O de cómo cambiar el mundo, revolucionando desde abajo el poder:

Generando el contrapoder, desde abajo y a la izquierda

31/01/2007
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Es necesario construir una nueva cultura política. Esta nueva cultura política puede surgir de una nueva forma de ver el poder. No se trata de tomar el poder, sino de revolucionar su relación con quienes lo ejercen y con quienes lo padecen". -Subcomandante Insurgente Marcos, Invitación al Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, mayo de 1996.-

Cambiar el mundo, revolucionando el poder

(…) más allá del slogan falso y simplificador de que los neozapatistas (…) lo que quieren es "cambiar el mundo, sin tomar el poder", se impone más bien una reflexión seria y detenida de las diferencias, contenidos e interrelaciones entre estos diversos niveles y formas del poder, lo mismo que la tematización de lo que puede ser y es el contrapoder popular y subalterno, y de las formas en que este es gestado por los movimientos sociales genuinamente antisistémicos o anticapitalistas actuales (…).

(…) intentamos aproximarnos con más detenimiento hacia la “nueva forma de ver el poder", que desde hace ya varios años han estado defendiendo y practicando los neozapatistas mexicanos, adentrándonos también en el significado y las implicaciones principales de esa "revolución de la relación del poder" con aquellos que lo ejercen y con los que lo padecen, revolución que está contenida en sus fundamentales reivindicaciones del "mandar obedeciendo" y el reclamo de una "otra política", radicalmente diversa a la actualmente vigente.

Volver al 'poder' de los clásicos

Después de las múltiples experiencias que, a lo largo de todo el siglo XX, intentaron construir sociedades y mundos socialistas, y que desembocaron en la reciente crisis del llamado "socialismo realmente existente", se popularizó y difundió ampliamente la crítica a lo que Immanuel Wallerstein llama la "estrategia de dos pasos". Es decir, la estrategia que han seguido la mayoría de los movimientos antisistémicos del mundo, antes de la revolución cultural mundial de 1968, de primero "tomar el poder del Estado", para luego y desde ese control del aparato o poder estatal, proceder a "cambiar el mundo".

(La) crítica (…) es esencialmente correcta, pero que no implica ni mucho menos el renunciar por principio a ese objetivo de la "toma del poder del Estado", sino más bien el de renunciar a orientar y subordinar todo el movimiento social antisistémico hacia ese sólo y único objetivo de la conquista del poder estatal, redefiniendo más bien su importancia, su lugar, su momento y su carácter específico, desde el verdadero y más profundo objetivo de esos movimientos anticapitalistas, que es sin duda el de acabar radicalmente con el entero sistema social capitalista, para sustituirlo con una nueva sociedad no capitalista, es decir el de cambiar radicalmente el mundo actual, explotador y burgués para sustituirlo por otro mundo nuevo, justo, fraterno, democrático y libre.

De otra parte, y en ese mismo clima post68 en que se afirmó esa crítica a la estrategia de dos pasos, Michel Foucault nos recordaba que el poder y las relaciones de poder no eran exclusivas de los espacios que corresponden a la existencia y a la acción de los Estados, y ni siquiera al ámbito más global de la política y de lo político, sino que se encuentran presentes a todo lo largo y ancho del tejido social, reproduciéndose como "micropoderes" en prácticamente todas las esferas posibles de las relaciones humanas. (…)

Así, Marx ha sido muy claro al definir el poder social como la forma más general del poder. Un poder social, o potencia social, que brota directamente de la simple interconexión y metabolismo elemental entre los seres humanos (…).

Poder social (…) que es siempre la verdadera fuente nutricia y generadora de todo poder político posible, y por esta vía, también de todo poder estatal imaginable. (…) ese poder social de múltiples rostros es el que, en un cierto momento de la historia, se protocoliza, institucionaliza y reconfigura para gestar al mundo de la política y lo político humanos, y con ello, también al poder político, y luego y en otra dimensión al propio poder estatal.

