Yo sé lo que es mejor para ella

05/09/2006
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La lucha de Ana Gazzoli para conseguir la autorización legal para el aborto de su hija discapacitada y violada en Mendoza, levantó una ola de polémicas en todo el país. Los sectores católicos, organizaciones pro-vida y algunos médicos sabotearon una decisión que terminó avalada por la justicia. Fue el segundo caso conocido en unas semanas. Dejó profundas huellas en la sociedad mendocina y a nivel nacional y puso de manifiesto la necesidad de garantizar el acceso a un derecho. Ni el gran crucifijo que llevaba colgado del cuello salvó a Ana Gazzoli, la mamá de la chica discapacitada mendocina que fue violada. La oposición de la Iglesia y de los grupos pro-vida cayó sobre ella cuando pidió un aborto en el Hospital Militar de Mendoza. La cruz no la salvó. El símbolo se le volvió en contra cuando los grupos comenzaron a perseguirla y denunciaron su cruz como una pantalla para encubrir un "asesinato": el "homicidio de un niño". En Luján de Cuyo (Mendoza) y en La Plata (Buenos Aires) se dieron dos casos de características similares y de igual resolución en el mismo día: dos chicas discapacitadas, una de 25 años y otra de 19 respectivamente, sufrieron una violación que devino en embarazo. Una vez que sus madres intentaron hacer valer el derecho legal al aborto de las incapaces se desató una furia usualmente contenida. La atención del país cayó sobre un tema sin precedentes judiciales ni públicos. El aborto se concretó en ambos casos, aunque en La Plata los tiempos de la Justicia jugaron en contra. Cuando finalmente la Suprema Corte de Buenos Aires avaló el aborto, la chica ya tenía 5 meses de gestación. De todas formas, y casi como si hubiera sido planeado, ella logró interrumpir su embarazo el mismo día que lo hizo Claudia, la hija de Ana Gazzoli. En Mendoza, el resultado dividió las aguas en el seno de los grupos pro-vida, algunos de los cuales prefirieron separarse de las acciones terroristas que adoptaron otros. Por su parte, ciertos funcionarios cercanos al pensamiento del ministro nacional de Salud, Ginés González García, ratificaron con hechos los dichos y aseguran que interiormente abrieron el debate. Los hombres de la Justicia parecen tranquilos por haber trabajado la ley y el caso desde una perspectiva jurídica cercana a los reclamos de las víctimas. Entre la gente también se advirtió una capacidad de empatía que parece haber ido en aumento en los últimos años a partir de la difusión de la problemática del aborto. Sin embargo, no todo fue así. Un grupo de médicos aún niega la legalidad del aborto en los casos contemplados por el artículo 86, inciso 1 y 2, del Código Penal, y asegura que esta práctica los someterá a juicios por mala praxis. Las posiciones de unos y de otros dejaron al descubierto la necesidad de abrir un debate que esclarezca y acelere los tiempos una vez que estos casos vuelvan a ocurrir. Quedó demostrado que muchos médicos no manejan los aspectos legales de estas prácticas y que no saben qué hacer una vez que se encuentran con ellas. También que hay una profunda incidencia de las ideas y de las creencias en la medicina, al punto que se anteponen a la salud de las personas. En el plano jurídico, por ejemplo, hizo falta el fallo de la Suprema Corte para que ingresara a las instituciones de la salud a una práctica que corresponde por derecho y sobre la cual no debería haber ningún cuestionamiento de legal. Debería ser un trámite tan simple como operarse de vesícula y, sin embargo, los dos casos fueron sometidos a una mesa de debate a la que sólo faltaron los próceres. Quedó al descubierto también que no es poca la influencia que los sectores pro-vida tienen sobre ciertos ámbitos de poder que les aseguran la universalización de sus creencias. Los fundamentalismos no tienen rostro ni profesión. "La famosa ética médica" Claudia tiene 25 años pero actúa como si tuviera 4. "La famosa ética médica" -como ironizó su madre- la llevó a ese estado: cuando Ana fue a parir, un médico del hospital no quiso atenderla porque no era su paciente y el momento del parto se demoró demasiado. A los cinco años, al retraso mental provocado por la asfixia se sumó el síndrome de Lennox-Gastaut en la historia clínica de Claudia. Esta enfermedad le provocó convulsiones frecuentes y oligofrenia y desde entonces la obliga a tomar tres tipos de medicamentos. A sus 25 años, la ética médica casi la deja embarazada luego de un violador cuya identidad aún no se conoce. Los primeros días de agosto, Ana llevó a su hija a un control porque no había menstruado. El 7, supo que era porque su hija estaba embarazada. La ecografía decía que llevaba alrededor de 10 semanas. Al día siguiente, hizo la denuncia, la Fiscalía N°5 Maipú-Luján tomó el caso y aún está a cargo de la búsqueda del violador. Decidida