Cuando todo parece volar en pedazos:
Acerca del Líbano (o sobre los límites del Imperio)
30/07/2006
- Opinión
La historia del Estado de Israel está marcada por una prolongada
sucesión de atropellos contra los pueblos vecinos, incluyendo
reiteradas masacres de civiles indefensos, como la de Sabra y Chatila.
Esa historia está habitada por aplastantes contradicciones. La
legitimación de la existencia de Israel, la fuerza del movimiento
tendiente a su creación, emergió del genocidio, de los tremendos
resultados de la barbarie nazi. Y la lucha por asegurar su fundación
se nutrió asimismo de actos terroristas, varios de ellos
particularmente cruentos, que todavía son objeto de homenajes
oficiales en territorio israelí.
Es esa misma entidad política la que, más de cincuenta años después,
encontramos empeñada en el masacramiento sistemático de palestinos y
libaneses, argumentando que es víctima de atentados terroristas que
exigen venganza. La lógica subyacente es que las vidas de una
determinada religión y nacionalidad valen muy distinto que las de
otra; y que el territorio propio debería ser un recinto sagrado e
intocable, mientras que el ajeno es un espacio a atacar y ocupar con
cualquier motivo más o menos especioso.
Se evidencia allí la médula misma de los razonamientos nacionalistas,
militaristas y racistas de todas las épocas, puestos en boca de un
poder político agresor y belicista, que hace escarnio de toda una
tradición de intelectuales críticos, luchadores sociales y
revolucionarios inclaudicables de origen judío en diversas latitudes
del mundo.
Peor aún que la tortuosa trayectoria de la dirigencia israelí es el
apoyo permanente, el azuzamiento apenas solapado, que el poder
imperialista norteamericano brinda incluso, a los peores actos de
aquélla. El país que se pretende cuna y ejemplo mundial de la
libertad y la democracia, sigue empeñado en las "guerras preventivas",
en el ejercicio abierto del terror de Estado so pretexto de
"antiterrorismo", en el aplastamiento de cualquier experiencia de
auténtica convivencia democrática, y en este caso utiliza a Israel
como punta de lanza para mantener e incrementar su poder en una
región que siempre le resultó esquiva. La secretaria de Estado y el
presidente Bus*h* hablan ahora de un "nuevo Medio Oriente",
fantaseando con esa zona del mundo finalmente sometida a la "pax
americana", y demoran toda acción en pro de un cese del fuego,
mientras la fuerza aérea y el ejército israelí amplían su obra
destructiva.
Difícilmente alguien hubiera podido imaginar un símbolo más claro de
la impotencia, de la patética ficción que entraña la ONU, que el
puesto de observación que voló en pedazos costándole la vida a cuatro
funcionarios de la organización internacional. El poder de fuego, y
el respaldo norteamericano que tenga detrás es lo que manda, y toda
otra norma o consideración vale, literalmente, nada. Tal el mensaje
transparente que el hecho transmite a las Naciones Unidas, y por
extensión, a la humanidad toda.
Desde la vereda opuesta estas ominosas realidades nos convocan a la
urgencia de movilizarse contra la guerra y la barbarie, de ejercer la
denuncia contra las acciones israelíes y el descarado amparo que le
brindan los EEUU. Deberían también suscitar la reflexión acerca de
hasta cuando es sustentable tamaña inversión de valores, la
distorsión ilimitada de términos decisivos como paz, democracia o
libertad. El máximo poder mundial está devaluando su propio discurso,
ganándose el repudio abrumador de la opinión pública en todas partes,
revelándose con evidencia creciente como portador de una gigantesca
hipocresía; mientras oculta cada vez peor sus entrañas, formadas por
una sed inagotable de expansión a cualquier precio y de obtención de
ganancias para el gran capital, a como dé lugar. Quizás el vastísimo
arco de complicidades que sigue obteniendo entre los círculos del
poder mundial hace engañarse a la dirigencia norteamericana actual
acerca de la posibilidad de mantener “sine die” una política que
crece cotidianamente en ferocidad. Tal vez el creciente descontento
que suscita desde el lado de abajo concluya por enfrentarlo a límites
infranqueables. Ningún Imperio ha sido perpetuo, todo poder opresor
terminó por suscitar resistencias lo suficientemente fuertes como
para contrarrestarlo. Está no será la excepción, en la medida de que
nos encarguemos de que así sea.
https://www.alainet.org/es/articulo/116338
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