A través del Golfo

05/09/2005
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No voy a hablar del horror que se ha abatido sobre Luisiana y Mississippi: los datos e imágenes llenan los medios de comunicación. Tampoco hablaré de la falta asombrosa de previsión, de recursos, de defensa civil, de sensibilidad ante sus conciudadanos, de humanidad, que compromete a las instancias superiores del país, ni de la conducta del Presidente: eso lo están haciendo los norteamericanos, en medio de la ira y la vergüenza. Sólo quiero decir lo que siento, de este lado del Golfo que siempre las relacionó, acerca de La Habana y Nueva Orleans, de Cuba y Luisiana, hoy que reinan la muerte y la destrucción de aquel lado. Una y la otra nacieron y crecieron como puertos, llave del golfo La Habana y del gran río Nueva Orleans. Alguna vez tuvieron la misma metrópoli (1763-1800), cuando Francia perdía sus colonias en la América del Norte. En 1803 los revolucionarios haitianos estaban derrotando a Napoleón, y el corso ideó venderles a los recientes Estados Unidos la colonia de Luisiana, inmensa en el mapa. Quedaron el Vieux Carré, los inmigrantes de Haití sumados a los anteriores acadios del Canadá, una latinidad fuerte en la música, las comidas y las costumbres. Pero a Cuba y Luisiana no las unían solamente el comercio marítimo y las historias coloniales. Las vidas de cientos de miles de esclavos negros fueron estrujadas en ambos lugares para hacer azúcar, durante el siglo XIX. No es casualidad la piel negra de la mayoría de los damnificados de Katrina: el 32,5% de la población de Luisiana es negra (2003), y su pobreza es otro legado persistente de la esclavitud. Hace siglo y medio, los nexos comerciales, la competencia y las relaciones fluídas eran algo muy común entre los empresarios y los comerciantes de las dos regiones. Nueva Orleans era la tercera ciudad más poblada del país, y uno de sus puertos principales. El interés político sudista apoyaba la expedición que Narciso López preparaba en Nueva Orleans; de allí salió el vapor Creole y allí se bordaron las banderas cubanas que se enarbolaron en Cárdenas. Casi todos los expedicionarios eran de Kentucky, Luisiana y Mississippi. Pero fueron diferentes las historias de la emancipación y los destinos de ambos pueblos. En 1884-1885 Antonio Maceo y Máximo Gómez, líderes revolucionarios procedentes de la Guerra cubana de 1868-78, vivieron en Nueva Orleans, en afanes conspirativos contra el dominio español. Maceo dejó una honda huella entre los luchadores por los derechos civiles, que pugnaban desde hacía dos décadas. En los últimos años del siglo muchos siguieron en Luisiana su actuación en la nueva revolución, con entusiasmo y solidaridad. Entonces nació el uso -que todavía se ve-- de ponerles a los hijos Maceo como nombre de pila. En 1898 muchos hijos de Luisiana respondieron a la causa de la libertad de Cuba, marchando como voluntarios a la guerra contra España. El 9º Regimiento de Voluntarios, de negros de Luisiana, desfiló por Nueva Orleans para venir a pelear a Cuba. Llegados después del armisticio, sirvieron en Oriente varios meses, admirados de aquel pueblo humilde y orgulloso que en alianza interracial había peleado y ganado una guerra tremenda por la libertad. Y volvieron a su tierra, a perder sin remedio los derechos por los que habían luchado, con la consumación de la supremacía racista[1]. Siempre con nexos, pero ahora más lejos, fuimos pasando el siglo XX, hasta que Estados Unidos respondió a nuestra liberación con una política de agresiones sistemáticas a Cuba y de prohibiciones a sus propios ciudadanos. Una de las culpas de la criminal política del bloqueo es haber privado a ambos pueblos de la mayor parte de las profundas relaciones entre sus culturas, mantenidas durante siglos. Y hoy, en 2005, esa región del sur de Estados Unidos vive una tragedia devastadora, desastre natural que agudiza de súbito y multiplica los efectos de un desastre social que se ha hecho crónico. En el último medio siglo, los cubanos hemos logrado cambiar nuestras vidas y nuestras posibilidades, y ejercemos la solidaridad con otros pueblos, una práctica que nos da más beneficios que los que aportamos, porque hace crecer a las personas. Entonces, la noche del viernes 1º, Cuba ofreció enviar durante el fin de semana mil cien médicos a las zonas del desastre, que tienen calidad y experiencia reconocidas, con conocimientos del idioma, que pueden llegar a Houston en pocas horas, que cada uno llevaría consigo 24 kilogramos de medicamentos apropiados para el caso. El contingente se ha denominado "Henry Reeve", el nombre de un muchacho neoyorkino que vino voluntario a la Guerra de 1868-1878, a darlo todo por la libertad de Cuba, y fue un héroe famoso, que murió en combate. Sus soldados cubanos le llamaban Enrique el Americano. Escribo la noche del lunes --ayer Cuba elevó su propuesta a más de 1 500 médicos--, y el gobierno de Estados Unidos no ha contestado. Veo CNN, el alcalde de Nueva Orleans dice que miles han muerto y que la gente sigue muriendo sin que la ayuda sea efectiva. Veo niñitos sufriendo, multitudes desvalidas y soldados con sus fusiles. Parece que el Presidente es capaz de leer libros escolares o mantener sus vacaciones cuando suceden catástrofes en su país, pero es necesario que haya otros -porque sin duda tiene que haberlos-que no teman ser nobles con su propio pueblo, que no quieran ser mezquinos ni soberbios. Lo pido también para que los que gobiernan aquel país se pongan a la altura de la sociedad y de los tiempos. Porque ya hay al menos un médico formado en Cuba que está en medio de Luisiana. Un muchacho de la ciudad de Slidell, al otro lado del lago Pontchartrain, que se graduó como médico en la Escuela Latinoamericana de Medicina hace dos semanas, el 20 de agosto, con otros mil seiscientos jóvenes. Sé que se salvó, y su familia también, por Pastores por la Paz --los que han traído dieciseis caravanas de solidaridad a Cuba--, que están organizando una caravana de emergencia para Luisiana y Mississipi. No sé como se llama este joven médico, no importa, pero espero que esté sirviendo a su gente con su saber y su humanidad. [1] La historiadora norteamericana Rebecca J. Scott ha realizado una obra profunda y muy valiosa de análisis de los procesos de la segunda mitad del XIX en Cuba y en Louisiana. Ver su ensayo sobre raza, trabajo y acción colectiva en Louisiana y Cuba 1862-1812, en Beyond Slavery (Cooper, Holt and Scott, University of North Carolina, 2000), y su libro Degrees of Freedom. Louisiana and Cuba after Slavery (Harvard University Press, 2005). - Fernando Martínez Heredia. La Habana.
https://www.alainet.org/es/articulo/112892?language=en
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