Caracoles Zapatistas: Creación heroica
06/03/2007
- Opinión
En México estamos en medio de un cambio de época. Si bien los de arriba dieron pasos fundamentales para destruir lo que desde la perspectiva de izquierda existía, no lograron consolidar un "nuevo orden mundial", no lograron generar un nuevo ciclo largo de crecimiento económico a pesar de la incorporación masiva de cientos de millones de seres humanos al proceso productivo capitalista.
Lo contradictorio de la acción del capital es que, en cambio, lo que sí logró fue la generación de un antagonista nuevo, diferente.
Si alguien preguntara quién es ese nuevo antagonista no sería necesario forzar la mente para dar una respuesta contundente: los que están más abajo que abajo, los que viven en el sótano del mundo, los que siempre han sido despreciados, humillados y ofendidos, incluso por los de abajo.
Arrancados de las páginas de Los Miserables de Víctor Hugo, esos jóvenes, casi niños, oaxaqueños, nos decían: aquí estamos, no tan sólo la modernidad neoliberal no nos ha podido borrar sino que somos más y estamos dispuestos a luchar.
Los más abajo
Otros ejemplos del nuevo antagonismo de los más abajo:
a) Los 190 millones de migrantes que existen en todo el mundo. Una cantidad que, hagan lo que hagan los señores del dinero o, para ser más precisos, precisamente por lo que hacen, va a seguir creciendo. Los estallidos en los suburbios de París tienen un carácter anunciador. Esos millones de trabajadores—la mayor de las veces, precarios—son el resultado de un cuádruple proceso: despojo, represión, desprecio, y explotación. Sin ellos sería imposible de entender el proceso de reproducción ampliada del capital en las megápolis, el mantenimiento de niveles de realización de las mercancías en los países más pobres. El sur se metió por los cuartos de servicio en el norte y ahora éste no puede vivir sin aquel.
b) Los millones de pobres, en el caso de México de indígenas, que emigran hacia las zonas supuestamente más prosperas de sus mismos países.
c) Los millones de campesinos, muchos de ellos indígenas, que conforman los nuevos sectores de la clase obrera industrial, que no conocen las viejas formas y tradiciones de los trabajadores del siglo XX, pero que llevan consigo una misión comunitaria que les permite más rápidamente identificar a su enemigo y su explotación. En el caso de México no son herederos del viejo sindicalismo, lleno de atavismos como el de la falsa ideología de la revolución mexicana.
d) Millones de jóvenes en el mundo que no tienen ninguna perspectiva de promoción social. El desempleo, el mercado informal, la calle, etc. son su destino. Pero no se trata de un lumpen que será utilizado en contra del proletariado sino de un componente fundamental de la lucha y la movilización.
e) Millones de mujeres que son parte mayoritaria de las movilizaciones y que en el terreno de la acción van cambiando la correlación de fuerzas al interior de los movimientos, imponiendo, en el mejor de los sentidos, su presencia, su lucha, su forma de organización, su lenguaje, su forma de ver el mundo. Logrando paulatinamente y no sin contradicciones y crisis, que los movimientos vayan observando las cosas con otra óptica. La idea de ver el mundo con ojos de mujer solamente se logra en la acción, en la lucha, como productos de la experiencia concreta.
Encuentro Zapatista—La hora de la autonomía
El reto que se abre es tratar de resolver el acertijo para unir el más abajo con el abajo.
Es en este marco que se celebró el Encuentro de los pueblos zapatistas con los pueblos del mundo. Los días 30,31 de diciembre y 1y 2 de enero los zapatistas nos permitieron ver a través de una ventana nueva, diferente. En el Encuentro participaron más de 2000 delegadas y delegados de 47 países del mundo. Venían representado colectivos, organizaciones, pueblos, comunidades, etc.