desde un comienzo y con el reloj en contra, Ana buscó un grupo de abogados que las representara en el efectivo cumplimiento de un derecho. Lo hizo a sabiendas de que, a pesar de que estaba amparada por la ley, la negativa al aborto se haría recurrente. El 15 de agosto, Dante Vega, Diego Lavado, Pablo Barreda y Lucas Lecourt presentaron ante el juez del Primer Juzgado de Familia, Germán Ferrer, una medida autosatisfactiva para que el magistrado se expidiera en breve ratificando una práctica avalada por la ley. El 16 de agosto, el ministro de Salud de Mendoza, Armando Calletti, se refirió al caso de La Plata como una "tragedia sanitaria": "No queremos que ocurra lo mismo, que la resolución de la Justicia demoró tanto que luego no se pudo realizar el aborto", afirmó y sentó así la posición que adoptaría la gestión para con Claudia. Ese mismo día, un centenar y medio de personas se colocó frente a la capilla de la virgen en la entrada del Hospital Militar para rezar por la vida del "niño" que se intentaba "asesinar". Por esas horas, unos metros más allá de las plegarias, el Comité de Bioética del hospital sesionaba por primera vez y concluyeron que había que ampliar el debate y esperar la resolución del juez. Veinticuatro horas después, la mujer recibió una carta documento en la que el grupo antiaborto Vitam le ofrecía asistencia espiritual, material, psicológica, la cobertura del parto e, incluso, la adopción del "bebé". "Creemos que en este caso concreto –dijeron-- se puede salvar la vida de los dos. El departamento médico de la institución corroboró que es así y que la medicación se puede tomar durante el embarazo. Hay tres familias que quieren adoptarlo", aseguró en ese momento Sonia Cano, presidenta de Vitam. Pero su convencimiento no fue el mismo cuando se le preguntó si la organización que preside se iba a hacer cargo de las consecuencias que tuviera el seguimiento del embarazo en el cuerpo de Claudia o en el feto. "Nosotros no podemos hacernos cargo de eso, somos una ONG", afirmó. La batalla de los discursos Otra vez el Estado y la Iglesia enfrentaron opiniones. Ginés González García avaló la práctica y ofreció a la familia de Claudia apoyo institucional. Por otro lado, el arzobispo de Mendoza, José María Arancibia, envió un comunicado a los medios en el que decía que la Iglesia se oponía firmemente a la práctica del aborto. Y aclaraba: "Esta defensa es incondicional, es decir, independientemente de las condiciones de salud de una persona". El tiempo en la jugada que se había librado era fundamental y su manipulación era la principal estrategia a adoptar. Del lado de los grupos antiaborto, esto estaba más que claro. El viernes 18, Vitam presentó un recurso de amparo y una medida de no innovar para detener la operación. Ese mismo día, el juez resolvió favorablemente el pedido de los abogados de Claudia y se adelantó así al amparo. Por mera formalidad, su dictamen fue respaldado por un documento que emitió la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo. Si bien el Comité de Bioética del Hospital Militar no dejó sentada su oposición en un papel aunque dio un dictamen favorable, los médicos de la institución firmaron masivamente una objeción de conciencia para sortear responsabilidades. Ana ya no podía esperar nada del hospital en el que siempre se había atendido su hija y por el que pagaba mensualmente. Decidió entonces tomar el ofrecimiento del Estado de realizar la intervención en un efector público. Demostraciones de poder Las manifestaciones de los grupos antiaborto en los medios, en la calle y frente la Hospital Lagomaggiore fueron múltiples. Algunas llegaron a la casa del gobernador Julio Cobos, quien por no quedar mal con las organizaciones les aseguró que él, personalmente, se oponía al aborto. Una afirmación que luego tuvo que aclarar públicamente, pues se tomó como una incoherencia de su gestión. Desde Salud se decidió manejar el tema con total cautela y hermetismo. Se montó un operativo en el que el punto final era el aborto de Claudia durante el feriado del lunes 21. Se suponía que el fin de semana iba a dar un respiro judicial. Sin embargo, el domingo por la noche, hubo una reunión de la que se desconocen precedentes en la Segunda Cámara de Apelaciones. Los jueces Horacio Gianella, Teresa Beatriz Varela y Gladys Marsala, dieron lugar al amparo de Vitam y ordenaron al Lagomaggiore "abstenerse de practicar la interrupción del embarazo de la joven". Curiosamente, las organizaciones antiaborto, pidieron reunirse esa misma noche con el ministro Calletti, en la Casa de Gobierno. Estaban en esos menesteres cuando uno de los integrantes de la reunión recibió un mensaje de texto en el que le pedían que demorara la charla. Rápidamente, le ofrecieron al ministro leerle la fundamentación del pedido. Casi terminaban el documento cuando uno de los integrantes de