Medios de comunicación: La necesaria "tensión" entre prensa y poder
30/11/2006
- Opinión
—¿Hay solución para el conflicto permanente entre el poder y la prensa?
—Sí, y es muy sencilla. La prensa debe ser crítica del poder.
Si no lo es, su existencia no tiene sentido.
Carlos Pérez de Rosas, director del diario "La Vanguardia" de Barcelona
La prensa y el poder es un tema de debate que ha existido, existe y existirá siempre. A los tres poderes que Montesquieu diferenciaba se les añadió en su momento un cuarto, la prensa, cuya función debería ser la de juzgar el funcionamiento de los otros tres. Sin embargo en el mundo moderno esas determinaciones teóricas han cambiado. Actualmente el primer poder es el económico, el segundo el mediático y el tercero el político. Por lo tanto, los mass media han ido aumentando su influencia a niveles no cuantificados y, no es novedad para nadie que es la hora de resolver políticas comunicacionales adecuadas a la nueva realidad.
Ignacio Ramonet en un trabajo sobre el tema sostiene que un sondeo reciente ha develado la desconfianza de los ciudadanos hacia la televisión y la prensa, mientras que la radio conserva un tanto su credibilidad.
El director de Le Monde Diplomatique en su visión no ha tenido en cuenta a otros medios alternativos que van ganando importancia en la comunicación, como los blogs (bitácoras), la prensa digital que se difunde a través de Internet. etc. Nuevos mecanismos informativos que han ido logrando su lugar en el panorama de la comunicación, obteniendo espacios, dueños de nuevas modalidades comunicativas que aventan lejos preconceptos anteriores y que, además, ponen en ridículo valoraciones que se hacen en conferencias y aulas, con modelos estáticos que ya han desaparecido o tienden a ello.
Es justo decirlo. Para los griegos, la democracia es la mejor manera de gobernar, pero la democracia a la que se referían era en la que sólo gobernaba parte del pueblo. Por eso tienen un concepto de igualdad diferente a la nuestra: para el griego no existe el concepto de igualdad social, sino el de igualdad ante la ley. La propia ideología de los griegos se basa en la desigualdad.
Por supuesto que ninguna de esas definiciones, quizá antagónicas, podrían aplicarse en nuestra realidad y la que se vive en otros países de América Latina. Ante la preeminencia del fenómeno mediático quien no quiera ver la necesidad de trabajar de manera adecuada en el frente periodístico, se equivoca. Y más lo hace cuando ante la adversidad de las versiones encontradas, algunas con contenido intencional y otras por desinformación, se protesta de manera airada y se sostiene que no se hace "juego limpio". Afirman, además, "que algunos no lo hacen, porque son 'opositores' y no lo dicen".
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. En el Uruguay, más allá del papel denigrante por la manifiesta genuflexión ante el poder de algunos medios, la prensa también ha jugado -en alguna medida- ese papel.
Pero llama a la risa cuando algunos representantes de medios, dentro del Forum Libertad 2006, se rasgan las vestiduras señalando prácticas de los funcionarios, similares a las de los gobiernos anteriores, con llamadas desde "oficinas del poder para protestar por artículos informativos o de opinión que se publican", cuando los medios que representan fueron quienes, en más de una ocasión, aceptaron "las sugerencias" de ese "poder" para mostrar una sola cara de la realidad, la más favorable al gobierno de turno. ¿Tendremos que dar ejemplos de esta afirmación? ¿Qué hubiera pasado con el tema de los derechos humanos, con los llamados "vuelos de las muerte" si no se hubiera dado cabida a las notas del investigador Roger Rodríguez?
Si desde alguna sección del diario LA REPUBLICA, no se hubiera denunciado -por ejemplo- el tema de las órdenes verbales emitidas por el ministro de Economía Alberto Bensión, para favorecer a los bancos claudicantes, quizás los uruguayos no estaríamos en conocimiento de un tema capital que, de alguna manera, explica por que hoy los que vivimos en este tierra tan potencialmente rica, sobrelleváramos una coyuntura atroz, con una tercera parte de la población en la miseria y en el marco de un quiebre social que para ser restañado demandó esfuerzos inmensos. Claro, la coyuntura internacional favorable –como diría Jorge Jauri– posibilitó un camino distinto al deseado por
algunos: que el país se sacudiera en rebeldía, postergando, compromisos con los ricos para trasladar algo de lo rescatado a los pobres.