Para recibirlos, el EZLN y las bases de apoyo realizaron una gran movilización de más de 4000 indígenas, cientos de promotores, más de 200 miembros de los 40 Consejos Municipales Autónomos, representantes de las 5 Juntas de Buen Gobierno y una parte importante de la Comandancia General del Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Pero este encuentro tuvo como característica esencial que no fueron los voceros tradicionales del zapatismo los que marcaron la tónica sino los hombres y mujeres, bases de apoyo, que ejercen día con día las tareas de gobierno en el marco de la autonomía, los que hablaron.
Oír a las Juntas de Buen Gobierno contar sus experiencias, hacer sus generalizaciones, ubicar sus limitaciones, señalar sus contradicciones nos permitió entender el significado profundo de eso de lo que hablaba el Subcomandante Insurgente Marcos cuando decía que esta nueva generación zapatista era mejor que la anterior.
De esa manera pudimos constatar, en la práctica, que efectivamente existe otra cosa, otra forma de organizarse, otra forma de convivir, otras relaciones sociales, otra forma de gobernar, otra forma de vivir. Ya no a partir de un comunicado o de una carta o de un ensayo, que siempre corren desesperadamente atrás de la realidad, sino en vivo y a todo color.
Y ya nos prometen que para el mes de julio cuando está convocado el segundo encuentro intergaláctico, el viaje será más a las entrañas mismas de los caracoles zapatistas y, que sean directamente los zapatistas que ejercen la autonomía día a día, los que nos hablen de su experiencia. Este viaje hacia el centro profundo del zapatismo tiene una riqueza que todavía es demasiado pronto para poder sacar todas sus conclusiones. Sin embargo, se puede decir algunas obviedades que en nada comprometen a los actores directos de los hechos.
Desde luego se trata de algo en construcción, por lo tanto todavía algo que se está armando, algo no terminado (y con los zapatistas siempre es un problema saber si algo está terminado). Pero ya se distinguen algunos aspectos que plantean no sólo experiencia sino un reto de interpretación.
Hasta hace algún tiempo, la visión hegemónica en el seno del pensamiento de izquierda, era que no sería posible construir nuevas relaciones sociales sino hasta después de la toma del poder , es decir de la toma del poder del Estado.
Se decía que la construcción de nuevas relaciones sociales solamente era viable en momentos específicos de la confrontación social y que estos momentos duraban muy poco y que o se pasaba a la toma del Estado o se volvía a una normalidad reaccionaria.
Igualmente se planteaba la idea de que era imposible alterar la forma de dominación. Cuando mucho la democracia representativa solamente podía ser complementada por formas de democracia participativa que le permitían a la gente decidir sobre cosas, las menos trascendentales.
La experiencia zapatista, demuestra lo equivocado de estas ideas.
Asimismo, algunos analistas y "expertos" se atreven a afirmar sobre el tema de la autonomía que las Juntas de Buen Gobierno les dan la razón sobre su modelo de autonomía y no lo que fueron los acuerdos de San Andrés.
Olvidan algo elemental: el zapatismo puso San Andrés al servicio del movimiento indígena nacional y les preguntó si esos acuerdos eran suficiente para ellos y ellos dijeron que sí, incluidos los ahora críticos y expertos. El EZLN, y así se ha demostrado, tenía la capacidad de construir un tipo de autonomía que iba por arriba de los acuerdos de San Andrés pero no pensaba en sí mismo sino en ser un puente para el movimiento indígena nacional.
En el Encuentro, las Juntas de Buen Gobierno dijeron que la autonomía no es algo que se pueda aprender en un manual o en un libro con grandes conceptos, sino que existe en función de la decisión de los directamente involucrados , de los que están construyendo su propio destino, autogobernándose.
