuados para las diferentes funciones laborales que se deben desarrollar en los mismos.  Asimismo se constatan deficiencias en las estructuras organizacionales que deberían ser las encargadas de proteger a la fuerza de trabajo en el día a día de la producción.  Las instalaciones sanitarias son de una pésima calidad y se encuentran de tal forma que no permiten atender las necesidades de los hombres, de las mujeres y de los niños que puedan precisar de su utilización en el quehacer diario.

4) En lo que concierne a la higiene y a la limpieza en los locales productivos, se puede constatar cómo el 80 % de las empresas no presentan condiciones mínimas en este aspecto.  En estos locales los trabajadores aparecen entremezclados con escombros de todo tipo y con los residuos del procesado de las maderas.  La disposición de los mismos no contribuye en absoluto a ofrecer condiciones adecuadas para el desempeño de las distintas funciones productivas, aumentando la propensión de los diferentes lugares a los accidentes de trabajo, y todo ello a mayores de la constatable existencia de una total agresividad y falta de respeto en relación a la mano de obra.

5) Las máquinas y los equipamientos productivos son viejos en el 94’29 % de las empresas del sector maderero, resultando anticuados y obsoletos, a la vez que representan un alto riesgo para los trabajadores.  Así, por ejemplo, son múltiples las partes que carecen de protección para los trabajadores, con puntos de agarre, corte y perforación al descubierto en el 91’43 % de las instalaciones.  El sector no invierte en máquinas y en equipamientos modernos, acordes con la normativa de seguridad, que protejan al trabajador que los maneja o utiliza.  Cabe afirmar que las máquinas no son adecuadas para el uso que se les da, puesto que son un factor de riesgo que provoca accidentes de trabajo.

6) Las instalaciones eléctricas no resultan seguras para los trabajadores ni para sus familias, ya sea en los procesos productivos o fuera de ellos, en el 54’28 % de los emplazamientos laborales.  Al tratarse de instalaciones desprotegidas y ser un factor más de riesgo, existe una constante preocupación por los accidentes con la electricidad, tanto en el trabajo como fuera de él.

7) Los trabajadores no son entrenados para llevar a cabo las tareas que les son encomendadas, ni tampoco reciben instrucción alguna en cuanto a técnicas de primeros auxilios.  Tampoco se les orienta en cuanto a la forma de manipular los productos químicos y tóxicos que son utilizados para el tratamiento de las maderas.  En caso de que tenga lugar un accidente y sea preciso evacuar el área (por ejemplo, en caso de incendio), los trabajadores no saben qué deben hacer para protegerse.  En este mismo orden de cosas, cabe señalar que sólo se pudo encontrar algún tipo de carteles de prevención de riesgos de trabajo en el 17’14 % de las empresas, y que solamente existían extintores de lucha contra el fuego en el 25’71 % de las mismas.

8) Por lo que se refiere a los equipos de seguridad para el desempeño de las tareas del día a día, pocos son los que hacen uso de los mismos.  Los trabajadores rara vez utilizan tales equipamientos, ya que no fueron entrenados para hacerlo y, cuando emplean algún tipo de equipo de protección individual, lo normal es que hayan sido obligados a comprarlo, aun cuando resultase obligación de la empresa el habérselo proporcionado.  De este modo, apenas el 49’05 % de los equipos utilizados fueron proporcionados gratuitamente, siendo la mayoría costeada por los propios trabajadores.  Hechos de esta naturaleza contribuyen a incrementar los índices de accidentes laborales, hasta el punto de que el 84’26 % de los trabajadores del sector maderero ya han sido víctimas de un accidente en al menos una ocasión.

