Ratzinger: de vuelta al pasado

20/04/2005
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La elección del cardenal Joseph Ratzinger como Papa es una señal preocupante de que la dirección de la Iglesia Católica se encuentra más confusa y perdida de lo que se imaginaba. Lo contrario del miedo no es el coraje, es la fe. Muchos cardenales parecen más imbuidos de miedo que de fe. Elegir Papa al hombre responsable de la ortodoxia de la Iglesia, jefe del antiguo Santo Oficio, constituye un gesto de retraimiento y defensa frente a un mundo perturbado, que espera de Roma algo más que anatemas, censuras, desconfianzas y segregaciones. Ratzinger era un teólogo moderado, abierto al diálogo interreligioso y a la ciencia moderna, a la contribución de los teólogos protestantes a la mejor comprensión de la Biblia, hasta dejar Alemania para asumir, en Roma, la función de Gran Inquisidor. Durante el periodo en que presidió la Congregación de la Doctrina de la Fe, condenó a 140 teólogos católicos, entre los cuales estaba Leonardo Boff. Su obsesión es Nietzsche, cuyo fantasma el identifica en la cultura post moderna. Parece broma recordar, hoy, que en el siglo XIX el Papa Pío IX (1846-1878) condenó la libertad de pensamiento y de opinión, la enseñanza laica, el progreso, y hasta la luz eléctrica! Para él, el mundo moderno se forjaba en las oficinas del diablo. Autor de Sílabos de Erros, catálogo de anatemas eclesiásticos, estaba contra el Estado autónomo y laico, y en 1850 prohibió a los judíos de Roma que testificaran contra los cristianos en procesos penales y civiles; poseyeran bienes inmuebles; tuvieran acceso a la escuela pública y a la universidad (excepto medicina). Temo que igual retroceso ocurra en el pontificado de Ratzinger. En su último sermón como cardenal, antes del inicio del cónclave, el se lanzó como candidato dejando bien claro lo que piensa: acusó a la cultura occidental de relativista, condenó el marxismo, el liberalismo, el ateismo, el agnosticismo y el sincretismo, como quien insiste en no aceptar el pluralismo cultural y religioso, la diversidad de culturas, y todavía sueña con una Iglesia institucionalmente soberana entre pueblos y gobiernos, imponiendo a todos sus valores y sus normas de comportamiento. Es el regreso a la Cristiandad, cuando la Iglesia imperaba en el periodo medieval. Antes de condenar las expresiones legítimas de la cultura moderna, Ratzinger debería preguntarse en que medida la Iglesia ha fracasado en la evangelización de Europa, en donde los templos parecen más llenos de turistas que de fieles. ¿Porqué no fue la Iglesia la primera en defender a las víctimas de la revolución Industrial, y sin el marxismo? ¿El ateismo y el agnosticismo no son frutos de nuestra falta de testimonio evangélico? Y ¿cómo alguien en el Vaticano es capaz de hablar de sincretismo si, allí, se mezclan protocolos y etiquetas oriundos del Imperio Romano y de la nobleza europea? “Sumo Pontífice” es el título pagano adoptado por los emperadores romanos. Ignoro si el nuevo Papa tiene alguna sensibilidad social. La figura del pobre y la tragedia de la pobreza no son recurrentes en sus pronunciamientos y escritos. Mas pido a Dios que él mantenga el hábito de meditar en la palabras y en los actos de aquel que es el paradigma por excelencia de la fe cristiana: Jesús de Nazareth, que prefirió amar a condenar, asumió la defensa de la mujer adúltera, no pronunció un sermón moralista a la samaritana que estaba con su sexto hombre, curó a la mujer fenicia y al siervo del centurión romano sin exigir que profesaran su fe, se identificó con los más pobres (famélicos, migrantes, enfermos, oprimidos), no se mantuvo indiferente a la multitud hambrienta, y enseñó que gobernar no es mandar, es servir. Lo que abre un hilo de esperanza es el acto de Ratzinger de haber adoptado el nombre de Benedicto XVI. En general, eso señala el interés del nuevo pontífice de dar seguimiento a la obra de su antecesor del mismo nombre. Benedicto XV, Papa entre 1914 y 1922, era un hombre abierto. Ceso la persecución a los “modernistas”, valorizó el ecumenismo, promovió el diálogo entre católicos y anglicanos, se mostró interesado en las Iglesias orientales y, sobretodo, combatió el colonialismo y luchó con ardor por el fin de la Primera Guerra Mundial. Dios permita que el nuevo Papa consiga descender del pedestal del academicismo teológico y se haga pastor, abrazando el mas evangélico y olvidado titulo Papal: “Siervo de los siervos de Dios”-. (Traducción ALAI) * Frei Betto es escritor, autor de la biografía novelada de Jesús “Entre todos los hombres” (Ática), entre otros libros.
https://www.alainet.org/es/articulo/111796?language=es
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