Esto rompe con la idea tradicional de que se requiere de un grupo de expertos, de especialistas, que guardan los secretos de cómo se ejerce el gobierno. Demuestra que es posible eliminar la separación entre gobernantes y gobernados, separación que se expresa en el diferencial salarial entre el presidente del país que gana cerca de 160 mil pesos mensuales, cuando un trabajador que recibe el salario mínimo solamente percibe 1,200 pesos mensuales, lo que crea un desnivel de casi 160 mil por ciento, aquí reside la base de lo que se ha llamado el gobierno político. Los que participan en las Juntas de Buen Gobierno no cobran ningún salario, la comunidad se hace cargo de su familia y de sus gastos y alimentos cuando realiza viajes . No existe ninguna diferencia entre ellos y sus gobernados, aquí reside la base de lo que se ha llamado el gobierno comunidad.
El gobierno político es extremadamente caro en México. En enero 2007 se informó que en los últimos cuatro años el Instituto Federal Electoral entregó a los partidos políticos cerca de 40 mil millones de pesos, pero eso no es lo más grave, simplemente hay que ver cuáles son los salarios de los funcionarios federal, estatales, municipales, los senadores, diputados, diputados locales, regidores, los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los jueces, los ministerios públicos, el ejército, la marina, los diversos cuerpos policíacos, etc. Y entonces la suma llega a más de 300 mil millones de pesos, es decir más que todo el presupuesto anual de educación—contando ahí a todas las universidades públicas—ciencia y tecnología, cultura, pueblos indios, todo junto.
Para formularlo de una manera esquemática:
Gobierno político = Gobierno caro.
Gobierno Comunidad = Gobierno barato.
Gobierno Político = gobierno de "especialistas"
Gobierno comunidad = gobierno de todos.
Gobierno Político = gobierno de arriba.
Gobierno comunidad = gobierno de abajo.
Gobierno político = gobierno autoritario.
Gobierno comunidad = gobierno democrático.
Existe otra diferencia importante entre el gobierno oficial y el gobierno autónomo de las comunidades zapatistas, que es más sutil, pero igualmente perversa—la que tiene que ver con quién decide, quién tiene el poder para definir el rumbo de un pueblo, de un país, de una región.
El método que han escogido las bases de apoyo zapatistas es mucho más complicado y, muy posiblemente, tardado para tomar las decisiones, pero al mismo tiempo es el único que genera una transformación real y profunda en la relación mando-obediencia.
Al poner de cabeza la relación gobierno-gobernados y al devolverle al pueblo—o a la ciudadanía si se quiere hablar en términos modernos, o a la comunidad si hablamos como hablan los directamente implicados—su poder de decisión, basado en su poder de discutir las diversas posibilidades, se genera una nueva relación social que es el mandar-obedeciendo.
Y, entonces llegamos a un punto central en lo que tiene que ver con los Caracoles zapatistas. Indudablemente que en el conjunto de pueblos indios existe una serie de tradiciones que permiten una forma de gobierno que no se asemeja a la forma occidental de gobernar. Pero una cosa es eso y otra muy diferente es querer asimilar toda la experiencia zapatista únicamente a los usos y costumbres indígenas. Los Caracoles zapatistas representan una fusión entre esa tradición indígena y un proceso de autoorganización social, producto de opción política precisa.
El EZLN y los pueblos zapatistas apostaron a una forma de organización y participación político-social que rompe con cualquier tradición de territorios liberados o zonas bajo control para poner en pie un sistema autogestionario sin parangón en la historia. Centenares de miles de mexicanos viven desde hace ya más de tres años una forma de organización social donde el Estado burgués mexicano no domina, donde el capital no reina, donde se reapropiaron de lo que les habían despojado, donde el desprecio no tiene lugar, donde la represión no es ejercida por el que gobierna.
Todo esto hecho a partir de la voluntad férrea de centenares de miles de mexicanos indígenas que ya optaron y decidieron poner en marcha un proyecto único, donde ellos mandan, ellos deciden, ellos discuten, ellos se cuestionan, ellos se construyen, ellos se critican.
Año nuevo, sociedad nueva
Por eso en cada mensaje que los zapatistas dieron en el Encuentro se sentía algo que calaba, algo que nos hablaba del orgullo que sienten de lo que están haciendo, de la seguridad que se siente en sus palabras, de la confianza que se trasluce de sus acciones.
