La designación de los nuevos directores de la OMC y UNCTAD alejan las esperanzas de cambio y debilitan al Sur

15/05/2005
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En unos pocos días las esperanzas de cambiar las instituciones globales en comercio y desarrollo han recibido dos duros golpes. El francés Pascal Lamy, ex-comisario de comercio de la Unión Europea, triunfó en el oscuro proceso de elección del director-general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), generando muchas incertidumbres sobre el futuro de las negociaciones comerciales, y dejando en suspenso las demandas de muchos países del sur. Paralelamente, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, nominó al actual director de la OMC, Supachai Panitchpakdi como el reemplazo del mítico Rubens Ricúpero en la dirección de la UNCTAD (Conferencias de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), una medida que se parece mucho a un desembarco de la OMC en la UNCTAD. La OMC invade la UNCTAD La primera noticia fue que Supachai Panitchpakdi, diplomático oriundo de Tailandia, y director general de la OMC desde 2002, pasará a dirigir la UNCTAD en setiembre de 2005. Si bien tanto la OMC como la UNCTAD tratan el tema comercial, las dos tienen enfoques e historias muy distintas. La primera es más reciente, más rígida y específicamente centrada en el comercio; la segunda tiene una historia mucho más larga que viene del tiempo del multilateralismo vigoroso del sistema de las Naciones Unidas. El nombramiento de Panitchpakdi pone en riesgo todos los intentos que bajo el aliento del brasileño R. Ricupero se realizaban para abordar los temas del desarrollo y el comercio, analizar el papel de los flujos de inversión y hasta la influencia de las transnacionales. Con esa designación se estaría llevando la “lógica de la OMC” al seno de la UNCTAD. Se podrá estar de acuerdo o no con los contenidos propositivos de la UNCTAD, pero debe admitirse que allí existía una mayor variedad de opiniones, se pensaban temas sustantivos del desarrollo y no se repetía el arrullo del libre comercio como solución de todos los males. Tan es así que Estados Unidos y la UE una y otra vez torpedearon resoluciones e iniciativas en el marco de la OMC. Los países en desarrollo no están conformes con la designación; el Grupo de los 77 (integrado por 133 naciones), objetó en el marco de la Asamblea General la propuesta de Annan, indicando que los objetivos de la UNCTAD son prácticamente opuestos a los de la OMC. El proceso de designación enfrentaba muchas trabas, y finalmente Annan insistió en la designación de Panitchpakdi hasta conseguir el voto de conformidad de la asamblea general de la ONU. Para complicar todo un poco más, Panitchpakdi no es una persona enérgica e innovadora. En efecto, a lo largo de toda la crisis de la OMC desde el colapso en Cancún no logró imprimir energía a la organización, no consiguió acercar a los grupos en disputa, y quedó atrapado en un anodino papel de moderador de reuniones que nunca molestó a los países industrializados. Esa es justamente una buena manera de apagar a la UNCTAD. La tortuosa elección en la OMC Hasta hace poco tiempo atrás, Pascal Lamy era un duro crítico de la OMC. En la tarde del colapso de la cumbre ministerial de Cancún, Lamy severamente sostuvo que la OMC era un organización medieval, y en más de una ocasión ha criticado su sistema de gobierno basado en el consenso. Esas y otras posiciones fueron rápidamente mutando en otras propias de una típica campaña electoral, prometiéndose casi todo a casi todos, sonriendo en fotografías con unos y otros, olvidándose de cualquier pasado perturbador. Ese mismo Lamy que poco tiempo atrás defendía una y otra vez las más diversas formas de proteccionismo, pasó a invocar la apertura comercial más decidida; su crítica de la toma de decisiones se desvaneció; y hasta terminó hablando de participación ciudadana. Lamy triunfó en un proceso de elección que es tortuoso y oscuro, ya que implica considerar tanto los votos a favor como los rechazos; el ganador debe ser quien genere un mínimo de resistencias y un máximo de apoyos. Pero nadie sabe cuántos votos recibió Lamy, ni cuántos rechazos desencadenó; algunos países hicieron públicas sus preferencias pero otros las mantienen todavía en secreto. En suma, Lamy triunfó en una elección donde las preferencias son confidenciales. Además lo hizo bajo el manto de sombra de rumores una y otra vez repetidos de un intercambio de favores entre Estados Unidos y la UE, donde el primero designó al nuevo presidente del Banco Mundial, y los europeos se quedarían con la OMC. El mecanismo de elección de la OMC es indefendible desde el punto de vista de los mínimos democráticos. Confirma que no es una organización transparente, pero también hace indispensable señalar sin titubear la responsabilidad de los gobiernos del sur en aceptar y participar de esos procesos. Muchos