Manifiesto del Grito de los Excluidos/ as 2005
18/09/2005
- Opinión
Quiénes somos y qué decimos
El 12 de octubre de 2005 encierra una profunda significación para toda
América Latina y el Caribe, tanto porque recordamos el dolor de la
conquista y colonialismo europeo, como porque vuelven a nuestra memoria
las miles de luchas y resistencias que hemos librado por nuestra
emancipación y liberación por más de cinco siglos. Coincidiendo con esta
fecha hacemos público nuestro Manifiesto contra la exclusión social que
se profundiza cada vez más en todo el continente americano y en el
Caribe, como consecuencia directa de la política global neoliberal.
Nos dirigimos a todos y todas en nombre del Grito de los Excluidos
Continental, que es una gran manifestación popular que cada 7 de
septiembre (en Brasil) y cada 12 de octubre en el resto de América, desde
hace once años, moviliza a millones de personas bajo el lema “Por
Trabajo, Justicia y Vida”. Somos de diferentes países, sectores sociales
de base y tendencias de pensamiento, unidos para hacer escuchar nuestras
voces de indignación y de esperanza, considerando que es hora de realizar
acciones enérgicas para revertir la situación vergonzosa de miseria y
exclusión a que está sometida la mayoría de la humanidad. Por ello,
hacemos un llamado urgente para construir alternativas desde la práctica
de una democracia radical, inclusiva y participativa y protagónica de los
pueblos, que permita así superar la exclusión.
Los rostros de la exclusión
La concentración de riquezas tiene como consecuencia obligatoria la
creación de excluidos y excluidas. El hambre padecida por millares de
personas es una de las formas más insultantes que asume la exclusión.
Esta realidad paradójica nos muestra el rostro de las muy pocas personas
que viven en la opulencia contrastados con los millones de rostros que se
debaten entre el hambre y la mendicidad. Los tres hombres más ricos del
mundo, poseen una riqueza superior al Producto Nacional Bruto de los 48
países más empobrecidos del planeta, en los cuales viven 600 millones de
personas.
Según las estadísticas oficiales del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), la América Latina tiene las peores desigualdades en el
mundo: 10 por ciento de las clases más ricas tienen ingresos 84 veces
superiores al 20 por ciento de los más pobres. Ochenta y cinco por ciento
de los niños latinoamericanos viven en la pobreza, 33 por ciento sufren
de malnutrición. En América Central el hambre crónica acecha la tierra:
entre 1992 y 2002 el porcentaje de gente hambrienta ha aumentado un 33
por ciento, de 5 millones a 6.4 millones (los “acuerdos de paz” de
Estados Unidos han agregado 1,4 millones de hambrientos), y muchos países
de esta región tienen a más del 75% de su población en estado de pobreza
extrema. En Argentina, que produce suficiente carne y trigo para
alimentar a 350 millones de personas, casi 8 millones (más del 20% de su
población) son indigentes y sufren de malnutrición. En México, cerca del
60% de la población vive en la pobreza; los trabajadores y trabajadoras
mexicanos han experimentado la mayor decadencia en los salarios mínimos
en América Latina. En Brasil, 52 millones de personas viven con menos de
2 dólares al día. Y estos son solo algunos ejemplos.
Los millones de campesinos del mundo sin acceso a la tierra
productiva, los millones de hombres y mujeres sin empleo o en empleos
precarios, las mujeres que padecen profundas desigualdades e injusticias
en todo el planeta –pero especialmente en los países excluidos y
empobrecidos–, los más de 200 millones de migrantes que sufren la
negación de todos sus derechos fundamentales, los pueblos indígenas
expoliados y masacrados durante siglos, las minorías étnicas, religiosas,
sexuales que son violentadas cotidianamente, los millones de jóvenes que
no encuentran empleo ni tienen acceso a la educación, quedando expuestos
a la violencia y las drogas… todos y todas nos muestran los rostros
múltiples que adopta la exclusión. Pero éstos, a su vez, son los rostros
de la lucha y la resistencia social.
La exclusión social es ante todo una relación: no podemos entender
al excluido sin aquél que lo excluye, la miseria absoluta sin la
opulencia vergonzosa, la existencia de las barriadas miserables sin
preguntarnos sobre el origen de los guetos de multimillonarios y las
élites económicas de negocios. La exclusión se produce como una necesidad
del sistema para auto-perpetuarse, aunque con ello se condene a miles de
millones de seres humanos a una existencia fantasma, sin horizontes de
vida, sin esperanzas, sin más objetivo que malvivir una vida que acabará
pronto y caerá en el olvido sin dejar una huella. Y ante esta realidad:
¿Qué estamos haciendo? ¿Qué podemos hacer?