Y, como siempre sucede con los zapatistas, todo eso permite que los que estábamos ahí sintiéramos un gran orgullo, una gran seguridad y una importante confianza en que sí se puede hacer otra cosa, en que sí hay otra cosa; en que si hay forma de construir nuevas relaciones sociales, en que sí el camino está abajo y a la izquierda. No nada más a la izquierda, no nada más abajo sino abajo y a la izquierda.
Las Juntas de Buen Gobierno están ahí, nos esperan, nos ayudan, nos iluminan, nos necesitan.
Hace muchos años, José Carlos Mariátegui dijo que el socialismo indoamericano no sería ni copia, ni calca sino creación heroica.
Yo no digo que lo que se está haciendo en los Caracoles zapatistas sea el socialismo, pero no tengo duda es que ahí se está haciendo una creación heroica que puede ser la piedra de toque de un futuro socialismo sin patrones, ni generales; sin timoneles, ni jefes; sin dioses, ni cesares; sin ayatolas dominicales ni sabatinos.
Mientras tanto, mientras eso sucede, el día 31 de diciembre del año que acaba de terminar, un compañero indígena de la Junta de Buen Gobierno del Caracol IV, ubicado en Morelia, Chiapas, dio la clave de lo que podemos tener como principio ético esencial, como elemento de resistencia que permite que sigamos en la lucha, como base para no traicionar lo que somos, nuestro ser, nuestro hacer.
El compa dijo: "Aunque no podamos cambiar el mundo, lucharemos porque el mundo no nos cambie," (casi por las mismas fechas, un ex obrero metalúrgico, presidente de Brasil, Luis Inacio da Silva Lula había dicho que era imposible llegar a los 60 años y seguir siendo de izquierda).
Este pensamiento, que al mismo tiempo es una acción, es la única garantía para poder emprender la tarea mínima, hoy más que nunca indispensable: cambiar al mundo para construir uno donde el que mande lo haga obedeciendo.
- Sergio Rodríguez Lascano es economista y director de la Revista Rebeldía, y colaborador con el IRC Programa de las Américas
http://www.ircamericas.org
Lo contradictorio de la acción del capital es que, en cambio, lo que sí logró fue la generación de un antagonista nuevo, diferente.
Si alguien preguntara quién es ese nuevo antagonista no sería necesario forzar la mente para dar una respuesta contundente: los que están más abajo que abajo, los que viven en el sótano del mundo, los que siempre han sido despreciados, humillados y ofendidos, incluso por los de abajo.
Arrancados de las páginas de Los Miserables de Víctor Hugo, esos jóvenes, casi niños, oaxaqueños, nos decían: aquí estamos, no tan sólo la modernidad neoliberal no nos ha podido borrar sino que somos más y estamos dispuestos a luchar.
Los más abajo
Otros ejemplos del nuevo antagonismo de los más abajo:
a) Los 190 millones de migrantes que existen en todo el mundo. Una cantidad que, hagan lo que hagan los señores del dinero o, para ser más precisos, precisamente por lo que hacen, va a seguir creciendo. Los estallidos en los suburbios de París tienen un carácter anunciador. Esos millones de trabajadores—la mayor de las veces, precarios—son el resultado de un cuádruple proceso: despojo, represión, desprecio, y explotación. Sin ellos sería imposible de entender el proceso de reproducción ampliada del capital en las megápolis, el mantenimiento de niveles de realización de las mercancías en los países más pobres. El sur se metió por los cuartos de servicio en el norte y ahora éste no puede vivir sin aquel.
b) Los millones de pobres, en el caso de México de indígenas, que emigran hacia las zonas supuestamente más prosperas de sus mismos países.
