Claves para la Otra Comunicación

11/09/2005
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  • Opinión
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Como una corriente de los nuevos vientos que soplan en América Latina, el tema de los medios de comunicación ha venido ganando cada vez más presencia.  Al punto que muchos de ellos han asignado algún espacio, aunque solo sea tangencialmente, para hablar de sí mismos, por supuesto a su manera.  ¿Será que, de pronto, han escuchado la demanda del movimiento pro democratización de la comunicación que reclama un debate público amplio e incluyente sobre la relación de los medios con la democracia, la función social que les es propia y las implicaciones de un modelo basado en consideraciones estrictamente mercantiles, entre otros puntos?  Todo parece indicar que más bien se trata de un gesto de circunstancias ante la inconformidad de la ciudadanía con su desempeño.  Y, por qué no, ante la evidencia de que la “otra comunicación” crece en legitimidad, precisamente por su perfil ciudadano.

En lo que va del siglo, el hecho de mayor trascendencia en esta parte del mundo es el golpe de Estado contra el presidente venezolano Hugo Chávez (11 de abril de 2002) y la reacción popular que le restituyó las riendas del gobierno.  Podría decirse que también lo es en el plano comunicacional, pues, como ha coincidido en señalar un sinnúmero de analistas, se trató básicamente de un “golpe mediático”, por el rol que jugaron en estos acontecimientos los grandes medios, particularmente la TV.  Ante el descalabro de los partidos de oposición, éstos habían pasado a ocupar ese vacío.

En su libro Información Verás, dedicado a tales sucesos, el periodista Roberto Hernández Montoya, formula esta advertencia: “Ya la amenaza no es de las dictaduras clásicas solamente, sino de la dictadura que instauran los medios, como han hecho en Venezuela” (1).  Y no le falta razón.  A modo de ejemplo, miremos dos casos.  El uno, con repercusiones en la actualidad y, el otro, de bajo perfil, pero no por ello menos significativo.

El primero se refiere a lo que ocurre en Brasil en estos días, con el destape de las denuncias de corrupción en el tinglado político, aunque focalizadas sobre el gobernante Partido de los Trabajadores, que han puesto contra las cuerdas al presidente Lula.  Donde, al decir de Luciano Martins Costa: “la prensa no se revela a la altura del momento que la Historia nos presenta.  Nos da volumen y ruido, en lugar del conocimiento que la sociedad necesita para formar su opinión. Editorializa el noticiero y se vale de una comparsa de articulistas a una sola nota, para dar verosimilitud a las interpretaciones y juicios hechos a priori” (2).

De manera mucho más sutil, en Colombia, el presidente Alvaro Uribe ha logrado montar una estrategia comunicacional que ha llegado a “sustituir a la política” para apuntalar su legitimidad política, sostiene Ana María Miralles Castellanos, precisando: “Sartori nos recuerda que el totalitarismo no se da solamente en los regímenes de  facto.  El sistema centralizado de información del gobierno de Uribe y el manejo de los medios públicos y privados, constituyen una situación de comunicación monocromática y monocéntrica (si se piensa en términos de agenda) en la que habla una sola voz, la del régimen”. (3)

Desplazamientos

“La singularidad de la Venezuela de abril de 2002 -precisa Hernández Montoya- es que lo esencial giró alrededor de los medios.  Fueron el campo de batalla y las armas de la batalla al mismo tiempo.  Los militares dieron el golpe a través de los medios desde el 7 de febrero
¼ (pero) Asimismo ocurrió con la recuperación del poder por parte de Chávez.  También mediática... Pero fue mucho más, porque el 12 y el 13 para la recuperación del poder sí hubo desplazamientos no mediáticos; eso sí: mediante la participación de medios no tradicionales”, (salvo la radio comunitaria Fe y Alegría).  Se refiere a los celulares, a Internet, a través de los cuales “la gente reportaba directamente.  Así se coordinó, por cierto, la resistencia entre civiles y militares”, para luego subrayar que lo que se produjo fue un “contragolpe de la Red de redes” (4).

Este “fenómeno”, con las particularidades del caso, ya se había registrado unos cinco meses antes en Argentina (19-20 diciembre 2001, para ser exactos), cuando las movilizaciones populares con sus “cacerolazos” forzaron la salida del presidente Fernando de la Rúa.  Luego, habría de repetirse en Bolivia, en la insurrección de octubre 2003 y en la de junio 2005 (que propiciaron la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada y de Carlos Mesa, respectivamente), como también en la rebelión ocurrida en Ecuador en abril 2005 (donde el presidente Lucio Gutiérrez corrió similar suerte), con la particularidad de que en estos dos países la ciudadanía movilizada se apoyó en estos nuevos recursos tecnológicos para sus articulaciones, pero en sintonía con medios alternativos que –ante el desconcierto, cuando no crisis, de referentes políticos y/o sociales -terminaron por jugar un rol catalizador.  En tanto que los grandes medios fueron objeto de severos cuestionamientos y críticas.

