Palestina: ¿guerra civil o independencia a plazos?

26/01/2007
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Durante su reciente viaje a Oriente Medio, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, reiteró el admirable deseo de la Administración Bush de resucitar la malhadada hoja de ruta elaborada por el “cuarteto de Madrid” y rechazada en su momento por el Gabinete liderado por Ariel Sharon. También hizo hincapié en la necesidad de contemplar la creación de un Estado palestino “provisional”, como primer paso hacia la solución del inacabable conflicto entre israelíes y palestinos, entre el mundo árabe islámico y el estado judío. El hasta ahora ninguneado presidente Abbas rechazó la propuesta de Washington, señalando que los palestinos no estaban dispuestos a aceptar una independencia a plazos.

Hace dos décadas, cuando en los territorios ocupados por Israel estallaron los primeros combates entre las milicias de Al Fatah y los entonces embrionarios grupos armados del movimiento islámico Hamas, los analistas políticos occidentales se apresuraron en vaticinar el inminente comienzo de una guerra civil. Sin embargo, la sociedad palestina permaneció unida durante cuatro lustros, tratando de encauzar sus esfuerzos hacia la solución viable al único problema que cohesionaba al pueblo: el final de la ocupación militar hebrea.

Pero el deterioro paulatino de las condiciones de vida en Cisjordania y la franja de Gaza, la inoperancia de las estructuras estatales creadas por Yasser Arafat tras la firma de los Acuerdos de Oslo y las acusaciones de corrupción formuladas contra los altos cargos de la ANP, llevaron a la desintegración de las instituciones controladas por Al Fatah y a la victoria electoral de los islamistas de Hamas.

El implacable bloqueo financiero impuesto por las “democracias occidentales” a petición expresa de los Estados Unidos no logró doblegar a quienes confiaban en que los gobiernos del primer mundo respetarían la voluntad popular. Pero la temible y temida guerra civil entre palestinos empezó a gestarse hace once meses, en febrero de 2006, cuando los políticos y estrategas israelíes llegaron a la conclusión de que no se podía derrocar al islamista Haniyeh mediante un simple golpe de palacio. Aun así, la primera ofensiva desestabilizadora fracasó. Los intentos de crear un Gobierno de Unidad Nacional, integrado por personalidades “independientes” más cercanas a Fatah que a Hamas acentuaron el ya de por sí inquietante vacío político. El Movimiento islámico se resistía a renunciar a su programa, que contempla el no reconocimiento de facto del Estado de Israel, mientras que Al Fatah se empeñaba en buscar una línea más conciliadora.

Ante la imposibilidad de lograr un cambio radical en la postura de Hamas, los estrategas hebreos dieron “luz verde” a la siguiente fase: el enfrentamiento directo entre y con los palestinos. A finales de diciembre, Tel Aviv anunciaba una importante entrega de armas a la ANP. A su vez, Estados Unidos asignaban 83 millones de dólares para la creación de un cuerpo de seguridad destinado a proteger al Presidente Mahmud Abbas. Tanto Israel como su incondicional aliado transatlántico parecían propensos a fomentar el malestar de los habitantes de los territorios palestinos, donde las facciones armadas pertenecientes a la OLP y a Hamas volvían a enfrentarse. Cabe preguntarse: ¿a qué hoja de ruta se refiere la jefa de la diplomacia estadounidense?


Adrián Mac Liman
Escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios
Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París)

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias  (CCS), España.


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