Qué viva el libre comercio!

15/12/2005
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Haz lo que digo y no lo que hago. Este es un viejo dicho popular. Todos sabemos que es parte de la estrategia militar, económica y política la capacidad de inducir el adversario a creer en ciertos principios que te interesan para ilusionarlo respecto a los resultados de la obediencia a los mismos. Es así que los más poderosos han generado ideologías que ellos no siguen y en las cuales no creen pero necesarias para convencer a sus subordinados del valor de conductas que les sirven a los poderosos. Si hay una ideología típica de esta estratagema ella es el liberalismo económico. En Inglaterra hubo una fuerte lucha entre la nobleza agrícola y los industriales sobre el libre comercio. Los industriales se interesaban en comprar productos agrícolas y materias primas del resto del mundo a precios más bajos y sin tarifas. A los agricultores les interesaba defender el mercado local para sus productos. Ganaron los industriales por la fuerza de la revolución industrial que triunfó en Inglaterra. Pero los industriales ingleses no tuvieron ninguna restricción, doctrinaria, moral o de cualquier orden, en imponer restricciones radicales a la importación de productos no ingleses a las colonias en las cuales estableció el proteccionismo más ortodoxo: la prohibición pura e simple de comprar de otras fuentes. Los nuevos países industriales, como Estados Unidos, Alemania, Japón, impusieron el proteccionismo para defender sus industrias nacientes. Hamilton en los Estados Unidos o Lizt en Alemania han teorizado sobre esta doctrina, que se impuso a hierro y fuego en los Estados Unidos a través de la guerra civil, en la cual murieron dos millones de personas. Este fue e precio que pagó el sur agrario-exportador, aristocrático y esclavista, por su intento de rebelarse en contra de las restricciones a las importaciones de manufacturas inglesas con las divisas obtenidas con sus exportaciones de algodón. Estados Unidos ha sido siempre un país proteccionista. Aún cuando sus grandes empresas multinacionales se han desplazado al exterior para producir con mano de obra más barata manufacturas volcadas hacia el mercado estadounidense, a pesar de todo su poder tuvieron que enfrentar una oposición sistemática a sus objetivos. Nadie creyó que estas empresas son favorables al libre cambio, excepto cuando les interesaba. Nadie retrocedió en la defensa de sus intereses económicos para servir a una ideología supuestamente científica. Tomemos dos ejemplos recientes. En China se abrieron caminos radicales de aprovechamiento de nuevas tecnologías, mano de obra de alta calificación a precio extremamente bajo y generosos subsidios a los que acepten someterse a las estrategias de desarrollo del Estado chino, además de una vaga promesa de participación en la exploración del mercado interno de la mayor y más populosa nación del mundo. Esta estrategia es casi imbatible. En un momento en que los costos de producción se aproximan a cero, sobretodo en los sectores de alta tecnología, las barreras de entrada impuestas por los monopolios en el comercio mundial se hacen muy difíciles de respetar. El resultado es que los productos fabricados en China tienen precios de producción bajísimos y podrían transformarse en precios de venta, liquidando monopolios y capitales colosales. ¿Como defenderse de esta situación? ¿Con el libre mercado? Sería una estrategia de suicidio para países como los Estados Unidos que tienen enormes inversiones industriales con tecnología superada, que pagan altísimos salarios y tienen una mano de obra no siempre controlable. Además de una bajísima tasa de ahorro interno. Véase el caso de la industria textil. No bastaría imponer altos impuestos, no bastarían restricciones a través de medios no aduaneros, no bastaría enormes subsidios al sector textil nacional. Las exportaciones industriales chinas simplemente liquidaron las coreanas, de alta tecnología, por ejemplo. Se trata de una situación similar a la competencia de la industria automovilística japonesa en los años 70 y 80. La única solución es la prohibición pura y simple de las importaciones. Esto se acordó recientemente entre el gobierno chino y el estadounidense, al adoptarse el régimen de cuota para la importación de textiles chinos. Con Europa el gobierno chino llegó a soluciones similares. Se trata de establecer una cuota para la importación de productos chinos, en este caso los textiles. Viva el libre mercado! Hasta que nos amenace radicalmente. En este caso, el Estado recurre a la prohibición pura y simple de las importaciones. Véase el caso del ALCA. Desde que el MERCOSUR impuso como condición de un acuerdo de libre mercado que se abriera el mercado norteamericano, terminando con los subsidios que protegen su agricultura y otras restricciones que protegen los productos de menor competitividad de Estados Unidos, no hubo acuerdo posible. La reunión entre Lula e Bush recientemente realizada en Brasil estuvo marcada por fuertes declaraciones por el libre mercado pero una constatación de la imposibilidad de aplicarlo. Se termina así la ALCA. Sin gloria y sin lágrimas. En los años 80, cuando se iniciaba la ola neoliberal, definimos el verdadero lema del neoliberalismo: que se abran todos los mercados…
https://www.alainet.org/es/articulo/114371?language=en

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