Ante el poder del capital se extienden la lucha y la esperanza
A pesar de la brutalidad de la exclusión por toda América Latina –y
en otras regiones del globo–, ante el poder del capital se extienden la
lucha y la esperanza. En respuesta ante el poder de la opresión, los
excluidos se han rebelado contra la violación de los derechos económicos,
sociales, culturales y humanos; contra la corrupción, por la defensa de
los recursos naturales y la ampliación de la democracia; han derrocado
presidentes, creado movimientos autónomos, liberado territorios y tomado
el manejo de las fábricas. El grito de los excluidos, gracias a su lucha,
ha pasado de sufriente a combativo, de un grito liberador en la
construcción de movimientos sociales y políticos alternativos.
La oposición al neoliberalismo se ha expresado de un modo masivo y
contundente, tanto en el norte como en el sur del planeta, como herencia
de la resistencia indígena, campesina y popular durante los últimos
siglos y de procesos revolucionarios que conmocionaron nuestra realidad
continental, especialmente la Revolución Cubana que todavía hoy resiste
de forma heroica. En época más reciente, desde que los indígenas de
Chiapas lanzaran un grito de ¡YA BASTA! el 1º de enero de 1994 (el mismo
día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio entre los
Estados Unidos, Canadá y México), las luchas se multiplicaron y se
extendieron por el mundo entero. Junto a estas acciones, se han
impulsado varias campañas internacionales como el Grito do Excluídos/as,
la Marcha Mundial de Mujeres, la de los campesinos por la Reforma
Agraria, las movilizaciones contra la deuda externa o las
privatizaciones, la Organización Mundial del Comercio y el Fondo
Monetario Internacional, la lucha contra el ALCA, la Marcha de los
Inmigrantes Indocumentados, la multitudinaria oposición mundial a la
guerra imperialista en Irak, para mencionar solo algunas. También se han
constituido espacios permanentes para compartir y reflexionar sobre la
acción como el Foro Social Mundial y los regionales y temáticos derivados
del mismo.
Mientras toda esta gama de luchas, resistencias y articulaciones
ponen en evidencia que, a pesar de que los gobiernos de la Organización
de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), las instituciones de
Bretton Woods (Banco Mundial, FMI) y la Organización Mundial
del Comercio, con la complicidad de las oligarquías de muchos de
nuestros países, sustentan la opinión de que la globalización es el único
modo para organizar la economía mundial y de que una mayor acumulación
del capital reducirá la pobreza, la resistencia popular al modelo no solo
no se ha detenido sino que se expresa de muchas formas creativas y ha
crecido la capacidad de coordinación a nivel global. Pero, hoy día
sabemos que no es con más mercado y con menos Estado, ni con más apertura
y garantías para los capitales, que se resolverán los graves problemas
que sufre la mayor parte de la humanidad al comenzar el nuevo milenio. No
es que la economía deba crecer para que entonces se pueda distribuir la
riqueza: debemos distribuir la riqueza para que todos puedan crecer y la
sociedad comience a ser verdaderamente incluyente. Esta certeza la
comparten muchos movimientos, redes y organizaciones del mundo entero,
las cuales con su trabajo hacen crecer la conciencia planetaria sobre la
necesidad de un cambio de rumbo radical.
Concientes que hemos avanzado mucho en la última década, en
términos de construir las bases de un gran movimiento popular y social
global, falta muchísimo por hacer. Por un lado, todavía millones de seres
humanos se encuentran apáticos, sin integrarse en las luchas sociales,
creyendo que su exclusión es natural y que no hay nada que hacer. Por
otro, unos pocos millones de personas en los países capitalistas
centrales, siguen creyendo que su riqueza y prosperidad se debe a su
superioridad genética o cultural.
Necesitamos por lo tanto, radicalizar nuestra opción por los
excluidos y excluidas, construir una utopía y un sujeto social (o
diversos sujetos sociales) capaz de portarla, de transformar la
desesperanza en capacidad de movilización, acción y organización. Muchas
de las formas de organización tradicionales han perdido legitimidad o
eficacia para lograr este objetivo, por lo cual estamos llamados a
reinventar formas de organización colectiva y de representación
democrática, que amplíen la democracia y el protagonismo de los pueblos
desde la economía, la política y las formas de organización social, que
nos permitan transformar el estado de cosas actual.
Apuntes para construir nuestra utopía
Ante todo, cuando hablamos de utopía no estamos hablando de una
mera idealización acerca de la realidad social. Estamos hablando de una
potencialidad que descansa ya en nuestro presente. ¿Cómo queremos que
sean nuestras sociedades?
