El comercio de armas y la necesidad de un Tratado Internacional
Mil muertes al día, ¿no son suficientes?
04/10/2006
- Opinión
Al menos 378.000 personas mueren cada año bajo el fuego de armas convencionales y en buena parte al descontrol en el comercio de las mismas, según afirma el último informe de Amnistía Internacional, Intermón Oxfam y la red de organizaciones IANSA.
Son más de 1000 muertes al día en todo el mundo que, según el informe “Armas sin fronteras. Por qué el comercio globalizado requiere controles globales”, no parecen ser suficientes para que empresas de EEUU, la Unión Europea (UE) o Canadá continúen eludiendo las normativas sobre armas vendiendo piezas y componentes y subcontratando la fabricación de armas en el extranjero que terminan muy a menudo en países como Colombia, Sudán y Uzbekistán, donde se utilizan para matar y desplazar a civiles. Estos hechos ponen de manifiesto la necesidad urgente de establecer unas normas mundiales que regulen este sector cada vez más globalizado.
Víctimas civiles
Entre un tercio y tres cuartos de todas las graves violaciones de derechos humanos y el 85% de las matanzas documentadas por Amnistía Internacional implican el uso de armas pequeñas y ligeras. Los hombres, en particular los jóvenes, constituyen la mayoría de quienes utilizan y mueren por culpa de las armas de fuego pero también las mujeres y niñas son victimas. De Liberia a Camboya, el fácil acceso a las armas pequeñas ha incrementado el número de violaciones de mujeres. En Puerto Príncipe (Haití) por ejemplo, el elevado número de violaciones está directamente relacionado con la proliferación de armas.
Gastos militares superiores a inversiones en ayuda humanitaria
Los gastos militares globales han aumentado constantemente desde el año 1999 y se cree que superarán los niveles más altos alcanzados durante la Guerra Fría al final del año 2006. Hoy en día, este es el mayor mercado que jamás ha tenido el comercio global de armas. El gasto militar global puede alcanzar este año la cifra de 1,06 billones de dólares, lo que representa 15 veces más de lo que se invierte en ayuda humanitaria. En 2005, el gasto global en armas era un 34% más elevado que en 1996.
Algunos de los países más pobres del mundo, incluyendo Botswana, la República Democrática del Congo, Nigeria, Ruanda, Sudán y Uganda están entre los que doblaron su gasto militar entre 1985 y 2000. Y no son los únicos, en el curso 2002-2003, los gobiernos de Bangladesh, Nepal y Pakistán invirtieron más en gastos militares que, por ejemplo, en programas de salud.
En el año 2004, el Servicio de Investigación del Congreso de los EE.UU. estimó que los países de Asia, Oriente Medio, América Latina y África gastaron 22.500 millones de dólares en armas, un 8% más que en el año 2003. Esta suma hubiera permitido a dichos países escolarizar a cada niño y niña y reducir la tasa de mortalidad infantil en dos terceras partes para el año 2015, respondiendo así a dos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
¿Quién se beneficia del descontrol de las armas?
Los principales exportadores de armas son los países del G-8, que también son miembros del Consejo de Seguridad, con Estados Unidos, Reino Unido, Rusia y China a la cabeza. Solo cinco de estos países (EE.UU., Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania), acaparaban el 82% de las transferencias de armas en 2005. Sin embargo, países como Brasil, India, Israel, Pakistán, Singapur, Corea del Sur, Sudáfrica y Turquía están cobrando importancia en un negocio que entre 2000 y 2004 aumento su negocio de 35.600 millones de dólares a 53.300 millones de dólares.
Son Estados pero también compañías privadas los que se benefician. En el mismo periodo de tiempo (2000-2004), las 100 empresas más importantes en el negocio de las armas aumentaron sus ventas nacionales e internacionales desde 157.000 millones de dólares a 268.000 millones de dólares, lo que supone un 60% más. Excluyendo a China, de cuyas compañías no se tiene información suficiente, 85 de las 100 empresas más importantes del mundo, en 2003 tenían sus centros de operaciones en el mundo desarrollado. Encabezan la lista de venta de armas las norteamericanas “Boeing” (27.500 millones de dólares) y “Lockeed Martín” (26.400 millones de dólares).
Dónde se fabrican
Aunque el problema no es sólo quién fabrica las armas sino dónde. Para burlar los escasos controles que actualmente existen, las empresas han diversificado su producción y ensamblaje. En Ucrania por ejemplo, “Kharkiv Mozorov” monta armas con componentes de Italia y EE.UU. En Israel, “Bul Transmark” y la Industria Militar de este país fabrican pistolas con componentes de la compañía italiana “Tanfoglio”. Y la empresa de Singapur “Technologies Kinettics”, en un acuerdo con la compañía turca “Otokar”, construye vehículos armados que contienen motores y material de transmisión procedentes de EE.UU.
Ottawa: una prueba a favor de los Tratados Internacionales
Hace 10 años, 26.000 personas por año morían o sufrían daños por culpa de las minas terrestres antipersona. Como resultado del Tratado de Ottawa de 1997 (que prohibió totalmente el desarrollo, la producción, el almacenamiento, la transferencia y el empleo de estas minas, además de exigirse su destrucción) en 2006 el número de muertes ha bajado y sigue haciéndolo, situándose en 15.000 personas al año.
Este ejemplo avala la importancia de los Tratados Internacionales y arroja una luz de esperanza para que ocurra algo parecido con el negocio de las armas pequeñas y ligeras.
Más de 50 gobiernos han dado ya su apoyo explícito al Tratado de Armas que impulsa la campaña “Armas Bajo Control” lanzada por estas tres ONGs. Ahora es el momento de que todos los gobiernos se unan y comiencen las negociaciones para hacer de este Tratado una realidad para que los países ricos no continúen exportando armas a los países en vías de desarrollo que perpetúan ciclos de violencia, de dependencia y de gastos que impiden crecer a esos países. Millones de personas en todo el mundo lo agradecerán.
- Ángel Gonzalo Ruiz es periodista.
Fuente: Agencia de Información Solidaria
http://www.infosolidaria.org
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https://www.alainet.org/es/articulo/117419
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