Razón por la cual, para impugnar al poder político establecido, o también al poder del Estado que hoy gobierna, hace falta remitirse siempre a la sociedad y al conjunto completo de la vida social, movilizando distintas formas de ese poder social ubicuo y disperso, como puntos de apoyo específico para dicho combate en contra de las formas políticas y estatales de ese poder hoy dominante.

(…) Y por eso, los recursos y posibilidades de un movimiento social que lucha contra un sistema social dominante, abarcan lo mismo a la esfera de la cultura, y con ello a la lucha ideológica, simbólica e intelectual en todas sus formas, que a la confrontación propiamente social en todos sus frentes posibles, incluyendo también la lucha económica y material en general, junto, obviamente, al combate directamente político. (…).

Y por eso también, es el abanico completo de todas estas luchas y frentes de lucha, lo que constituye esos puntos de apoyo sociales desde los cuales se cuestiona y pone en crisis al poder político y al Estado, a la vez que se disputa al sistema social burgués su dominio y su hegemonía no solamente políticos, sino también sociales, económicos, culturales y hasta civilizatorios en general.

Lo que entonces, nos explica como comienza a modificarse ahora la vieja y ya caduca ecuación de la estrategia en dos pasos, cambiando el esquema gradual de primero tomar el poder y segundo y sólo después cambiar e! mundo, por la nueva estrategia de empezar, aquí, ahora y en todo lugar, a cambiar el mundo de inmediato, confrontando las formas del poder social capitalista en todos los espacios que ellas ocupan, y en todo el entero tejido de las sociedades, para ir gestando desde ya y ubicuamente los gérmenes y los espacios del nuevo mundo y de la nueva sociedad. (…)

Ya que al observar la práctica y la historia de esos nuevos movimientos sociales latinoamericanos, como el neozapatismo mexicano, los Sin Tierra brasileños, los Piqueteros argentinos, o las comunidades indígenas de Bolivia y Ecuador, es claro que todos ellos han creado ya y están recreando constantemente distintas formas del contrapoder social, formas locales, territoriales, simbólicas o espaciales, de tipo social, cultural, económico y también político, que a la vez que prefiguran el otro y nuevo mundo todavía posible, son las claras plataformas para el cotidiano combate en contra de los poderes políticos y los Estados hoy dominantes en sus respectivas sociedades (…)

Lo que, sin embargo, no debe entenderse en el sentido de que el contrapoder deberá obedecer a la misma lógica del poder, sino justamente lo contrario: para ser realmente alternativo y ser realmente un contra-poder del poder estatal y político hegemónicos, ese contrapoder deberá regirse por otra lógica, otra dinámica y otra perspectiva, radicalmente distintas de las de los poderes dominantes, y por ende, para la situación de las sociedades hoy existentes en todo el planeta, por una lógica, una dinámica y una perspectiva que deberán ser, desde ahora y permanentemente, claramente anticapitalistas, e igualmente emplazadas desde abajo y a la izquierda.

Ya que es justamente esta posible construcción y constitución de un contrapoder social alternativo, la que permite distinguir y discriminar a los distintos movimientos sociales que hoy se gestan y desarrollan en el seno de las diversas sociedades capitalistas de todo el planeta. Pues en el vasto abanico de estos movimientos sociales, existen muchos que son simplemente la expresión directa del descontento, el hartazgo, la insatisfacción o la insubordinación que generan las cotidianas relaciones y prácticas de explotación, despotismo, discriminación, despojo, desigualdad, humillación y exclusión que caracterizan al capitalismo actual. Pero también, y al lado de estos movimientos sociales más reactivos y defensivos, existen los movimientos sociales genuinamente antisistémicos y anticapitalistas, de carácter más permanente, ofensivo y realmente alternativos frente al orden social existente. (…)