9) El suministro de mano de obra llevado a cabo por medio del sistema “gato” es otra forma de explotación de la clase trabajadora, puesto que de esta forma no existen vínculos contractuales de carácter laboral entre la empresa y la mano de obra, resultando tales las condiciones de trabajo que permiten la utilización de tácticas para aumentarlo.  Las condiciones de trabajo en los emplazamientos productivos y el trato recibido por los trabajadores muestran considerables grados de refinamiento en cuanto a la forma de incrementar la plusvalía absoluta y la plusvalía relativa.  Las jornadas de trabajo en el sector maderero son prolongadas, intensas, y remuneradas con salarios cada vez más pequeños.

10) En el sector de actividad de la tala y recogida de árboles, aproximadamente el 50 % de los trabajadores carecen de registro de trabajo y, de los que lo tienen, el 76’77 % lo tienen inferior al que les correspondería, para de este modo burlar la legislación y engañar tanto a los trabajadores como al Estado.  Aparte de eso, la manera en que son tratados los trabajadores accidentados y sus familias es una muestra más de la tremenda desconsideración hacia los mismos por parte de las empresas, por el hecho de encontrarse en situación irregular, así como por la omisión y la connivencia de los órganos públicos con el cometido específico de orientar y proteger a los trabajadores.

11) Las condiciones de trabajo de las mujeres y de los niños, así como la falta de escolaridad y de órganos para asistirlos intensifican las relaciones de explotación laboral, de la mano de los bajos niveles salariales para estos colectivos, así como por métodos de pago tales como los vales-supermercado y los vales-farmacia, surgidos con la finalidad de extorsionar el dinero del trabajador dos veces: la primera, en el malpagado acto de trabajo; la otra, con ocasión de la adquisición de los productos que necesita para poder subsistir.

12) Las casas cedidas a los trabajadores por parte de las empresas tienen la función de servir como método para su control, sumisión, y pérdida de libertad, dando forma a una estrategia destinada a garantizar la disponibilidad de mano de obra para los procesos productivos.  Tales lugares se encuentran en pésimas condiciones de habitabilidad, y en ellos se aprecia una carencia total de infraestructuras básicas, tales como agua corriente y energía eléctrica, así como de cualquier mínima condición de higiene.

13) En el proceso de transformación de maderas la explotación de la fuerza de trabajo consigue llegar hasta niveles máximos de generación de plusvalía relativa y plusvalía absoluta, perfeccionando de esta forma las tácticas de concentración de capitales.  Aparte de lo anterior, el capitalista se apropia de una parte del valor del trabajo necesario para la subsistencia y la reproducción de la fuerza de trabajo, y en este contexto la clase trabajadora del sector maderero se ve obligada a reproducirse con unas tasas inferiores a sus valores normales.


Futuras Líneas de Investigación

            A partir de los resultados de los trabajos de investigación realizados pueden indicarse una serie de posibles líneas que orienten la realización de futuros estudios en la región amazónica.  Con ello se pretende tanto profundizar en el conocimiento de los aspectos ya analizados y otros nuevos como contribuir de manera genérica a la preservación del hombre y del medio ambiente natural en la región.  En este sentido, y entre los nuevos proyectos que se pretenden realizar, cabría destacar los siguientes:

1) Realizar un estudio más profundo de los pueblos indígenas, su cultura y las formas de vida dentro de su sociedad tribal, así como identificar las formas de agresión que han tenido lugar sobre las mismas como consecuencia de la entrada de la civilización en la región amazónica, a través de la Iglesia, de los militares, y de los grupos económicos.  Se trata de conocer el grado de destrucción de estas culturas y de imposición de nuevas costumbres, así como los procedimientos utilizados para convertir a los indios en proletarios y volcarlos al consumismo.  También se trataría de estudiar las causas de la no demarcación de las tierras pertenecientes a estos pueblos, los métodos de pillaje y robo de maderas dentro de las mismas, y la biopiratería de sus conocimientos acumulados desde hace muchas generaciones.

