Un compromiso, cristiano y solidario con los pobres

08/08/2006
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
" ... Vaya con suerte quien se cree astuto, porque ha logrado acumular objetos, pobre mortal que desalmado y bruto, perdió el amor y se perdió el respeto ..." Silvio Rodríguez Teniendo en cuenta que al evangelizar la totalidad de la existencia humana, no le es ajeno a la tarea de la Iglesia discernir e iluminar, desde el Evangelio y la Doctrina Social, las ideologías y la vida política, en el transcurso de las últimas décadas han sido elaborados numerosos documentos pastorales en los que, los cristianos, podemos encontrar diferentes principios orientadores y estrategias para actuar en favor de los que mas sufren en nuestras comunidades. En este sentido, y frente a la multitud de personas, concretas e irrepetibles, que ven sus horizontes finalizar en un callejón de miseria e indigencia, es importante recordar las palabras de Juan Pablo II, quién planteó que ante el peligro de las formas históricas ateas y violentas del marxismo, que están marcadas por el pecado, muchos cristianos olvidan denunciar, combatir y enfrentar la realidad opresiva del capitalismo liberal, que esta igualmente marcada por el pecado (Cfr. Juan Pablo II, Homilia Zapopán , AAS LXXI, p. 230). De igual manera, el Episcopado Latinoamericano expresó con claridad que tanto el sistema liberal capitalista como el sistema marxista " ... atentan contra la dignidad de la persona humana; pues uno, tiene como presupuesto la primacía del capital, su poder y su discriminatoria utilización en función del lucro; y el otro, aunque ideológicamente sostenga un humanismo, mira más bien el hombre colectivo, y en la práctica se traduce en una concentración totalitaria del poder del Estado ... " ( II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, p. 10). Ahora bien, muchos cristianos parecen hacerse los desentendidos frente a estas Palabras, ya que si bien no vacilan en criticar a viva voz a las comunidades marxistas, se vuelven timoratos a la hora de plantear - de manera clara y contundente - las injusticias y atropellos que se cometen en las sociedades capitalistas. Actitudes como éstas, en el mejor de los casos, pueden ser tildadas de ingenuas, ya que no se necesita tener mucha lucidez, ni demasiada capacidad intelectual, para concluir, tras décadas de haberse implementado a lo largo de los continentes el sistema capitalista, que el mismo no es eficaz para brindar bienestar, felicidad y prosperidad a la humanidad en general, sino que solamente es beneficioso para un grupo cada vez mas reducido de hombres y mujeres. En efecto, la historia se repite en todos los rincones del mundo, y llega a ser dolorosa y angustiante: siempre son los mismos los que acumulan las riquezas, y consumen los bienes y servicios necesarios para mejorar su calidad de vida, y son idénticos también quienes, con suerte, reciben las migajas del gran banquete al que acceden y disfrutan unos pocos. En este sentido, es importante también recordar que la obscena acumulación de riquezas que ostentan unas pocas personas, contradice el Plan del Señor, ya que en muchas ocasiones, las mismas son fruto de la humillación en la que viven millones por recibir salarios de miseria, y por este motivo, este tipo de fortunas, cosechadas en detrimento de los demás, está podrida, tomada de herrumbre y es fuente de pecado ( Cfr. St. 5, 1-6 ). Todas estas cuestiones, colocan a los miembros de la Iglesia frente al deber evangélico de anunciar la liberación de todas aquellas personas que están al margen de la vida, bregando porque tanto en las estructuras sociales, políticas y económicas injustas, como en la mentalidad personal y colectiva, se produzca un cambio real que propicie una verdadera libertad humana (Cfr. Pablo VI, Exhortación Evangelii Nuntiandi 30). Para trabajar en favor de esta liberación, los cristianos tenemos que esforzarnos cotidianamente por establecer puentes de contacto y diálogo con los " líderes " de la sociedad, a fin de iluminarlos con la visión cristiana, ayudándolos a encontrar en la Enseñanza Social de la Iglesia , los mecanismos necesarios para promover la defensa y la promoción de la dignidad inalienable de la persona humana. Así mismo, y en forma paralela, tenemos que actuar para suprimir las causas, y no solo los efectos, de los males de nuestros tiempos, organizando los auxilios de tal forma que quienes lo reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa, y se vayan bastando por si mismos (Cfr. Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam Actuositatem, p. 8 ). Si bien es cierto que falta mucho aún por hacer para que la Iglesia se encuentre unida y solidaria con los sectores mas desprotegidos de nuestras sociedades, es alentadora, y digna de ser imitada, la actitud de quienes, con obediencia y humildad, reflexionan sobre la Palabra de los Pastores que guían a la Iglesia en nombre del Señor, e identificándose con Cristo, adoptan un compromiso, cristiano y solidario, con los pobres, actuando en defensa de la dignidad humana, y denunciando las injusticias derivadas de sistemas políticos, contrarios a la doctrina católica, que propician la explotación del hombre por el hombre, promueven el individualismo o el colectivismo absoluto, y transformaron a la libertad, derecho fundamental e inalienable de toda persona, en un espejo de colores, que simula ser un diamante, pero que esta en manos de unos pocos y hiere de muerte a millones. - Lic. Daniel E. Benadava es psicólogo.
https://www.alainet.org/es/articulo/116512
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS