Reelección a cualquier precio

28/03/2007
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  • Opinión
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El Dr. Leonel Fernández Reina, actual presidente de la República Dominicana, proclamó el pasado domingo 25 de marzo su pre-candidatura en busca de su reelección en el cargo.

El acto se caracterizó por el derroche de recursos del Estado y por la fatuidad desplegada dentro del escenario del Palacio de Deportes del Centro Olímpico de la Capital dominicana.

Allí el presidente-candidato se esforzó en presentarse como un ser sin vocación mesiánica y como representante de la corriente liberal históricamente opuesta al sector autoritario-conservador, al tiempo de asumir la defensa de la reelección como algo “consustancial al sistema democrático” y descalificar todas las críticas a su determinación.

El tema de la reelección en el caso dominicano, sin embargo, ha tenido una connotación sumamente negativa y no resiste ser comparado con otras situaciones.

De la reelección han hecho uso, para abusar del pueblo, todos los caudillos políticos, todos los tiranos, dictadores y aspirantes a dictadores. Su aprobación ha estado históricamente vinculada a los intereses del sector autoritario-conservador del país.

Su prohibición constitucional en 1994 fue valorada como una importante conquista democrática, aunque fue levantada antes de los comicios del 2004 (durante el gobierno del PRD y de Hipólito Mejía), precisamente en busca de continuismo a cualquier precio.

De esa contrarreforma constitucional se ha beneficiado ahora el señor Leonel Fernández, quien no ha podido resistir la tentación de quedarse en la presidencia a pesar de su pésimo primer gobierno (1996-200) y de su desastrosa administración actual (2004-2007) bajo la tutela del FMI, camino a la ejecución del TLC con EEUU y Centroamérica, y exhibiendo un mayor derroche de corrupción y entreguismo.

Leonel ha sido el gran privatizador de los recursos públicos y de las riquezas naturales, continuador además de todas las políticas neoliberales impuestas desde 1983 y de las practicas de corrupción de todos los gobiernos anteriores.

Aquí no está en discusión si la reelección es o no es legal, pese a la espuria que fue la “reforma” promovida por el también corrupto ex-presidente Hipólito Mejía, que la reintrodujo en la Constitución de la República cuando quiso re-postularse.

Tampoco el centro del debate es si la reelección puede ser válida o no, conveniente o no, en otros países y en escenarios con otras culturas políticas y otras realidades institucionales.

Lo que hay que debatir es la re-postulación presidencial aquí, en la República Dominicana, con esta historia, con esta “cultura política”, con esta herencia despótica-caudillista, con esta y desde esta partidocracia, con esta corrupción de Estado, con Leonel Fernández como protagonista del nuevo continuismo, con la actual gravitación del clientelismo…

Lo que hay que discutir es si le conviene o no al país la continuación de Leonel Fernández al frente de la jefatura de Estado, ejerciéndola como si fuera una gobernación de colonia y un mecanismo para el enriquecimiento de unos pocos.

Y en verdad al propio Leonel Fernández le resulta difícil exponer las supuestas virtudes de la reelección en el actual contexto nacional, por lo que se ve obligado a mentir, distorsionar, omitir, engañar, estafar…

No es verdad que los años de ejercicio gubernamental de Joaquín Balaguer, con sus sucesivas y traumáticas reelecciones, fueron un simple “momento excepcional en la vida de este pueblo”. Fueron 22 años de crímenes, fraudes, robos, intervención estadounidense, entreguismo, terror de Estado, miedo, empobrecimiento material y espiritual del pueblo trabajador.

Veinte y dos años precedidos de otros 31 de la tiranía de Trujillo, sin que nos remontemos a las huellas despóticas de Buenaventura Báez, Santana, Ulises Hereaux (Lilís) en el siglo antepasado.

Es la hora que todavía la tiranía de Trujillo y la funesta era balaguerista no han sido arrancadas de raíz. Gravitan tanto, que si bien sería muy descarado y costoso exaltar a Trujillo, el propio Leonel Fernández se ha convertido, junto a los líderes del PLD y del PRD, en el reivindicador por excelencia del principal heredero político y moral de la tiranía: Joaquín Amparo Balaguer Ricardo. Imitador, por demás, de sus peores atributos.

Toda la partidocracia tradicional ha sido contaminada por las prácticas trujillistas-balagueristas, apoyadas además en una constitución de esa misma factura, que por demás siempre es violada en todo lo que tiene que ver con libertades, derechos humanos e institucionalidad demócratica.

El neoliberalismo, al cual esta subordinado Leonel Fernández y las cúpulas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) -ambos de origen liberal- es realmente neoconservadurismo, despotismo económico, social, ideológico (discurso único)… y autoritarismo desde un Estado y un poder dominado por la gran propiedad privada (local y transnacional).

Esas cúpulas han secuestrado esos partidos y esa corriente histórica, la han estrangulado hasta el punto que desde su respectivas partidocracias ya no se expresa liberalismo alguno. Neoliberalismo mas neo-trujillismo balaguerita han dado lugar al proceso de igualación del PRD y el PLD al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) de Balaguer.

Por eso es otra gran mentira afirmar que se están extrapolando las consecuencias de la reelección durante los 22 años de la era balaguerista a un “momento” en que este gobierno aspira a consolidar la democracia y el Estado de derecho.

Aquí impera una seudo-democracia y un Estado de derecha, no de derecho. El sufragio ha sido clientelizado, usurpado y pervertido. El oro corruptor se impone sobre todos los derechos humanos consagrados y no consagrados, salvo los espacios de libertades que el pueblo defiende con tesón.

No es un olvido involuntario del gobernador de colonia (impulsor de las nefastas privatizaciones del patrimonio nacional, de las políticas económicas neoliberales, del TLC, del acuerdo con el FMI, el intervencionismo militar estadounidense en la isla) excluir a Balaguer del sector autoritario a lo largo de la historia del país.

Tampoco lo es su perverso empeño en ponerlo a la par de Juan Bosch, después de haberlo exaltado como “padre de la democracia”, poniéndole además su nombre a autopistas, aeropuerto, parques… y conmemorando en grande su centenario.

Nunca en este país la reelección ha sido la “legitimación” por el sufragio de un determinado ejercicio gubernamental. Nada tiene que ver el caso nacional ni siquiera con lo acontecido en Francia, España, Inglaterra, o E.E.U.U.(que no es exactamente eso), ni hablar de casos como el de Venezuela, Brasil y otros países del continente. Eso equivale a comparar lo incomparable. A mentir a escala planetaria.

La reelección planteada reelegiría el proceso de empobrecimientos, degradación y destrucción de la nación y del pueblo. Como tambien el relevo de Leonel por los candidatos de las demás facciones de la partidocracia tendría efectos similares. ¡Más de lo mismo¡.

El cúmulo de mentiras expresadas por Leonel Fernández inexorablemente lo condujo a hablar de la ausencia en su ser de toda vocación mesiánica y/o autoritaria, al tiempo que el país esta inundado de carteles que convocan al pueblo a no inventar, a seguir la señal del “líder”, a negar que pueda haber “otro como él”, a presentar a Leonel como la “única vía”, el imprescindible, a endiosarle y endiosar la “primera dama”.El contraste no puede ser más elocuente.

¿Y si tuviera vocación mesiánica?
https://www.alainet.org/es/articulo/120233
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