Israel invade Líbano:

De la “primavera árabe” a la “guerra más difícil”

07/08/2006
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  • Opinión
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Otra vez estamos en guerra. Otra vez las fronteras de la globalización y del capitalismo demuestran su verdadera faz. Era previsible esta guerra. Hace más de un año, se habló de la “primavera árabe” a raíz de un crimen, el de Rafiq Hariri, ex primer ministro libanés y crítico a la ocupación de la zona sur de su país por el ejército sirio. Los medios occidentales, sin pensarlo dos veces, repitieron los argumentos esbozados desde el Departamento de Estado y culparon a los sirios de ese asesinato. A la distancia, y en medio de la bruma noticiosa, aparece evidente que ese asesinato más bien lo habrían cometido los servicios secretos de Israel y de Estados Unidos. ¿Con qué propósito? Ahora las cosas están claras: la guerra. Había que sacar a Siria y sus ejércitos, que servían de tampón entre los israelitas y el Partido de Dios (Hezbolá), para consolidar las estrategias de expansión de Israel, un estado sediento de territorio y sangre. Luego del crimen de Hariri, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice realizó una gira por Oriente Próximo, y logró algunos acuerdos puntuales con los gobiernos de la zona, por ejemplo, que los alcaldes sean electos por sufragio popular en el caso de Egipto, que Siria se retire del Líbano, que Jordania libere su control sobre la prensa y que los árabes de Arabia Saudita extiendan algunos derechos ciudadanos a las mujeres. Se llegó a hablar de que la democracia había, por fin, llegado al Medio Oriente, y todo de la mano de Rice y de su jefe, W. Bush. Bien valía entonces premiar a “Condi”, y la prensa norteamericana llegó incluso a sugerir el premio Nobel de la Paz para la Secretaria de Estado norteamericana. Pero he ahí que Hezbolá aparece en escena de manera contundente. Ante las marchas y manifestaciones de los cristianos del Líbano que respaldaban el pedido norteamericano que pedían el retiro inmediato de las fuerzas sirias de la frontera sur de su país, y que, según datos de la prensa occidental, pusieron en las calles a más de 50 mil manifestantes, Hezbolá organiza una marcha en respaldo a Siria y en rechazo a Norteamérica que alcanza el millón de personas. No solo eso, sino que en las elecciones palestinas gana de manera contundente Hamas, el temido Hamas que Norteamérica había siempre asociado a los Hermanos Musulmanes de Egipto, y que Israel ayudó a crear para restar peso político a la OLP de Arafat. Esa marcha en el Líbano y el triunfo electoral de Hamas, en Palestina, significaron el adiós a la pretensión al Premio Nobel de la Paz a Condi, y evidenciaron que el Medio Oriente estaba experimentando cambios importantes, la resistencia iba transformando su rostro laico por uno religioso. La Jihad llamaba a las puertas. Sin los ejércitos sirios en la frontera entre Líbano e Israel, la situación se presentaba como el escenario ideal para un conflicto directo, sin intermediarios, entre los israelitas y Hezbolá, la cuestión era determinar cuándo. Para definir esa fecha, Israel necesitaba información precisa de los desplazamientos y de la infraestructura del Hezbolá, y para ello requería tiempo. Sus labores de espionaje y recopilación de la información de Hezbolá resultaban claves para un golpe contundente en el cual el elemento sorpresa tenía que ser determinante. La guerra estaba en el ambiente, se la veía venir. El contexto, además, no podía ser más dramático, Israel sospechaba, y al parecer con razón, del apoyo no solo político sino logístico y financiero de Irán a Hezbolá, Irán de su parte continuaba su programa de desarrollo de energía nuclear y de las plantas termonucleares a las bombas atómicas apenas hay un paso. De su parte, Estados Unidos estaba entrampado en la guerra de Irak y la pérdida de legitimidad de su aventura bélica no compensaba los costos políticos que la administración Bush estaba pagando, por lo que se hacía necesario un “rediseño” del mapa político de la región. Es en esas circunstancias cuando Hezbolá da el primer golpe con el secuestro de dos soldados israelíes. Es de destacar que ese golpe se lo da en respuesta al asedio que estaba sufriendo el pueblo palestino en Gaza y Cisjordania. El golpe de Hezbolá se trató como una especie de apertura