Sobre el polémico discurso del Papa
Benedicto XVI y el Islam
20/09/2006
- Opinión
La cita utilizada por el Papa desató la indignación de todo el arco político islámico. A pesar de acusar una mala interpretación de sus dichos, Benedicto XVI efectuó una clara provocación que favorece la intervención de EE.UU. en Medio Oriente.
La reciente y desafortunada alocución del Papa Benedicto XVI en su tierra natal sobre la naturaleza de la religión islámica pone de relieve una cuestión usualmente soslayada en la historia del discurso católico de Occidente: un profundo etnocentrismo religioso.
Que el Islam representa una amenaza cultural latente para la Europa cristiana es una imagen verificable por diversos medios y en varias fuentes desde al menos la Edad Media. Es en el contexto original de la época que debemos interpretar las palabras citadas por el sumo pontífice del catolicismo, palabras que pertenecen a un diálogo que el emperador bizantino Manuel II mantuvo con un “persa culto” en el año 1391 sobre cristianismo e islamismo.
Los pasajes conflictivos, en este caso, son los que condenan directamente al Islam: “Muéstrame lo que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás sólo cosas malas y deshumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”.
Ahora bien, conociendo el contexto histórico uno bien puede comprender por qué dicho emperador pronunció este parecer: en el siglo XIV, el imperio otomano representaba una amenaza permanente para la ciudad de Constantinopla, capital del imperio bizantino, en el que el cristianismo constituía una ideología cerrada, vale decir, que debía hacer frente a la progresiva expansión islámica en todos los ámbitos de la vida a través de una sólida doctrina religiosa que excluyera el posible disenso intelectual que otros principios religiosos pudiesen acarrear dentro de la sociedad.
Pero, en verdad, lo que uno debe preguntarse es por qué el Papa reprodujo esta cita tardomedieval si no era su intención recordar el anti-islamismo explícito en ella. Al descontextualizar la cita del mundo de su locutor original, el Papa no hace sino enfatizar la condena al Islam cuando esta cita es pronunciada en un contexto actual, de graves tensiones internacionales entre Occidente y el Oriente musulmán.
De igual manera, cuando Benedicto XVI sostiene que la jihad (la Guerra Santa) es “irracional”, no sólo está malinterpretando un concepto teológico islámico –cuya primera acepción es el de la jihad como la lucha interna que el creyente debe efectuar contra las adversidades de la vida para mejorar como persona y que, en una segunda acepción, admite la justa lucha armada contra los invasores de territorios islámicos y la defensa del pueblo– sino que ésta mala interpretación pareciera no servir a otra cosa más que a una provocación deliberada hacia la grey islámica.
Teniendo en cuenta estos hechos, las manifestaciones en contra de estas palabras en el mundo islámico son más que comprensibles, tanto las de mayor moderación (en Pakistán y Marruecos, por ejemplo) como las más furibundas (la amenaza de Al-Qaeda de atentar contra el Papa y el llamamiento a una “contra-cruzada” anti-cristiana), puesto que –a diferencia, por ejemplo, del incidente con las caricaturas de Mahoma, suscitado hace poco tiempo, en el que no era una autoridad mundial la que se mofaba del profeta sino un medio privado de comunicación– se pronunciaron como una provocación deliberada de parte de una autoridad occidental, aun cuando quien profirió las palabras desmienta esta intención y se excuse –aunque parcialmente– por la ofensa hacia las sociedades musulmanas.
Ahora, ¿deberíamos confiar en que las palabras papales fueron simplemente un error? Sin descartar esta posibilidad, también podemos pensar en el significado implícito de esta provocación. Evitando caer en especulaciones conspiradoras, no es erróneo sostener que la incitación vaticana al ánimo del viejo enemigo oriental de la Iglesia europea tiende a reforzar la idea desplegada por Estados Unidos de una amenaza terrorista global y permanente.
De otra manera, ¿cómo podría admitirse un equívoco tan grosero de parte de un vocero como Josef Ratzinger, cuyo cargo divino hace que su discurso alcance las conciencias de millones de feligreses occidentales y de otros tantos millones de personas no católicas pero que toman su palabra como la de un líder de Estado? Más allá de la intención original del Papa al emitir su discurso, lo relevante es que, para el Islam, las palabras proferidas no pueden ser des-dichas. El aumento de la tensión entre las partes no puede ser disminuido a través de excusas posteriores a los hechos. Esto es lo significativo. El evento no debería ser interpretado como un hecho aislado en el ámbito de la labor institucional de la Iglesia católica sino que debe ser contrastado con la actual relación que Occidente (vale decir, los Estados Unidos) tiene con Medio Oriente, especialmente con la presencia fuerte de Irán en la región, presentado como la mayor amenaza a los valores y a los intereses occidentales.
Pero, poniendo a un lado la injerencia del discurso papal en el ámbito de las relaciones Occidente-Oriente, es también importante notar el deterioro progresivo que la Iglesia ha experimentado en las últimas décadas (especialmente, luego del Concilio Vaticano II) en lo que hace a la conducción de los valores de la sociedad occidental. Es dable pensar que, ante este deterioro, una manera un tanto rústica –pero tal vez en cierta medida eficaz– de alentar un regreso a la fe de Cristo, sea abismar la naturaleza religiosa de Occidente y la de su vecino islámico (¿quizás intentando emular así a Manuel II?), en efecto, algo no impensable dado el manifiesto espíritu conservador de Benedicto XVI. Si esto es en verdad así o no, es materia de discusión y pensamiento. Lo que parece ser inobjetable es que el evidentemente falible discurso papal no puede estar ajeno a las realidades mundiales que invoca y, más aún, no puede desentenderse de las consecuencias políticas que provoca.
- Emanuel Pfoh es Licenciado en Historia, docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y Coordinador del Departamento de Oriente Medio en el Instituto de Relaciones Internacionales (IRI-UNLP).
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
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