2) Profundizar en el estudio de la situación y condiciones de vida y de trabajo de los proletarios en los garimpos auríferos e identificar las tácticas de superexplotación de la fuerza de trabajo en este sector, determinando las causas del abandono de su actividad por parte del garimpeiro, como pueden ser las alternativas de trabajo que le son ofrecidas tanto en la región como fuera de ella, viendo su estado actual.

3) Realizar un estudio en relación con los peones encargados de la deforestación o apertura de matas con la finalidad de hacer viables explotaciones agropecuarias de carácter extensivo.  En este caso también se trataría de verificar la forma en que estos trabajadores están consiguiendo sobrevivir en la región amazónica, a la vista del hecho de que este tipo de proyectos, una vez despejada la superficie correspondiente, necesitan pocos trabajadores, ya sea para el manejo del ganado o para la plantación de soja.

4) Determinar cuáles son las causas de la existencia de la gran cantidad de cinturones de pobreza presentes en la región, y en particular los que se han desarrollado en las grandes ciudades a lo largo de los últimos años.  Con esta investigación también se trataría de conocer los motivos de la exclusión del trabajo de la apertura de matas y de varios frentes de mano de obra, así como la forma de profundizar de manera efectiva y en la práctica en las situaciones de marginalidad de los desposeídos que se encuentran en la zona.

5) Proponer la continuidad en la realización de estudios orientados a la conservación de los pueblos de la selva, de los caboclos, de los posseiros y de los pequeños propietarios en sus respectivos lugares de origen y asentamiento.  En este sentido se trata de llevar a la práctica estudios acerca de sistemas de producción sostenible en relación con los productos forestales recogidos de manera extractiva o, lo que es lo mismo, de posibles técnicas no agresivas para la recolección de los frutos de la naturaleza.  También se trata de investigar acerca de posibles métodos productivos de carácter artesanal que tengan que ver con los pueblos de la selva, así como de proponer estudios acerca de la posible introducción de pequeñas empresas y cooperativas.

6) Desarrollar estudios que tengan que ver con la biomasa de la Amazonia y su posible aprovechamiento para producir energía en el futuro.  Aquí se trataría de generar mecanismos que permitan dotar de valor económico a las selvas, y de este modo simultáneamente generar empleo y preservar el medio ambiente natural.  Se trata de diseñar y considerar alternativas que tengan en consideración y sirvan de apoyo tanto a los pueblos amazónicos como a los del resto del país, aprovechando la capacidad económica de las selvas y la puesta en práctica de estrategias de desarrollo sostenible.

7) Estructurar la realización de estudios en la región amazónica encaminados a proponer el establecimiento de centros de turismo ecológico en la misma, con la finalidad de preservar los ecosistemas, desarrollar la región con adecuados niveles de empleo, y transformar esta alternativa económica en una alternativa ecológica.


SAGA DA AMAZÔNIA

Era uma vez na Amazônia a mais bonita floresta
mata verde, céu azul, a mais imensa floresta
no fundo d\'água as Iaras, caboclo lendas e mágoas
e os rios puxando as águas

Papagaios, periquitos, cuidavam de suas cores
os peixes singrando os rios, curumins cheios de amores
sorria o jurupari, uirapuru, seu porvir
era: fauna, flora, frutos e flores

Toda mata tem caipora para a mata vigiar
veio caipora de fora para a mata definhar
e trouxe dragão-de-ferro, prá comer muita madeira
e trouxe em estilo gigante, prá acabar com a capoeira

Fizeram logo o projeto sem ninguém testemunhar
prá o dragão cortar madeira e toda mata derrubar:
se a floresta meu amigo, tivesse pé prá andar
eu garanto, meu amigo, com o perigo não tinha ficado lá

O que se corta em segundos gasta tempo prá vingar
e o fruto que dá no cacho prá gente se alimentar?
depois tem o passarinho, tem o ninho, tem o ar
igarapé, rio abaixo, tem riacho e esse rio que é um mar

