El martirio de Dorothy
28/02/2005
- Opinión
Dieciséis años después de la muerte de Chico Mendes, la Amazonía
tiene un nuevo mártir: es la misionera norteamericana –
naturalizada brasileña el año pasado- Dorothy Mae Stang, de 73
años. Su asesinato, el día 12, en Anapu, Pará, conmocionó al
mundo. Por cuatro circunstancias agravantes en el conjunto
macabro de muertes por encomienda y violencia en general que
caracteriza al desolado sertão paraense como el más conflictivo
del medio rural brasileño.
En primer lugar, por ser mujer. En segundo, por ser anciana. En
tercer, por su condición de religiosa. Y, en cuarto, por la doble
nacionalidad, que la distingue como extranjera. Pero existe
todavía un quinto factor de conmoción humana: la forma de su
ejecución. Un día antes de ser asesinada, la hermana Dorothy fue,
sola, al campamento en donde estaban los dos pistoleros
contratados para matarla. Les hizo saber con quien estaba
hablando. Asimismo, leyó para ellos pasajes de la Biblia, que
siempre cargaba consigo. Pensó que los persuadiría de su intento
sanguinario.
Al siguiente día, sola una vez más, la hermana Dorothy se encontró
con los dos hombres en un sendero, que lleva al asentamiento en el
cual venía trabajando. Sabía lo que ellos pretendían. Nuevamente
sacó su Biblia para hacer una nueva lectura. Uno de los hombres,
el cual es identificado como Rayfran das Neves Sales, mejor
conocido como “Fogoso”, hizo el primer disparo, contra la cabeza
de la misionera, que murió inmediatamente. Otros cinco tiros le
fueron dados –por él y por su acompañante, Clodoaldo Batista- para
confirmar el “servicio” y enviar un mensaje de saña a los otros
blancos.
La escena describe el martirio, al viejo estilo misionero de la
Iglesia católica primitiva, que luchaba por los pobres, humillados
y ofendidos desde las catacumbas. Ninguno de los pistoleros le da
la menor importancia a esos elementos simbólicos. Ni,
evidentemente, el propietario rural que los contrató para sacar a
la incómoda religiosa del camino. Pero esos componentes trágicos
garantizan poder de irradiación mundial a una de las muertes
anunciadas en el sertão amazónico. Muerta, por eso mismo, la
hermana Dorothy consiguió las respuestas y las iniciativas que no
le fueron dadas en vida, sin embargo, por ellas había tenido que
luchar casi la mitad de su vida, desde su llegada a Pará, 33 años
atrás.
De ahí el tono de victoria de su inmolación y la dimensión de
santidad de su testimonio. Si el Vaticano no coloca obstáculos en
el camino, luego ella estará en el rumbo de la santificación.
Quien sabe, la actual generación habrá de participar de una fiesta
única en la jungla tropical: la consagración de la primera santa
de la Amazonía.
Chico Mendes se convirtió, el año pasado, héroe nacional. La
hermana Dorothy podría convertirse en santa para los católicos de
todo el planeta. Pero no es solo esa la diferencia entre los dos
mártires y sus circunstancias. Cuando el líder de los
recolectores de caucho comenzó a encabezar las acciones contra la
destrucción de la selva remanente de Acre, la devastadora invasión
pecuaria ya había perdido parte de su aliento y el Estado saldría
perdiendo en el cambio de la goma, ya sin capacidad competitiva,
por la criando del ganado, sin ninguna perspectiva comercial y
contraindicada para las condiciones geográficas.
Personas rudas y violentas, como el hacendado Darli Alves da
Silva, no acertaban en tales circunstancias. Ya que las
movilizaciones de Chico Mendes les impedían extender sus pastos,
trataban de librarse de él. Sin conseguir cambiar la actitud de
líder de los caucheros, lo mataron, de una forma primitivamente
bárbara que la ausencia de poder arbitral (intimidador y
represivo) del Estado acaba por estimular. Los propietarios más
expertos –y más poderosos- necesitan solamente inducir a los más
salvajes, tratando de eliminar los eslabones que podrían
transformarlos en cómplices del crimen, sobre cuya inminencia
están siempre muy bien informados.
La muerte de Chico Mendes, cuya resonancia fue ampliada por sus
aliados internacionales, desvió de Acre la invasión pecuaria, pero
los experimentos alternativos, con base en las reservas
extractivas, no conciliaron el Estado con sus ideas de progreso.
La deforestación fue reducida y algunos procesos sociales
mejoraron, pero eso no fue suficiente para sacar a Acre de la
condición de ser el Estado más pobre de la Amazonía. Por lo
tanto, sin condiciones para ser un modelo para la región.