de un segundo frente para tratar de mitigar el peso de la agresión israelí a Palestina. No sé si midieron las consecuencias de sus acciones, no sé tampoco la información que tendría Hezbolá sobre Israel ni cómo habrían calculado ellos la salida de Siria del Líbano, pero el hecho de haber secuestrado dos militares israelíes implicaba, por definición, una dura respuesta de Israel. En efecto, a Israel no le quedaba otra respuesta que responder a ese secuestro de acuerdo a sus propios cálculos que son los de la contundencia, pero además estaba el hecho de que Tsahal (el acrónimo hebreo de las Fuerzas Armadas de Israel), tenía ya en su horizonte inmediato la limpieza de su frontera norte de Hezbolá. El elemento sorpresa con el cual contaba Israel para un golpe demoledor y contundente contra Hezbolá se había perdido a raíz de los secuestros, de ahí que la respuesta israelí fuese abrumadora e indiscriminada sobre todas las posiciones, las conocidas y las supuestas, de Hezbolá. Para evitar la recomposición de las líneas de abastecimiento y de comunicaciones de Hezbolá, Israel tenía que golpear con fuerza en su retaguardia y lograr una especie de espacio vacío entre la frontera sur y el resto del Líbano, de tal manera que cuando entren sus tropas puedan realizar una operación de limpieza a profundidad, metro a metro. Me imagino que los cálculos del Tsahal consideraron quizá una extensión máxima de una semana, o como mucho dos semanas para finalizar las tareas de “limpieza”; y, al mismo tiempo, derrotar militar y políticamente a Hezbolá. Me imagino también que una vez cumplida esa tarea Israel consideró conveniente que una fuerza internacional con el apoyo de Naciones Unidas, cumpla el rol que antes lo había hecho el ejército sirio y haga el trabajo sucio para Tsahal, no vendría mal a Israel que ese trabajo sucio de acabar con los restos de Hezbolá lo hagan los mismos musulmanes, y qué mejor que los turcos. Con ello se lograba la eliminación de un enemigo político, el Hezbolá, y, además, se podía continuar con el hostigamiento a los palestinos de Gaza y Cisjordania para legitimar por la fuerza la toma de nuevos territorios y los nuevos asentamientos de colonos, se rediseñaba el mapa político de la región y podía pensarse incluso en un raid hacia Teherán. Para que el plan se cumpliese se necesitaba de contundencia para destruir a Hezbolá en el menor tiempo posible, y neutralizar a Siria y a los países árabes para que no entren en el conflicto. Esta operación era una cuestión de asepsia que no necesitaba de testigos pero sí de cómplices. Pero Hezbolá nuevamente sorprendió al Tsahal. Cuando las tropas israelíes entraron luego de intensos bombardeos en el sur del Líbano, la resistencia fue feroz. En el primer día en el que las tropas israelíes incursionaron en territorio de Hezbolá, tuvieron nueve bajas. Una cifra demasiado alta para el Tsahal. Así, la información que Israel tenía sobre Hezbolá se reveló incompleta o errónea. Era necesario, entonces, una operación de bombardeo y artillería más intensa. Los costos que esa decisión tenía para la población civil son enormes, pero era un costo calculado por Israel, mientras más destrucción y víctimas se provocaban más crecería el rechazo y la indignación en contra de Hezbolá, según Israel el verdadero culpable de esta guerra. Efectivamente, la guerra tenía que servir para enajenar el apoyo político que Hezbolá tenía en la población. De esta manera, mientras Israel destruía literalmente al Líbano, Estados Unidos se encargaba de neutralizar cualquier esfuerzo diplomático que busque el alto al fuego o el cese de hostilidades. La maquinaria mediática de Israel y Estados Unidos, se pusieron a trabajar de manera intensa convenciendo de que la culpa de lo que estaba ocurriendo era de Hezbolá, y que Hezbolá era parte del terrorismo mundial. Israel solo estaba defendiéndose del terrorismo. Israel estaba defendiendo con las armas en la mano a la única democracia de Oriente Medio amenazada por el terrorismo árabe, en especial de Hezbolá y de Hamas. Fue tan eficaz la estrategia americana-israelí que el ministro de la guerra de Israel, ante la impasibilidad mundial y la falta de respuestas efectivas de Naciones Unidas, dijo que en realidad el mundo justificaba los bombardeos y la destrucción del Líbano. En Israel, la maquinaria mediática concitó el apoyo casi total de la población (se