Mas o dragão continua a floresta devorar
e quem habita essa mata, prá onde vai se mudar???
corre índio, seringueiro, preguiça, tamanduá
tartaruga: pé ligeiro, corre-corre tribo dos Kamaiura

No lugar que havia mata, hoje há perseguição
grileiro mata posseiro só prá lhe roubar seu chão
castanheiro, seringueiro já viraram até peão
afora os que já morreram como ave-de-arribação
Zé de Nata tá de prova, naquele lugar tem cova
gente enterrada no chão:

Pos mataram índio que matou grileiro que matou posseiro
disse um castanheiro para um seringueiro que um estrangeiro
roubou seu lugar

Foi então que um violeiro chegando na região
ficou tão penalizado que escreveu essa canção
e talvez, desesperado com tanta devastação
pegou a primeira estrada, sem rumo, sem direção
com os olhos cheios de água, sumiu levando essa mágoa
dentro do seu coração

Aqui termina essa história para gente de valor
prá gente que tem memória, muita crença, muito amor
prá defender o que ainda resta, sem rodeio, sem aresta
era uma vez uma floresta na Linha do Equador...

VITAL FARIAS



Autor: Fiorelo Picoli

Orientación: Nildo Domingos Ouriquez e José Luis Vásquez Burguete

Traducción: Pablo Gutiérrez Rodrígues




[1]    PRADO JUNIOR C.  Formação do Brasil contemporâneo 13.  edição, São Paulo, Brasiliense, 1973, p.  43.

[2]    MARTINS, E.  Amazônia, a última fronteira.  A saga dos oprimidos/as multinacionais/ a iminência de um deserto.  Rio de Janeiro: Codrecri, 1981.  p.  17.

[3]    CARDOSO, F.  H.  e MÜLLER, G.  Amazônia, expansão do capitalismo.  São Paulo: Brasiliense, 1977.  p.  25.

[4]    MARINI, R.  M.  Dialética da dependência.  Trad.  Emir Sader.  Petrópolis: Vozes, 2001, p.  12.

[5]    MARINI, R.  M.  Subdesarrollo y revolución.  10 ed.  México: Siglo Veintiuno, 1980, p.  26

[6]    OLIVEIRA, A.  U.  Amazônia.  monopólio, expropriação e conflitos.  5.  ed.  Campinas: Papirus, 1997, p.  15.

[7]    IANNI, O.  Ditadura e agricultura.  O desenvolvimento do capitalismo na Amazônia: 1964-1978.  2 ed.  Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1986, p.  64.

[8]    Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agraria.

[9]    PIAIA, I.  I.  Geografia do Mato Grosso.  2 ed.  Cuiabá: Edunic, 1999, p.  78.

[10]   IANNI, O.  Colonização e contra-reforma agrária na Amazônia.  Petrópolis: Vozes, 1979, p.  85.

[11]   OLIVEIRA, A.  U.  Amazônia.  monopólio, expropriação e conflitos.  5 ed.  Campinas: Papirus, 1997, p.  71.

[12]   Instituto de Geografia e Estatística – IBGE.

[13]   Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística – IBGE. 

[14]   Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística – IBGE. 

[15]   Ministério da Política Fundiária e do Desenvolvimento Agrário.

[16]   Segundo o Ministério da Política Fundiária e do Desenvolvimento Agrário, 2001.

[17]   PETRAS, J.  e VELTMEYER H.  Brasil de Cardoso.  A desapropriação do País.  Trad.  Jaime Clasen.  Petrópolis: Vozes, 2001, p.  150.

[18]   OLIVEIRA, A.  U.  Amazônia.  monopólio, expropriação e conflitos.  5 ed.  Campinas: Papirus, 1997, p.  67.

[19]   IANNI, O.  A ditadura do grande capital.  Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1981, p.  96.

[20]   BECKER, B.  K.  Amazônia.  5 ed.  São Paulo: Ática, 1997, p.  50.

