Elecciones, izquierda y neoliberalismo

06/06/2006
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Como habían indicado las encuestas, el candidato Alan García del APRA ganó con una diferencia aproximada de diez puntos porcentuales a Ollanta Humala, el candidato de Unión por el Perú. Esta victoria de un candidato que ha ido derechizando sus posiciones y cediendo ante al modelo neoliberal y los intereses de Washington, tiene consecuencias para la región, sobre todo porque se inscribe en una recomposición de las fuerzas de la derecha y del centro-derecha, expresadas por la reelección de Uribe en Colombia, y ahora García en Perú. En América del Sur, las dudas están en Ecuador, y en su próximo proceso electoral. Las elecciones peruanas y colombianas demostraron que el péndulo ya no gira a la izquierda, luego de ir a la derecha se ha quedado en el centro, ¿regresará a la izquierda? Esa respuesta la tiene, para la región, el Ecuador. Ahora bien, la elección de García en Perú tiene un ingrediente adicional que rebasa su contexto local y es el enfrentamiento con el presidente venezolano Hugo Chávez. Ese enfrentamiento, en realidad, hace referencia a un contexto de luchas por liderazgos regionales que entran en conflicto con el diseño realizado desde EEUU para América del Sur, y en el que Chávez ha consolidado su protagonismo, básicamente sobre aquella figura que se suponía iba a ser el referente de las posiciones nacionalistas y de izquierda en el continente, Lula. En efecto, Brasil es un caso especial porque su mínima incidencia política no se compadece con su enorme importancia económica. Esto lo sabe Itamaraty, que ha diseñado una agenda de liderazgo regional sobre el cual ingresar de manera exitosa en los escenarios donde se define el sentido de la globalización, a saber: el G7 + 1 (Rusia), y la silla permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La única posibilidad de Brasil de tener incidencia en la globalización y, además, una voz propia es, precisamente, apelando a un liderazgo regional, que ya pudo verse en las negociaciones del ALCA y de la OMC. Pero eso no basta, porque Lula no tiene el margen de maniobra de Chávez, y no lo tiene porque detrás de Lula está la burguesía paulista que va a acotar todos los movimientos del PT, mientras que detrás de Chávez está una burguesía desarmada, una clase política fragmentada, y, además, PDVSA, es decir, el petróleo, y con los actuales precios del petróleo, un gobierno bien puede darse el lujo de hablar de socialismo y de confrontar directamente a EEUU. Un lujo que, obviamente, Lula no puede darse. Sin embargo, hay algo más en ese escenario y que compete directamente a EEUU, y es la integración de la infraestructura de América del Sur, en corredores multinodales que privatizan los espacios en los cuales se asientan, generan relaciones laborales precarias, presionan sobre los recursos naturales existentes y posibilitan la transferencia de enormes recursos del continente, sobre todo agua, gas y biodiversidad, hacia las corporaciones, es el proyecto IIRSA, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, o sea el departamento del tesoro norteamericano, Fonplata, y la Corporación Andina de Fomento, CAF. El IIRSA es la contraparte física del ALCA. Mientras que el ALCA definía los acuerdos de liberalización comercial, transfiriendo la soberanía de los estados a las corporaciones, el IIRSA se encargaba de poner en práctica lo que estaba escrito en los textos del ALCA. De ahí que Brasil haya pedido el acceso como accionista tipo “A”, a la CAF. Entrar a la CAF, en estas circunstancias, es entrar de lleno a definir los proyectos de privatización, y precarización laboral en toda América del Sur. Es por ello que, en la geopolítica de la biodiversidad y de los recursos naturales, las bases militares norteamericanas en la región coinciden punto por punto con aquellas zonas más ricas en biodiversidad, que además son las regiones más conflictivas, a saber, el Chocó andino, y su correlato político que es el Plan Colombia (ahora Plan Patriota), el acuífero guaraní, y la base militar de las tres fronteras, etc. Es decir, detrás del liderazgo regional se estaría disputando el destino de los recursos de la región. Una vez fracasado el ALCA, EEUU han diseñado una estrategia de acercamiento, apropiación y control de esos recursos a través del bilateralismo de los tratados de libre comercio. De hecho, Colombia y Perú han terminado ya sus negociaciones. Por ello, la victoria electoral de García debe verse al trasluz de los intereses estratégicos que se juegan en la región, y en el contexto de la lucha por liderazgos regionales. García apostará a aliviar la tensión con Venezuela, de eso no cabe duda, pero al mismo tiempo que alivia esa tensión empezará a proponerse como un líder regional apelando a la moderación, al consenso, al diálogo, es decir, el sentido