dio a conocer el dato de que en las encuestas más del 90% de la población aprobaban la guerra). La neutralización política que hicieron del resto del mundo los Estados Unidos, demostró el escaso poder político de la Unión Europea, tan comprometida antaño con Oriente Medio, y la nula capacidad de acción de Naciones Unidas. Los costos del ataque israelí a Líbano iban in crescendo, pero mientras más intensos y profundos eran los ataques, menos claro era el panorama con respecto a Hezbolá. ¿Estaba derrotado Hezbolá? Si lo estaba, como había dicho Olmert, el primer ministro israelí, entonces ¿porqué la multiplicación de los raids aéreos contra Líbano? Definitivamente, algo había salido mal en la estrategia israelí. La situación se revertió dramáticamente para Israel con el bombardeo al poblado de Qana, el mismo poblado que en 1996 ameritó una comisión especial por parte de Naciones Unidas para investigar los crímenes contra la humanidad cometidos por Israel, cuando las noticias dieron cuenta del asesinato de 28 niños que se habían refugiado de los incesantes bombardeos en un refugio. Israel al inicio quiso culpar a Hezbolá, luego trató de defenderse diciendo que desde esa posición se habían lanzado misiles en contra de su territorio por parte de Hezbolá. Pero múltiples testimonios habrían de demostrar que Israel mentía. Qana marca un giro en la estrategia israelí y en el curso de la guerra. Las imágenes de los niños despedazados por el bombardeo, le enajenan el poco apoyo que aún podía suscitar en el ámbito internacional. Las voces que piden un cese al fuego son múltiples. Israel, salvo el apoyo de Estados Unidos, no tiene ningún soporte diplomático. Israel pasa a la defensiva. Se encuentra ahora en un callejón sin salida. Sus bombardeos que buscaban destruir al Líbano y pasar la factura de esa destrucción a Hezbolá, en realidad, le pasan la factura a Israel. Ahora se considera en medios occidentales (en su mayoría pro-israelíes) que si bien la respuesta de Israel en un inicio era justa al reaccionar al secuestro de sus soldados, es desproporcionada y eso le resta legitimidad y apoyos. Es una tímida reacción de occidente, pero en los meandros de la diplomacia y de la política internacional, ese matiz es indicador que Israel perdió la batalla mediática y la batalla política. Para enmascarar la derrota mediática y política, Israel necesita más que nunca de una victoria militar. Pero Hezbolá es un enemigo difícil de vencer en lo militar. Hezbolá sabe que no tiene ni los medios ni los hombres para enfrentarse al Tsahal en una guerra de posiciones. Su única opción es la guerra de guerrillas. Golpear y esconderse. Avanzar cuando el enemigo retrocede y viceversa. Hostigar al enemigo desde múltiples puntos. Ceder posiciones y golpearlo en su retaguardia. Dejar avanzar al enemigo para golpear en sus puntos de abastecimiento, logística, comunicaciones. Una guerra de largo aliento. De desgaste continuo y exigente. Una táctica que los vietnamitas demostraron de su eficacia ante los norteamericanos, y los mujaidines de Afganistán ante los rusos. ¿Está preparado Tsahal para una guerra de guerrillas? Tsahal es un ejército para una guerra de posiciones y de movimientos. Es demasiado pesado, demasiado fuerte. Está hecho en función de los ejércitos árabes, también pesados y poderosos. Tsahal es más fuerte que ellos y ha sido construido pensando en esos enemigos. Está hecho para asentarse en un territorio, dominarlo, extenderse en él, y eso lo hace vulnerable a los ataques de la guerrilla. Hezbolá cuenta cada vez más con el creciente apoyo de las masas árabes e incluso de las no árabes, como es el caso de Irán, cuenta con líneas de abastecimiento que no han sido reconocidas ni identificadas en su totalidad por Israel, cuenta con un conocimiento exhaustivo del terreno y una capacidad de mimetización con la población circundante, cuenta con una militancia que considera la muerte como un sacrificio divino. Por ello Israel insiste en vaciar toda la zona al sur del Líbano; la razón es evidente, para buscar las agujas escondidas en el pajar, es decir, la supuesta cobertura civil a los militantes de Hezbolá, Israel pretende quemar todo el pajar. Estamos a vísperas de nuevos genocidios y crímenes contra la humanidad, algo que para Israel es ya parte de su metodología de guerra. Para Israel todas las personas que vivan en la parte sur del