Los tres poderes tradicionales -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- pueden fallar, confundirse y cometer errores, por ello la prensa juega un papel fundamental. Una prensa que se encuentre continuamente en "tensión" con el poder, con periodistas de corte crítico, nunca complacientes, que trasmitan con objetividad y sin autocensura, sus visiones de las coyunturas. Para el argentino Joaquín Morales Solá el periodista debe ser necesariamente crítico, para merecer esa denominación.
De una crónica sobre el Forum que citamos, rescatamos una frase del ex ministro de Educación, Antonio Mercader, que reseñamos: "El político vive siempre del secreteo, considera que hay una conspiración en su contra, cuando en realidad la prensa debe estar en tensión con el poder. En un país en que baja la tensión entre la prensa y el poder, baja la democracia".
Mucho más frecuentemente ello ocurre, en los estados autoritarios y dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las censuras contra las libertades.
Habría que preguntarse el porqué la prensa tiene dificultades para obtener la adecuada información de los ámbitos de decisión del gobierno, elemento -por otra parte- fundamental para que la dialéctica social no haga tan impunes a los responsables de las peores políticas. Será, porque quienes debieran informar no se sienten seguros de lo que están haciendo.
A los tres poderes que Montesquieu diferenciaba se le añadió en su momento un cuarto, la prensa, cuya función debería ser la de juzgar el funcionamiento de los otros tres. Pero -más allá de esas definiciones- nos encontramos quienes estamos en esta función informativa con teléfonos que no contestan, con un secretismo que no tiene sentido.
¿Es posible que organismos de gobierno de primera importancia carezcan de oficinas especializadas para el contacto con los medios, que permitan hacer transparentes todas las acciones que se emprenden? ¿Es justo que los periodistas deban recurrir a informantes "extraoficiales" para reconstruir reuniones y conocer cómo un grupo de personas, con el poder que le hemos otorgado todos, deciden sobre temas que afectan a los uruguayos en su conjunto? ¿No se convierte en indigno que cuando se menciona el nombre de un órgano de prensa ante los secretarios o funcionarios de alguna repartición estatal, se cometa la inaudita acción de cortarse la comunicación?
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. Y ello más allá de que cada uno de los medios representen intereses distintos y que algunos de ellos -subidos a un fantástico carro alegórico- hablen de un periodismo empírico, químicamente puro, de hombres y mujeres que tienen solo el compromiso de informar, para los que no debe existir el multiempleo, la militancia política o confesional.
Claro, un periodismo de "extraterrestres", con el que se trata de encubrir la verdadera realidad, que es la de un medio (o más de uno), cuyo objetivo es la apariencia de imparcialidad política cuando, en realidad, no hace otra cosa que "operar" siempre a favor de los mismos intereses. Está en su derecho y defendemos que lo haga, pero entonces a no juzgar a los demás y a tratar de generalizar recetas de funcionamiento que, a la vuelta del razonamiento, aparecen como sórdidamente ridículas.
El "éxito" de una expresión periodística se basa en la trasgresión y la crítica, en abrir las siete llaves del secretismo que se intenta y que solo tiene el resultado de una información torcida, interesada y muchas veces mendaz. El nuevo concepto de información plantea la verdad ligada a la emoción: todo lo que emociona es verdad, existiendo una confusión entre ambos términos.
Para Ramonet existe un nuevo tipo de censura, mucho menos visible, que funciona apoyada en la enorme abundancia de información que se ofrece, y que realmente lo que consigue es que no podamos percibir aquello que falta. Estos grandes flujos de información son mucho más difíciles de controlar, a diferencia de cuando la información es más escasa y está siempre bajo el férreo control del poder. Por ello decimos -basándonos en estos conceptos de Ramonet- que es sorprendente el secretismo que se practica en Uruguay, donde los sectores especializados -como la propia Sepredi- no son más que oficinas retransmisoras de hechos sin sustancia, de fotos y textos informativos que dan cuenta de la superficie anodina de la noticia.
¿Por qué no se explican las dificultades? ¿No es hora de que los cientos de miles de uruguayos que siguen apoyando o no la opción triunfadora, tengamos elementos para redoblar nuestro esfuerzo y así apuntalar en andamiaje que, por el bien de todos, no se puede derrumbar?
Los periodistas estamos abiertos a informar, porque esa es nuestra obligación, e intentar también transformar nuestra visión con el valor agregado que es el análisis, sin duda el elemento sustancial que hace ingresar al manejo transparente de la información, en un juego de confrontación dialéctica que haga crecer a todos y, además, le permita al país encontrar sin mayores traumas los caminos más adecuados.
Y por ello es necesario que se atiendan los teléfonos y que no ocurra más -cuando un Consejo de Ministros considera temas trascendentes para todos- que se ordene el más absoluto silencio. Es una lástima.
