Los salvajes
05/02/2007
- Opinión
Días atrás hemos conocido la historia de la “niña salvaje”. Una niña camboyana de 8 años, que mientras cuidaba los búfalos de agua de su familia desapareció, para ser encontrada 20 años después. Durante este tiempo ha vivido en la naturaleza, siendo parte de la misma, y ahora, cuando escrutamos su mirada, nos preguntamos si podrá adaptarse a la vida entre congéneres. Porque muchos pueblos indígenas expulsados de sus tierras no han podido conseguirlo.
Tal es el caso de los Batwa que durante miles de años pobló los bosques del sudoeste de Uganda, hasta que en los años 90 su región fue designada Parque Nacional y fueron expulsado por temor a que impidieran la supervivencia de los grupos de gorilas de montaña con los que compartían territorio (bajo el nombre de protección del medio ambiente muchas veces sólo hay políticas conservacionistas que excluyen a la fauna humana). Explica el profesor de ciencia Mark Dowie que “estos bosques son tan densos que cuando salieron por primera vez de ellos, los Batwa perdieron la perspectiva. Algunos incluso se daban de bruces con los vehículos en movimiento. Ahora están viviendo en lastimosos campos de ocupantes precarios en el perímetro de los parques, sin agua corriente o saneamiento”.
O el caso de Rita Godoy. Ella y los cinco mil habitantes que pueblan el barrio Ituzaingo en las afueras de la ciudad de Córdoba (Argentina) sufren las consecuencias de las fumigaciones con pesticidas que desde avionetas se lanzan sobre los campos de soja que rodean sus casas. "Mi hijo –explica Rita- estaba jugando sobre un árbol junto a otros niños, cuando le empezó a arder la cara y las manos; bajó, se mojó para refrescarse y de pronto la parte blanca de sus ojos se le salió para afuera. Cuando le pregunté qué paso me dijo: estábamos mirando la avioneta, ma“.
Las Naciones Unidas hablan ya de los “refugiados ecológicos” para referirse a los más de 25 millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares porque a su alrededor, la degradación de la naturaleza, la sequía, las inundaciones o la desertización hace imposible la vida. Además tendremos que incluir en esta categoría a familias como la familia Godoy o pueblos como los Batwa, en cuyo caso es directamente la mano del hombre la que destruye su ecosistema: construcciones de grandes represas, la contaminación de las extracciones mineras o petroleras, la desolación que provocan los monocultivos de exportación o las fiebres de la urbanización salvaje.
Tal es el caso de los Batwa que durante miles de años pobló los bosques del sudoeste de Uganda, hasta que en los años 90 su región fue designada Parque Nacional y fueron expulsado por temor a que impidieran la supervivencia de los grupos de gorilas de montaña con los que compartían territorio (bajo el nombre de protección del medio ambiente muchas veces sólo hay políticas conservacionistas que excluyen a la fauna humana). Explica el profesor de ciencia Mark Dowie que “estos bosques son tan densos que cuando salieron por primera vez de ellos, los Batwa perdieron la perspectiva. Algunos incluso se daban de bruces con los vehículos en movimiento. Ahora están viviendo en lastimosos campos de ocupantes precarios en el perímetro de los parques, sin agua corriente o saneamiento”.
O el caso de Rita Godoy. Ella y los cinco mil habitantes que pueblan el barrio Ituzaingo en las afueras de la ciudad de Córdoba (Argentina) sufren las consecuencias de las fumigaciones con pesticidas que desde avionetas se lanzan sobre los campos de soja que rodean sus casas. "Mi hijo –explica Rita- estaba jugando sobre un árbol junto a otros niños, cuando le empezó a arder la cara y las manos; bajó, se mojó para refrescarse y de pronto la parte blanca de sus ojos se le salió para afuera. Cuando le pregunté qué paso me dijo: estábamos mirando la avioneta, ma“.
Las Naciones Unidas hablan ya de los “refugiados ecológicos” para referirse a los más de 25 millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares porque a su alrededor, la degradación de la naturaleza, la sequía, las inundaciones o la desertización hace imposible la vida. Además tendremos que incluir en esta categoría a familias como la familia Godoy o pueblos como los Batwa, en cuyo caso es directamente la mano del hombre la que destruye su ecosistema: construcciones de grandes represas, la contaminación de las extracciones mineras o petroleras, la desolación que provocan los monocultivos de exportación o las fiebres de la urbanización salvaje.
Gustavo Duch Guillot
Director de Veterinarios sin Fronteras
https://www.alainet.org/es/articulo/119078?language=es
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