Todas las alcaldías locales de la capital colombiana están ocupadas por mujeres
Bogotá, el último bastión de la política de género
06/09/2005
- Opinión
La foto de familia de la plana mayor de Bogotá es el retrato de una aspiración
social: 20 mujeres ostentan, desde hace un mes, un espacio de poder local en
el país. Son las representantes directas del 56% de la población bogotana;
algo más de tres millones y medio de féminas que pueden al fin echar cuentas
con la historia al contar con un pleno consistorial copado por rostros de
mujer.
En Colombia han sido los últimos en sumarse a esta aparente necesidad política:
la inclusión de mujeres en cargos municipales. Su núcleo triunfalista, una
veintena de recién nombradas alcaldesas, corrobora sin embargo, con su
consiguiente notoriedad mediática, el hecho de que aún persiste la
invisibilidad de género.
Vivimos en un tiempo en el que el anuncio de un gobierno paritario en
Occidente sigue generando alborozo en la clase política; en el que repartir
las carteras ministeriales en un ‘fifty-fifty’ se vende como un garante de lo
políticamente correcto; y donde se entiende el feminismo como un concepto
manido, mientras se vende como asimilada la igualdad de sexos a todos los
niveles. Es en este marco donde sorprende la necesaria imposición de una ‘ley
de cuotas’, como la colombiana.
En la capital, Bogotá, Luis Eduardo Garzón, alcalde de la ciudad por el Polo
Democrático Independiente, y autodefinido en su momento como “candidato anti
sistema” y “anti uribista” de la nueva Izquierda, ha ido mucho más allá dando
forma a lo que se ha dado en llamar el ‘Matriarcado de Lucho’. Nunca, desde
que fueron creadas con la Constitución de 1991, las Juntas Administradoras
Locales habían tenido tanta visibilidad.
‘No violé la meritocracia, sino el machismo’
El 31 de julio, los Informativos de las cadenas colombianas daban paso al
reality show. Ante las cámaras de televisión, Lucho Garzón cumplía con el
sistema de cuotas al elegir a 20 mujeres para representar su correspondiente
número de alcaldías menores. El proceso de selección iniciado en abril, con un
cupo que superaba el millar de aspirantes de ambos sexos, terminaba así con
una apuesta clara por la discriminación positiva y la declaración del alcalde:
“No violé la meritocracia, sino el machismo”.
Si hasta ese momento nunca se había cuestionado la evidente hegemonía
masculina en la designación de cargos públicos, el viraje al extremo opuesto
causó estragos entre los círculos más conservadores; algunos incluso se
lanzaron al mensaje-protesta vía e-mail, mientras voces feministas enfriaban
el ambiente con profecías desalentadoras: "¡Tranquilícense! Eso no va a
cambiar la cultura política de este país", espetaba a cámara una airada
Florence Thomas, coordinadora del grupo Mujer y Sociedad.
Y es que el Movimiento de Mujeres de Colombia tiene abiertos varios frentes.
El pasado mes de agosto celebraban el 50 aniversario de la consagración del
voto femenino en su país, donde todavía persisten dificultades para gozar de
una ciudadanía plena (el Congreso sólo cuenta con 26 parlamentarias de un
cómputo de 350; una situación similar a la de las alcaldías, con sólo un 10%
en manos de mujeres). Por si esto fuera poco, a las que consiguen el cargo se
les repasa el curriculum para dejar constancia de que, si llegaron tan lejos,
es porque ellas lo valen. Al menos, en cuestión de méritos, las 20 alcaldesas
bogotanas están avaladas: hay ocho abogadas, tres contables, una ingeniera
industrial, una historiadora, una ingeniera ambiental, una politóloga y una
socióloga.
Catadoras y glotones de la tarta de poder
¿Es posible contabilizar el poder en porciones? Lo cierto es que existe un
llamado “techo de cristal” que sólo logran atravesar unas pocas.
En enero de 2000, al empezar su mandato, el entonces alcalde de Bogotá,
Antanas Mockus, nombró a 19 mujeres dentro de su más cercano equipo de
colaboradores. Y dos años y medio después, el presidente de la República,
Álvaro Uribe, sorprendía a los ‘gabinetólogos’ al incluir en su equipo titular
a seis mujeres, después de dos décadas sin un gesto similar, desde que el ex
presidente Belisario Betancur (1982-1986) tuviese un elenco de viceministras.
En la actualidad, mientras las mujeres indígenas continúan en Colombia su
carrera de fondo contra la vulneración de su derecho a participar y tomar
decisiones en las instancias estatales, en las altas esferas algunas consiguen
abrirse paso. Clara Inés Vargas es la única mujer en la Corte Constitucional y
la primera en ocupar esa alta posición; y Piedad Córdoba se ha hecho con un
respetable 6% de intención de voto a las presidenciales de 2006. Es
precisamente esta cercanía de elecciones generales lo que ha levantado más
ampollas entre los críticos acérrimos a la medida de Lucho Garzón. Sus 20
alcaldesas se han convertido de repente en un trozo suculento del pastel: el
ingrediente estrella para captar la atención mediática y la guinda para
hacerse con el fervor popular.
Puestos a atragantarse los defensores y los detractores del matriarcado
bogotano, son ahora estas 20 mujeres las que ostentan un poder local notorio
en el país. Y son ellas, en última instancia, las que deberán dejar claro que
no son un experimento, ni tan siquiera un proceso de ‘normalización’. Son el
último bastión en sumarse a la lucha mundial por conseguir una igualdad de
sexos plena para que llegue el día en que “Bogotá, la ciudad de las mujeres”
ya no se considere noticia.
- Desde Bogotá, Beatriz Osa, periodista de la Agencia de Información Solidaria.
http://www.infosolidaria.org/
https://www.alainet.org/es/articulo/112908
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