c) Los millones de campesinos, muchos de ellos indígenas, que conforman los nuevos sectores de la clase obrera industrial, que no conocen las viejas formas y tradiciones de los trabajadores del siglo XX, pero que llevan consigo una misión comunitaria que les permite más rápidamente identificar a su enemigo y su explotación. En el caso de México no son herederos del viejo sindicalismo, lleno de atavismos como el de la falsa ideología de la revolución mexicana.
d) Millones de jóvenes en el mundo que no tienen ninguna perspectiva de promoción social. El desempleo, el mercado informal, la calle, etc. son su destino. Pero no se trata de un lumpen que será utilizado en contra del proletariado sino de un componente fundamental de la lucha y la movilización.
e) Millones de mujeres que son parte mayoritaria de las movilizaciones y que en el terreno de la acción van cambiando la correlación de fuerzas al interior de los movimientos, imponiendo, en el mejor de los sentidos, su presencia, su lucha, su forma de organización, su lenguaje, su forma de ver el mundo. Logrando paulatinamente y no sin contradicciones y crisis, que los movimientos vayan observando las cosas con otra óptica. La idea de ver el mundo con ojos de mujer solamente se logra en la acción, en la lucha, como productos de la experiencia concreta.
Encuentro Zapatista—La hora de la autonomía
El reto que se abre es tratar de resolver el acertijo para unir el más abajo con el abajo.
Es en este marco que se celebró el Encuentro de los pueblos zapatistas con los pueblos del mundo. Los días 30,31 de diciembre y 1y 2 de enero los zapatistas nos permitieron ver a través de una ventana nueva, diferente. En el Encuentro participaron más de 2000 delegadas y delegados de 47 países del mundo. Venían representado colectivos, organizaciones, pueblos, comunidades, etc.
Para recibirlos, el EZLN y las bases de apoyo realizaron una gran movilización de más de 4000 indígenas, cientos de promotores, más de 200 miembros de los 40 Consejos Municipales Autónomos, representantes de las 5 Juntas de Buen Gobierno y una parte importante de la Comandancia General del Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Pero este encuentro tuvo como característica esencial que no fueron los voceros tradicionales del zapatismo los que marcaron la tónica sino los hombres y mujeres, bases de apoyo, que ejercen día con día las tareas de gobierno en el marco de la autonomía, los que hablaron.
Oír a las Juntas de Buen Gobierno contar sus experiencias, hacer sus generalizaciones, ubicar sus limitaciones, señalar sus contradicciones nos permitió entender el significado profundo de eso de lo que hablaba el Subcomandante Insurgente Marcos cuando decía que esta nueva generación zapatista era mejor que la anterior.
De esa manera pudimos constatar, en la práctica, que efectivamente existe otra cosa, otra forma de organizarse, otra forma de convivir, otras relaciones sociales, otra forma de gobernar, otra forma de vivir. Ya no a partir de un comunicado o de una carta o de un ensayo, que siempre corren desesperadamente atrás de la realidad, sino en vivo y a todo color.
Y ya nos prometen que para el mes de julio cuando está convocado el segundo encuentro intergaláctico, el viaje será más a las entrañas mismas de los caracoles zapatistas y, que sean directamente los zapatistas que ejercen la autonomía día a día, los que nos hablen de su experiencia. Este viaje hacia el centro profundo del zapatismo tiene una riqueza que todavía es demasiado pronto para poder sacar todas sus conclusiones. Sin embargo, se puede decir algunas obviedades que en nada comprometen a los actores directos de los hechos.
Desde luego se trata de algo en construcción, por lo tanto todavía algo que se está armando, algo no terminado (y con los zapatistas siempre es un problema saber si algo está terminado). Pero ya se distinguen algunos aspectos que plantean no sólo experiencia sino un reto de interpretación.
Hasta hace algún tiempo, la visión hegemónica en el seno del pensamiento de izquierda, era que no sería posible construir nuevas relaciones sociales sino hasta después de la toma del poder , es decir de la toma del poder del Estado.
Se decía que la construcción de nuevas relaciones sociales solamente era viable en momentos específicos de la confrontación social y que estos momentos duraban muy poco y que o se pasaba a la toma del Estado o se volvía a una normalidad reaccionaria.