- Carlos Santiago es periodista.
—Sí, y es muy sencilla. La prensa debe ser crítica del poder.
Si no lo es, su existencia no tiene sentido.
Carlos Pérez de Rosas, director del diario "La Vanguardia" de Barcelona
La prensa y el poder es un tema de debate que ha existido, existe y existirá siempre. A los tres poderes que Montesquieu diferenciaba se les añadió en su momento un cuarto, la prensa, cuya función debería ser la de juzgar el funcionamiento de los otros tres. Sin embargo en el mundo moderno esas determinaciones teóricas han cambiado. Actualmente el primer poder es el económico, el segundo el mediático y el tercero el político. Por lo tanto, los mass media han ido aumentando su influencia a niveles no cuantificados y, no es novedad para nadie que es la hora de resolver políticas comunicacionales adecuadas a la nueva realidad.
Ignacio Ramonet en un trabajo sobre el tema sostiene que un sondeo reciente ha develado la desconfianza de los ciudadanos hacia la televisión y la prensa, mientras que la radio conserva un tanto su credibilidad.
El director de Le Monde Diplomatique en su visión no ha tenido en cuenta a otros medios alternativos que van ganando importancia en la comunicación, como los blogs (bitácoras), la prensa digital que se difunde a través de Internet. etc. Nuevos mecanismos informativos que han ido logrando su lugar en el panorama de la comunicación, obteniendo espacios, dueños de nuevas modalidades comunicativas que aventan lejos preconceptos anteriores y que, además, ponen en ridículo valoraciones que se hacen en conferencias y aulas, con modelos estáticos que ya han desaparecido o tienden a ello.
Es justo decirlo. Para los griegos, la democracia es la mejor manera de gobernar, pero la democracia a la que se referían era en la que sólo gobernaba parte del pueblo. Por eso tienen un concepto de igualdad diferente a la nuestra: para el griego no existe el concepto de igualdad social, sino el de igualdad ante la ley. La propia ideología de los griegos se basa en la desigualdad.
Por supuesto que ninguna de esas definiciones, quizá antagónicas, podrían aplicarse en nuestra realidad y la que se vive en otros países de América Latina. Ante la preeminencia del fenómeno mediático quien no quiera ver la necesidad de trabajar de manera adecuada en el frente periodístico, se equivoca. Y más lo hace cuando ante la adversidad de las versiones encontradas, algunas con contenido intencional y otras por desinformación, se protesta de manera airada y se sostiene que no se hace "juego limpio". Afirman, además, "que algunos no lo hacen, porque son 'opositores' y no lo dicen".
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. En el Uruguay, más allá del papel denigrante por la manifiesta genuflexión ante el poder de algunos medios, la prensa también ha jugado -en alguna medida- ese papel.
Pero llama a la risa cuando algunos representantes de medios, dentro del Forum Libertad 2006, se rasgan las vestiduras señalando prácticas de los funcionarios, similares a las de los gobiernos anteriores, con llamadas desde "oficinas del poder para protestar por artículos informativos o de opinión que se publican", cuando los medios que representan fueron quienes, en más de una ocasión, aceptaron "las sugerencias" de ese "poder" para mostrar una sola cara de la realidad, la más favorable al gobierno de turno. ¿Tendremos que dar ejemplos de esta afirmación? ¿Qué hubiera pasado con el tema de los derechos humanos, con los llamados "vuelos de las muerte" si no se hubiera dado cabida a las notas del investigador Roger Rodríguez?
Si desde alguna sección del diario LA REPUBLICA, no se hubiera denunciado -por ejemplo- el tema de las órdenes verbales emitidas por el ministro de Economía Alberto Bensión, para favorecer a los bancos claudicantes, quizás los uruguayos no estaríamos en conocimiento de un tema capital que, de alguna manera, explica por que hoy los que vivimos en este tierra tan potencialmente rica, sobrelleváramos una coyuntura atroz, con una tercera parte de la población en la miseria y en el marco de un quiebre social que para ser restañado demandó esfuerzos inmensos. Claro, la coyuntura internacional favorable –como diría Jorge Jauri– posibilitó un camino distinto al deseado por
algunos: que el país se sacudiera en rebeldía, postergando, compromisos con los ricos para trasladar algo de lo rescatado a los pobres.
Los tres poderes tradicionales -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- pueden fallar, confundirse y cometer errores, por ello la prensa juega un papel fundamental. Una prensa que se encuentre continuamente en "tensión" con el poder, con periodistas de corte crítico, nunca complacientes, que trasmitan con objetividad y sin autocensura, sus visiones de las coyunturas. Para el argentino Joaquín Morales Solá el periodista debe ser necesariamente crítico, para merecer esa denominación.