Un primer esfuerzo por responder a esto nos lleva a señalar:
nuestra utopía debe incluir no solamente a los millones de seres humanos
que habitamos el planeta, sino también a la naturaleza entera. A las
millones de especies animales y al planeta mismo, sin los cuales nuestra
existencia sería imposible o absolutamente miserable. Es urgente terminar
de una vez con todas con la visión que asigna a la naturaleza el papel de
fuente inagotable de recursos para el enriquecimiento voraz de la
industria y la reproducción del capital.
Asimismo, la superación de la exclusión se impone como tarea
prioritaria y permanente, para lo cual debemos desmontar los mecanismos
que la generan. No bastará con crear fuentes de trabajo mientras las
relaciones de poder dentro de la sociedad sigan siendo por definición
asimétricas: superar la exclusión significa transformar las estructuras y
el ejercicio del poder en nuestras sociedades. Por esto, es hora de
pensar en el como, necesitamos avanzar en la formulación de un proyecto
político global de las resistencias que equivale a una refundación del
mundo; estamos pensando en una Constituyente global de las resistencias.
Debemos ir hacia la generación de un proyecto político global de acción y
de alternativas, fomentando este eje de discusión en el marco del Foro
Social Mundial, así como de los Foros Continentales y/o Regionales que
venimos alentando desde hace algunos años.
Una sociedad como la que queremos tampoco puede reducirse a los
límites estrechos de cada uno de nuestros países, coto cerrado en el que
las oligarquías criollas han confinado la explotación de las riquezas
naturales y del trabajo humano, confinando asimismo las resistencias al
nivel puramente nacional. En otras palabras, debemos avanzar hacia una
globalización de la resistencia, de la solidaridad y del esfuerzo por
superar la miseria que nos han dejado los varios siglos de sujeción y
expoliación por parte de las grandes potencias capitalistas. Creemos que
en la fase actual de las luchas vale la pena insistir en la urgencia de
superar visiones sectoriales y trabajar en favor de la unidad regional,
hemisférica y global, mas no una unidad mal entendida que subsuma unos
movimientos en otros, sino que los articule respetando la singularidad de
cada uno.
Este esfuerzo por globalizar la resistencia y la solidaridad,
apunta a crear una sociedad mundial capaz de distribuir de forma
equitativa la riqueza creada por toda la humanidad. Como hemos dicho
antes, no se trata de crecer para luego distribuir, sino de distribuir
como base del crecimiento y la solidaridad, para lo cual además es
necesaria también la creación de una ciudadanía universal que le permita
a los trabajadores y trabajadoras tener plena libertad de movimiento en
la búsqueda y construcción de oportunidades para su desarrollo y el de
los demás.
Es urgente también trabajar para la transformación de la exclusión
de género y étnica. La transformación de la sociedad no solo exige
cambios económicos, sino también sociales y culturales para –desde
nuestro ser– poder reconocer la memoria colectiva en toda su inmensidad.
Finalmente, son necesarios cambios profundos en la forma en que
producimos la riqueza material. Actualmente, el sistema es básicamente
depredador y en pocas décadas, de seguir este camino, puede llevar al
planeta a una quiebra ecológica de incalculables e inimaginables
consecuencias. Debemos revisar profundamente los paradigmas dominantes y
la forma en que está organizada la producción en el sistema capitalista
mundial, apuntando hacia formas de producción no solo más equitativas,
sino capaces de integrarse en el flujo de la naturaleza, preservándola
como fuente de nuestra vida. Debemos desarrollar formas de organización
de la producción y nuevas tecnologías pensadas no solo desde nuestras
necesidades, sino del planeta y de la preservación de los equilibrios
ecológicos a largo plazo.
Palabras finales
Partiendo de las anteriores consideraciones, en este 7 de
septiembre y en este 12 de octubre, el Grito de los Excluidos Continental
reafirma su vocación política de luchar por un mundo sin exclusión y sin
excluidos, contribuyendo a transformar de forma estructural las profundas
contradicciones que nos aquejan. Para esto, invitamos a todos nuestros
hermanos y hermanas en el continente americano, y en el mundo entero, a
profundizar su lucha política, sus ideales, a mejorar sus formas de
organización y a alentar un debate sobre la construcción de alternativas,
que nos permitan de forma colectiva alcanzar los profundos cambios que
demandan, desde lo profundo de la historia, los millones de excluidos y
excluidas que alientan y han alentado el largo camino de la humanidad.
Grito de los Excluidos Continental
Por Trabajo, Justicia y Vida
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