República Dominicana:
Entre la pobreza, la corrupción y la impunidad
14/12/2005
- Opinión
La República Dominicana atraviesa por uno de los momentos
más difíciles en los últimos 45 años. La situación de
pobreza ha crecido hasta niveles inimaginables. La
corrupción y la impunidad se han impuesto como verdades.
El clientelismo político es al día de hoy una de las formas
más dinámicas de la economía apadrinada por los grandes
partidos del sistema.
A un ritmo acelerado crece la deuda externa y por
consecuencia dependemos cada vez más de los organismos
financieros internacionales. El Congreso de la República
aprobó recientemente el Tratado de Libre Comercio con los
Estados Unidos (RD-CAFTA). Actualmente, los legisladores
debaten la segunda reforma tributaria en lo que va de la
actual gestión gubernamental, entre otras cuestiones.
Nuestro país padece los rigores del modelo neoliberal, cuyo
soporte fundamental son los tres partidos del sistema, el
empresariado y la cúpula de la iglesia católica.
Organismos calificados como el PNUD afirmaban, después de
investigaciones realizadas, que entre el 2002 y el 2004 la
pobreza creció en un 25%, y el pasado mes de noviembre la
FAO afirmaba que uno de cada 4 dominicanos vivía en la
extrema pobreza. Estudios practicados en ciudades
dominicanas y en las fronterizas con Haití han denunciado
que en las mismas un 80% de sus habitantes son pobres o muy
pobres. La República Dominicana cuenta actualmente con
algo más de 8 millones de habitantes de los cuales
aproximadamente 6 millones vive en la miseria.
Así mismo, más de 2 millones no cuentan con agua potable,
por lo que enfermedades que en cualquier parte del mundo
son curables, en nuestro país son causa de muerte. La
situación de salud no puede ser menos dramática con
subvenciones hospitalarias que constituyen una afrenta a la
dignidad humana, mientras que la medicina privada es
incosteable para los sectores de bajos ingresos.
La inversión presupuestaria para la salud apenas llega al
2% del PIB, pero igual es para la educación lo que explica
el alto nivel de analfabetismo existente. En los últimos
dos presupuestos de los años 2004 y 2005, lo asignado para
el pago de la deuda externa fue superior a la inversión
salud-educación juntos, lo que da una idea sobre la forma
en que se conducen los destinos del país.
Recientemente, uno de los funcionarios más relevantes del
gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que
encabeza Leonel Fernández, anunciaba que el país había
agotado su capacidad de endeudamiento al afirmar que la
deuda con los acreedores internacionales llegaba a 10 mil
millones de dólares.
¿A dónde ha ido a parar una parte importante de ese dinero?
Esa fortuna que paga el pueblo dominicano con impuestos
indirectos se ha ido a los bolsillos de muchos funcionarios
de los distintos gobiernos y a un grueso importante del
sector privado. La corrupción, por un lado, y la impunidad
por el otro son la carta de presentación de una parte
importante de la clase dominante dominicana.
Historia de corrupción e impunidad
Los actos de corrupción llevados a cabo en el primer
gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD),
años 1996-2000, estuvieron a la orden del día, siendo uno
de los hechos más bochornoso el referente al denominado
Plan de Empleo Mínimo (PEME), usado por ese gobierno para
sobornar y comprar clientes que sirvieran a sus intereses.
Las pruebas documentales demostraron que más de 1000
millones de pesos dominicanos (40 millones de dólares)
fueron utilizados, por solo citar uno de los tantos actos
cometidos.
Hechos como éste y otros, provocaron indignación en la
sociedad y desplazaron a ese grupo del gobierno. El
régimen que le sustituyó, el del Partido Revolucionario
Dominicano (PRD), presidido por Hipólito Mejía, no
emprendió una acción seria contra estos y por el contrario
continuó la misma práctica. Como se ha demostrado, su
gestión de gobierno no se diferenció en nada de la anterior.
Recientemente, ex funcionarios del gobierno de Mejía fueron
enjuiciados por haber malversado unos 1050 millones de
pesos (42 millones de dólares), solo que la justicia les
impuso penas benignas a unos, a otros los descargó, pero lo
indignante fue que la condena referente a la devolución de
los recursos sustraídos se limitó a penas unos 50 millones
(2 millones de dólares).