delegados gubernamentales lanzaron duras retóricas sobre la falta de transparencia, pero nunca promovieron medidas concretas para mejorar las cosas. Lamy ha defendido muchas de las distorsiones comerciales que los países en desarrollo han cuestionado en las últimas décadas: desde los subsidios hasta el proteccionismo encubierto; invocó el libre comercio pero aplicó salvaguardas y cuotas; buscó expandir las reglas comerciales a nuevos temas como los servicios o las reglas de propiedad intelectual. Lamy apoyó la presión europea incorporar temas nacionales bajo regulaciones comerciales (por ejemplo en los servicios). Entre los otros candidatos, hasta el tramo final llegó el uruguayo Carlos Pérez del Castillo, que por cierto tampoco representaba posiciones novedosas sobre el comercio. Al contrario de Lamy, Pérez del Castillo estaba más inclinado hacia la liberalización comercial ortodoxa (tal como reclaman muchos países del Sur), pero tenía en contra muchas desconfianzas por haber coordinado las sesiones y documentos de trabajo preparatorios para la cumbre ministerial de Cancún de forma que se consideró funcional a las posiciones de Estados Unidos y la UE. Su ventaja residía en provenir de un país en desarrollo, contando con el apoyo de casi toda América Latina y otras naciones (como varios países árabes, Australia o Nueva Zelandia). Otro candidato fue el ministro de comercio de Mauricio, Jaya Cuttaree, quien al menos nunca dejó de criticar el oscurantismo de todo el proceso de elección. En el terreno de la representación regional, la elección de Lamy significa un duro golpe a los intentos de coordinación de los países en desarrollo, y en sus reclamos de condiciones de comercio más justas. Las demandas del grupo de países de Africa, Caribe y Pacífico (ACP) contra el proteccionismo comercial, quedaron en el camino ya que varios de estos países apoyaron la designación de Lamy. Los países ACP vienen siendo maltratados una y otra vez en el comercio global; por ejemplo, en el recurrente tema del comercio en algodón, Lamy estuvo al frente de la mezquina posición europea ante la OMC que establecía como solución “crear una comisión de estudio”, y que terminó enfureciendo a muchos gobiernos africanos. Todo eso parece haberse olvidado, y sea por las presiones del gobierno francés como por las promesas de Lamy, terminaron apoyando a quien defendía posturas que siempre denunciaron. En cambio, países como Costa Rica (importante exportador de bananas hacia la UE), mantuvieron sus objeciones hasta último momento. La situación del “Grupo de los 20”, que incluye a los grandes productores agrícolas del sur, es todavía peor. El G-20 defendió con dureza la apertura del comercio agrícola desde su creación, pero su unión política quedó resquebrajada, y por ejemplo India terminó apoyando a Lamy (el tiempo dirá si es cierto el desmentido del gobierno de Nueva Delhi sobre la promesa de obtener una subdirección de la OMC). El gobierno de Brasil es también otro de los responsables de esta debacle, porque cometió casi todos los errores posibles. La cancillería de Brasil presentó su propio candidato a último momento (Felipe Seixas Correa), quebrando la unidad del Mercosur y de América Latina. Pero además lo hizo bajo un fuerte histrionismo, con muchas críticas a otros candidatos, generando resquemores en la región. El candidato de Brasil debió abandonar la postulación en la primera ronda de evaluación, lo que generó nuevas críticas a la falta de transparencia del proceso, y hasta último momento Itamaraty no se expresó a favor de otros candidatos, dejando en evidencia la desunión regional. Toda este proceso deja en claro que si bien los agrupamientos de países en desarrollo más de una vez reclamaron un nuevo protagonismo, en especial accediendo a la dirección de la OMC, no logran concretar esas aspiraciones. A pesar de contar con la mayoría en el seno de la OMC, no se ponen de acuerdo entre ellos, no están dispuestos a asumir los costos de su autonomía, y una vez más Washington y Bruselas controlarán los resortes del comercio global. Como premio adicional también contarán con la UNCTAD. Se perdieron las esperanzas abiertas tras la crisis de la OMC en Cancún, donde varios países del sur lograron imponer sus puntos de vista y dejar en claro la defensa de algunos de sus intereses comerciales. Las designaciones de Lamy y Panitchpakdi dejan aquellas esperanzas por el camino; la renuncia de muchos gobiernos a ser sujetos de su propia autonomía y los errores de otros, permitieron esos nombramientos y ensombrecen todavía más una situación que ya es muy complicada. - E. Gudynas es analista de información en CLAES D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina). Se permite la reproducción del presente artículo siempre que se cite la fuente. Publicado el 16 de mayo 2005.
https://www.alainet.org/es/articulo/111970

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