En cambio, los movimientos realmente anticapitalistas y antisistémicos, sólo se consolidan en tanto que tales si trascienden este carácter coyuntural, efímero, parcial o acotado, para inscribirse en esa lógica de la generación de un verdadero contrapoder social, alternativo a los poderes estatales, políticos y sociales hoy dominantes. Un contrapoder que entonces, y lógicamente, no puede generarse más que desde el seno mismo de la sociedad, y de todo el vasto tejido social, es decir, "desde abajo y a la izquierda", desde el amplio conjunto de las clases, sectores y grupos sociales subalternos, y dentro del horizonte de una transformación social radical y de una emancipación completa y global de esos mismos actores subalternos.

Sobre la omnipotente debilidad del Estado y del poder político

Si el poder social es entonces pluriforme y ubicuo, siendo además el espacio natural y uno de los contenidos principales de los movimientos sociales antisistémicos, el poder político en cambio es siempre derivado, dependiente del poder social, estando mucho más acotado y especificado en sus formas y figuras posibles (…).

Porque otra idea que recorre muchos de los textos de Marx es la idea de que la sociedad política no es otra cosa más que el "resumen oficial" de la sociedad civil, y por ende, sólo una forma derivada, sesgada, deformada y osificada de dicha sociedad civil multiforme y plural (…).

Entonces si al hablar de "tomar el poder", la idea se refiere a este poder político, habría que recordar que el poder político no se reduce al Estado, aunque naturalmente lo incluye dentro de sus elementos constitutivos. Pero también, junto al Estado, el poder político está conformado por los distintos partidos políticos y por las organizaciones políticas de todo tipo, lo mismo aquellas que ocupan posiciones dominantes o hegemónicas, como también las de la así llamada "oposición”. Con lo cual, tomar el poder político implicaría conquistar tanto al Estado como a esos partidos y organizaciones también políticos.

Pero más allá de esta frecuente confusión entre poder estatal o Estado y poder político, la cuestión es que el poder político que hoy es dominante -y que por lo tanto es también quien domina el Estado actual—, en México o en cualquier otro país del mundo, domina justamente porque tiene el apoyo y el fundamento de las clases y grupos sociales igualmente dominantes, en el plano fundamentalmente económico, pero también dominantes en la esfera social y en el ámbito cultural. Clases, grupos y sectores dominantes que ejercen ese control y hegemonía porque son los dueños del dinero, y de las fábricas y empresas, teniendo ademas a su favor los mecanismos del control y la dominación social, junto a la legitimación y convalidación de la ideología y de la cultura igualmente dominantes (…).

Ya que si el objetivo es solamente "tomar el poder" del Estado, sin cambiar el mundo, eso es posible a través de las elecciones, o tal vez de la conquista de un partido político, o de la creación de un partido político nuevo, o de una organización política (…)

Pero si el objetivo profundo es en verdad cambiar radicalmente el mundo, eso sólo será posible saliendo de ese espacio limitado del poder político, para desconstruir y subvertir la dominación del Estado hoy hegemónico, desde todos los espacios de la sociedad y desde todas las formas del poder social, disputando esa dominación y hegemonía en todos los frentes de la realidad social, y generando un contrapoder social tan masivo, imponente y ubicuo, que permita justamente modificar de manera radical todo el modo y todas las formas de ese poder político, así como todas las relaciones que él establece de un lado con quienes lo ejercen, y del otro con aquellos que lo padecen (…).

