Nicaragua: Una crisis institucional fuertemente arraigada

27/06/2005
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En 1990, la Revolución Popular Sandinista sufría una fuerte derrota electoral a manos de una coalición de partidos apoyados y financiados por EE.UU. Hoy, 26 años después, de aquella Nicaragua revolucionaria de los años ochenta queda muy poco. Quien se le acerca en la actualidad encuentra más similitudes con cualquier otro país del sur: políticas neoliberales de ajuste estructural, gobernantes corruptos, sumisión al Banco Mundial y al FMI, injerencia de los EEUU, perspectivas de integración económica regional; maquilas; indicadores sociales básicos por los suelos. Y sin embargo, Nicaragua no puede entenderse sin tener en cuenta el peso de su historia reciente. La Revolución, y cómo se produjo su derrota, la realmente grave, la que vino después de la pérdida de las elecciones, sigue marcando profundamente este país. Tras la derrota electoral de 1990 se produjo un proceso de cambio fundamental en el país. De alguna manera se abrían paso dos grandes dinámicas sociales de cambio. Por una parte, la aplicación de las políticas de ajuste estructural bajo el dictado del credo neoliberal con todas las consecuencias sociales, económicas y culturales que ello produjo, aunque también es cierto que la introducción de estas políticas ya se había iniciado tímidamente en tiempos de la Revolución, fundamentalmente a partir de 1988. Por otra parte, el proceso de recomposición de los grupos de poder económico, social, político. Al mismo tiempo, y aunque pudiera resultar paradójico, la cultura política del país, no se vio tan marcada por el cambio como por la continuidad. De hecho, hay elementos que la configuran, y que han caracterizado después toda la transición de los años noventa, que nunca desaparecieron. Se trata de rasgos de una cultura política larvada desde tiempos de los Somoza, aunque algunos de ellos tampoco desaparecieron durante la Revolución. Nos referimos a cuestiones como el arraigo del caudillaje, de los liderazgos autoritarios; la concepción de la participación política como un espacio para la construcción de relaciones clientelares; el peso del machismo como signo de identidad. La misma idea del acceso al Estado como botín, como vía de enriquecimiento personal, que tan presente había estado en tiempos de los Somoza, resurgía de nuevo con fuerza en la transición política. La recomposición del poder El proceso de recomposición de los grupos de poder que se produjo durante la década de los noventa estuvo marcado por la articulación de tres grupos de poder económico, que después se expresan en otras muchas esferas de la vida nacional, en lo político, en lo social, etc. Las luchas de estos grupos entre sí por incrementar sus respectivos espacios de poder, haciendo valer las respectivas estrategias que les resultan más favorables, han marcado la coyuntura política del país de un modo vertiginoso durante estos últimos años y son hoy la clave para entender la grave crisis institucional en que está inmersa Nicaragua. En este proceso de recomposición ha tenido un papel destacado el ciclo de privatizaciones, la contrarreforma agraria, el acceso a los recursos del Estado y su apropiación (ya fuera por vía de la "piñata" y la privatización de los recursos populares, como por la vía de la corrupción), los vínculos con la inversión extranjera o los pactos de reparto del poder económico y político. Fundamentalmente estamos hablando de tres grupos sociales. Por una parte, tenemos a la vieja burguesía, con una sólida tradición de poder económico, fielmente encarnada en la familia Pellas, el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) o el actual presidente de Nicaragua, Enrique Bolaños. Se trata del sector que mejores conexiones tiene con el gobierno de los EE.UU. y el que más garantías le ofrece. Representa la opción más entusiastamente defensora del Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con los EE.UU. Una de sus principales debilidades es que ha tenido que usar diversas mediaciones partidarias según los momentos, sin consolidar