La trampa del libre comercio
26/04/2005
- Opinión
Iniciamos el IV Encuentro Hemisférico de Lucha contra el
ALCA dándoles la bienvenida en nombre del Comité
Organizador cubano a los representantes de los movimientos
sociales que protagonizan la campaña anti-ALCA y a todos
los que de una forma u otra contribuyen a la derrota del
proyecto estadounidense para la anexión y recolonización de
América Latina y el Caribe. Nuestra mayor satisfacción es
que puedan contar con adecuadas condiciones organizativas
para que este Encuentro continúe la tradición de los 3
anteriores en cuanto a actuar como taller de trabajo donde
afanosamente buscamos alcanzar esa otra América mejor en la
que el ALCA, el neoliberalismo, las oligarquías sometidas y
el dominio imperialista, sean no más que recuerdos del
pasado.
Desde el Encuentro anterior efectuado en enero del 2004,
han transcurrido quince meses de luchas entre los que
quieren imponer el proyecto de anexión del gobierno de
Estados Unidos y los que lo combatimos, porque deseamos una
integración que tenga como protagonista a los pueblos y no
al capital trasnacional.
En ese lapso han ocurrido importantes sucesos en la lucha
contra el ALCA y también en planos más generales
relacionados con la economía y la política de Estados
Unidos y Europa, los cuales conviene examinar para extraer
las conclusiones que nos permitan ser más efectivos en esta
batalla contra un enemigo tenaz, poderoso y que no cesa de
aplicar nuevas tácticas para imponer su esquema de
dominación.
Comencemos por recordar que en diciembre de 1990 George
Bush padre viajó por América del Sur para anunciar a tambor
batiente un plan que más tarde se llamaría Área de Libre
Comercio de las Américas y que al hablar ante el Congreso
argentino dijo que sería “la nueva declaración de
interdependencia de nuestro hemisferio….. el brillante
amanecer de un espléndido mundo nuevo”.
Esta superlativa retórica de tiempos alegres para el
imperio, cuando el ALCA, que todavía no se llamaba así,
parecía indetenible debido al poderío estadounidense
multiplicado por la fama del neoliberalismo triunfante,
contrasta con la patética declaración de Colin Powell el
pasado 6 de octubre de 2004 en un desayuno con 250
empresarios en la Cámara Americana de Comercio de Sao Paulo.
Cuando para todos era evidente que la meta de darle vida al
ALCA en enero de 2005 era ya cadáver, el Secretario de
Estado tuvo que decir la tontería de que “el Presidente
George Bush está totalmente comprometido con la conclusión
del ALCA, la que espera ver terminada al inicio de 2005”.
Enero de 2005 ya quedó atrás y el proyecto ALCA original,
el de los 34 países, excluida Cuba; está empantanado y su
futuro, sea como ALCA o ALCA “suave”, se inclina hacia la
desaparición con penas y sin glorias.
Es una victoria para los que trabajamos por la derrota del
ALCA, aunque una victoria parcial. En lenguaje militar
diríamos que se ha ganado una batalla, pero todavía no la
guerra.
Y es que el ALCA no es un simple Acuerdo de Libre Comercio,
que se firma o no, sino una expresión de alta intensidad de
un proyecto de dominación continental, un esquema para el
saqueo sistemático de la región, una concepción sobre el
desarrollo socioeconómico y sobre la soberanía y las
funciones de los estados nacionales. El ALCA es el nombre
con el que en cierta coyuntura aparece este proyecto, pero
su contenido esencial adopta formas y procedimientos
variados para imponerse, lo que obliga a una lucha múltiple
e integral, para impedir que aun desapareciendo el ALCA de
la escena, se imponga en la realidad el proyecto
imperialista con otros rostros y nombres.
El proyecto ALCA de los 34 países sometidos a iguales
disciplinas, está en crisis terminal, pero la
estrategia del gobierno de Estados
Unidos para reforzar su dominio sobre América Latina y el
Caribe, para integrar sus economías a la gran potencia como
apéndice subordinado, para apoderarse del petróleo, el agua,
la biodiversidad y explotar la fuerza de trabajo de la
región, no ha desaparecido ni ha disminuido su agresividad.
La respuesta del gobierno de Bush a los complejos problemas
mundiales es la militarización y la represión. La
militarización se expresa en un gasto militar de unos 500
mil millones de dólares, que es más de la mitad del gasto
militar mundial y que no obstante, no puede impedir un
vergonzoso empantanamiento en Irak. Al mismo tiempo, la
represión se proyecta incluso hacia el interior de Estados
Unidos mediante una Ley Patriota que mutila severamente los
derechos ciudadanos y refuerza la acción de un Estado
policía que se justifica con el llamado combate contra el
terrorismo.
En Irak se ha puesto en evidencia que Estados Unidos puede
bombardear, invadir y arrasar países, pero no puede ganar
una guerra. No basta con bombardear desde el aire con
ostentoso derroche de superioridad tecnológica. Ganar una
guerra implica ocupar un territorio, someter a la población
derrotada y establecer cierto orden social y económico
sostenible.
Esto no lo ha logrado Estados Unidos en Irak y lo que si ha
logrado es contemplar el triste espectáculo del regreso a
casa de unos 1 500 soldados en ataúdes. Están atrapados en
el dilema del que no puede irse y tampoco puede quedarse.
En el pasado año 2004 y lo que ha transcurrido del 2005
destacan, en cuanto a la batalla entre los que quieren el
ALCA y los que no lo queremos, el estancamiento de la
negociación gubernamental del ALCA total, la incapacidad
para definir siquiera el ALCA suave y las presiones del
gobierno de Estados Unidos para avanzar en los Tratados
Bilaterales o Plurilaterales de Libre Comercio.
Estos Tratados de Libre Comercio se promueven con los
gobiernos más complacientes hacia Estados Unidos y es
evidente su propósito de ir socavando la resistencia de los
gobiernos que resisten, mediante el cerco y el aislamiento.
En ellos se ha manifestado una dura posición estadounidense
que se ve facilitada por la negociación bilateral en la que
la desigualdad de fuerzas es abismal, y que consiste en
sostener que es un honor poder negociar un Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y que para merecerlo es
necesario presentar un buen expediente liberalizador.
Ahora el Tratado de Libre Comercio no sería tanto un
estímulo para liberalizar todo lo que Estados Unidos quiere,
sino que para ingresar a él debe haberse liberalizado ya
hasta donde le satisfaga a Estados Unidos, quien es además
el que decide cuáles de los aspirantes merecen el premio.
Endureciendo más su posición, Estados Unidos ya no sólo
quiere más neoliberalismo con el ALCA, sino que exige un
inmaculado expediente neoliberal para conceder a sus
satélites el privilegio de comenzar a negociar un Tratado
de Libre Comercio.
La Administración Bush sigue aferrada a la tesis de que el
remedio para América Latina y el Caribe consiste en dosis
aún mayores de neoliberalismo aún más puro, y que los
Tratados de Libre Comercio son el envase que contiene ese
tónico infalible.
Pero, la aplicación del tónico neoliberal durante más de
dos décadas se parece más a la ingestión de un tóxico que
está produciendo terribles consecuencias socioeconómicas,
las que conducen a estallidos sociales y ha provocado la
caída antes de terminar sus mandatos, de 9 presidentes
latinoamericanos de sólidas convicciones neoliberales en la
última década y media.
El más reciente de ellos -Lucio Gutiérrez- había sido
condecorado el pasado 11 de abril por el general Richard
Myers, jefe del comando de las fuerzas armadas de Estados
Unidos, por sus esforzados servicios que incluyeron
otorgarle inmunidad a los militares estadounidenses en
Ecuador. Su obediencia y fidelidad le habían hecho
merecedor de estar negociando un Tratado de Libre Comercio
con Washington.
Otros gobiernos de profunda fe neoliberal y ejemplar
docilidad hacia Estados Unidos como los de México y
Nicaragua enfrentan gravísimas crisis. En México por el
intento de anular la candidatura del aspirante con mayor
apoyo popular y en Nicaragua, donde el gobierno está
empleando una sangrienta represión contra el pueblo.
En Uruguay la obediencia al amo imperial y a la
liberalización, condujo a la victoria del primer gobierno
de izquierda en más de un siglo, en lo que fue otra ruptura
del frente de dominio neoliberal y pro-ALCA en la región.
El tóxico neoliberal ha producido efectos devastadores que
no es necesario repetir en detalle. Baste recordar que en
lo más reciente, el año 2004 fue considerado por los
analistas convencionales como año de recuperación del
crecimiento porque América Latina creció 5,5%.
Esa mejoría no es más que patética porque los avances
consistieron en disminuir el número de pobres de 224 a 222
millones y el desempleo de 10,7% a 10%. Pero América
Latina sigue siendo la región del planeta con la más
injusta distribución del ingreso, arrastra una deuda
externa de 723 mil millones de dólares que mantiene a los
países en constantes renegociaciones bajo las reglas y la
condicionalidad del FMI, tiene al 60% de sus niñas y niños
sumidos en la pobreza, 53 millones de sus habitantes
padecen hambre, y son analfabetos 42 millones de
latinoamericanos.
El ALCA y los Tratados de Libre Comercio ni siquiera
mencionan a la deuda externa. La propaganda del libre
comercio evade este tema, pero su importancia es de tal
magnitud que no puede hablarse con seriedad del desarrollo
económico y social o de la integración latinoamericana sin
una solución a este crucial problema.
El silencio sobre la deuda externa implica que ningún
Tratado de Libre Comercio de los que hoy se proponen o se
negocian se propone enfrentar los verdaderos retos para el
subdesarrollo, la inequidad social y la pobreza. En ellos
el libre comercio no es más que la frase engañosa tras la
que se encuentra el interés real en la liberalización
financiera, la libertad al movimiento del capital y en un
comercio que no es ni ha sido nunca libre y que su nombre
verdadero es el de intercambio desigual.
Entre 1995 y 2004 mientras tenían lugar las largas y
estériles negociaciones sobre el ALCA, mientras nueve
grupos de negociación trataban de resolver la cuadratura
del círculo y descifrar la filosofía del “ALCA light”, la
América Latina pagó como servicio de su deuda externa 1
millón de millones 554 mil millones de dólares , a un ritmo
de desangramiento promedio anual de 155 mil millones de
dólares.
La enorme suma entregada sólo en los últimos diez años es
más del doble que la deuda latinoamericana actual. El
siniestro mecanismo que conduce a pagar más para tener una
deuda creciente y eterna, es el primer responsable del
subdesarrollo, la pobreza y los repetidos fracasos de la
integración regional.
Es imposible que puedan integrarse economías que viven en
permanentes renegociaciones de deuda y que antes de
emprender acciones de integración regional, deben cumplir
con los “ajustes” del
FMI que desajustan del todo la posibilidad de avanzar en
políticas y proyectos comunes. Cada país endeudado
suscribe compromisos en los que se definen porcentajes de
superávit fiscal, cronogramas para el cumplimiento de las
metas puestas por el FMI y otras muchas cosas.
De ese modo, cada país recibe su plan de ajuste que no es
más que el permiso para acceder a otra próxima
renegociación, y se crea un variado mosaico de planes de
ajuste que constituyen el centro rector de la política
económica e impiden cualquier política común. En tiempos
de crisis financieras muy frecuentes que los gobiernos
intentan remediar con ajustes recesivos desincronizados y
dictados por el FMI, las políticas comunes y la integración
regional misma se hacen retóricas.
Al ignorar el tema de la deuda externa, el ALCA y los
Tratados de Libre Comercio pretenden convertirnos a todos
en avestruces que en tanto repiten las alabanzas a la
liberalización, entierran las cabezas en la arena para no
ver el principal y enorme obstáculo.
Es necesario recordar de nuevo, a propósito del libre
comercio que promete el acceso al gran mercado de Estados
Unidos, que la realidad de esa economía demuestra lo
contrario de lo que el discurso promete.
En el año 2004 el déficit comercial de Estados Unidos
implantó un nuevo record histórico de 617,700 millones de
dólares. Este enorme déficit es uno de los factores que
provoca la desconfianza en el dólar y es evidente que no es
sostenible indefinidamente.
A la economía que realmente funciona en Estados Unidos le
interesa exportar hacia cualquier mercado con alguna
capacidad de compra. Le interesa abrir y penetrar mercados
externos por cualquier medio y evitar la competencia
extranjera dentro de su mercado, para lo cual dispone de un
verdadero arsenal de medidas proteccionistas para los
productos agrícolas, el acero, los textiles y otros muchos
productos protegidos por subsidios, apoyos internos a la
producción, barreras técnicas al comercio, medidas anti-
dumping, disposiciones fitosanitarias y muchas más.
El libre comercio es la frase de moda y es también el
centro de una de las más grandes manipulaciones mediáticas,
junto a otras frases como derechos humanos, lucha contra el
terrorismo, democracia representativa, etc.
En los años 90 la resistencia de los movimientos sociales
fue contra el modelo neoliberal, que entonces se asociaba
con los “planes de ajuste estructural” del Fondo Monetario
Internacional, cálidamente apoyados por el Banco Mundial.
Ahora enfrentamos la “ola del libre comercio” que ha
rebasado con mucho el significado tradicional del término
libre comercio y que hoy significa no sólo y no tanto
comercio, sino la proyección global
de una estrategia de dominación imperialista que utiliza al
neoliberalismo como su modo de ser, y que se ramifica y
extiende constituyendo un paquete integrado.
Hoy, cuando escuchamos el término libre comercio en labios
del gobierno de Estados Unidos, del G-7, del FMI, del BM,
esto significa mucho más que comercio e incluye el ALCA y
las negociaciones de la OMC, los Tratados Bilaterales y
Plurilaterales de Libre Comercio y de Inversiones, los
Acuerdos Regionales como el Plan Puebla Panamá, el Acuerdo
Andino sobre Comercio y erradicación de drogas, los planes
de militarización y represión como el Plan Colombia, la
instalación de bases militares y la deuda externa.
Para el paradigma neoliberal el problema es bien claro y
simple: a mayor liberalización comercial, mayor crecimiento
económico, reducción de la pobreza y progreso general.
Según él, sólo en un comercio genuinamente libre, el
mercado funcionará de modo perfecto, hará las mejores
asignaciones de recursos y establecerá la especialización
óptima para cada país. Para que el mercado funcione de
modo perfecto, nada debe perturbar su libre accionar. El
estado debe sacar sus manos del comercio y de la economía
en general para dejar que el mercado y las ventajas
comparativas decididas por él, lo resuelvan todo de la
mejor manera posible.
No es más que la vieja teoría liberal que se remite a Adam
Smith y “Las Riquezas de las Naciones” en 1776, ahora
maquillada con modelos econométricos, y sofisticada
retórica pero con las carencias que desde su origen tuvo y
no ha podido borrar, esto es, ventajas comparativas
estáticas concebidas para que el libre mercado las
profundice y haga eternas, combinación de recursos y
factores también estáticos en un mundo de pequeñas empresas
en el que ninguna podría tener ventajas decisivas sobre
otra en cuanto a información, financiamiento o tecnología.
Un mundo sin empresas transnacionales, con un comercio
internacional casi exclusivamente de bienes, sin monopolios
de propiedad intelectual, sin comercio intrafirma ni
cadenas corporativas gigantescas que controlan dentro de su
circuito desde la siembra de café hasta su comercialización
final. Un mundo sin las realidades determinantes del
capitalismo contemporáneo y por tanto incapaz de explicar
lo que ocurre, pero al que los neoliberales invocan siempre
como suprema raíz de la ciencia económica.
No es posible olvidar que el libre comercio al nacer como
teoría con Smith adjudicó a Estados Unidos una creciente
prosperidad basada en su agricultura. Debían ignorar las
manufacturas industriales y aprovechar su ventaja agrícola
mientras importaban manufacturas británicas. Pero,
personajes de gobierno en Estados Unidos como Abraham
Lincoln hicieron todo lo contrario y podrían ser hoy
calificados por la retórica liberalizadora del gobierno de
Bush como horribles proteccionistas porque pusieron al
gobierno a jugar un papel activo en modificar la ventaja
comparativa estática y crear otras ventajas que hicieron a
Estados Unidos abandonar su papel como país agrícola.
Para los países subdesarrollados el libre comercio es otra
cosa bien distinta.
Para Eduardo Galeano “la división del trabajo entre las
naciones consiste en que unas se especializan en ganar y
otras en perder”. Examinado con objetividad el comercio
internacional cumple hoy varias funciones en el sistema
imperialista de dominación.
Esas funciones son: instrumento de dominio en favor de los
países ricos, factor de acentuación y perpetuación de
desigualdades e inequidades y escenario de una virtual
guerra por controlar los mercados actuales y los del futuro.
Incluso más: el libre comercio ni es libre ahora ni lo ha
sido nunca, ni es ya siquiera comercio de acuerdo al
concepto clásico de éste, ni su práctica genera crecimiento
económico per se, ni reduce la pobreza, ni reparte
“beneficios mutuos” entre las partes que comercian.
En 1963 Che Guevara diría: “¿Cómo puede significar
beneficio mutuo vender a precios de mercado mundial las
materias primas que cuestan sudor y sufrimiento sin límites
a los países atrasados y comprar a precio de mercado
mundial las máquinas producidas en las grandes fábricas
automatizadas del presente”? También pertenece a Che
Guevara esta exacta definición del libre comercio: “libre
competencia para los monopolios; zorro libre entre gallinas
libres”.
Por desgracia, casi todo el Sur se ha tragado la píldora
del libre comercio. No pueden los voceros de la apertura
comercial acusar de rebeldía o siquiera de falta de
cooperación a buena parte de los gobiernos de países del
Sur en los años del neoliberalismo en auge.
Siguiendo la prédica del G-7 hicieron un desarme
arancelario y en general, una apertura comercial más rápida
y profunda que la realizada por los mismos padres de la
propuesta. De allí resultan realidades tan absurdas que
causarían risa si no tuvieran un significado tan doloroso
para los pueblos.
Dieciseis países de África Subsahariana tienen economías
más abiertas que la de Estados Unidos, pero no le quitan el
primer lugar a América Latina (insuperable discípula
neoliberal) que tiene 17 países en esa condición.
El liderazgo mundial lo tiene Haití. Reúne varias
cualidades que revelan una coherencia impresionante. Es el
país más pobre del hemisferio occidental y uno de los más
pobres del mundo. Su pobreza es antológica, dolorosa y
cruel.
Pero desde 1986 Haití alcanzó el galardón como economía
totalmente abierta, según clasificación del FMI. Ha
recibido cálidos elogios por su ejemplar voluntad
aperturista.
Es un ejemplo irrefutable de que la obediencia al modelo
neoliberal de libre comercio es incapaz de resolver la
pobreza y el subdesarrollo.
Noam Chomsky, refiriéndose al ALCA sintetizó lo esencial
del proyecto imperialista, al expresar: “No se trata de un
área de libre comercio. Los que están enfrascados en su
diseño no están a favor del libre comercio. Si lo
estuvieran, todo se podría recoger en un documento de una
solo página. Sin embargo, de lo que se trata es de una
serie de documentos muy detallados que son una combinación
de liberalización con proteccionismo, que de hecho en su
mayor parte no se refieren a nada que pueda considerarse
comercio. Más bien digamos que se busca introducir cosa
como precios monopólicos de los productos, de los propios
medicamentos. Por ejemplo, las nuevas propuestas están
dirigidas a permitir a estas tiranías privadas (las
corporaciones), el control sobre los servicios la salud, la
educación, el agua, los asuntos relacionados con el medio
ambiente. Eso nada tiene que ver con el comercio y si mucho
que ver con la transferencia de poder de manos del Estado,
del pueblo, en tanto pueda éste estar representado por el
Estado, a manos privadas”.
El señuelo del libre comercio no es de la autoría exclusiva
del gobierno de Estados Unidos. También la Unión Europea
propone Tratados de Libre Comercio de igual filiación
ideológica, igual naturaleza explotadora e igual hipocresía
liberalizadora.
Actuando en su papel de aliado de segunda fila que acepta
la hegemonía norteamericana, la Unión Europea trata de
meter la mano en el festín y hacerle cierta competencia a
las transnacionalidades estadounidenses, respetando siempre
los límites más allá de los cuales el gobierno hegemónico
los expulsaría de la mesa del banquete.
Los Tratados de Libre Comercio propuestos a América Latina
por Estados Unidos y la Unión Europea se parecen unos a
otros como los hermanos gemelos que realmente son. Más de
la mitad de las privatizaciones de servicios públicos que
tanta corrupción y pérdida de soberanía han traído consigo,
las han protagonizado transnacionales europeas.
Ante la oleada de Tratados de Libre Comercio, los
movimientos sociales no han estado cruzados de brazos. Sus
luchas de resistencia han sido el principal obstáculo con
que han tropezado los intentos por encuadrar a la región
dentro del proyecto imperialista.
En los quince meses transcurridos desde el Encuentro
anterior, el ALCA, los Tratados de Libre Comercio, las
privatizaciones, la militarización, el terrorismo como
pretexto, el FMI, el Banco Mundial, la deuda externa,
actuaron con mayor claridad como un paquete integrado
formando parte de aquel proyecto imperialista. Esto
requiere una respuesta en términos de una lucha también
integrada, en la que no se pierda de vista el conjunto del
plan de dominación, aunque éste adopte variados nombres y
formas.
En las acciones de los movimientos sociales se unieron en
mayor grado la lucha de obreros, campesinos, mujeres,
jóvenes, indígenas, estudiantes, religiosos, pobres,
explotados, excluidos, trabajadores informales, contra un
enemigo cuyo rostro puede asumir forma de ALCA, de Tratados
de Libre Comercio, de FMI, de OMC, de Banco Mundial, de
desempleo, de discriminación contra los derechos de mujeres
y jóvenes, de explotación redobladas sobre campesinos e
indígenas, de depredación del medio ambiente por las ansias
de lucro, de medicamentos y servicios sociales costosos e
inaccesibles, de gobiernos sumisos ante el enojo del amo,
de manipulación mediática para introducir la desinformación
y la cultura de la dominación.
Los intentos por establecer Tratados de Libre Comercio en
Centroamérica y en algunos países andinos, encontraron
siempre movilizaciones populares y variadas formas de
resistencia de movimientos sociales vinculados a la Alianza
Social Continental y a la Campaña Continental contra el
ALCA. Adquirió fuerza en este período la lucha de los
movimientos sociales contra la privatización de servicios
públicos como la electricidad en México, el agua en Bolivia,
la salud en El Salvador, la enseñanza superior en Chile.
Los movimientos sociales acumulan ya un largo y nutrido
expediente de luchas de resistencia, de denuncia, de
movilización popular. Ellos han sido en estos años de
neoliberalismo arrogante y hegemonía estadounidense, las
principales vallas de contención del proyecto imperialista.
