La influencia de China
28/06/2007
- Opinión
El Producto Interior Bruto (PIB) de China crece por encima del 10% desde hace diez años. En mayo ha vuelto a crecer por encima del 18%. “China nos va a comer de todas maneras, lo que importa es con qué salsa”, contaba el embajador de un país africano hace unos días. Pese a las previsiones de que China será la primera potencia económica antes de 2050, hay otras realidades no tan positivas que afectan a todos, como la apuesta por un desarrollo devastador con el medio ambiente.
China es un país que pretende adaptar sus valores tradicionales para construir una sociedad en armonía en respuesta al descontento social generado por un desarrollo basado en los resultados económicos. El reto es definir un sistema de gobierno acorde a los nuevos tiempos sirviéndose del confucionismo y del marxismo, entre otras doctrinas.
Por el momento, su desarrollo revela dos caras. China es el país que más contamina del planeta por encima de Estados Unidos, a la vez que tiene el segundo mayor PIB del mundo aunque aún esté en el puesto 81 de la lista de desarrollo humano del PNUD. Pero también es una nación con cerca de 5.000 años de historia, numerosas dinastías y sistemas que ofrecen modelos sobre los que definir su política.
De acuerdo a los informes de la ONU, el desarrollo de China no es sostenible, pues la política para reducir la pobreza va de la mano con la lucha contra el cambio climático. Como consecuencia del deterioro medioambiental padeceremos desastres naturales cada vez más devastadores y la agricultura estará en peligro. El impacto sería de grandes proporciones para el dragón asiático, que cuenta con más del 40 por ciento de la población empleada en el campo.
Que el Presidente Hu Jintao se apoye para sus discursos en el confucionismo, que presidió la forma de gobierno durante 2.000 años, es otro ejemplo de cómo se precisa corregir los efectos de un desarrollo sin control. Un informe de Foreign Policy revela que la sociedad china, en especial los jóvenes, se ha quedado sin referentes culturales. Con el ex presidente Den Xiaoping se dejaron a un lado los principios de Mao, quien a su vez había desdeñado a Confucio, y se inició un proceso hacia el capitalismo guiado por el interés económico. El modelo basado en la tradición prueba que es posible adaptarse al principio de “un país, dos sistemas” impulsado por Xiaoping sin necesidad de sucumbir al capitalismo.
China podría recurrir a otros ejemplos en su historia para hacer frente a un individualismo propio de la cultural occidental. En la medicina de la antigua China, la enfermedad se percibía como una anomalía que afectaba a todos los miembros de una comunidad. La responsabilidad de un médico era mantener a sus pacientes saludables. De ahí que sólo recibiesen sus honorarios mientras que un paciente estaba sano pero dejaban de cobrarlos cuando enfermaba.
Algunos critican duramente la invasión económica china sin comprender que éste es un país que nunca se ha expandido por la fuerza, más bien ha tenido que hacer frente a invasiones. Además, lleva años siendo la fábrica del mundo como para sorprenderse ahora de sus resultados económicos. La comunidad internacional reaccionará con estupor una vez más si no comprende que el auténtico riesgo sería una China que perpetuase el expolio de materias primas en África o favoreciese un desarrollo no sostenible. Hu Jintao se ha referido a las emisiones de CO2 de las que es responsable el país como si sólo fuesen un problema suyo, cuando la naturaleza se rige por procesos que no entienden de fronteras.
La influencia de este país asiático se ha basado en la admiración a lo largo de su historia, como demuestra que el idioma japonés tenga caracteres del chino o que tras la conquista de los mogoles éstos abrazaran la cultura china. En su vasta riqueza cultural se podrían encontrar soluciones a problemas actuales. A menudo se mide el impacto de China por su papel en la economía mundial en vez de evaluar lo que supondría, por ejemplo, la filosofía taoísta como forma de recuperar los ritmos de la Naturaleza en un planeta que ha perdido parte de su diversidad biológica y necesita recuperar su rostro originario.
Jorge Planelló
Periodista
China es un país que pretende adaptar sus valores tradicionales para construir una sociedad en armonía en respuesta al descontento social generado por un desarrollo basado en los resultados económicos. El reto es definir un sistema de gobierno acorde a los nuevos tiempos sirviéndose del confucionismo y del marxismo, entre otras doctrinas.
Por el momento, su desarrollo revela dos caras. China es el país que más contamina del planeta por encima de Estados Unidos, a la vez que tiene el segundo mayor PIB del mundo aunque aún esté en el puesto 81 de la lista de desarrollo humano del PNUD. Pero también es una nación con cerca de 5.000 años de historia, numerosas dinastías y sistemas que ofrecen modelos sobre los que definir su política.
De acuerdo a los informes de la ONU, el desarrollo de China no es sostenible, pues la política para reducir la pobreza va de la mano con la lucha contra el cambio climático. Como consecuencia del deterioro medioambiental padeceremos desastres naturales cada vez más devastadores y la agricultura estará en peligro. El impacto sería de grandes proporciones para el dragón asiático, que cuenta con más del 40 por ciento de la población empleada en el campo.
Que el Presidente Hu Jintao se apoye para sus discursos en el confucionismo, que presidió la forma de gobierno durante 2.000 años, es otro ejemplo de cómo se precisa corregir los efectos de un desarrollo sin control. Un informe de Foreign Policy revela que la sociedad china, en especial los jóvenes, se ha quedado sin referentes culturales. Con el ex presidente Den Xiaoping se dejaron a un lado los principios de Mao, quien a su vez había desdeñado a Confucio, y se inició un proceso hacia el capitalismo guiado por el interés económico. El modelo basado en la tradición prueba que es posible adaptarse al principio de “un país, dos sistemas” impulsado por Xiaoping sin necesidad de sucumbir al capitalismo.
China podría recurrir a otros ejemplos en su historia para hacer frente a un individualismo propio de la cultural occidental. En la medicina de la antigua China, la enfermedad se percibía como una anomalía que afectaba a todos los miembros de una comunidad. La responsabilidad de un médico era mantener a sus pacientes saludables. De ahí que sólo recibiesen sus honorarios mientras que un paciente estaba sano pero dejaban de cobrarlos cuando enfermaba.
Algunos critican duramente la invasión económica china sin comprender que éste es un país que nunca se ha expandido por la fuerza, más bien ha tenido que hacer frente a invasiones. Además, lleva años siendo la fábrica del mundo como para sorprenderse ahora de sus resultados económicos. La comunidad internacional reaccionará con estupor una vez más si no comprende que el auténtico riesgo sería una China que perpetuase el expolio de materias primas en África o favoreciese un desarrollo no sostenible. Hu Jintao se ha referido a las emisiones de CO2 de las que es responsable el país como si sólo fuesen un problema suyo, cuando la naturaleza se rige por procesos que no entienden de fronteras.
La influencia de este país asiático se ha basado en la admiración a lo largo de su historia, como demuestra que el idioma japonés tenga caracteres del chino o que tras la conquista de los mogoles éstos abrazaran la cultura china. En su vasta riqueza cultural se podrían encontrar soluciones a problemas actuales. A menudo se mide el impacto de China por su papel en la economía mundial en vez de evaluar lo que supondría, por ejemplo, la filosofía taoísta como forma de recuperar los ritmos de la Naturaleza en un planeta que ha perdido parte de su diversidad biológica y necesita recuperar su rostro originario.
Jorge Planelló
Periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
ccs@solidarios.org.es
www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/es/articulo/121973?language=en
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