Líbano son parte de Hezbolá y por tanto son sus enemigos a los cuales hay que eliminar, incluso si se tratan de niños, mujeres o ancianos. Israel no tendrá ningún problema en arrasar con poblaciones enteras, con provocar nuevos genocidios. Israel, a estas alturas no puede demostrar el mínimo signo de flaqueza o de debilidad. Pero Hezbolá está logrando resquebrajar el poder de fuego de Israel. Su táctica de guerra de guerrillas lo convierte en un enemigo temible. Sus combatientes creen que la muerte luchando por Dios es la mayor de las dichas. Un ejército guerrillero con esa fuerza de convicción y con un entrenamiento adecuado, se convierte en un enemigo peligroso. ¿Podrá derrotar militarmente Israel a Hezbolá? Tal como están las cosas, Israel se enfrenta a su primera derrota militar. El solo hecho de que Hezbolá haya resistido tres semanas el poder de fuego de Israel significa ya una victoria para el Partido de Dios. Hay que tomar en cuenta que se trata de una milicia de siete mil hombres que se está enfrentando a uno de los ejércitos más poderosos del planeta. Cada día que Hezbolá pueda mantenerse en la resistencia y provocar bajas a Israel es un día ganado por Hezbolá y perdido para Israel. De hecho, Israel necesita de manera desesperada que Estados Unidos y Naciones Unidas le tiendan la mano. Tiene que demostrar en estos momentos más ferocidad militar porque de alguna manera tiene que enmascarar su derrota. Tiene que hacer aparecer como un gesto político su retirada de la zona. Sin embargo, hasta que se pueda articular una salida diplomática, Israel empezará su tarea de “limpieza”, es decir, de exterminio indiscriminado a toda la población que se encuentre en el área de control del Tsahal. Israel quiere retirarse con un trofeo en las manos. Israel quiere, literalmente, la cabeza de Sayyed Nassan Nasrallah, el Secretario General y líder del Hezbolá, y al parecer el nuevo líder del mundo árabe e islámico. Israel sabe que su tiempo se le acaba y que ésta ha sido la peor de sus aventuras militares. Sabe que el mundo árabe va a procesar y analizar de manera detallada esta guerra y que nuevos vientos de conflicto se vislumbran en el horizonte. Si una milicia de siete mil hombres puso a raya al Tsahal, ¿qué pueden pensar el resto de árabes de la región sobre la capacidad bélica de Israel? La retirada de Israel del Líbano significará un terremoto político en la región. Israel ha dado un aliento y empuje al fundamentalismo. ¿Qué hará Israel y también qué harán los Estados Unidos, si luego de esta aventura, Hezbolá consolida su poder y capta el control del Estado en el Líbano? ¿Qué harán los Estados Unidos con un resurgimiento y consolidación chií en Medio Oriente? Es un hecho que ahora Hezbolá es un referente en todo el mundo árabe. La población ve a Hezbolá como el responsable del retiro israelí y norteamericano del Líbano en los noventa. Tienen una áurea de triunfo, martirologio y esperanza que es justamente lo que el mundo árabe necesita. Aparece como el único movimiento que ha frenado a Israel en el plano militar, y el único capaz de devolver la dignidad al mundo árabe. Al cerrar las puertas a toda negociación diplomática, al negarse a cumplir con los Acuerdos de Oslo de 1993, al optar por la violencia y la prepotencia militar, Israel se ha generado el entorno más complejo de toda su vida desde 1948. Israel dice que está librando la batalla más difícil desde 1948, y es cierto, ahora aparece claro que Tsahal no es invulnerable. Ahora se hace evidente que el desprecio de Israel por todas las salidas políticas, finalmente, le pasarán la factura, ¿a qué costo? Solo podemos imaginarnos la respuesta. Con un Hezbolá victorioso, incluso al precio de un Líbano arrasado y un genocidio de su población, el mundo árabe habrá encontrado el instrumento político que necesitaba para enfrentarse a Israel y Estados Unidos. Lo más probable es que ante este escenario, creado por la estupidez de su propia miopía política y militar, ambos países opten por la violencia bélica para confrontarlo fortaleciendo, a la larga, a su enemigo. Los días que vendrán, al parecer, serán aún más obscuros. La guerra, estará inscrita en el orden del día de esta hora neoliberal e imperial, con su signatura de dolor, de muerte, de destrucción.
https://www.alainet.org/es/articulo/116474?language=en
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