Desde los primeros momentos de sus luchas, los movimientos
sociales entendieron que la denuncia y la lucha contra el
modelo neoliberal eran imprescindibles, pero que junto a
ellas debía elaborarse una propuesta alternativa bien
diferente al mundo de explotación y exclusión del
capitalismo neoliberal.
Al escoger el Foro Social Mundial como lema el de “un mundo
mejor es posible”, estaba expresada la unidad entre la
resistencia al mundo contra el que luchamos, y la necesaria
propuesta del mundo mejor y posible que deseamos construir.
Uno de los ataques más utilizados por los enemigos de los
movimientos sociales es el de afirmar que somos eficientes
en la crítica, pero incapaces de proponer una solución
alternativa.
Durante años y en sucesivas versiones que fueron ampliando
su contenido, la Alianza Social Continental fue avanzando
en una propuesta útil y valiosa, la Alternativa para las
Américas, que reúne los esfuerzos de varias organizaciones
y un número de personas que aportaron estudios y redactaron
propuestas en temas específicos. Es un documento de
permanente consulta y abierto a sucesivos desarrollos.
La necesaria propuesta de una alternativa e incluso el
inicio de su puesta en marcha, recibieron un impulso
sustancial con el planteo por el Presidente Hugo Chávez de
la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).
La Revolución Bolivariana que en Venezuela ha resistido y
resiste los embates del gobierno de Estados Unidos y de la
oligarquía que empobreció y saqueó al país, ha rechazado al
ALCA, no sólo porque excluye a las exportaciones de la
región del mercado de Estados Unidos, sino por razones más
profundas. Lo ha rechazado por ser un instrumento de
dominación y saqueo, por ser modelo de antidesarrollo, por
intentar condenar a latinoamericanos y caribeños a
renunciar a la integración de nuestros pueblos para aceptar
el papel de apéndices subordinados de Estados Unidos.
En la negociación gubernamental el Gobierno de Venezuela ha
sido el que con mayor energía ha denunciado al ALCA y el
único que ha ido más allá del regateo negociador sobre
acceso a mercados, para plantear la Alternativa Bolivariana
para las Américas (ALBA); de naturaleza opuesta al ALCA y
con principios coincidentes con la aspiración de todos los
que aquí estamos, de construir el otro mundo mejor y
posible.
Ese otro mundo posible, sólo es realmente posible si
avanzamos en la verdadera integración latinoamericana y
caribeña. Esa integración a que nos convoca la historia, la
cultura, el derecho al desarrollo y que está expresada como
anhelo de futuro y destino superior por tantos héroes de
nuestras luchas emancipadoras.
Los gobiernos de Venezuela y Cuba suscribieron el pasado 14
de diciembre de 2004 una Declaración Conjunta y un Acuerdo
para la aplicación del ALBA.
De allí extraigo los principios que sirven de base al
proceso ya en marcha de construcción del ALBA entre
Venezuela y Cuba, como un primer paso hacia la Patria
Grande en la que quepan en convivencia fraternal, los
pueblos latinoamericanos y caribeños.
El principio cardinal que debe guiar al ALBA es la
solidaridad entre los pueblos.
• El comercio y la inversión no deben ser fines en si
mismos, sino instrumentos para alcanzar un desarrollo justo
y sustentable.
• Trato especial y diferenciado que tenga en cuenta el
nivel de desarrollo de los diversos países y la dimensión
de sus economías.
• Complementariedad y cooperación económica que
promuevan una especialización productiva eficiente.
• Planes especiales para países menos desarrollados, que
incluye un Plan Continental contra el Analfabetismo, un
plan latinoamericano para tratamiento gratuito de salud a
personas que carecen de esos servicios, un plan de becas de
carácter regional.
• Creación del Fondo de Emergencia Social propuesto por
el Presidente Hugo Chávez.