una sólida identificación entre este grupo de interés y una plataforma política estable. Por otra parte, tenemos a otro sector que, gracias a combatividad y a su feroz antisandinismo, se alzó como grupo de poder durante los años noventa, fundamentalmente a través del acceso a la Administración del Estado, y cuya máxima figura la encarna el ex - alcalde de Managua y ex - presidente de la República, Arnoldo Alemán, y del control del Partido Liberal Constitucionalista (PLC). Durante muchos años contó con el apoyo y beneplácito de los EE.UU., en la medida que era el sector que mejor podía contener un posible retorno al gobierno de los sandinistas. Pero esta relación entró en crisis cuando su propia dinámica lo convirtió en un aliado poco fiable. Se trata de un grupo que se ha enriquecido muy rápidamente, gracias a la corrupción y a los negocios ilegales. Una de sus principales fortalezas es que ha tenido una gran capacidad para tejer todo un entramado de relaciones clientelares y fidelidades en torno a su caudillo, Arnoldo Alemán. El ascenso del grupo de Alemán supuso una clara intrusión y una amenaza para los intereses del anterior grupo social. El tercer grupo de poder lo constituye la cúpula del Frente Sandinista, bajo control hoy de un sector empresarial cercano a Daniel Ortega. Su lógica de actuación, al igual que los otros grupos, está marcada por la priorización de sus intereses particulares. Esta cúpula ha "privatizado" al partido para sus propios intereses, mantiene un notable control de determinadas estructuras del Estado (como el poder judicial, por ejemplo), sucesivamente ha ido excluyendo a toda forma de disidencia interna, y ha ejercido el control del partido de forma autoritaria y consolidando un liderazgo caudillesco en torno a la figura de Daniel Ortega. En la actualidad se estaría produciendo una lucha interna por el control del partido (y por ende del inmenso poder acumulado) entre este grupo que controla el partido y otro sector, también empresarial aunque en principio mas democrático y abierto, cuya figura pública sería hoy el ex alcalde de Managua, y recientemente expulsado del partido, Herty Lewittes. El FSLN mantiene una gran capacidad de manipulación y de fidelización de entre un 30% y un 35% del electorado. Esta capacidad para mantener la identificación entre unos símbolos, una historia, unos muertos, un sufrimiento, entre un importante sector de la población y unas estructuras partidarias absolutamente secuestradas es lo que confiere relevancia a este grupo que lo controla. Y posiblemente, una de sus principales fortalezas haya sido no sólo su potencialidad para impulsar y cooptar movimientos y luchas populares, muy intensas sobretodo en los primeros años de la transición política, sino sobretodo, su capacidad para desmovilizarlos cuando lo ha considerado útil a sus intereses a cambio de pactos y la obtención de beneficios particulares frente a los otros grupos oligárquicos y al mismo Estado, dejando groseramente después en la cuneta a esos sectores movilizados. La situación interna del FSLN Al respecto de Herty Lewittes, que encabeza todas las encuestas de popularidad a nivel nacional tras su buena gestión en la alcaldía de Managua, es necesario mencionar que su expulsión del FSLN se debió a que comenzó una campaña a lo interno del partido de cara a ser candidato a presidente de la República por el Frente, lo cual implicaba enfrentarse a la sempiterna candidatura de Daniel Ortega que, por cuarta vez consecutiva, pretende ser candidato en las próximas elecciones nacionales. La postulación de Herty fue calificada como "traición" por la cúpula sandinista . Herty, junto con Víctor Hugo Tinoco que le apoyaba, fueron expulsados del partido en una asamblea extraordinaria manejada y manipulada por Daniel Ortega, la cual además aceptó por unanimidad la propuesta del mismo Daniel de ser él el único candidato y "no perder el tiempo en elecciones internas que son una pérdida de tiempo". A partir de esta situación, relevantes figuras históricas del sandinismo, que habían abandonado el partido años atrás, ante el autoritarismo imperante, se acercaron