De máquinas y humanos, ligeras confusiones

19/09/2007
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La Asociación alemana de la Industria Automovilística (VDA) ha organizado una exposición para atraer la atención de los visitantes sobre “la evolución de los combustibles” para automotores, y particularmente para presentar agrocombustibles, el último grito en el rubro.  Con perspicacia, hicieron la presentación de los agrocombustibles apenas como etapa de transición hacia el hidrógeno como combustible por excelencia, aunque preventivamente advierten que no habrá tal hasta el 2020.

Una vez emitida la buena nueva, el rezo de promesa ecologista, los expositores se concentran en lo que hay. Que es lo que importa: está década venidera, bien práctica, de agrocombustibles

El experto de la VDA en la materia, Jakob Seiler, sostuvo que la obtención de un biocombustible con un 10 por ciento de biodiesel tiene dificultades técnicas, según el despacho de Clarín[1], pero Seiler afirmó que "existe una alternativa que es el aceite vegetal hidrogenado, para lo que no hay ningún problema técnico y tiene más calidad que el combustible diesel a partir del petróleo".

¡Eureka! hubo un pequeño error temporal, mediante el cual el invento de aceite vegetal hidrogenado, de 1915, se aplicó a los alimentos para consumo humano. Gracias a dicho avance de la ciencia química prestamente aplicado a facilitar la conservación de alimentos, ya que no su calidad alimentaria y nutricional, durante muchas décadas hemos podido ingerir aceites hidrogenados que son cancerígenos, las ahora en la picota grasas TRANS, sin saber siquiera que podríamos haber aliviado el consumo del petróleo durante buena parte del siglo XX.

Por cierto que si se hubiesen aplicado los aceites hidrogenados como combustibles, probablemente tendríamos que haber producido otros aceites para consumo verdaderamente humano y, precisamente, por el carácter de los alimentos –seres vivos o partes de seres vivos–, no podríamos haber estirado la conservación hasta las góndolas y los supermercados, no podríamos haber llegado al grado de concentración en la circulación de alimentos del que ahora gozamos, tal vez no nosotros, no usted, lector, ni yo, pero sí los grandes emporios tipo Wal-Mart, Mc Donald’s o Carrefour, y consiguientemente tendríamos que habernos conformado con alimentos más frescos, más sanos, que potencialmente podrían ponerse rancios y toda una serie de incomodidades que las autoridades sanitarias y las empresas que trafican con la alimentación nos han ido ahorrando a lo largo de todo el siglo XX, brindándonos alimentos estabilizados, conservados, floculados, coloreados, homogeneizados, hidrogenados, debidamente acidificados, estandarizados, aromatizados, emulsionados, esterificados, fosfatados, mineralizados, fortificados, endulzados, sobre todo esto último; bien endulzados, para infantilizar adultos y sobreexcitar niños, que luego habrá que aquietar con ritalina –negocio redondo para laboratorios que procuran enfermar sanos en lugar de cuidar un mercado menor sanando enfermos–, para no usar el método ligeramente más contundente de los médicos McCann.

Pero, bueno, nunca es tarde cuando la desdicha es ajena. Los grandes emporios automovilísticos estudian ahora la aplicación de grasas vegetales hidrogenadas a los tanques de combustible; tal vez nuestros estómagos puedan ser exonerados de ellas.

Aunque, en rigor, si preservamos los cultivos de alimentos como alimentos, lo mejor sería que el único aceite vegetal hidrogenable que pudiera ser usado como combustible fuera el quemado de nuestras cocinas y frituras.

- Luis E. Sabini Fernández es Docente del área de Ecología y DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, periodista free-lance y editor de Futuros, revista semestral de ecología política.

https://www.alainet.org/es/articulo/123350
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