Vitam llegó agitado con la resolución recién firmada por los jueces. Los del Vitan respiraron tranquilos. Calletti, de inmediato e intimidado por testigos, debió frenar la intervención del día siguiente. Cuando Ana fue el lunes al Lagomaggiore con su hija, los médicos le comunicaron la noticia del amparo y tuvo que volverse a su casa, en medio de los cánticos de los "en defensa de la vida" en la puerta del hospital. En el camino, los conflictos y debates se llevaron a una parte importante del plantel del Hospital que al comienzo estaba dispuesto a realizar la operación. Hacia el final sólo quedaron unos pocos dispuestos a hacerlo. El segundo revés judicial fue la recusación y el reemplazo de Ferrer en la causa. Lo había solicitado también Vitam, por considerar que había preopinado en uno de los diarios locales al decir que le parecía correcto el fallo de la Corte bonaerense por el caso de La Plata. Ana la valiente Ana tuvo que olvidarse de la desgracia que estaba pasando ella y su familia para tomar fuerzas y hacer valer su decisión. Esto implicó que por esos días su casa estuviera rodeada de medios de comunicación que buscaban hablar con ella o capturar aunque fuera una imagen o una foto de su hija. Pero la pesadilla no terminó con las cámaras. Los grupos pro-vida la persiguieron para convencerla de que debía dejar vivir a "su nieto". Padeció el acoso personalmente, a través de los medios y en la Justicia. La siguieron hasta al aeropuerto, cuando pretendía tomarse un vuelo a Buenos Aires para reunirse con el ministro de Salud de la Nación y participar en un debate de un programa periodístico televisivo. El caballito de batalla de las organizaciones pro-vida era la validez del artículo 86 del Código Penal y la superioridad del artículo 75, inciso 22, de la Constitución Nacional y de cómo hace valer los tratados internacionales en "defensa del niño por nacer". Por ese motivo, los grupos consideraron que el artículo 86 quedaba derogado y que se estaba cometiendo un "homicidio". Cuando ese argumento quedó desarmado denunciaron públicamente a Ana por haber mentido con respecto a la cantidad de semanas que llevaba el embarazo de Claudia. Según ellos, tenía 20 semanas y no 12 como se decía. Pero tanto en Mendoza como en Buenos Aires, Ana habló y su mensaje se impuso desde una lógica simple: "Mi hija es mía y me ha costado mucho sacarla adelante en estos 25 años –dijo--. Yo no voy a permitir que nadie venga y me diga lo que tengo que hacer porque yo sé lo que es mejor para ella". Antes de embarcarse, le dijo sin rodeos a Sonia Cano que se metiera "en sus cosas". "Ustedes dicen que me quieren ayudar pero lo único que están haciendo –dijo-- es ponerme palos en la rueda". Mientras ellos se pelean El límite entre el ofrecimiento incondicional de "ayuda" por parte de los grupos pro-vida y la imposición era invisible. Y se desdibujó aún más sobre el final del caso, cuando una serie de llamadas telefónicas con voces de hombres y de mujeres cargaron contra los médicos del hospital Lagomaggiore amenazándolos con iniciarles demandas penales si accedían al aborto. El martes 23, a primera hora, los abogados defensores presentaron una acción de amparo Per Saltum a la Suprema Corte provincial. Sólo un par de horas después, la jueza Aída Kemelmajer y su par Fernando Romano se pronunciaron de forma contundente: dispusieron como "ejecutable" el aborto de Claudia y criticaron la actuación de los miembros de la Segunda Cámara de Apelaciones. Al día siguiente el carácter del reclamo antiaborto tocó fondo con una amenaza de bomba en el Lagomaggiore. En su fervorosa defensa de la vida, la misión antiaborto olvidó que puertas adentro había personas enfermas. Ese fue el punto de quiebre entre las mismas organizaciones pro-vida. Desde Vitam dijeron que su batalla había sido sólo judicial y que les parecía que la lucha se había desvirtuado. Pero desde la Escuela Virtual para Padres, Eduardo Cattaneo, seguía amenazando a los médicos con denunciarlos por homicidio. Mientras tanto, la Liga de Madres de Familia a través de su presidenta, Silvia Ber, pedía a los integrantes de la organización que se pusieran a rezar "para que Dios nos perdone por no haber podido evitar la muerte de un inocente". Mientras ellos se peleaban, Ana volvía de Buenos Aires. Partió del aeropuerto silenciosa, esquivando a una de las integrantes de Vitam que insistía en hablar con ella. Eran las 19. Un par de horas más tarde, su hija fue intervenida en un hospital que el gobierno prefirió mantener en secreto. Lo mismo sucedió con la identidad de los cirujanos. La intervención duró 15 minutos. Por ese cuarto de hora Ana peleó durante 17 días completos, desde aquel 7 agosto en que le dijeron que su hija estaba embarazada. Fuente: Artemisa Noticias
https://www.alainet.org/es/articulo/116902
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