Entrenar la cabeza

21/06/2007
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  • Opinión
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El fútbol mueve masas. Miles de millones de personas en el mundo ocupan al menos 90 minutos en animar a su equipo de fútbol delante del televisor durante el fin de semana. Pero la influencia de los futbolistas en los aficionados a este deporte traspasa las líneas del terreno de juego.

Los noticiarios dedican una media de 15 minutos a la sección de deportes, que en los últimos años ha sido rebautizada como “el deporte”, en singular. Que el fútbol ocupe el 90% de la información televisiva, como ocurre en España, puede explicar la nueva denominación de una sección que se encarga de contar los “trascendentales” entrenamientos de los equipos, informar con todo tipo de detalle sobre las “inquietantes” lesiones de los jugadores y difundir las “enriquecedoras” ruedas de prensa que conceden los futbolistas.

Las declaraciones de las “estrellas” del fútbol sirven de tema de debate en las oficinas durante los desayunos, en las tertulias de los bares y cafeterías, en reuniones de amigos o en los pasillos de colegios, institutos y universidades. La proyección mediática de sus manifestaciones es tan grande que todos los equipos cuentan con grandes departamentos de comunicación que obligan a comparecer a los futbolistas un mínimo de veces al mes.

Las grandes estrellas del fútbol tienen un gran poder para transmitir mensajes y es una lástima escuchar el pobre lenguaje de muchos de estos deportistas. Utilizan muletillas lingüísticas como “Sí, bueno, ¿no?”, “yo creo que…” o “la verdad es que…” con la misma frecuencia que tópicos futbolísticos como “no hay rival pequeño”, “hemos decepcionado a nuestra afición” o el categórico “el fútbol es así”.

Los clubes de fútbol tienen códigos de conducta para evitar que los futbolistas creen mala imagen a la institución por sus salidas nocturnas. Sin embargo, ningún equipo obliga contractualmente a sus jugadores a ampliar su formación académica. Dejan en manos de los futbolistas la decisión de seguir adelante con su educación y formación o no hacerlo. Sería lógico y respetable si no fuese porque con el presupuesto de un equipo de fútbol, como el del Real Madrid o el del Barcelona que superan los 300 millones de dólares cada uno, se podría pagar a los mejores profesores para que impartiesen conocimientos a los jugadores. Tan sólo algunos clubes ponen profesores de idiomas a sus jugadores extranjeros para que aprendan la lengua del país donde trabajan. Algo que no todos aprovechan. David Beckham, el futbolista mejor pagado del mundo -32 millones de dólares al año-, tardó cuatro años en dar su primera rueda de prensa en castellano.

Los clubes de fútbol deberían obligar a todos los jugadores de la plantilla a recibir formación académica durante un número de mínimo de horas a la semana. Ninguno dejaría de jugar para un club que les obligase a acudir, junto a sus compañeros, a un aula acondicionada para recibir clases de los mejores profesores después de los entrenamientos. Podrían recibir conocimientos de aquellas materias que les in teresa ran, conocer la realidad de un mundo, por el que ellos viajan con frecuencia, en el que 20.000 personas mueren cada día de hambre, más de 1.200 millones de personas no tienen acceso al agua potable, 120 millones de niños no tienen acceso a la educación y cerca de 2.000 millones de personas ni siquiera disponen de electricidad. También podrían enfocar de una manera diferente los partidos internacionales: en lugar de ir como rebaños de ovejas desde el aeropuerto al hotel, del hotel al estadio y del estadio al aeropuerto; conocer la cultura autóctona y visitar los paisajes y los monumentos que ofrecen esos lugares.

La perspectiva del futbolista y su imagen ante la sociedad, adquiriría aún más importancia, ganaría prestigio y respeto. El fútbol es seguido con más interés que la política. Tanto, que el periódico que más ejemplares vende en España es un diario deportivo.

Es cierto que al futbolista profesional se le valora por sus actuaciones dentro del terreno de juego. Pero también lo es que tiene una responsabilidad social. Para muchos niños y jóvenes un futbolista es un ídolo, un espejo donde mirarse y un ejemplo a seguir.

Alberto Sierra
Periodista

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias  (CCS), España.

 ccs@solidarios.org.es

www.solidarios.org.es



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