Aún cuando los cambios ocurridos en Acre a partir de diciembre de
1988 hubiesen tenido una expresión mayor, con efecto
multiplicador, la realidad del Estado lo limita. Posee legalmente
solamente el 3% de la extensión de la Amazonía y esta proporción
es equivalente a su población. Sus 152 mil kilómetros cuadrados
apenas exceden el 10% del área de Pará, el segundo estado más
pobre de la Amazonía, sin embargo siendo el segundo en extensión,
es el primero en población (casi un tercio del total) y en
posesión ya de un significado nacional como el quinto en
generación de energía, el séptimo en exportación, el cuarto en
saldo líquido de divisas, uno de los mayores en industria minera
del mundo, cobijando a la industria que más consume energía en el
Brasil y la que más produce aluminio en todo el continente
sudamericano.
Si hubiese sido asesinado en Pará, Chico Mendes no habría
provocado el resultado que su sacrificio alcanzó, en función de la
solidaridad de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs)
internacionales y de personas influyentes en Estados Unidos.
Otros líderes y militantes fueron asesinados en el Pará y el
efecto de sus muertes fue efímero. ¿El impacto de la ejecución de
la hermana Dorothy será más duradero y profundo?
A juzgar por la primera semana después del asesinato, sí. Existen
los componentes específicos del drama y la propia figura de la
religiosa. En más de tres décadas de actuación constante al lado
de campesinos, la misionera construyó un perfil de devoción
integral a una causa, sin ninguna mácula. Cuando murió, vivía de
una renta de 500 reales al mes como agente de la Comisión Pastoral
de la Tierra, la CPT, sin ningún cargo de mando. Los que eran
perjudicados por su militancia la acusaban de ser radical, de no
oírlos, de convertirse en instrumento para acciones desiguales
contra todo y cualquier propietario. En los últimos meses,
también comenzaron a difundir la información de que ella
proporcionaba armas a los participantes de un proyecto de
asentamiento (uno de los dos Planes de Desarrollo Sustentable –
PDS- del área) que patrocinaba, en Anapu.
La hermana Dorothy, desarticulaba esas acusaciones con su modo de
ser siempre firme. Algunos la consideraban ingenua y otros,
maliciosa; pero ella era simplemente crédula. Creía en todo lo
que le decían, pero iba a verificar todo con sus propios ojos.
Así ella enfrentaba a los enemigos, muchos de ellos conocidos por
su brutalidad. Como cualquier mártir, iba a examinar los dientes
del león en la boca del propio león. Esa característica de su
personalidad explica la actitud de ir hasta los pistoleros y,
frente de la inminencia de la muerte fríamente ejecutada, leerles
la Biblia.
La acusación de armar a los campesinos nada tenía que ver con una
supuesta alteración de los hábitos de la hermana, sino con la
preparación del ambiente para el destino que ya estaba en curso:
acabar con ella. Atentos a esa señal, amigos le proporcionaron la
concesión del título de ciudadana paraense para ella, seguido de
un homenaje en la Orden de Abogados de Brasil (OAB) como defensora
de los derechos humanos. Creían que esas iniciativas servirían
como un mensaje en contra. Otros intentaron convencerla de salir
por un tiempo del área, pero ella rechazó el consejo. Para ella,
la muerte era realmente la confirmación del dogma religioso: el
pasaje hacia una vida mejor. ¿Porqué temerla?
Las características de la ejecución, al desencadenar una ola de
indignación y solidaridad que atravesó los continentes, forzaron
al poder público a responder al crimen. Brasilia, incluso con
Lula fuera del país (ó, tal vez, por eso mismo), salio a dar la
cara, dejando un vacío en la administración estatal paraense. Más
allá de las providencias de costumbre en esas circunstancias, hubo
novedades, concertando la promesa de instalar una especie de
gabinete federal de la presidencia en Belém (o Altamira, aún no
hay una definición) y la clausura de áreas conflictivas (abarcando
8,2 millones de hectáreas), dentro de las cuales 3,7 millones de
dos nuevas unidades ecológicas en la región convulsionada de
Tierra del Medio.
Si esas providencias serán eficaces, las respuestas dependerán de
la duración que ellas tengan y de la disposición –combinada con la
competencia- del gobierno para aplicarlas e imponer su vigencia,
contra la voluntad de los poderosos caciques locales, y que sean,
como el límite silencioso de los tiburones, de mucha menor
visibilidad y mucho mayor poder.
Todo podrá volver a lo de antes, cesadas las ondas de interés de
la opinión pública, o el martirio de la hermana Dorothy Stang
podrá ser la señal de un nuevo tiempo. Tal vez un milagro, un
asunto de los secretos de los santos, cuando ellos tienen quien
les pregonen los hechos.
De cualquier manera, es más que evidente que Pará no es Acre y
Dorothy no es Chico Mendes. Los espacios son distintos, así como
los tiempos son otros.
* Lúcio Flavio Pinto, periodista, profesor universitario jubilado,
54 años, 38 de profesión. Tiene 10 libros publicados. Todos
sobre la Amazonía. Desde hace 18 años edita el tabloide
independiente Jornal Pessoal. Ganador de cuatro premios Esso, dos
de la Federación Nacional de Periodistas Profesionales (FENAJ por
sus siglas en portugués), y el mayor premio de periodismo de
Italia (el Colombe d’Oro per la Pace).
https://www.alainet.org/es/articulo/111457?language=en
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