Garnier, la educación y el TLC
28/01/2007
- Opinión
El Ministro de Educación Pública ha declarado ante la Comisión de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa que el TLC no conlleva ningún perjuicio para la educación pública y ha emplazado a las autoridades de la ANDE a un debate en el que le demuestren lo contrario.
Contrario al Ministro Garnier, el economista Garnier argüía en el 2005 que guardaba sueños y temores alrededor del TLC, pues aunque lo consideraba una valiosa oportunidad para aumentar nuestra capacidad productiva, exportadora y de consumo, atraer inversiones y generar nuevos y mejores empleos, de aprobarse en las condiciones de desigualdad en que el país se ha venido fragmentando, los frutos de la apertura que conlleva el TLC solo aumentarían el regocijo de unos cuantos y la angustia de los más "y ese sí que sería un escenario peligroso y de difícil retorno, circunstancias en las que más valdría no aprobar el TLC".
El economista Garnier consideraba entonces que era precisa una serie de reformas complementarias que, sin ser muchas, sí resultaban indispensables para que el TLC fuera un buen negocio para el país y "no solo para unos pocos".
Y tales reformas no es que tuvieran que efectuarse todas antes de la firma del TLC, "pero tampoco podríamos dejarlo todo para después, ni conformarnos con el atolillo de una escuálida agenda complementaria. Es dando y dando".
Terminaba el economista Garnier aseverando que resultaba imprescindible que quienes más se beneficiaban y querían el TLC tenían que asumir un acuerdo con el resto del país en el sentido de comprometerse con ese conjunto de reformas "a las que hace rato no parecen estar dispuestos" y aún más, arengaba a los sectores populares a que les condicionaran a los grupos exportadores e importadores la aceptación de su TLC a cambio de la salvaguardia y fortalecimiento del Estado de responsabilidad social.
Si bien no faltará algún despistado que no encuentre relación entre estas consideraciones generales y la problemática de la educación nacional, a aquellos que no comen cuento con bagatelas como la disputa del pedagogismo, los exámenes de bachillerato o los 200 días, no les será difícil comprender la enorme relevancia que tienen en la caracterización del entorno educativo, que la suerte de la educación no se encuentra tanto en su seno sino en el carácter de su inserción, desenvolvimiento y transformación en ese entorno, identificado por el economista Garnier como crecientemente desigual.
¿Son acaso estos los considerandos que hoy animan las declaraciones del Ministro Garnier y su emplazamiento a las autoridades de la ANDE? Definitivamente que no. ¿Por qué entonces tal cambio de perspectiva? ¿Será acaso que esas reformas complementarias sin las que resultaría contraproducente aprobar el TLC, si bien no todas, han sido conseguidas y que aquellos sectores que tanto desean el TLC, han asumido esa responsabilidad nacional que a la fecha habían evadido?
Que sepamos nada de esto ha sucedido, por lo que el cambio de perspectiva que anima al Ministro Garnier no encuentra asidero alguno, ni siquiera en ese "atolillo" de las agenditas complementarias, y no se diga de las cláusulas interpretativas que, por absurdas e irrelevantes, sólo magnifican la falta de ese sincero compromiso con las reformas realmente necesarias para que este tratado no fuera tan nefasto ni caldo de cultivo a mayores inequidades.
Si las condiciones que formulara el economista Garnier para apoyar al TLC no se han fraguado, ¿por qué el Ministro Garnier hoy lo promueve ante la Comisión de Asuntos Internacionales y desafía a la ANDE a que demuestre el efecto nocivo del TLC sobre la educación pública?
Solo queda suponer que las malas juntas están volviendo a echar a perder a este simpático y por otras razones valioso profesional, y que se requiere más entereza de la que se supone para poder conjurar la paradoja bakuniana sobre el ejercicio del poder representativo y no sucumbir en el intento.
Jaime Robert
Director Posgrado Psicología
Fuente: http://www.semanario.ucr.ac.cr
Contrario al Ministro Garnier, el economista Garnier argüía en el 2005 que guardaba sueños y temores alrededor del TLC, pues aunque lo consideraba una valiosa oportunidad para aumentar nuestra capacidad productiva, exportadora y de consumo, atraer inversiones y generar nuevos y mejores empleos, de aprobarse en las condiciones de desigualdad en que el país se ha venido fragmentando, los frutos de la apertura que conlleva el TLC solo aumentarían el regocijo de unos cuantos y la angustia de los más "y ese sí que sería un escenario peligroso y de difícil retorno, circunstancias en las que más valdría no aprobar el TLC".
El economista Garnier consideraba entonces que era precisa una serie de reformas complementarias que, sin ser muchas, sí resultaban indispensables para que el TLC fuera un buen negocio para el país y "no solo para unos pocos".
Y tales reformas no es que tuvieran que efectuarse todas antes de la firma del TLC, "pero tampoco podríamos dejarlo todo para después, ni conformarnos con el atolillo de una escuálida agenda complementaria. Es dando y dando".
Terminaba el economista Garnier aseverando que resultaba imprescindible que quienes más se beneficiaban y querían el TLC tenían que asumir un acuerdo con el resto del país en el sentido de comprometerse con ese conjunto de reformas "a las que hace rato no parecen estar dispuestos" y aún más, arengaba a los sectores populares a que les condicionaran a los grupos exportadores e importadores la aceptación de su TLC a cambio de la salvaguardia y fortalecimiento del Estado de responsabilidad social.
Si bien no faltará algún despistado que no encuentre relación entre estas consideraciones generales y la problemática de la educación nacional, a aquellos que no comen cuento con bagatelas como la disputa del pedagogismo, los exámenes de bachillerato o los 200 días, no les será difícil comprender la enorme relevancia que tienen en la caracterización del entorno educativo, que la suerte de la educación no se encuentra tanto en su seno sino en el carácter de su inserción, desenvolvimiento y transformación en ese entorno, identificado por el economista Garnier como crecientemente desigual.
¿Son acaso estos los considerandos que hoy animan las declaraciones del Ministro Garnier y su emplazamiento a las autoridades de la ANDE? Definitivamente que no. ¿Por qué entonces tal cambio de perspectiva? ¿Será acaso que esas reformas complementarias sin las que resultaría contraproducente aprobar el TLC, si bien no todas, han sido conseguidas y que aquellos sectores que tanto desean el TLC, han asumido esa responsabilidad nacional que a la fecha habían evadido?
Que sepamos nada de esto ha sucedido, por lo que el cambio de perspectiva que anima al Ministro Garnier no encuentra asidero alguno, ni siquiera en ese "atolillo" de las agenditas complementarias, y no se diga de las cláusulas interpretativas que, por absurdas e irrelevantes, sólo magnifican la falta de ese sincero compromiso con las reformas realmente necesarias para que este tratado no fuera tan nefasto ni caldo de cultivo a mayores inequidades.
Si las condiciones que formulara el economista Garnier para apoyar al TLC no se han fraguado, ¿por qué el Ministro Garnier hoy lo promueve ante la Comisión de Asuntos Internacionales y desafía a la ANDE a que demuestre el efecto nocivo del TLC sobre la educación pública?
Solo queda suponer que las malas juntas están volviendo a echar a perder a este simpático y por otras razones valioso profesional, y que se requiere más entereza de la que se supone para poder conjurar la paradoja bakuniana sobre el ejercicio del poder representativo y no sucumbir en el intento.
Jaime Robert
Director Posgrado Psicología
Fuente: http://www.semanario.ucr.ac.cr
https://www.alainet.org/es/articulo/119015?language=es
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