Muerte de la política tradicional, y nacimiento de "otra política", reivindicada por los neozapatistas —y también, bajo otras formas diversas, por los más avanzados movimientos sociales de América Latina, como los Piqueteros Argentinos, los Sin Tierra de Brasil, y los indígenas ecuatorianos y bolivianos-, que desde esa reunificación e inversión de las funciones del mando y la obediencia, trastoca también y radicalmente la esencia misma de lo que es y de lo que puede ser, tanto el "Estado", y por ende el poder estatal, como también el poder político, y con ello toda la esfera misma de la política y de lo político humano hasta hoy conocidos (…). No se trata simplemente de "tomar el poder", sino más bien de revolucionarlo radicalmente, colocando en el lugar que hoy ocupa el actual Estado, y en el espacio que hoy ocupan los partidos y las organizaciones políticas, a unas formas y figuras tan diferentes de las actuales, que sólo pueden ser nombradas y comprendidas desde el oxymorón del "mandar obedeciendo", y también, desde la lógica cualitativamente distinta del ejercicio y despliegue de una "otra política", completamente diferente de la actual.

Lo que, no casualmente, entronca de manera directa con las experiencias de la Comuna de París, o de los Soviets Rusos, o de los Consejos Obreros Italianos, o de la Revolución Cultural China (…) No se trata simplemente de "tomar el poder" del Estado y usarlo para fines distintos, y ni siquiera de "tomar el poder político" para hacerlo funcionar ahora en beneficio del pueblo, sino más bien de revolucionar radicalmente tanto al aparato estatal, como a todas las relaciones y estructuras políticas, destruyendo al antiguo Estado, y eliminando las viejas formas de ejercicio de la política, para instaurar en su lugar un nuevo modo de administrar los problemas colectivos de la comunidad (…).

Por eso, como Marx ha puntualizado claramente, no se trata de "tomar posesión de la máquina del Estado tal corno está, y servirse de ella para sus propios fines", sino de destruirla (…). Al mismo tiempo, los salarios de los funcionarios dejan de ser enormes y se reducen al salario medio de un obrero -o, como en el caso de las Juntas de Buen Gobierno Neozapatistas, dichos salarios simplemente desaparecen—, a la vez que todos los ocupantes de los diversos cargos y puestos públicos se vuelven directamente responsables frente a sus electores, e inmediatamente revocables en cualquier momento, además de constantemente rotativos.

Así, mas que de "tomar el poder del Estado" se trata de destruir este Estado, y de poner en su lugar un aparato racional e inteligente de administración de los problemas colectivos de la comunidad, aparato que incluso, difícilmente, puede tener ese viejo nombre de "Estado".

Y lo mismo sucede con toda la esfera de la política. Pues más que de "tomar el poder político", de lo que aquí se trata es de revolucionar radicalmente el modo mismo de concebir y de ejercer la política (…).

Y también, trascender la idea de esa política como algo reservado a ciertos tiempos específicos, como por ejemplo el tiempo de las elecciones, y a lugares privilegiados, como el Parlamento, o los Palacios de Gobierno, para concebirla más bien corno un asunto cotidiano de todos los días, y también presente en todos los espacios humanos, desde el hogar, la escuela, la fábrica o la calle, hasta los campos, las ciudades y las universidades, entre muchos otros.

E igualmente, superar la idea dominante de la política vista en términos instrumentales, en donde "el fin justifica los medios" (…) para asumirla en cambio como una actividad donde los medios cuentan tanto como los fines, y en donde el criterio ético debe primar por encima de cualquier otro, respetando la fidelidad a los principios, a la memoria y a la historia de los propios ancestros, y en donde la única recompensa del trabajo y el esfuerzo ejercidos debe de ser "la satisfacción del deber cumplido" (…).

Otra política que, entre tantas otras cosas, no se basa ya en la caduca y limitada democracia formal, delegativa y supuestamente representativa, con su complicada división de poderes ejecutivos, legislativos y judiciales, y con su fetichista culto al sacrosanto principio de las "mayorías" y las "minorías", sino más bien y por el contrario, en una democracia real, directa y participativa, donde las asambleas en pleno toman siempre las decisiones fundamentales, y donde los “delegados" son siempre rotativos, directamente responsables y permanentemente revocables en cualquier momento, conformando su acción desde el principio de "mandar obedeciendo" (…)

Entonces, generar el contrapoder popular, no equivale ni a "tomar el poder del Estado" ni a “tomar el poder político", pero tampoco es igual a olvidarse del Estado e ignorar su existencia, junto a la amenaza que en muchos sentidos representa, ni a olvidar el papel del mundo de la política y los riesgos permanentes que implica, de cooptar, neutralizar, instrumentalizar y hasta hundir a los movimientos sociales, tanto antisistémicos como en general.

