Perder la herencia laica
10/05/2007
- Opinión
“Se pueden tolerar los errores de opinión, hasta los más indignos, allí donde la razón esté libre de combatirlos”, defendía Thomas Jefferson. Hoy, Jefferson tendría problemas con la justicia en la Unión Europea al defender uno de esos “errores de opinión” como es la negación del Holocausto u otras doctrinas que justifiquen delitos de genocidio. En países como España, por ejemplo, la máxima instancia, el Tribunal Constitucional, lleva más de siete años deliberando esta cuestión. Sin embargo, la opinión pública europea permanece adormecida ante la “rebaja” de sus derechos fundamentales y el intento de algunos de imponer modelos hace años superados.
La periodista española, Soledad Gallego-Díaz, se sorprendía hace unos días al ver que los ciudadanos europeos no se levantan ante situaciones como las que se viven en uno de los recientes miembros de la Unión: Polonia. Los gemelos Kacynski se han alzado como la voz de los “neocruzados” de Europa y están dispuestos a recristianizar este territorio y hacer olvidar esa herencia laica que caracteriza a la “nueva Europa”. En Polonia, se alzan voces para que se condene a cadena perpetua a las mujeres que decidan abortar, se ha presentado un proyecto para impedir a los homosexuales dar clases, la ley obliga a los funcionarios a denunciarse entre ellos si colaboraron con los comunistas… se atemoriza a la población a través de la ondas del peligro que corren si apuestan por actitudes progresistas que apuestan por mejorar el Estado de bienestar. Y ante todo ello, la burocracia europea permanece impasible. Como dice un refrán español, “si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.
Polonia parece un país lejano, pero ¿nada tienen que decir los ciudadanos de Europa sobre la campaña para que se mencione “la herencia cristiana” en los nuevos tratados europeos, que saquen a la UE de la paralización actual? Nadie niega la herencia cristiana de Europa. La cultura europea no podría entenderse sin el cristianismo: arte, arquitectura, literatura… Sin embargo, no es la única. Atenas, Roma, la Revolución Francesa… también han dado una serie de valores sin los cuales Europa no tendría sentido. Y entre ellos, la separación del Estado de la Religión.
El laicismo ha sido una conquista de los ciudadanos que ha costado mucho conseguir, aunque las nuevas generaciones europeas lo hayan olvidado. España, sin ir más lejos, durante los cuarenta años de dictadura fue un Estado confesional, católico, donde los homosexuales eran perseguidos y el matrimonio por la Iglesia era obligatorio para vivir en pareja.
La confesión religiosa debe permanecer dentro de los derechos individuales de los ciudadanos. Ser practicante de una u otra fe es una elección personal que nada tiene que ver con privilegios o delitos. Soledad Gallego-Díaz escribía que si las cosas se “tuercen” los obispos católicos pronto pedirán que se considere un delito reírse de la religión, algo que también forma parte de la esencia europea, como se defendió tras la publicación de las controvertidas “viñetas de Mahoma”.
Es necesario que llamemos a las cosas por su nombre y desvanecer la cortina de humo que se alza al poner en duda algunas cuestiones. Los ciudadanos europeos tenemos que estar atentos a lo que ocurre y estar dispuestos a participar en los debates sociales que se presenten. No se puede permanecer callado ante aquellos que tratan de “robar” una de las señas de identidad de Europa.
Ana Muñoz
Periodista
La periodista española, Soledad Gallego-Díaz, se sorprendía hace unos días al ver que los ciudadanos europeos no se levantan ante situaciones como las que se viven en uno de los recientes miembros de la Unión: Polonia. Los gemelos Kacynski se han alzado como la voz de los “neocruzados” de Europa y están dispuestos a recristianizar este territorio y hacer olvidar esa herencia laica que caracteriza a la “nueva Europa”. En Polonia, se alzan voces para que se condene a cadena perpetua a las mujeres que decidan abortar, se ha presentado un proyecto para impedir a los homosexuales dar clases, la ley obliga a los funcionarios a denunciarse entre ellos si colaboraron con los comunistas… se atemoriza a la población a través de la ondas del peligro que corren si apuestan por actitudes progresistas que apuestan por mejorar el Estado de bienestar. Y ante todo ello, la burocracia europea permanece impasible. Como dice un refrán español, “si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.
Polonia parece un país lejano, pero ¿nada tienen que decir los ciudadanos de Europa sobre la campaña para que se mencione “la herencia cristiana” en los nuevos tratados europeos, que saquen a la UE de la paralización actual? Nadie niega la herencia cristiana de Europa. La cultura europea no podría entenderse sin el cristianismo: arte, arquitectura, literatura… Sin embargo, no es la única. Atenas, Roma, la Revolución Francesa… también han dado una serie de valores sin los cuales Europa no tendría sentido. Y entre ellos, la separación del Estado de la Religión.
El laicismo ha sido una conquista de los ciudadanos que ha costado mucho conseguir, aunque las nuevas generaciones europeas lo hayan olvidado. España, sin ir más lejos, durante los cuarenta años de dictadura fue un Estado confesional, católico, donde los homosexuales eran perseguidos y el matrimonio por la Iglesia era obligatorio para vivir en pareja.
La confesión religiosa debe permanecer dentro de los derechos individuales de los ciudadanos. Ser practicante de una u otra fe es una elección personal que nada tiene que ver con privilegios o delitos. Soledad Gallego-Díaz escribía que si las cosas se “tuercen” los obispos católicos pronto pedirán que se considere un delito reírse de la religión, algo que también forma parte de la esencia europea, como se defendió tras la publicación de las controvertidas “viñetas de Mahoma”.
Es necesario que llamemos a las cosas por su nombre y desvanecer la cortina de humo que se alza al poner en duda algunas cuestiones. Los ciudadanos europeos tenemos que estar atentos a lo que ocurre y estar dispuestos a participar en los debates sociales que se presenten. No se puede permanecer callado ante aquellos que tratan de “robar” una de las señas de identidad de Europa.
Ana Muñoz
Periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
ccs@solidarios.org.es
www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/es/articulo/121027?language=en
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