Ricos epulones y pobres lázaros

02/02/2005
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El Foro Económico Mundial de Davos y el Foro Social Mundial de Porto Alegre actualizan, de cierta manera, la parábola evangélica del rico Epulón y el pobre Lázaro. En Davos prevalecen lo económico, los bienes materiales y el dinero. Hasta hace poco, allí se reunían los epulones del mundo, para discutir las monedas, intereses, mercados, inflación y principalmente ganancias. Eran ciegos y sordos al clamor que subía de la Tierra, debido al destino trágico de los pobres y de la devastación de la naturaleza. En Porto Alegre, predominan lo social, los bienes no materiales y la apuesta de que otro mundo es posible. Allí si reúnen los representantes de los pobres lázaros del mundo entero. En su agenda están los bienes espirituales y humanitarios, como la solidaridad, el respeto a la diversidad, la compasión, los cuidados con la naturaleza, al rechazo a todo tipo de violencia y guerra, el compromiso por la paz duradera, el ecumenismo entre las religiones y la democracia social sin fin. Davos y Porto Alegre muestran a la humanidad bajo la amenaza de una bifurcación: de un lado, el tercio con acceso a todos los medios de vida, soñando vivir hasta 130 años que es la edad de las células, y del otro, los dos tercios, que sobreviven como pueden, con los escasos recursos que aquellos sobran, alcanzando, con suerte, los sesenta años. ¿Cómo mantener a la humanidad unida, como especie y como familia, viviendo en la misma Casa Común, pues no tenemos otra donde vivir? Ello constituye un desafío ético y humanístico para todo el poder político, para las religiones y las Iglesias, para los intelectuales, para los militantes por un mundo mejor y para todo ser humano consciente de esta tragedia que puede caer sobre la humanidad. El mayor significado de la participación del Presidente Lula en los dos Foros reside en este significado trascendental: establecer puentes, crear las condiciones de un diálogo necesario sobre el futuro de la Tierra y la Humanidad, a partir de las exigencias del Foro Social Mundial y de este modo impedir la bifurcación. El presentó en Davos el escándalo del hambre y la exclusión. La puerta de entrada no puede ser la economía capitalista, guiada por la acumulación sin límites dentro de la lógica de la competencia. En ella, solo el más fuerte gana, al precio de una altísima tasa de iniquidad social y medioambiental. Si entramos por allí, legitimamos a los ricos epulones, sensibles sólo a las cifras y al brillo del vil metal. Debemos entrar por la puerta de lo social porque ahí, de inmediato, encontramos los millones de otros con sus rostros marcados y la naturaleza depredada. Y delante de otro surge la pregunta ética: ¿Cómo tratar humanamente a los humanos y con cuidado a la naturaleza? Al responder estas preguntas que nos queman por dentro, somos presionados a jerarquizar las instancias: la economía debe servir a la política que, a su vez, debe someterse a la ética que, por su parte, debe inspirarse en una comprensión integradora y espiritual del ser humano. Quiere decir, los medios de vida económicos sirven para garantizar la buena convivencia social y política que se rige por valores éticos de justicia, equidad, participación y respeto a los derechos en el contexto de una aura espiritual, que provee a las motivaciones mayores que dan sentido trascendente a la vida. Davos y Porto Alegre se exigen mutuamente. ¿Llegará el día en que se abrazarán? Basta sermones razonables. Entonces no habrá más ricos epulones y pobres lázaros, pero sí ciudadanos que descubran la alegría de convivir fraternalmente y en paz también con la naturaleza. * Leonardo Boff. Téologo.
https://www.alainet.org/es/articulo/111266
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