Más bien, y en la lógica ya explicada, generar el contrapoder popular es avanzar en la creación de un potente movimiento social antisistémico, que encarnando un poder social creciente y cada vez más omnipresente en todo el tejido social, vaya destruyendo al viejo Estado y eliminando a la vieja política y a la clase política a ella vinculada (…).

Desde abajo y a la izquierda

Si de lo que se trata es de ir generando ese contrapoder subalterno y popular, es claro que e! mismo no puede brotar de la cúspide de la pirámide social, de los de arriba, de los que hoy dominan, explotan, discriminan y humillan a otros, viviendo a costa del trabajo y el esfuerzo ajenos.

Lo que es atestiguado por la experiencia histórica de muchos de los movimientos sociales del siglo XX, que lograron "tomar el poder del Estado”, para luego ser pervertidos y subsumidos a la lógica capitalista dominante. Pues el poder político y el poder estatal poseen mecanismos poderosos de perversión y seducción, que deforman y falsean, constantemente, las iniciativas, los logros, las conquistas y los triunfos venidos de parte de los de abajo, de las clases y sectores subalternos de una sociedad.

Entonces, si el contrapoder popular no quiere deformarse y pervertirse, al ocupar los espacios que antes ocupaban el Estado y la clase política, deberá ser radical en sus tareas y fiel todo el tiempo con su origen y con sus bases de apoyo iniciales. Es decir, deberá avanzar radicalmente en la verdadera destrucción del viejo Estado y en la revolución total de la vieja política, a la vez que se mantiene firmemente como movimiento social de los de abajo y a la izquierda (…)

Lógica de los de abajo o subalternos, que debe ser también una lógica de izquierda en el sentido ya antes referido, de no contentarse con la sola protesta o reclamo frente a la injusticia, la explotación o el despojo, y de no quedarse en la mera acción defensiva y reactiva frente a la humillación, la discriminación, el despotismo o la opresión, sino de avanzar, ofensiva y activamente, hacia esa constitución del contrapoder popular y hacia la generación de un mundo otro, diferente, alternativo y no capitalista, que podamos oponer al actual sistema social capitalista, en su fase de crisis terminal y en su etapa de caos total.

(…) se trata de "cambiar e! mundo, revolucionando el poder". (…) Es justamente desde ciertos espacios y figuras de este poder social, desde los movimientos sociales genuina y radicalmente antisistémicos y anticapitaistas, desde los cuales habrá, no que "tomar el poder del Estado", sino que destruirlo, y no que "tomar e! poder político", sino que suprimirlo, para emplazar en el lugar de ambos, de un lado un radicalmente nuevo modo de gobernar, basado en la lógica del "mandar obedeciendo", y del otro lado una también muy diferente y nueva manera de hacer política, que será sin duda una muy "otra política".

"no olviden que, si no ayudan a cambiar nuestras estructuras injustas (…) ayudar en las catástrofes es rutina que no humaniza. Y puede ser escarnio. Es como mantener moribundo al pobre Lázaro junto al ricachón, cada vez más vivo y opulento (...)". (P. Jon Sobrino, S.J, El Salvador)

- Presentación de Carlos Antonio Aguirre Rojas, Director de la Revista “Contrahistorias”, México, en el Seminario “Generando contrapoderes desde abajo y a la izquierda”, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 3 de enero de 2007. -Seminario organizado por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la Revista Rebeldía, la Revista Contrahistorias y el Centro Immanuel Wallerstein de Chiapas- Versión reducida.

https://www.alainet.org/es/articulo/119027
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