A vueltas con el terrorismo

04/09/2005
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El imperio sigue erre que erre: los terroristas son terroristas, y lo único que se puede hacer con ellos es combatirlos a base de bombas, de estado de excepción permanente, de legislaciones antiterroristas... Ya se sabe: son fanáticos, y contra un fanático no se puede razonar (pero, ¿alguien habrá probado a razonar con Bush?), así que no hay nada más que hacer. Todo lo que sea intentar hacer un análisis de por qué el terrorismo aumenta, parece que es justificar el terrorismo. Lo único que hay que hacer, para los que están con el emperador, es actuar, ¿para qué pensar? Sin embargo, desde otras posturas, otros pensamos. Por ejemplo, pensamos que el método que se está siguiendo, en realidad, está aumentando el terrorismo. Ya, ya sé que eso lo saben ellos también. Pero pensamos más: ¿acaso quieren combatir el terrorismo, o alimentarlo? Cuando decimos que la injusta distribución del mundo es un factor que alienta el terrorismo, nos dicen: ¿acaso son pobres los que cometen los atentados? Como si para asumir una causa hubiera que ser, exclusivamente, víctima. ¿Eran proletarios Marx y Engels, autores del texto emancipatorio que más influencia ha tenido en la historia? ¿les impidió no serlo asumir la causa del proletariado? De acuerdo, la miseria no es justificación, pero el primer mundo no puede ir sembrando el odio por todo el planeta y pretender salir “de rositas”. El odio que se ha sembrado en Afganistán e Irak –y, me temo, está a punto de sembrarse en Irán también-, ¿no servirá para reclutar entre las filas de ciertos grupos miembros que, aunque no estén ellos personalmente desesperados, hagan suya la causa de tantos millones de desesperados? Osman Husain, uno de los detenidos en Londres el 29 de julio, declaraba que la persona que le había reclutado les enseñaba vídeos con mujeres y niños muertos en Irak a manos de las tropas británicas y estadounidenses. ¿Estamos seguros de que ninguno de nosotros respondería de la misma manera que él si nos enseñaran vídeos con masacres parecidas? Sami Naïr nos recordaba el pasado 21 de julio en la prensa que “por cada occidental asesinado por terroristas musulmanes desde el final de la Guerra Fría, han muerto al menos 100 musulmanes en las guerras y en las ocupaciones perpetradas por Occidente” (su fuente era The Guardian, 12 y 13 de julio). ¿Es sorprendente que exista un “rencor global”, como dice Fred Halliday? El camino que lleva a un ciudadano corriente a convertirse en un terrorista suicida está pavimentado por las políticas llevadas a cabo por gobiernos árabes, occidentales y, cómo no, por el gobierno israelí, nos recordaba en otro artículo reciente Rami G. Khouri. (El País, España, 31- 7-05). Pero, aunque el imperio y su guardia pretoriana no quiere hacerse preguntas, hasta sus intelectuales advierten de la vesania de la estrategia que se está llevando. Nada menos que Z. Brzezinski, ex consejero de Carter y uno de los más notorios estrategas imperiales, acepta que habría que evitar “los riesgos de la toma de conciencia de la humanidad de las intolerables disparidades en la condición humana”. ¡Caramba, qué filosófico! Además, nada menos que enmienda la plana al emperador al explicar que no se puede identificar el terrorismo como un enemigo, ya que es una técnica letal de intimidación empleada por individuos, grupos y estados (¡Ahí es nada!: los que pensamos que el terrorismo de Estado, precisamente es el más grave problema, nos acordamos de vez en cuando de aquel pensamiento que Chomsky toma prestado de San Agustín, al decir que ser pirata o emperador depende del número de barcos), y nadie emprende una guerra contra una técnica o una táctica. Pero, en fin, la cuestión es que el imperio no quiere hacerse preguntas, sólo quiere actuar enérgicamente. Y, por cierto, ¿apareció el avión que se estrelló en el Pentágono el 11-S?, porque... era un avión, ¿no? - Pedro López López, Profesor de la Universidad Complutense pedrolopez@caelo.eubd.ucm.es
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