a Herty para conformar lo que hoy es el "Movimiento por el Rescate del Sandinismo", en un intento por conseguir aun que Herty sea el candidato del FSLN a las elecciones o, en último término si no fuera posible, encabece un nuevo esfuerzo político. Entre los compañeros cercanos a Lewittes estaría el propio Víctor Hugo Tinoco -que fue vice canciller durante el gobierno revolucionario-, el poeta Ernesto Cardenal -ex ministro de cultura sandinista- y tres de los comandantes de la Revolución: Henry Ruiz "Modesto", Luis Carrión y Víctor Tirado, quienes fueron parte de la Dirección Nacional Revolucionaria (máxima autoridad durante el gobierno sandinista). A lo interno del partido existe también una tendencia llamada "la izquierda del Frente", que también cuestiona fuertemente el pacto. Una parte de ésta, estaría apoyando el esfuerzo de Herty, que sería el sector de Víctor Hugo Tinoco; y otra parte que de momento no se ha decantado por éste pero que, aunque se encuentra absolutamente marginada de todas las estructuras partidarias y su nivel de influencia es muy pequeño, ha tratado de realizar un trabajo a lo interno de recuperación de aquella mística sandinista, hoy olvidada desde la cúpula. El pacto liberal sandinista Retomando nuestro análisis previo sobre los grupos de poder, queremos señalar cómo, desde los años noventa, los tres grupos que mencionábamos se han confrontado y aliado constantemente, según la coyuntura y el cálculo político que les permitiera lograr las mejores posiciones en este juego de reparto del país. Y ha sido precisamente el llamado "pacto libero-sandinista", una de las alianzas que desde finales de los años 90 ha marcado más la vida política de Nicaragua hasta el día de hoy. Este pacto, que no está escrito, ha estado marcado por profundos vaivenes durante todos estos años. Se produce a partir de la necesidad, del entonces presidente Arnoldo Alemán, de cierta estabilidad social para poder gobernar y poner en práctica las políticas de ajuste estructural exigidas por el FMI y el Banco Mundial. A su vez, el FSLN, debido al control e influencia sobre los diferentes sectores populares, forzó este pacto a través de fuertes movilizaciones sociales que mantenían el país en permanente situación de inestabilidad. El pacto, básicamente, es un intercambio a partir del cual el FSLN le garantizaba estabilidad social al gobierno para implementar sus políticas neoliberales a cambio de prebendas y privilegios económicos para ese sector empresarial alrededor de la figura de Daniel Ortega (aunque el personalmente no es empresario). También conllevó el reparto de todas las instituciones del Estado, controladas hoy por funcionarios fieles a alguno de los dos "caudillos" y que están al servicio de ambas cúpulas partidarias. Fue en esa coyuntura política que el actual presidente Bolaños, apoyado por el mismo PLC, llegó al poder en las últimas elecciones. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue la "lucha contra la corrupción" que, apoyada en un eventual acuerdo con el FSLN (en uno de aquellos vaivenes del pacto), logra encarcelar al ex presidente Alemán, quien hoy todavía guarda prisión por cargos de corrupción, aunque desde una cómoda situación de "casa por cárcel", en su lujosa casa de campo en las afueras de Managua. Una vez encarcelado Alemán, el pacto se reactiva de nuevo pero de un modo muy peculiar. Desde el control que tiene del aparato judicial, Daniel Ortega, según conveniencia, concede privilegios o los limita al reo Arnoldo Alemán, a cambio de mayores concesiones para la cúpula sandinista por parte del PLC desde la Asamblea Nacional. Un ejemplo es el hecho de que, con una minoría parlamentaria, el FSLN ostenta la presidencia de la Asamblea Nacional. Pero esta reactivación del pacto dejó de lado al presidente Bolaños, que se ha encontrado, de un día para otro, con la oposición del partido que le llevó al poder y que lo ha calificado como "traidor", capaz de encarcelar a "la mano que le dio de comer" (Bolaños fue vicepresidente durante el gobierno de Alemán). Y además, con todas las instituciones del Estado cooptadas por el pacto Daniel-Alemán