Igualmente se planteaba la idea de que era imposible alterar la forma de dominación. Cuando mucho la democracia representativa solamente podía ser complementada por formas de democracia participativa que le permitían a la gente decidir sobre cosas, las menos trascendentales.
La experiencia zapatista, demuestra lo equivocado de estas ideas.
Asimismo, algunos analistas y "expertos" se atreven a afirmar sobre el tema de la autonomía que las Juntas de Buen Gobierno les dan la razón sobre su modelo de autonomía y no lo que fueron los acuerdos de San Andrés.
Olvidan algo elemental: el zapatismo puso San Andrés al servicio del movimiento indígena nacional y les preguntó si esos acuerdos eran suficiente para ellos y ellos dijeron que sí, incluidos los ahora críticos y expertos. El EZLN, y así se ha demostrado, tenía la capacidad de construir un tipo de autonomía que iba por arriba de los acuerdos de San Andrés pero no pensaba en sí mismo sino en ser un puente para el movimiento indígena nacional.
En el Encuentro, las Juntas de Buen Gobierno dijeron que la autonomía no es algo que se pueda aprender en un manual o en un libro con grandes conceptos, sino que existe en función de la decisión de los directamente involucrados , de los que están construyendo su propio destino, autogobernándose.
Esto rompe con la idea tradicional de que se requiere de un grupo de expertos, de especialistas, que guardan los secretos de cómo se ejerce el gobierno. Demuestra que es posible eliminar la separación entre gobernantes y gobernados, separación que se expresa en el diferencial salarial entre el presidente del país que gana cerca de 160 mil pesos mensuales, cuando un trabajador que recibe el salario mínimo solamente percibe 1,200 pesos mensuales, lo que crea un desnivel de casi 160 mil por ciento, aquí reside la base de lo que se ha llamado el gobierno político. Los que participan en las Juntas de Buen Gobierno no cobran ningún salario, la comunidad se hace cargo de su familia y de sus gastos y alimentos cuando realiza viajes . No existe ninguna diferencia entre ellos y sus gobernados, aquí reside la base de lo que se ha llamado el gobierno comunidad.
El gobierno político es extremadamente caro en México. En enero 2007 se informó que en los últimos cuatro años el Instituto Federal Electoral entregó a los partidos políticos cerca de 40 mil millones de pesos, pero eso no es lo más grave, simplemente hay que ver cuáles son los salarios de los funcionarios federal, estatales, municipales, los senadores, diputados, diputados locales, regidores, los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los jueces, los ministerios públicos, el ejército, la marina, los diversos cuerpos policíacos, etc. Y entonces la suma llega a más de 300 mil millones de pesos, es decir más que todo el presupuesto anual de educación—contando ahí a todas las universidades públicas—ciencia y tecnología, cultura, pueblos indios, todo junto.
Para formularlo de una manera esquemática:
Gobierno político = Gobierno caro.
Gobierno Comunidad = Gobierno barato.
Gobierno Político = gobierno de "especialistas"
Gobierno comunidad = gobierno de todos.
Gobierno Político = gobierno de arriba.
Gobierno comunidad = gobierno de abajo.
Gobierno político = gobierno autoritario.
Gobierno comunidad = gobierno democrático.
Existe otra diferencia importante entre el gobierno oficial y el gobierno autónomo de las comunidades zapatistas, que es más sutil, pero igualmente perversa—la que tiene que ver con quién decide, quién tiene el poder para definir el rumbo de un pueblo, de un país, de una región.
El método que han escogido las bases de apoyo zapatistas es mucho más complicado y, muy posiblemente, tardado para tomar las decisiones, pero al mismo tiempo es el único que genera una transformación real y profunda en la relación mando-obediencia.