[21]   CARDOSO, F.  H.  e MÜLLER, G.  Amazônia, expansão do capitalismo.  São Paulo: Brasiliense, 1977, p.  183.

[22]   MARTINS, J.  S.  Exclusão social e a nova desigualdade.  São Paulo: Paulus, 1997, p.  89.

[23]   Dados do Ministério do Trabalho, 2002.

[24]   JORNAL O liberal.  Liberados 152 trabalhadores mantidos como escravos no Pará.  Belém 19/7/2002.  (www.amazonia.org.br), 2002.

[25]   PROCÓPIO, A.  Amazônia.  Ecologia e degradação social.  São Paulo: Alfa-Omega, 1992, p.  86.

[26]   SCHAEFER, J.  R.  As migrações rurais e implicações pastorais.  São Paulo: Loyola, 1985, p.  151,

[27]   CARUSO, M.  M.  L.  e CARUSO, R.  C.  Amazônia, a valsa da galáxia.  O abc da grande planície.  Florianópolis: Ed.  da UFSC, 2000, p.  242,

[28]   LEONELLI, D.  Uma sustentável revolução na floresta.  São Paulo: Viramundo, 2000, p.  252.

[29]   HECK, E.  D.  500 anos de conquista e dominação.  In: OURIQUES, N.  D.  e RAMPINELLI, W.  J.  (Org).  Os 500 anos.  A conquista internacional.  4 ed.  Petrópolis: Vozes, 2000.  p.  13-26, p.  15.

[30]   VIANA G.  Impactos ambientais da política de globalização na Amazônia.  In: VIANA, G.; SILVA, M.; DINIZ, N.  (Org).  O desafio da sustentabilidade.  Um debate socioambiental no Brasil.  São Paulo: Fundação Perseu Abramo, 2001, p.  287.

[31]   SHOUMATOFF, A.  O mundo em chamas.  A devastação da Amazônia e a tragédia de Chico Mendes.  Trad.  Luiz Fernando Martins Esteves.  São Paulo: Best-Seller, 1990, p.  21-22.

[32]   SHIVA V.  Biopirataria.  A pilhagem da natureza e do conhecimento.  Trad.  Laura Cardellini Barbosa Oliveira.  Petrópolis: Vozes, 2001, p.  101.

[33]   HOMMA, A.  K.  O.  Patrimônio genético da Amazônia, como proteger da biopirataria.  SEMINÁRIO INTERNACIONAL SOBRE BIODIVERSIDADE E TRANSGÊNICOS – Anais...  Brasília: Senado Federal, 1999, p.  106.

[34]   Câmera dos Deputados.

[35]   VIANA, G.  (Org).  (1998): Relatório da comissão externa destinada a averiguar a aquisição de madeireiras, serrarias e extensas porções de terras brasileiras por grupos asiáticos.  Brasília: Câmara dos Deputados, 1998, p.  49.

[36]   VIANA, G.  (Org).  (1998): Relatório da comissão externa destinada a averiguar a aquisição de madeireiras, serrarias e extensas porções de terras brasileiras por grupos asiáticos.  Brasília: Câmara dos Deputados, 1998, p.  73-75.

[37]   DEUSDARÁ, F.  R.  e PEREIRA, H.  S.  Análisis de la información sobre productos forestales madereros en los países de América Latina.  Brasília: Ibama, 2001.

[38]   VIANA, G.  (Org).  (1998): Relatório da comissão externa destinada a averiguar a aquisição de madeireiras, serrarias e extensas porções de terras brasileiras por grupos asiáticos.  Brasília: Câmara dos Deputados, 1998, p.  71.

[39]   Superintendência de Desenvolvimento da Amazônia - SUDAM

[40]   Dados fornecidos pela Superintendência de Desenvolvimento da Amazônia – SUDAM.

