El Tribunal Penal Internacional, Chile y Estados Unidos
07/08/2006
- Opinión
El Tribunal Penal Internacional (TPI) es un organismo nacido del fenómeno que llamamos “globalización”. En la raíz de este acontecimiento están los inventos técnicos relacionados con las comunicaciones, el internet, y todo este conjunto de adelantos que se han considerado como la tercera gran “revolución industrial”.
De ella han nacido nuevas relaciones humanas, tanto económicas como sociales y políticas. Han surgido también exigencias éticas que había que normar urgentemente. La convivencia se hace hoy más estrecha, el mundo se convierte en una pequeña aldea y esta vecindad exige nuevas regulaciones. Y ante los convenios y tratados internacionales, surge entonces la necesidad de algún Tribunal Internacional que pueda sancionar el cumplimiento de los compromisos que los Estados van tomando en el tiempo. Pongamos un ejemplo: Hubo un tratado internacional que condenaba la tortura. De aquí la necesidad de un Tribunal Penal Internacional que pueda sancionar las infracciones contra lo acordado por las naciones suscritas.
Chile, al ratificar el TPI robustecerá la causa de los derechos humanos en el mundo. Ya es tiempo que lo hagamos después de haber sufrido tantas violaciones de estos derechos durante la ocupación militar. Dando este significativo paso, también apoyaremos la vigencia de un organismo internacional llamado a integrarse como elemento esencial y constituyente en el ordenamiento mundial. En éste deberán eventualmente posesionarse los tres poderes; el legislativo, ejecutivo y judicial. Y la ética subyacente a este ordenamiento deberá ser la ética de los derechos humanos.
En este cuadro, es sintomático que el gobierno de Bush de los EE.UU. tenga problemas con el TPI y ponga obstáculos a los que quieren ratificar este necesario organismo. Jesucristo nos dice en el Evangelio de San Juan que “El que obra el mal no quiere allegarse a la luz”. Sabemos de las torturas perpetradas en Irak y del escándalo de los prisioneros de Guantánamo mantenidos allí por militares estadounidenses sin juicios ni condenas. Y el mundo conoce la artimaña de enviar los prisioneros a los países en que puedan ser interrogados bajo el apremio de las torturas.
Bush ha pretendido legitimar algunas semejantes medidas con tribunales militares nombrados por el Pentágono. Pero en esto último, ha sufrido un gran revés al ser desautorizado por la Corte Suprema de los Estados Unidos que declaró como ilegales los tribunales de Guantánamo y contrarios a la Convención de Ginebra.
Washington no quiere que sus soldados estén sometidos a la juridicción del TPI y presiona para que los que quieran ratificar este organismo condicionen en esta línea de acción su aprobación definitiva. El Embajador de los EE.UU. en Chile fue muy explícito al advertir a nuestro Gobierno que de no acceder a estas demandas, no podríamos recibir los accesorios que requieren nuestros aviones F-16. Después de esta primera advertencia los EE.UU. han cedido un tanto en estos requerimientos. Nos parece que Chile no cederá en su dignidad y autonomía y, es de esperar que el Gobierno norteamericano, acepte esta actitud soberana.
Como corolario de estos incidentes que rebasan lo puramente diplomático, debemos plantearnos hoy una gran interrogante sobre el acierto de haber tomado un camino armamentista y con tanta dependencia de los artefactos bélicos diseñados y fabricados en los Estados Unidos.
- P. José Aldunate SJ, es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital. Fundador de la Revista Reflexión y Liberación.
Fuente: Crónica Digital (Santiago de Chile)
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