Al poner de cabeza la relación gobierno-gobernados y al devolverle al pueblo—o a la ciudadanía si se quiere hablar en términos modernos, o a la comunidad si hablamos como hablan los directamente implicados—su poder de decisión, basado en su poder de discutir las diversas posibilidades, se genera una nueva relación social que es el mandar-obedeciendo.
Y, entonces llegamos a un punto central en lo que tiene que ver con los Caracoles zapatistas. Indudablemente que en el conjunto de pueblos indios existe una serie de tradiciones que permiten una forma de gobierno que no se asemeja a la forma occidental de gobernar. Pero una cosa es eso y otra muy diferente es querer asimilar toda la experiencia zapatista únicamente a los usos y costumbres indígenas. Los Caracoles zapatistas representan una fusión entre esa tradición indígena y un proceso de autoorganización social, producto de opción política precisa.
El EZLN y los pueblos zapatistas apostaron a una forma de organización y participación político-social que rompe con cualquier tradición de territorios liberados o zonas bajo control para poner en pie un sistema autogestionario sin parangón en la historia. Centenares de miles de mexicanos viven desde hace ya más de tres años una forma de organización social donde el Estado burgués mexicano no domina, donde el capital no reina, donde se reapropiaron de lo que les habían despojado, donde el desprecio no tiene lugar, donde la represión no es ejercida por el que gobierna.
Todo esto hecho a partir de la voluntad férrea de centenares de miles de mexicanos indígenas que ya optaron y decidieron poner en marcha un proyecto único, donde ellos mandan, ellos deciden, ellos discuten, ellos se cuestionan, ellos se construyen, ellos se critican.
Año nuevo, sociedad nueva
Por eso en cada mensaje que los zapatistas dieron en el Encuentro se sentía algo que calaba, algo que nos hablaba del orgullo que sienten de lo que están haciendo, de la seguridad que se siente en sus palabras, de la confianza que se trasluce de sus acciones.
Y, como siempre sucede con los zapatistas, todo eso permite que los que estábamos ahí sintiéramos un gran orgullo, una gran seguridad y una importante confianza en que sí se puede hacer otra cosa, en que sí hay otra cosa; en que si hay forma de construir nuevas relaciones sociales, en que sí el camino está abajo y a la izquierda. No nada más a la izquierda, no nada más abajo sino abajo y a la izquierda.
Las Juntas de Buen Gobierno están ahí, nos esperan, nos ayudan, nos iluminan, nos necesitan.
Hace muchos años, José Carlos Mariátegui dijo que el socialismo indoamericano no sería ni copia, ni calca sino creación heroica.
Yo no digo que lo que se está haciendo en los Caracoles zapatistas sea el socialismo, pero no tengo duda es que ahí se está haciendo una creación heroica que puede ser la piedra de toque de un futuro socialismo sin patrones, ni generales; sin timoneles, ni jefes; sin dioses, ni cesares; sin ayatolas dominicales ni sabatinos.
Mientras tanto, mientras eso sucede, el día 31 de diciembre del año que acaba de terminar, un compañero indígena de la Junta de Buen Gobierno del Caracol IV, ubicado en Morelia, Chiapas, dio la clave de lo que podemos tener como principio ético esencial, como elemento de resistencia que permite que sigamos en la lucha, como base para no traicionar lo que somos, nuestro ser, nuestro hacer.
El compa dijo: "Aunque no podamos cambiar el mundo, lucharemos porque el mundo no nos cambie," (casi por las mismas fechas, un ex obrero metalúrgico, presidente de Brasil, Luis Inacio da Silva Lula había dicho que era imposible llegar a los 60 años y seguir siendo de izquierda).
Este pensamiento, que al mismo tiempo es una acción, es la única garantía para poder emprender la tarea mínima, hoy más que nunca indispensable: cambiar al mundo para construir uno donde el que mande lo haga obedeciendo.
- Sergio Rodríguez Lascano es economista y director de la Revista Rebeldía, y colaborador con el IRC Programa de las Américas
http://www.ircamericas.org
https://www.alainet.org/es/articulo/119864
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