Si bien es verdad que se trata de situaciones particulares y excepcionales, no es menos cierto que dan cuentan de un nuevo talante que está poniendo en entredicho al “consenso mediático”, en la medida que la crisis institucional que se generaliza en la región salpica, e incluso envuelve, a los medios del establecimiento, afectando su credibilidad.  De ahí que éstos parecen haber activado lo que podríamos llamar “alarmas de sensibilidad”.  Una prueba de ello es el espacio que, por lo general, dieron al lanzamiento de Telesur -que en circunstancias “normales” bien pudo pasar desapercibido-, y la ambigüedad de su tratamiento: de la sospecha insidiosa a los saludos a la nueva “competencia”.

Ampliar el debate

Por todos estos avatares brevemente señalados, y otros que se quedaron en el tintero, el hecho es que ha ganado presencia pública el debate sobre los medios y la comunicación en general. Coincidentemente, sobre todo en los  ámbitos académicos, esta apertura al debate se ha entrelazado con la celebración de los 25 años de la presentación del Informe MacBride (Un solo mundo, voces múltiples), que es el corolario más significativo de lo que fue el movimiento por el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC).  Informe que sustancialmente señala la necesidad de superar las desigualdades y desequilibrios existentes en los ámbitos de la comunicación, información y cultura entre el mundo rico del Norte y el pobre del Sur, rescatando el pluralismo y la diversidad.  Desde entonces para acá, se han registrado cambios sustantivos en el ecosistema del mundo de la comunicación y en el ordenamiento internacional, pero las desigualdades y desequilibrios señalados no solo que perduran, sino que se han agravado.  De ahí que, también en este plano, el debate sigue abierto.

¿Cómo lograr que se mantenga y potencie el escrutinio público sobre los medios y la comunicación en general?  Un gran desafío que por años ha sido uno de los ejes del movimiento por la democratización de la comunicación en la región, y que hoy ha dado paso a la Campaña Continental por los Derechos de la Comunicación cuya propuesta se cristalizó en el 1er Foro Social Américas.

Esta campaña, convocada por redes regionales de comunicación, apunta a desarrollar acciones conjuntas y enlazar las acciones aisladas, al proponer una plataforma común para la diversidad de respuestas ciudadanas que han ido articulándose en torno a la problemática.  Estas incluyen, entre muchas otras, a las redes de comunicación alternativa y comunitaria, los observatorios de medios, los defensores del lector, las iniciativas de alfabetización mediática y de educomunicación, las luchas de consumidores/as de medios, aquellas por preservar la pluralidad y diversidad de medios frente a los intentos de monopolización, las luchas por democratizar las ondas radiales, propuestas de equidad de género, las iniciativas de periodistas por defender su rol de servicio público ante la creciente mercantilización de los medios.

Pero no todo se circunscribe a la dimensión mediática, pues también hay otros ámbitos convergentes, como el movimiento del software libre, las luchas culturales, la defensa de los intereses de los/as usuarios de Internet, la lucha por reequilibrar los derechos de propiedad intelectual, para nombrar algunos.  Pero además, en esta misma dirección se inscribe el involucramiento cada vez mayor de movimientos sociales que han incorporado en su agenda de luchas la referida a la democratización de la comunicación, reconociendo su creciente importancia estratégica, como condición fundamental que permita “equilibrar las reglas de juego” en este ámbito, para poder disputar sentidos y proyectos de sociedad.

Convergencias

Nutriéndose de esta multiplicidad de expresiones, viene abriéndose nuevos espacios la apuesta de que “otra comunicación es posible”.  En el plano de los medios  comprometidos con esta tarea, un factor clave ha sido el fortalecimiento de los mecanismos de colaboración.  La propuesta no es nueva, pero hoy se perfila con mayor claridad el entendimiento de que las convergencias programáticas, más que una opción, constituyen una absoluta necesidad.  Esto es, que el desafío pasa por la articulación de un tejido comunicacional con capacidad de contrapesar al sistema hegemónico hoy prevaleciente.

Este enfoque no es ajeno a la propia recomposición del tejido social que vive la región en la última década.  Las convergencias entre movimientos sociales en torno a campañas de amplia convocatoria, como aquellas contra la deuda, el ALCA-TLCs, la militarización, entre otras, y su encuentro en espacios comunes como el Foro Social Mundial, también han motivado acercamientos entre medios comprometidos con estas causas sociales.

En este caminar, las convocatorias del FSM han jugado un importante rol catalizador, puesto que la limitada capacidad de cada medio para cubrir un evento tan grande alentó la idea de crear pools de medios.  En este sentido, La Ciranda, ha sido ejemplar, constituyéndose en una de las fuentes de información de mayor audiencia sobre el Foro.  Esta experiencia demostró en la práctica cómo el trabajo colaborativo no solo permite sumar, sino multiplicar el alcance, mucho más allá de lo que la gran mayoría de estos medios podría lograr cada cual por su lado.  Además, aun tratándose de experiencias puntuales, el conocimiento mutuo que propició entre medios, abrió el camino para nuevas iniciativas de colaboración.

