Chips espías
12/12/2006
- Opinión
"Imagínese un mundo sin privacidad. Un mundo en el que todas y cada una de sus compras se supervisa y registra en una base de datos y cada una de sus pertenencias está numerada. Dónde una persona, a varios estados de distancia, o tal vez en otro país, tiene un registro de todo lo que usted ha comprado, de todo lo que posee, de las prendas de vestir en su armario, de cada par de zapatos" (Katherine Albrecht y Liz McIntyre en 'Chips espías', Grupo Nelson, 2006).
Es el mundo RFID (identificación por radiofrecuencia, por sus siglas en inglés). Probablemente usted no haya oído hablar de tal cosa, pero es como una plaga que se extiende por todas las industrias que tienen relación con la vida cotidiana de cualquiera de nosotros. Se trata de pequeños chips electrónicos cuya información se lee a distancia, y sustituyen, entre otras cosas, a los códigos de barras para leer precios. Están en libros, máquinas de afeitar, zapatos, prendas de ropa, medicamentos, comida empacada, por nombrar objetos de uso doméstico. En su trabajo puede haber muchos más objetos que tienen etiquetas RFID, como computadoras, impresoras, cajas de papel y otros artículos de oficina. Existen tarjetas de crédito y de compra que usan este sistema.
La mayor diferencia de estos chips con el código de barras es que la información se puede detectar a distancia, desde pocos metros hasta kilómetros (dependiendo del tipo de chip), y se puede leer a través de su ropa, de su billetera, cartera, mochila o maletín. Si la compra del objeto etiquetado se hace con tarjeta, la etiqueta se "personaliza" y queda identificada con el comprador. La generalización de este sistema provocará un aumento de la exposición a radiofrecuencias, con impactos sobre la salud.
Existen también versiones del sistema RFID para implantes en humanos, como VeriChip. México fue el primer país donde se usó: en 2004 se le colocó un chip diminuto (menor que un grano de arroz) a 18 agentes de la Procuraduría General República (PGR), supuestamente para identificarlos cuando tienen contacto con documentos confidenciales. El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, declaró que se le podrían implantar estos chips a los ciudadanos colombianos que quisieran ir a trabajar a Estados Unidos, para que el gobierno de ese país pudiera controlar dónde se encuentran.
Se han denunciado fallas graves en la seguridad que pretenden tener estos chips ya se han clonado incluso chips implantados en humanos, permitiendo a extraños el acceso a la información . Se comprobó que la información de las tarjetas de crédito que usan este sistema se pueden robar más fácilmente que las de banda magnética. Esto no impide que la adopción de esta tecnología avance a pasos agigantados, porque están en juego intereses muy fuertes, tanto comerciales como gubernamentales.
Las etiquetas RFID no son nuevas existen desde hace años pero su uso era limitado por su precio y tamaño. Con la miniaturización y la baja de precio (actualmente cuestan 20 pesos cada una, pero se estima que llegarán a 2 pesos), empresas trasnacionales como Benetton y Gillette-Procter & Gamble comenzaron a utilizarlos, incluso directamente en el producto que llega al consumidor. Pero el punto de quiebre de esta industria vino cuando Wal-Mart exigió a sus 100 proveedores más grandes que para enero de 2005 debían implementar esta tecnología a nivel de entregas a depósito (en tarimas o cajas), o ya no les compraría sus productos. Varios otros grandes supermercados como Tesco y Kroger, también la usan.
Para las grandes empresas significa una automatización de los sistemas de compras, distribución y ventas que elimina gran parte de los trabajadores que antes controlaban estos procesos, al tiempo que les permite hacer seguimiento de los consumidores, sus preferencias, zonas donde se encuentran, etcétera, aumentando sus posibilidades de manipulación del consumo. Actualmente la tecnología se está expandiendo y el objetivo de las empresas es llegar a colocarlo en cada producto que lleva el consumidor, tal como hizo Gillette con las máquinas de afeitar Mach3.
En México, la distribuidora de farmacéuticos Maypo, segunda abastecedora de medicamentos para el sector salud, está colocando chips RFID en cada medicamento que vende para el Seguro Popular y otros programas de salud pública.
Además de sus aplicaciones comerciales, son significativas las aplicaciones de RFID en vigilancia con fines políticos, policiacos, incluso represivos y carcelarios. La proliferación de los sistemas de identificación RFID (actualmente se discute o instrumenta su aplicación en pasaportes, billetes, tarjetas de identificación, transportes, inmigrantes, detenidos, policías, vigilantes, etcétera) conllevará un aumento de las distancias a las que se pueden leer y de la cantidad de "estaciones" para su lectura. Una de las aplicaciones que se venden en México inserta un chip entre la suela y el taco de los zapatos en el proceso de fabricación, haciendo imposible ver el chip a simple vista, pero permitiendo que quien pueda leer esta información conozca el paradero de su dueño en cualquier lugar en que se encuentre.