que buscan cómo enfrentar a cada momento al gobierno de Bolaños y a sus políticas. El presidente solo cuenta hoy en día con el apoyo del sector oligárquico tradicional (con ningún poder político), con el de la Embajada de EE.UU y, en términos generales, aunque no tan incondicionalmente, con el de la comunidad internacional y los organismos multilaterales. Las recientes reformas constitucionales llevadas a cabo por la Asamblea Nacional, controlada por diputados sandinistas y liberales, buscan cómo recortar más aún el poder del presidente al dejar el control de los servicios públicos a la misma Asamblea Nacional. Estas reformas no son reconocidas por el presidente que, según él, son un atentando al orden constitucional al alterar el equilibrio de poderes; razón por la cual apeló recientemente a la Organización de Estados Americanos, la cual se encuentra en estos momentos realizando un papel de mediador en un intento por resolver la profunda crisis institucional en la que se encuentra el país. Estas reformas también forman parte de lo que podríamos llamar la institucionalización del pacto libero-sandinista, en el sentido de que éste ha llegado a la conclusión de que ninguna de las partes logrará alcanzar la mayoría absoluta en unas futuras elecciones y que es mejor fortalecer el poder de la Asamblea Nacional que si estaría claramente controlada por ambos partidos, y desde ahí seguir "repartiéndose el pastel". Además así evitarían el riesgo de que ningún presidente futuro, como fue el caso de Bolaños, tuviera suficiente poder como para producirles de nuevo tantos quebraderos de cabeza si abandonara la disciplina del partido (sea este cual fuera). Jutificar lo injustificable Desde supuestas posiciones de "izquierda" dentro del FSLN, se ha tratado de justificar este pacto como una alianza estratégica frente a la oligarquía tradicional, dotado además de un carácter anti-imperialista. Sin embargo, a estas alturas, dicho argumento tiene poca credibilidad ante una práctica cotidiana que lo niega, quedando dicha justificación, de hecho, en una pirueta dialéctica pues no parte de un cuestionamiento real de la lógica de funcionamiento de la cúpula de este partido, más preocupada por sus particulares intereses empresariales que en cuestionar de verdad el modelo neoliberal. Un aspecto importante a destacar es que el pacto abarcó, de alguna manera, a todo el círculo de Arnoldo Alemán, incluyendo a su fiel amigo el Cardenal Miguel Obando y Bravo. El FSLN ha mantenido, a partir del encarcelamiento de Alemán, un acercamiento estratégico con la Iglesia Católica y con el Cardenal Obando, enemigo acérrimo del sandinismo desde los años 80, en la certeza de que solo así podrá incrementar su número de votantes en un país eminentemente católico donde la palabra del cardenal ha sido vista siempre como uno de los factores importantes de la sucesivas derrotas electorales. Parte de esta estrategia fue, por ejemplo, el pedido público de perdón, con motivo del 25 aniversario de la Revolución Sandinista, que Daniel Ortega le hizo al Cardenal "por todo el daño ocasionado por la Revolución a la iglesia católica y a su Eminencia Reverendísima", título con el que ahora es tratado por los dirigentes sandinistas. También podríamos destacar las declaraciones del comandante Tomás Borge tras la reciente muerte del Papa, en las que Tomás declaró al FSLN como "heredero del legado de su Santidad el Papa Juan Pablo II", al mismo tiempo que descalificaba a la teología de la liberación, y específicamente a la "Iglesia de los Pobres" como un sector marginal de la iglesia que no tuvo mayor influencia durante la Revolución. La combinación entre el proceso de ajuste estructural y la aplicación de políticas económicas de corte neoliberal y la dinámica de recomposición de los grupos de poder ha dado como resultado que los sectores populares del país salieran profundamente debilitados de la transición política. El pueblo nicaragüense vive hoy una situación de profunda derrota. Nos encontramos ante una amplia mayoría de la población muy castigada económicamente, sostenida en gran medida por la economía