Sin embargo, esto se queda corto si lo comparamos con el
escándalo que estremeció al sector financiero del año 2003,
escándalo patrocinado por un grupo de banqueros que
estafaron a sus ahorristas más o menos por 120 mil millones
de pesos, lo que en ese tiempo equivalía a más de la mitad
de la deuda externa del país que entonces era de unos 7 mil
millones de dólares. Este hecho provocó un proceso
inflacionario sin precedentes, lo que explica el
crecimiento de la miseria en ese período. Este caso está
en manos de la justicia, y la clase dirigente del país,
gran parte de ella beneficiaria de ese botín, ha hecho
hasta lo imposible para que no se sancione esta atrocidad.
Efectos del TLC
En este marco, el Congreso ratificó recientemente el TLC a
pesar de la oposición de importantes sectores nacionales.
A partir del primero de enero del 2006, es decir ya mismo,
entrará en vigencia y de inmediato un 80% de lo que nos
vende Estados Unidos entrará libre de impuestos. Esto
significa un golpe demoledor a los sectores productivos,
esencialmente al agropecuario, que sin la existencia de
subsidios y seguro a su producción, con maquinarias y
productos para mejorar la producción y la productividad a
unos costos elevados, con combustibles a precios altos, no
les será posible competir en términos de igualdad. Para
citar solo dos ejemplos, baste decir que el precio del
galón del gasoil supera los 90 pesos dominicanos (2.6
dólares), que cada kilo de energía eléctrica cuesta
aproximadamente 25 centavos de dólar (una de las más altas
del mundo). Ese mismo tratado impone el control sobre
plantas orgánicas medicinales, por lo cual el Estado
dominicano no podrá utilizarlas en los próximos 20 años, es
decir, que habrá que recurrir solo a la importación de
medicamentos: la producción de medicamentos genéricos de
bajo costo será una cosa del pasado.
El TLC produce un desmonte arancelario que los funcionarios
del gobierno estiman en 32 mil millones de pesos (909
millones de dólares) para el 2006, por lo que los diputados
acaban de aprobar una nueva reforma tributaria por 25 mil
millones (735 millones). Todo caerá sobre las costillas
del pueblo. Entre las medidas impositivas se encuentran
nuevos impuestos al gasoil y a la gasolina. Para que los
lectores se formen una idea clara voy a describirles qué
significaría solo este nuevo impuesto a la gasolina. Un
galón nos cuesta actualmente 121 pesos dominicanos, más o
menos 3.56 dólares. De ese monto, 65 pesos dominicanos es
el precio de la misma al momento de ser colocada en el
mercado para el consumo. De los restantes 56 pesos, el
gobierno se queda con 40 pesos para el diferencial, el
resto es para transporte y distribución de las estaciones
de expendio. Lo que pretende el gobierno, entonces, es que
su diferencial no sea de 40 sino de 50 pesos, es decir
US$1.52 dólares. Esto es solo un aspecto de la reforma
tributaria.
Las perspectivas
El 16 de mayo del 2006 habrá elecciones para el Congreso y
los Ayuntamientos. Estos organismos están actualmente en
manos de los tres partidos que sostienen el modelo
económico: El Partido de la Liberación Dominicana, el
Partido Revolucionario Dominicano, y el Partido Reformista
Social Cristiano (PRSC). Estos tienen una importante
presencia porque en la República Dominicana predomina una
tendencia conservadora en la mayoría de la población
dominicana y todo indica que el cuadro no va a cambiar
sustancialmente, al menos por ahora.
No obstante esta situación, los sectores progresistas y
núcleos poblacionales con sentimientos democráticos dan
señales de querer articular una propuesta alternativa. El
espacio denominado Unidad del Pueblo que integra a la
mayoría de las organizaciones de izquierda se dispone a
participar en el proceso electoral con visión y programas
independientes; numerosas simpatías se han venido sumando,
por lo que su participación no será simplemente testimonial.
Existen posibilidades de que pueda ganar alguna
representación, lo que constituiría un hecho altamente
positivo en el proceso de acumulación de fuerzas.
De todas maneras, hay que esperar para saber cuál será la
respuesta de la población. Ahora bien, para lo que no hay
que esperar, es para impedir que el actual gobierno siga
asumiendo una actitud servil ante los norteamericanos y los
organismos financieros. La situación de vida de los
dominicanos/as por el derrotero actual empeorará; pero este
pueblo siempre ha sabido levantarse y ésta no será la
excepción.
Juan Martínez es periodista.
https://www.alainet.org/es/articulo/115486
Del mismo autor
- Tormentosas elecciones dominicanas 29/05/2006
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