Alternativas de hierro para Uruguay

Hay caminos para la inversión?

16/05/2006
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Existen todavía trabas para la inversión extranjera en nuestro país que, pese a la espectacularidad de las que están realizando las empresas que producirán celulosa, no han desbrozado el camino de dificultades para que se logre un fluir continuo de capitales, tal como busca el gobierno con el fin impulsar el desarrollo del país. Uruguay, en un análisis realizado por Economist Intelligence Unit y Latin American Ventura Capital Association (LARCA), ocupa uno de los peores puestos entre los países del subcontinente latinoamericano. Según estas organizaciones solo cuatro países, (Chile, Brasil, México y Costa Rica), ofrecen un tratamiento “satisfactorio” para las inversiones financieras. Uruguay está colocado en el penúltimo lugar, solo precedido de Jamaica. ¿Tiene importancia esta compulsa de organizaciones que, seguramente, están vinculadas a las grandes empresas multinacionales? Ello es relativo y de difícil respuesta, pero ese listado hay que tomarlo en cuenta porque es una opinión seguramente que influyente, creemos, en quienes estudian las distintas alternativas de negocios para colocar sus capitales en la región, pese a que existen en evidencia destinos más atractivos para esas inversiones, como los países asiáticos, que están recibiendo hoy un alto volumen de capitales, especialmente de países de la Comunidad Europea. Por ello, la cumbre realizada en Viena, la bella capital de Austria, entre los países europeos y el MERCOSUR, abre incógnitas singulares. ¿Fue una reunión más en que se manejaron frases huecas y se tejieron historias sobre flujos y reflujos de capitales, cuando en realidad los europeos están mirando para otro lado? Uruguay, además, mantiene el triste privilegio de ser el país de menos inversión extranjera de todo el subcontinente, situación que se modificará en los cómputos por estos años con las inversiones de Botnia, ENCE y de otra empresa del mismo rubro que se instalaría en el centro del país. Por supuesto – como observará el lector – esas cuantiosas inversiones se realizan en empresas que producirán un insumo que se exportará en su totalidad. Son importantes en tanto y en cuento crean fuentes de trabajo transitorio y permanente. Además se crea, en la industria de la madera, toda una red de explotación que determina el procesamiento de los cuantiosos montes que el Uruguay, gracias a la política forestal, hoy tiene a lo largo y ancho de su territorio. Una política que subsidió la actividad, que otorgó facilidades a la plantación de árboles y que debe contabilizar como un éxito la actual situación de la creación de las plantas de celulosa, que no es más que el lógico correlato de lo comenzado dos décadas atrás. Por supuesto, que se produjeron cosas repudiables en torno a ese proceso, ¿cuándo no?, que aparecieron quienes lograron privilegios indebidos y se subieron “al carro” de la actividad subsidiada, sin corresponderle para lo que hasta se cambiaron los alcances de la propia Ley. El de la madera fue todo un proceso imperfecto, pero que funcionó, en un país que no salía de su producción tradicional, de carne, lana y algo de lácteos. Y ello ocurrió porque se favoreció la actividad con beneficios reales, se impulsó a los productores a plantar árboles, porque era “negocio” adquirir tierras para forestar. Seguramente, si se hubieran otorgado inteligentes beneficios a otras actividades, quizás algunos problemas que son endémicos en el país, hoy estarían superados. ¿Por qué nunca se pensó en un beneficio impositivo importante a los productores que realizaran obras de regadío las que, obviamente, deberían ser claramente subsidiadas? Pero la pregunta que debemos hacernos los uruguayos a esta altura es: ¿Es posible que haya posibilidades de que lleguen inversiones destinadas a otros sectores, que sirvan no solo para la creación de mano de obra, sino para apuntar con nuevas actividades una situación económica que sigue siendo difícil? Ello abre incógnitas difíciles de despejar, ya que el país no puede ofrecer muchos atractivos, porque posee un mercado interno muy pequeño y además pauperizado por las distintas crisis, en el que, quienes consumen más allá de los niveles de subsistencia, son una minoría, existiendo sectores que todavía se encuentran por debajo de la línea de la pobreza. Es difícil que lleguen capitales de riesgo para invertir en empresas que tengan un sustento en este mercado interno, como tampoco es posible que el país siga privilegiando, con zonas francas lo que significa rebajas impositivas substanciales, a todos los proyectos llegados desde el exterior, mientras que los sufridos uruguayos, los que debemos consumir en este mercado interno pequeño, tengamos una imposición que, de acuerdo a las mediciones, es del 