informal, la industria maquiladora o las remesas de los emigrantes. La lógica de la supervivencia inmediata ocupa el quehacer fundamental de la mayoría de la gente. Pero la derrota es todavía más profunda: se trata de la derrota de la esperanza, de la confianza en el sueño colectivo de justicia y transformación social que en su día se expresó a través de la Revolución Sandinista. Cuántos sandinistas no sienten hoy una terrible sensación de abandono y de traición, de soledad. Difícilmente el Frente puede recomponer esta relación de confianza y esperanza, porque este Frente ya es otra cosa muy distinta, a pesar de que en su seno, y sobretodo entre sus bases y cuadros intermedios, siga habiendo mucha gente digna, honesta, luchadora, generosa, comprometida. Y cuesta ver aún alternativas. Hoy por hoy, las potenciales alternativas están muy aisladas, muy marcadas por las agendas de la cooperación internacional, con un perfil político muy bajo, muy centradas en problemáticas concretas, muy cansadas. Es muy recientemente, precisamente a partir de la "institucionalización" del pacto con las reformas constitucionales, que se esta produciendo alguna reacción ciudadana a partir de una extraña y multicolor unión estratégica "contra el pacto y la corrupción", donde sectores oligárquicos y empresariales (que gozan del apoyo de EE.UU), junto a sectores de partidos políticos minoritarios y grupos disidentes de los dos grandes partidos (Eduardo Montealegre del PLC y Herty Lewittes del FSLN), y junto a organizaciones no gubernamentales y otros sectores progresistas, están exigiendo ser tomados en cuenta en un gran dialogo nacional, además de exigir garantías "contra el fraude" para las elecciones nacionales programadas para el año próximo, ante la existencia de un Consejo Supremo Electoral controlado por el pacto. Este esfuerzo concentró entre 40 y 50 mil personas en una marcha sui géneris llevada a cabo el pasado 16 de junio en Managua. La consigna común era contra el pacto, pero al mismo tiempo que unos sectores apoyaban al presidente, otros condenaban duramente sus políticas neoliberales y culpaban al mismo nivel a Bolaños y a los pactistas de la situación crítica que vive Nicaragua. Los sectores progresistas involucrados en este esfuerzo, no sin fuertes contradicciones personales y organizacionales, justifican su "alianza estratégica" con sectores de la oligarquía pro-yankee porque "estamos en la disposición de unirnos y formar una amplia coalición de todos los sectores que estén en contra del cierre político que vivimos actualmente y el cual no tiene visos, más que de aumentarse. Hoy, al igual que en 1979 nos aliamos con la burguesía de entonces para derrocar a Somoza, nos vemos en la necesidad de unir esfuerzos y levantar la bandera contra la nueva dictadura". Ciertamente que muchas otras organizaciones sociales que también se oponen al pacto libero-sandinista no coinciden con estas justificaciones, y ven como una contradicción insuperable el simplemente marchar en las calles a la par de los sectores que precisamente han apoyado todos estos años la privatización de los servicios públicos (con la complicidad del FSLN) o que hoy apoyan la política belicista del imperialismo estadounidense, y que nos quieren imponer el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y EE.UU. El panorama no es alentador, el secuestro del Estado, ya sea por las políticas neoliberales del presidente, o por los intereses clasistas de los pactistas, mantienen a Nicaragua en un callejón sin salida, al menos en el corto plazo. La necesidad de un movimiento social autónomo e independiente es fundamental, un movimiento que rescate los valores solidarios, éticos y revolucionarios de su pasado reciente -hoy abandonados por los que fueron sus dirigentes-, y que retome la lucha histórica de este pueblo, heredero de Sandino, por esa justicia social soñada y necesitada con urgencia por las grandes mayorías. La semilla esta ahí... pero necesita tiempo, un tiempo que no tenemos en esta urgencia anti-neoliberal.
https://www.alainet.org/es/articulo/116112
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