• Desarrollo integrador de las comunicaciones y el
transporte.
• Acciones para propiciar la sostenibilidad del
desarrollo mediante normas que protejan el medio ambiente,
estimulen un uso racional de los recursos e impidan que
proliferen patrones de consumo derrochadores y ajenos a la
realidades de nuestros pueblos.
• Integración energética que asegure el suministro
estable de productos energéticos.
• Fomento de las inversiones de capitales
latinoamericanos. Creación de Fondo Latinoamericano de
Inversiones, el Banco de Desarrollo del Sur y la Sociedad
de Garantías Recíprocas Latinoamericanas.
• Defensa de la cultura, la identidad de los pueblos y
el derecho a la información. Creación de la Televisión del
Sur (TELESUR).
• Medidas para que las normas de propiedad intelectual
protejan el patrimonio de los países de la región frente a
la voracidad de las empresas transnacionales.
• Concertación de posiciones en la esfera multilateral y
en los procesos de negociación de todo tipo con países y
bloques de otras regiones.
Esta dimensión propositiva y constructiva que se potencia
con la Alternativa Bolivariana para las Américas, es un
camino abierto para ir avanzando los movimientos sociales y
los gobiernos populares que estén decididos a hacerlo, en
la creación colectiva del mundo en que la solidaridad y no
el lucro, sea el núcleo básico.
El ALCA y la trampa del libre comercio continúan acechando
a nuestra América y no es difícil ver que la lucha será
larga y compleja. La derrota definitiva del ALCA y aun más,
del proyecto imperialista de dominación, la tendremos
cuando la integración de los pueblos sea una realidad
irreversible.
Las organizaciones sociales cubanas que integran el
Capítulo Cubano de la Alianza Social Continental, actuando
como Comité Organizador de este IV Encuentro les reitera la
bienvenida y les expresa nuestra alegría por acogerlos aquí,
con la confianza y la esperanza depositada en ustedes.
No ha pasado mucho tiempo desde que en mayo de 1997 surgió
la iniciativa de crear la Alianza Social Continental.
Eran tiempos de ALCA y de neoliberalismo pujante, de fuerte
ofensiva imperialista, de repliegue e incluso deserción de
algunos, de pesimismo e incluso derrotismo en muchos.
En menos de una década la Alianza se ha transformado en una
fuerza social que no es posible ignorar. Si el ALCA total
se encuentra congelada, si los TLC encuentran luchas
sociales contra ellos, si a los neoliberales les resulta
imposible formar la sociedad de mercado que desean, si
gobiernos sumisos se derrumban, en todo están presentes y
combativos los movimientos sociales.
Es para nosotros un honor recibirlos en momentos de
especial significado para nuestro pueblo, cuando empezamos
a dejar atrás el duro período de crisis económica que se
abrió a comienzo de los años 90.
Entonces nos quedamos solos frente a la potencia hegemónica
henchida de arrogancia, y que no demoró en cerrar más el
cerco del bloqueo. Muchos no creyeron que Cuba podría
resistir.
Ahora, la realidad es ya diferente. No sólo hemos
resistido, sino que iniciamos una etapa de ascenso
económico expresada, entre otras cosas, en que hemos
retirado el dólar de la circulación y hemos revaluado
nuestra moneda.
Nuevas posibilidades de desarrollo se abren para nosotros
como resultado, entre otras cosas, de los recursos humanos
calificados formados por la Revolución y por las relaciones
de intercambio con la República Bolivariana de Venezuela y
la República Popular China.
A ustedes, compañeras y compañeros de los movimientos
sociales, que no han escatimado la solidaridad con Cuba,
los acogemos con un abrazo fraternal en la patria de José
Martí.
* Conferencia en el acto inaugural del IV Encuentro
Hemisférico de Lucha contra el ALCA, La Habana, 27 de abril
de 2005.
https://www.alainet.org/es/articulo/111836
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