[41]   BORTONI, L.  e MOURA, R.  O mapa da corrupção no governo FHC.  São Paulo: Fundação Perseu Abramo, 2002, p.  54.

[42]   Agência de Desenvolvimento da Amazônia – ADA.

[43]   Dados fornecidos pelo Sindicato dos Madeireiros do Norte do Mato Grosso – SINDUSMAD.

[44]   VIDAL, E.; JOHNS, J.; GERWING, J.; BARRETO, P.  e UHL, C.  Manejo de cipós para redução do impacto da exploração madeireira na Amazônia Oriental.  Belém: Imazon, 1998, p.  2,

[45]   UHL, C.; BARRETO, P.; VERÍSSIMO, A.; BARROS, A.  C.; AMARAL, P.; VIDAL, E.  e SOUZA JR.  C.  Uma abordagem integrada de pesquisa sobre o manejo dos recursos naturais na Amazônia.  Belém: Imazon, 1997, p.  21.

[46]   GERWING, J.; VIDAL, E.; VERÍSSIMO, A.  e UHL, C.  Rendimento no processamento de madeira no Estado do Pará.  Trad.  Gláucia Barreto.  Belém: Imazon, 2001, p.  7.

[47]   GREENPEACE.  A exploração de madeiras na Amazônia: a ilegalidade e a destruição ainda predomina Relatório técnico.  (www.greenpeace.org.br), 2001, p.  3.

[48]   Dados fornecidos pelo Ministério do Desenvolvimento Agrário, 2001.

[49]   VIANA, G.  (Org).  (1998): Relatório da comissão externa destinada a averiguar a aquisição de madeireiras, serrarias e extensas porções de terras brasileiras por grupos asiáticos.  Brasília: Câmara dos Deputados, 1998, p.  32.

[50]   Dados fornecidos pela Associação dos Madereiros de Feliz Natal – AMFN - MT

[51]   MARX, K.  O Capital.  Crítica da economia política.  Trad.  Reginaldo Sant’Anna.  16 ed.  Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1998, p.  578.

[52]   MARINI, R.  M.  Dialética da dependência.  Trad.  Emir Sader.  Petrópolis: Vozes, 2001, p.  123.

[53]   PICOLI, F.  e PEREIRA, M.  L.  N.  Educação para a Segurança no Trabalho I (mimeo).  Sinop: Unemat, 1997, p.  59.

[54]   PICOLI, F.  e SANTOS, J.  C.  Educação para segurança no trabalho II (mimeo).  Sinop: Unemat, 1998, p.  26.

[55]   Dados fornecidos pelo Sindicato dos Trabalhadores da Indústria do Mobilhario da Região Norte do Mato Grosso - SITICOM

[56]   PICOLI, F.  e SANTOS, J.  C.  Educação para segurança no trabalho II (mimeo).  Sinop: Unemat, 1998, p.  53,

[57]   PICOLI, F.  e SANTOS, J.  C.  Educação para segurança no trabalho II (mimeo).  Sinop: Unemat, 1998, p.  22,

[58]   PICOLI, F.  e SANTOS, J.  C.  Educação para segurança no trabalho II (mimeo).  Sinop: Unemat, 1998, p.  54

[59]   Comissões Internas de Prevenção de Acidentes – CIPAS.

[60]   PICOLI, F.  e SANTOS, J.  C.  Educação para segurança no trabalho II (mimeo).  Sinop: Unemat, 1998, p.  57.

[61]   PICOLI, F.  e SANTOS, J.  C.  Educação para segurança no trabalho II (mimeo).  Sinop: Unemat, 1998, p.  26.

[62]   PICOLI, F.  e SANTOS, J.  C.  Educação para segurança no trabalho II (mimeo).  Sinop: Unemat, 1998, p.  21.

[63]   Martins, J.S.  Os Camponeses e a Política ao Brasil.  5ª ed.  Rio de Janeiro: Vozes, 1995, p.  97.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/123423
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