Este tipo de seguimiento ya es posible hacerlo a través de los teléfonos celulares, que de hecho funcionan como GPS (sistema de posicionamiento geográfico satelital). Como con los RFID, la mayoría de los usuarios no lo sabe. Al igual que con otras nuevas tecnologías, su aceptación depende de que la mayoría de la gente no sepa realmente lo que implican. Y esto, pese a tanta vigilancia, cada vez es más difícil.
- Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC
Es el mundo RFID (identificación por radiofrecuencia, por sus siglas en inglés). Probablemente usted no haya oído hablar de tal cosa, pero es como una plaga que se extiende por todas las industrias que tienen relación con la vida cotidiana de cualquiera de nosotros. Se trata de pequeños chips electrónicos cuya información se lee a distancia, y sustituyen, entre otras cosas, a los códigos de barras para leer precios. Están en libros, máquinas de afeitar, zapatos, prendas de ropa, medicamentos, comida empacada, por nombrar objetos de uso doméstico. En su trabajo puede haber muchos más objetos que tienen etiquetas RFID, como computadoras, impresoras, cajas de papel y otros artículos de oficina. Existen tarjetas de crédito y de compra que usan este sistema.
La mayor diferencia de estos chips con el código de barras es que la información se puede detectar a distancia, desde pocos metros hasta kilómetros (dependiendo del tipo de chip), y se puede leer a través de su ropa, de su billetera, cartera, mochila o maletín. Si la compra del objeto etiquetado se hace con tarjeta, la etiqueta se "personaliza" y queda identificada con el comprador. La generalización de este sistema provocará un aumento de la exposición a radiofrecuencias, con impactos sobre la salud.
Existen también versiones del sistema RFID para implantes en humanos, como VeriChip. México fue el primer país donde se usó: en 2004 se le colocó un chip diminuto (menor que un grano de arroz) a 18 agentes de la Procuraduría General República (PGR), supuestamente para identificarlos cuando tienen contacto con documentos confidenciales. El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, declaró que se le podrían implantar estos chips a los ciudadanos colombianos que quisieran ir a trabajar a Estados Unidos, para que el gobierno de ese país pudiera controlar dónde se encuentran.
Se han denunciado fallas graves en la seguridad que pretenden tener estos chips ya se han clonado incluso chips implantados en humanos, permitiendo a extraños el acceso a la información . Se comprobó que la información de las tarjetas de crédito que usan este sistema se pueden robar más fácilmente que las de banda magnética. Esto no impide que la adopción de esta tecnología avance a pasos agigantados, porque están en juego intereses muy fuertes, tanto comerciales como gubernamentales.
Las etiquetas RFID no son nuevas existen desde hace años pero su uso era limitado por su precio y tamaño. Con la miniaturización y la baja de precio (actualmente cuestan 20 pesos cada una, pero se estima que llegarán a 2 pesos), empresas trasnacionales como Benetton y Gillette-Procter & Gamble comenzaron a utilizarlos, incluso directamente en el producto que llega al consumidor. Pero el punto de quiebre de esta industria vino cuando Wal-Mart exigió a sus 100 proveedores más grandes que para enero de 2005 debían implementar esta tecnología a nivel de entregas a depósito (en tarimas o cajas), o ya no les compraría sus productos. Varios otros grandes supermercados como Tesco y Kroger, también la usan.
Para las grandes empresas significa una automatización de los sistemas de compras, distribución y ventas que elimina gran parte de los trabajadores que antes controlaban estos procesos, al tiempo que les permite hacer seguimiento de los consumidores, sus preferencias, zonas donde se encuentran, etcétera, aumentando sus posibilidades de manipulación del consumo. Actualmente la tecnología se está expandiendo y el objetivo de las empresas es llegar a colocarlo en cada producto que lleva el consumidor, tal como hizo Gillette con las máquinas de afeitar Mach3.
En México, la distribuidora de farmacéuticos Maypo, segunda abastecedora de medicamentos para el sector salud, está colocando chips RFID en cada medicamento que vende para el Seguro Popular y otros programas de salud pública.
Además de sus aplicaciones comerciales, son significativas las aplicaciones de RFID en vigilancia con fines políticos, policiacos, incluso represivos y carcelarios. La proliferación de los sistemas de identificación RFID (actualmente se discute o instrumenta su aplicación en pasaportes, billetes, tarjetas de identificación, transportes, inmigrantes, detenidos, policías, vigilantes, etcétera) conllevará un aumento de las distancias a las que se pueden leer y de la cantidad de "estaciones" para su lectura. Una de las aplicaciones que se venden en México inserta un chip entre la suela y el taco de los zapatos en el proceso de fabricación, haciendo imposible ver el chip a simple vista, pero permitiendo que quien pueda leer esta información conozca el paradero de su dueño en cualquier lugar en que se encuentre.
Este tipo de seguimiento ya es posible hacerlo a través de los teléfonos celulares, que de hecho funcionan como GPS (sistema de posicionamiento geográfico satelital). Como con los RFID, la mayoría de los usuarios no lo sabe. Al igual que con otras nuevas tecnologías, su aceptación depende de que la mayoría de la gente no sepa realmente lo que implican. Y esto, pese a tanta vigilancia, cada vez es más difícil.
- Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC
https://www.alainet.org/es/articulo/118654
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