Balaguer y Leonel
08/09/2006
- Opinión
Balaguer fue un ser político.
Pero no cualquier ser político, sino –sobre todo- un político aferrado al propósito y al ejercicio del poder a cualquier precio, al margen de todo principio y de toda moral, dispuesto a cualquier recurso por espurio que fuera.
Para él todo era válido: la mentira, el engaño, el fraude, el servilismo, el crimen, el robo, la violación de la ley y de la constitución, el soborno, la zancadilla, la puñalada trapera, el servilismo, el olvido de las perores iniquidades, el perdón de cualquier tipo de delito, la impunidad, el nepotismo, la suplantación de las instituciones y todo tipo de represión y megalomanía.
Un político bonapartista, poseído de su posesión del Estado. Capaz de asumir la formal- aunque no real-defensa del Estado-Nación, solo en cuanto le pudiera servir a su poder corruptor. Más estatista que liberal, aunque con algo de las dos cosas para hacerlas funcionales a su perpetuación en el poder y a su clientela política.
Balaguer no era neoliberal ni por formación, ni por vocación, ni por trayectoria. Pero era capaz de cederle muchísimo a la onda neoliberal en función de su poder personal.
No era espontáneamente pro-gringo; pero era capaz de ceder a todas sus imposiciones y asumir como propia la tesis del fatalismo geográfico, del destino dependiente de estos países ubicados alrededor del Coloso del Norte
Balaguer fue un ser de la era pre-digital, pre-informática, pre-virtual, aunque le tocara vivir sus albores.
Fue un político del siglo XIX en pleno siglo XX, alcanzando el XXI.
Convivió y alentó todas las porquerías y todas las fechorías.
Infectó el sistema político a su imagen y semejanza. Contaminó todas las instituciones. Aplastó los mejores valores para darle cancha a todos los anti-valores.
Se mostró discretamente orgulloso de su poder corruptor hacia sus adversarios débiles de espíritu. De sus agallas y de su implacable y demoledora ambición.
Leonel no fue inicialmente político de vocación.
Lucía distante del bonapartismo, del despotismo ilustrado, del hombre de Estado a cualquier precio.
Oscilaba inicialmente entre la formación liberal gringa y el marxismo bochista, entre la política y el quehacer profesional El marxismo gravitó en él con efímera influencia.
En su caso pesó sobretodo su condición de profesional moderno, a lo norteamericano, hasta que el modo de vida y la forma de hacer política estadounidense le llegaron a fascinar.
Sin garras, sin firmeza, inseguro. En eso distante de Balaguer. Apto para ser captado por la moda neoliberal y los influjos globalizadores del gran capital y sus Bill Gates.
Presto para convertirse en un político de la era digital, de la post-modernidad. Capaz de darle a lo virtual un rango suplantador de la propia realidad.
Leonel se convirtió tempranamente al neoliberalismo, aunque sabe que no debe confesarse tal.
Leonel se quitó rápidamente la pintura de marxista, reemplazó el liberalismo por el neoliberalismo y se decidió por gobernar como agente de esa globalización e instrumento de la nueva recolonización.
Pero no solo.
Leonel dejó soterradamente a un lado el bochismo, sin renegar públicamente de él.
Leonel se convirtió a la forma de hacer política del balaguerismo, no así a su concepción de Estado y de país.
Asumió quizás la peor parte de Balaguer: el clientelismo, la convivencia con el latrocinio y el uso de la corrupción de Estado, el artículo 55 de la Constitución, la coexistencia con el crimen y la impunidad, el soborno, la compra de conciencia, el continuismo, la tolerancia de todas las perversidades, la simulación, el uso de los recursos estatales como patrimonio personal y partidista.
Leonel asumió a plenitud el componente inmoral o amoral del que hacer político balaguerista, en franca negación de la estirpe moral de Juan Bosch.
Así produjo la mezcla de un globalismo neoliberal de cuerpo y alma, con un ejercicio político y una “moral”- o no moral- balagueriana.
Y eso se traduce en un entreguismo real, un empobrecimiento real, una corrupción real y una perversión política real, combinadas con pequeñitas islas ultra-modernas rodeadas de mares pestilentes, combinadas con un desarrollo virtual, un progreso virtual y una propaganda de logros digitalizados que nunca se corresponde con lo que acontece en nuestra sociedad.
Pero mas pronto de lo que muchos (as) se imaginan, esa mezcla explosiva habrá de catapultar rebeldías hoy soterradas, desequilibrios ocultos y distorsiones insoportables.
Porque el neoliberalismo declina, fracasa; y el balaguerismo tiene apenas una vigencia forzada y aberrante, en tiempos apropiados en nuestra América para nuevas democracias camino a nuevos socialismos.
https://www.alainet.org/es/articulo/117007
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