contrario de confrontación al que apela Chávez. Este recurso de García es para disputar a Chávez el liderazgo regional, porque Chávez cometió el error de exponerse demasiado en las elecciones peruanas, y ese error significa aceptar el generoso gesto de García de aliviar las tensiones y convertir, de esta manera, al electo presidente peruano, y sin proponérselo, en el portavoz de un eje de un centro político. Es decir, Chávez con su estrategia de confrontación y su compromiso con la candidatura de Ollanta Humala, creó una figura y un espacio: aquel del equilibrio de fuerzas en la subregión andina. Es ese el espacio que la región necesita para consolidar el modelo neoliberal, y que los EEUU han querido abrir sin éxito. En efecto, este espacio puede servir de bisagra entre las posiciones de Chávez, y aquellas de Uribe, pero limitando los alcances del discurso bolivariano de Chávez y poniéndolo a la defensiva. Este espacio se va a convertir en el centro de la balanza en el equilibrio regional de poder, algo que no pudo hacer Uribe por estar demasiado identificado con EEUU, pero que sí podrá hacerlo García. Su triunfo electoral no solamente es una victoria nacional sino geopolítica, ahora Chávez tendrá que recular y, quizá, pedir disculpas, y eso le significaría un grave golpe en su estrategia de alianzas subregionales. Ahora bien, en la región la reciente propuesta de reforma agraria del presidente boliviano Evo Morales, la caducidad del contrato con la transnacional petrolera norteamericana Occidental en Ecuador, y el apoyo de cerca del 45% del electorado a Ollanta Humala en Perú, que se declaró abiertamente crítico al modelo neoliberal, indican que lo que se está jugando es, precisamente, la pervivencia del modelo neoliberal. Las elecciones de Ecuador son claves porque definirán los alcances y posibilidades históricas que tendría este modelo neoliberal. En América Latina en general, y en América del Sur en particular, la crítica y resistencia al neoliberalismo tiene matices contradictorios desde los partidos de izquierda, pero amplio consenso desde los sectores populares. El pueblo ha apoyado en las urnas a aquellos candidatos que se separan de los partidos políticos tradicionales a los que vinculan de manera orgánica con las propuestas neoliberales. El problema es que estos candidatos hacen campaña con un discurso antisistema y gobiernan con las mismas estructuras tradicionales del poder, por ello el desencanto con la democracia liberal, del régimen de partidos, del discurso político, y por ello también el ascendiente de la antipolitica en el continente, que se expresa en una frase que se repite en Quito y en Buenos Aires: “Que se vayan todos!”. Es desde ahí que hay que situar esa resurgencia de los partidos políticos vinculados con la izquierda en la región, incluido el caso de Colombia, en el que la votación del Polo Democrático, revela que el régimen de Uribe bien puede ser visto como una transición del fin del bipartidismo, a un eventual triunfo de la izquierda, a pesar de la guerra civil. Empero de ello, los partidos políticos de izquierda, que son muy combativos en las calles y muy radicales a la hora de criticar al modelo neoliberal, cuando tienen la oportunidad de ser gobierno, optan por un pragmatismo que a la larga termina legitimando aquellas estructuras de poder contra las cuales decían luchar. Si los partidos políticos terminan cediendo sus propuestas ideológicas a favor del mercado y del modelo neoliberal, qué habría de pensar de las figuras que se presentan como los “outsider” del sistema político. América Latina tiene ya una galería de estos personajes que luego de declararse acérrimos críticos al neoliberalismo, terminan por adscribir al credo liberal con la ciega fe de los recién conversos. Esto hace que se hayan generado dos posiciones ante el neoliberalismo, una de concesión y administración del modelo neoliberal, en un contexto de discursos y retóricas de izquierda, como es el caso del “socialismo chileno”, de las políticas del Frente Amplio en Uruguay, y, sin duda, el caso más emblemático de Lula y el PT, en Brasil. Es un eje de una izquierda “políticamente correcta”, y que busca convergencias y negociaciones con la agenda norteamericana para la región; y otra, que es de confrontación, de crítica radical al modelo y de deconstrucción de las políticas de mercado que se impusieron al tenor de las reformas estructurales del FMI y del Banco Mundial. Es un eje de confrontación que tendría en Chávez y Morales sus referentes. Este es el escenario en el que se definirán algunos procesos electorales, en México con López Obrador más cerca al socialismo “políticamente correcto”, en Nicaragua con el eventual retorno de Ortega al gobierno, y en Ecuador con un escenario aún incierto.
https://www.alainet.org/es/articulo/115484?language=es
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