35% del PBI, lo que está abonado por el IVA más alto del mundo: hoy 23% y, según el proyecto de Ministerio de Economía, de 22%, una vez aprobada la llamada reforma impositiva. ¿Es posible mantener una economía sana con tarifas, como las que cobra el propio Estado que tienen una vinculación directa con ese peso impositivo, que son de las más altas del continente en muchos rubros y en otros (combustibles) que asombran a nivel de los cómputos mundiales? El gobierno, como lo ha reiterado el Presidente, Tabaré Vázquez, está moviendo sus piezas de política económica, que se extienden a las acciones de carácter diplomático, con el fin de atraer esos capitales, tratando también de multiplicar y diversificar las exportaciones para, por ese camino, lograr mejorar la situación de los uruguayos. De ese menguado mercado interno, la parte que podría despertar el interés de los capitales extranjeros, está cubierto – bien lo sabemos – por las ineficientes empresas públicas que se mantienen gracias al régimen monopólico en que funcionan que, quizás de modificarse, les exigirían reestructuraciones severas que las hicieran, en alguna medida, comenzar a funcionar en concordancia con la realidad del resto del país. ¿Las empresas públicas uruguayas están en posibilidades hoy de competir? Es difícil de predecirlo en todos los casos. Hay una experiencia interesante que es la de ANCEL, que ha logrado sobreponerse en base a un inteligente manejo, a inversiones adecuadas y a un marketing interesante, a la dura competencia de sus dos rivales multinacionales que no han logrado acercarse a su éxito. Pero, ¿podría ANTEL mantener en alto su telefonía básica, en un régimen de competencia? Ni hablar de las conexiones al exterior vía ADSL, las más caras del continente, en que ANTEL mantiene su poder porque es la propietaria del ingreso del servicio. Pero, ¿si hubiera otro cable de fibra óptica podría seguir “castigando” así a sus clientes e impidiendo que crezcan de manera exponencial, como ocurre en otros países, las conexiones a Internet? El tema de ANCAP es singularmente doloroso. Un ente del Estado que para mantener una estructura mastodóntica debe seguir con actividades que muchas veces están en contra de su propia economía y, como hay que pagar y pagar sus obligaciones, se traslada su peso a los precios totalmente alejados de la media continental. ¿Podría ANCAP resistir que se abriera el mercado de los combustibles a la competencia y, por ejemplo, que una cadena de estaciones de servicio como las que Venezuela tiene en EEUU, vendiera naftas traída en barcos desde sus propias refinerías? En las actuales circunstancias es imposible plantearlo como una meta, por ello la propuesta del doctor Luis A. Lacalle, reiterada muchas veces, es contestada con silbidos de distracción más que con argumentos concretos. Por ello, cuando se necesita de la inversión, es que aparecen los problemas estructurales que tienen el país y su incidencia, de alguna manera catastrófica, sobre la economía. Es un tema que este gobierno, que no puede ser acusado de querer vender el patrimonio de los orientales al bajo precio que paga el capital extranjero, debe analizar en profundidad, porque de lo contrario todo será como la cumbre de Viena, en que el hecho más importante fue la aparición frente a los presidentes formados para la fotografía de estilo, de la reina del Carnaval de Gualeguaychú, que asombró al mundo mostrando sus bellas caderas en una jugada casi infantil organizada por el gobierno de la provincia de Entre Ríos, cuya secretaría de Turismo, fue la que se hizo cargo de los gastos de la “bailantera”, en un intento pueril de molestar a Tabaré Vázquez por su posición firme en el tema de la construcción de las plantas de celulosa en la zona de Fray Bentos. El tema de lograr nuevas inversiones no es fácil, pues no solo se necesita una mejor incersión internacional, diversificar más los mercados y lograr vender más y en mejores condiciones los productos al exterior. También se debe concretar una pujante acción sobre nuestra sociedad, tratando de resolver las lacras más lacerantes, como la marginalidad y la desocupación, logrando una más equitativa distribución de la riqueza lo que redundaría en una mejoría del poder de compra de la gente, y un apuntalamiento de un mercado interno que hoy es demasiado pequeño para permitir ninguna ilusión a quienes quieren que fluyan capitales a nuestro país. Son todos elementos para ir armando el complicado rompecabezas que puede poner al país en el camino del desarrollo que es solo válido si tiene adjunto ese concepto de equidad, porque es el elemento ético básico para que una sociedad se progrese de manera pujante y sin traumas. * Carlos Santiago es periodista. Secretario de redacción de Bitácora.
https://www.alainet.org/es/articulo/115233

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