De una crónica sobre el Forum que citamos, rescatamos una frase del ex ministro de Educación, Antonio Mercader, que reseñamos: "El político vive siempre del secreteo, considera que hay una conspiración en su contra, cuando en realidad la prensa debe estar en tensión con el poder. En un país en que baja la tensión entre la prensa y el poder, baja la democracia".
Mucho más frecuentemente ello ocurre, en los estados autoritarios y dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las censuras contra las libertades.
Habría que preguntarse el porqué la prensa tiene dificultades para obtener la adecuada información de los ámbitos de decisión del gobierno, elemento -por otra parte- fundamental para que la dialéctica social no haga tan impunes a los responsables de las peores políticas. Será, porque quienes debieran informar no se sienten seguros de lo que están haciendo.
A los tres poderes que Montesquieu diferenciaba se le añadió en su momento un cuarto, la prensa, cuya función debería ser la de juzgar el funcionamiento de los otros tres. Pero -más allá de esas definiciones- nos encontramos quienes estamos en esta función informativa con teléfonos que no contestan, con un secretismo que no tiene sentido.
¿Es posible que organismos de gobierno de primera importancia carezcan de oficinas especializadas para el contacto con los medios, que permitan hacer transparentes todas las acciones que se emprenden? ¿Es justo que los periodistas deban recurrir a informantes "extraoficiales" para reconstruir reuniones y conocer cómo un grupo de personas, con el poder que le hemos otorgado todos, deciden sobre temas que afectan a los uruguayos en su conjunto? ¿No se convierte en indigno que cuando se menciona el nombre de un órgano de prensa ante los secretarios o funcionarios de alguna repartición estatal, se cometa la inaudita acción de cortarse la comunicación?
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. Y ello más allá de que cada uno de los medios representen intereses distintos y que algunos de ellos -subidos a un fantástico carro alegórico- hablen de un periodismo empírico, químicamente puro, de hombres y mujeres que tienen solo el compromiso de informar, para los que no debe existir el multiempleo, la militancia política o confesional.
Claro, un periodismo de "extraterrestres", con el que se trata de encubrir la verdadera realidad, que es la de un medio (o más de uno), cuyo objetivo es la apariencia de imparcialidad política cuando, en realidad, no hace otra cosa que "operar" siempre a favor de los mismos intereses. Está en su derecho y defendemos que lo haga, pero entonces a no juzgar a los demás y a tratar de generalizar recetas de funcionamiento que, a la vuelta del razonamiento, aparecen como sórdidamente ridículas.
El "éxito" de una expresión periodística se basa en la trasgresión y la crítica, en abrir las siete llaves del secretismo que se intenta y que solo tiene el resultado de una información torcida, interesada y muchas veces mendaz. El nuevo concepto de información plantea la verdad ligada a la emoción: todo lo que emociona es verdad, existiendo una confusión entre ambos términos.
Para Ramonet existe un nuevo tipo de censura, mucho menos visible, que funciona apoyada en la enorme abundancia de información que se ofrece, y que realmente lo que consigue es que no podamos percibir aquello que falta. Estos grandes flujos de información son mucho más difíciles de controlar, a diferencia de cuando la información es más escasa y está siempre bajo el férreo control del poder. Por ello decimos -basándonos en estos conceptos de Ramonet- que es sorprendente el secretismo que se practica en Uruguay, donde los sectores especializados -como la propia Sepredi- no son más que oficinas retransmisoras de hechos sin sustancia, de fotos y textos informativos que dan cuenta de la superficie anodina de la noticia.
¿Por qué no se explican las dificultades? ¿No es hora de que los cientos de miles de uruguayos que siguen apoyando o no la opción triunfadora, tengamos elementos para redoblar nuestro esfuerzo y así apuntalar en andamiaje que, por el bien de todos, no se puede derrumbar?
Los periodistas estamos abiertos a informar, porque esa es nuestra obligación, e intentar también transformar nuestra visión con el valor agregado que es el análisis, sin duda el elemento sustancial que hace ingresar al manejo transparente de la información, en un juego de confrontación dialéctica que haga crecer a todos y, además, le permita al país encontrar sin mayores traumas los caminos más adecuados.
Y por ello es necesario que se atiendan los teléfonos y que no ocurra más -cuando un Consejo de Ministros considera temas trascendentes para todos- que se ordene el más absoluto silencio. Es una lástima.
- Carlos Santiago es periodista.
https://www.alainet.org/es/articulo/118460
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