Los hijos esclavos, lo que menos importa
24/06/2007
- Opinión
Nuestra vida es una sucesión de acontecimientos donde no decidimos, no tenemos criterio, ni ideas propias. Aunque nos cueste reconocerlo, somos animales de costumbres y hábitos heredados, y nos dedicamos a imitar comportamientos de los demás, sin pensar el ¿porque?, por temor de ser considerado “raros” y por tanto, objeto de critica continua por no adaptarse al patrón oficial: Ahora “toca” tener novia, ir a misa, ahora votar, ir al fútbol, ahora casarse, hacer dinero, ahora tener hijos, etc. Nos encontramos a miles, a millones de personas que sin reflexionar sobre ello, se cargan de responsabilidades que les sobrepasan, la principal de ellas: ser padres… cuando se dan cuenta, de las obligaciones, dedicación, educación, tiempo, dinero y amor que necesitan los hijos, ya no tienen vuelta a tras y actúan como auténticos irresponsables. Y su labor de padres consiste en soportan a sus hijos, para que molesten lo menos posible, entre sus otras obligaciones, distracciones y tiempo de ocio.
No entraremos a tratar los casos de pederastia y violencia contra los menores; pero, tenemos a esa legión de niños, que pasan la mayor parte del día en la calle; niños que los crían sus abuelos; niños que pasan más tiempo buscándose la vida que con los padres; niños de la calle de padres que abandonan a su familia. De padres que están demasiado ocupados realizando un trabajo esclavo, sin apenas tiempo para ver a sus hijos; padres que tienen hijos, sin pensar si los podrán alimentar; padres que traen niños al mundo, porque son muy machos y no se quieren poner la goma; de padres que tienen que abandonar a sus hijos porque tienen que emigrar; de padres que apenas ven a sus hijos de tanto trabajar para sacarlos adelante; de padres que traen hijos al mundo porque el sacerdote los amenaza con un castigo de Dios.
Y así, la ingente cantidad de niños que viven en la más absoluta miseria.
Las argumentaciones de los padres para tener niños pueden llegar a ser de lo más insólitas: Para asegurar nuestro futuro”,“El santo padre nos alienta a ello” , “Para no perder el apellido”, “porque si no, se acabara la humanidad”, todo ello, excelente caldo de cultivo para los niños esclavos.
Luego están los hijos como objeto de propaganda política o religiosa, tratados por nuestros gobernantes como mercancías: como las cabezas de ganado o los sacos de patatas. Lo que importa es la cantidad, no su calidad de vida y el amor del entorno. Mensajes desde instancias superiores, como “nuestro país necesita mas niños”, “Si no nacen más niños, nos quedaremos en la miseria”, “nuestro país se llenará de viejos”, “son necesarios más niños para expandir nuestra fe por el mundo”, “que nazcan mas niños para proteger nuestras fronteras”, son una pequeña muestra de la inconciencia y falta de escrúpulos de las autoridades para proporcionar mano de obra barata para explotarla o como carne de cañón para las guerras, que tantos beneficios económicos aportan a los ricos.
Tratando de inculcar el sentimiento de culpabilidad, a todos aquellos que renuncian a la paternidad o solo tienen un hijo, y no contribuyen al relevo generacional. A estos últimos, se nos suele tachar de egoístas “por no querer acarrear con la responsabilidad de ser padres…” el problema, es que se comete el error, de invertir la definición del egoísmo… ya que, egoísta: “es aquel, que quiere algo para si mismo, pero que no lo tengan los demás”, ¡no, aquel, que no lo quiere! En este caso el egoísta es el que quiere ser padre, no el que no. Unos padres sin egoísmo serian aquellos, que compartiesen sus hijos o su paternidad con otras personas. Solución a ese problema: que los pobres procuren no traer hijos al mundo, (para que un país sea rico, necesita por lo menos una generación de poca natalidad) es la crueldad de la ley de la oferta y la demanda.
Antonio Cánaves Martín
Palma de Mallorca
España
No entraremos a tratar los casos de pederastia y violencia contra los menores; pero, tenemos a esa legión de niños, que pasan la mayor parte del día en la calle; niños que los crían sus abuelos; niños que pasan más tiempo buscándose la vida que con los padres; niños de la calle de padres que abandonan a su familia. De padres que están demasiado ocupados realizando un trabajo esclavo, sin apenas tiempo para ver a sus hijos; padres que tienen hijos, sin pensar si los podrán alimentar; padres que traen niños al mundo, porque son muy machos y no se quieren poner la goma; de padres que tienen que abandonar a sus hijos porque tienen que emigrar; de padres que apenas ven a sus hijos de tanto trabajar para sacarlos adelante; de padres que traen hijos al mundo porque el sacerdote los amenaza con un castigo de Dios.
Y así, la ingente cantidad de niños que viven en la más absoluta miseria.
Las argumentaciones de los padres para tener niños pueden llegar a ser de lo más insólitas: Para asegurar nuestro futuro”,“El santo padre nos alienta a ello” , “Para no perder el apellido”, “porque si no, se acabara la humanidad”, todo ello, excelente caldo de cultivo para los niños esclavos.
Luego están los hijos como objeto de propaganda política o religiosa, tratados por nuestros gobernantes como mercancías: como las cabezas de ganado o los sacos de patatas. Lo que importa es la cantidad, no su calidad de vida y el amor del entorno. Mensajes desde instancias superiores, como “nuestro país necesita mas niños”, “Si no nacen más niños, nos quedaremos en la miseria”, “nuestro país se llenará de viejos”, “son necesarios más niños para expandir nuestra fe por el mundo”, “que nazcan mas niños para proteger nuestras fronteras”, son una pequeña muestra de la inconciencia y falta de escrúpulos de las autoridades para proporcionar mano de obra barata para explotarla o como carne de cañón para las guerras, que tantos beneficios económicos aportan a los ricos.
Tratando de inculcar el sentimiento de culpabilidad, a todos aquellos que renuncian a la paternidad o solo tienen un hijo, y no contribuyen al relevo generacional. A estos últimos, se nos suele tachar de egoístas “por no querer acarrear con la responsabilidad de ser padres…” el problema, es que se comete el error, de invertir la definición del egoísmo… ya que, egoísta: “es aquel, que quiere algo para si mismo, pero que no lo tengan los demás”, ¡no, aquel, que no lo quiere! En este caso el egoísta es el que quiere ser padre, no el que no. Unos padres sin egoísmo serian aquellos, que compartiesen sus hijos o su paternidad con otras personas. Solución a ese problema: que los pobres procuren no traer hijos al mundo, (para que un país sea rico, necesita por lo menos una generación de poca natalidad) es la crueldad de la ley de la oferta y la demanda.
Antonio Cánaves Martín
Palma de Mallorca
España
https://www.alainet.org/es/articulo/121872
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