El desarrollo tecnológico ha sido otro factor clave, en tanto las tecnologías digitales contribuyen a optimizar la capacidad de respuesta de cada medio, en calidad técnica, en variedad de fuentes y recursos informativos, y aumentan el alcance potencial de la difusión.  Facilitan la integración entre formatos distintos: texto, escrito, audio, imagen, video, etc., permitiendo, además, crear nuevos géneros en el ámbito multimedia.  Pero es sobre todo la gran facilidad de intercambiar información entre medios, con Internet, que ha incidido en la multiplicación de los flujos y niveles de colaboración.

Es justamente este entramado de interconexiones entre tales iniciativas, como cuando los hilos sueltos se entrecruzan y comienzan a formar una manta, que está configurando ese tejido comunicacional nuevo.  Los medios alternativos, populares y comunitarios son un componente estructural, pero no el único.  En el confluyen también los múltiples mecanismos que los movimientos sociales y las corrientes contraculturales han creado para comunicarse y expresarse; desde las listas electrónicas hasta los videos underground, desde el graffiti hasta el sitio Web, el networking y la creatividad artística.  De hecho, en los últimos tiempos han surgido nuevas expresiones comunicativas, que se entrelazan con los medios de comunicación popular y alternativos que lograron sortear la  situación de crisis vivida hacia fines de los años 80 y los 90, como secuela de los embates del modelo neoliberal.

Movimientos

En este marco, cuenta de manera singular la “reconexión” en curso de los propios movimientos sociales con la comunicación (5).  En parte, ella expresa una reacción al peso creciente de la comunicación en el mundo contemporáneo, y a su rol de vehículo del llamado “pensamiento único”, impuesto bajo la hegemonía neoliberal, que tiende a disociar la comunicación de la acción, induciendo apatía y conformismo.  Pero además responde al reconocimiento de que la comunicación es un espacio de disputa.

Por otro lado, atiende a la necesidad de los movimientos de estar interconectados, a medida que logran convergencias entre sectores y países para tener una mayor capacidad de acción e incidencia de cara a las políticas que les afectan, definidas cada vez más en escenarios regionales y globales.  Pues, los movimientos sociales, y las campañas que libran, se desarrollan al compás de las dinámicas comunicacionales y flujos de información que generan, donde se intercalan los encuentros cara a cara con los intercambios intermediados por medios o tecnologías.  La aceleración del ritmo de las comunicaciones que permiten el mayor uso de las nuevas tecnologías, a su vez ha redundado en un nuevo impulso a estas campañas y redes, dinamizando las agendas de acciones comunes.

Como parte de estos esfuerzos, resalta la iniciativa de la Minga Informativa de Movimientos Sociales, en tanto expresión de la articulación de destacados movimientos y redes sociales del continente, traducido al plano de la información y comunicación.  Más allá de la solvencia y reconocimiento que ha ido adquiriendo, su mérito es el carácter colectivo de la respuesta que está dando, frente a un reto estratégico.  Más aún, plantea un diálogo con otros medios populares y alternativas, comprometidos con las causas sociales, para conjuntamente avanzar en la formulación de “una agenda social en comunicación”.

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Por ese halo que tienen las cifras redondas, esta entrega tiene un carácter conmemorativo: la publicación impresa de ALAI, en lo que corresponde a la segunda época, llega al número 400, como revista mensual, cuya seña particular es la denominación de América Latina en Movimiento.  Un número especial para abordar algunas “Claves para la Otra Comunicación”, que primeramente expone elementos sustantivos que configuran las tendencias y el escenario global, teniendo como referencia central la disputa contrahegemónica, para luego dar paso a señalamientos que dan cuenta de la lucha a favor de la democratización de la comunicación, y concluir con la presentación de algunas expresiones involucradas en la construcción y desarrollo de esa “otra comunicación”.

Osvaldo León y Sally Burch

Notas:

(1) Hernández Montoya, Roberto, Información Verás, Question, Caracas, 2003.
(2) Luciano Martins Costa, Falta ambicao intelectual á imprensa, Observatorio da Imprensa http://observatorio.ultimosegundo.ig.com.br
(3) Ana María Miralles Castellanos, “La ilusión comunicativa: comentarios sobre el “efecto teflón”, revista Foro, No 53, Bogotá, mayo 2005. p. 101.
(4) Hernández Montoya, Roberto, ob. Cit.
(5) Este tema está desarrollado en el libro Comunicación en Movimiento, Osvaldo León, et al, ALAI, 2005.

https://www.alainet.org/es/articulo/123077?language=en
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