Hambre y soberanía
05/12/2004
- Opinión
En los últimos años se ha alcanzado un importante consenso
internacional sobre cómo reducir la pobreza del mundo. Un consenso que
comparten tanto las organizaciones del sistema de Naciones Unidas,
como un número creciente de países y organizaciones de la sociedad
civil, del Norte y del Sur. Un buen ejemplo de este consenso refiere a
los 113 Estados que han firmado ahora hace dos meses la declaración
final de la cumbre mundial contra el hambre y la pobreza, liderada por
la ONU, Brasil, Chile, Francia y España. El "nuevo consenso
internacional" (Ignacio Sotelo) no se limita a identificar los
objetivos necesarios para el desarrollo sostenible, los Objetivos del
Milenio, sino que también se concreta en un acuerdo sobre cómo llegar
a esa meta, la llamada Estrategia de Asociación para el Desarrollo.
Los Mil.lenium Goals fueron ratificados por la mayor concentración de
Jefes de Estado de la historia, en la Cumbre del año 2000,
comprometiendo a países ricos y pobres a erradicar la pobreza extrema
y la hambruna; a eliminar la desigualdad de género, la degradación
ambiental y a asegurar el acceso a la educación, la atención sanitaria
y al agua potable. La Alianza Internacional contra el Hambre promueve,
en efecto, una nueva vía de cooperación y acción para reducir la
"principal arma de destrucción masiva del mundo" (I. Lula da Silva),
el hambre y la pobreza, causa mortal para 24.000 personas diarias, la
mitad de ellas niños.
El hambre como fenómeno grave y generalizado no se debe tanto a la
escasez de alimentos, como a la pobreza de las poblaciones afectadas,
a la desigualdad en el acceso a los recursos de una parte de la
humanidad. Muchas economías locales son víctimas de la trampa de la
pobreza a causa de la morbilidad, la desnutrición, el bajo nivel de
instrucción, la carencia de agua potable y un crecimiento demográfico
explosivo; atrapadas aquellas en la pobreza, cuando no en las plagas
del subdesarrollo (inestabilidad política, emigración masiva,
degradación medioambiental, obstáculos al crecimiento endógeno...). La
miseria nunca viaja sola.
En los últimos 50 años la producción mundial de alimentos ha aumentado
de forma vertiginosa más que la tasa de la población mundial, en
contra de la profecía Maltusiana. Entre 1990 y 1997 la producción per
capita de alimentos creció casi un 25 %. Sin embargo, en el mundo
todavía pasan hambre 830 millones de personas y más de 1.200 millones
de personas (1 de cada 5) viven en la más extrema pobreza, la "peor
forma de violencia" (Mahatma Gandhi), la mayor violación de los
derechos humanos.
El 70% de esas personas que viven con menos de un dólar al día son
mujeres y tan solo el 1% de la propiedad de la tierra les pertenece.
La pobreza es femenina. Y vive en el medio rural: 3 de cada 4 pobres
son campesinos mal dotados en medios de producción y de tierra. La
mayoría del otro ¼ restante, han sido campesinos condenados al éxodo
rural, la migración hacia los marginales ghettos suburbiales.
Desde hace algunos años diversas ONGD y también la FAO, plantean un
nuevo concepto, la soberanía alimentaria, que se sustenta en tres
pilares: la consideración del derecho a la alimentación como un
Derecho Humano básico; el derecho de todos los pueblos y Estados a
definir sus propias políticas; y, un tercer derecho, el de los
campesinos a superar la marginalidad, la subordinación. Soberanía
Alimentaria significa pues, reconocer el derecho de los pueblos a
producir, en su país, los alimentos que necesitan. Ello obliga a
cambiar las reglas del comercio internacional que persiguen otros
fines, y generan una mayor desigualdad al impedir el crecimiento de
los países pobres.
Tras ocupar un lugar destacado en las luchas sociales de los
movimientos campesinos durante buena parte del siglo XX, la cuestión
de la Reforma Agraria parecía haber perdido actualidad durante las
últimas décadas, y ello a pesar de las profundas tensiones sociales
vinculadas a la pobreza, las luchas por la tierra y el agua. Ahora en
el contexto de la globalización neoliberal, los grandes retos del
planeta exigen nuevas políticas de acceso, gestión de la tierra y del
espacio rural, retomándose la reflexión sobre la Reforma Agraria como
estrategia alternativa hacia la seguridad y la soberanía alimentarias.
Valencia acogerá a primeros de diciembre, el primer Foro Mundial
Agrario, que se enmarca en el Foro Social Mundial (Porto Alegre, Otro
mundo es posible), definido como un espacio para el diálogo y la
confrontación de procesos y de propuestas, donde organizaciones
agrarias y sociales, expertos, ONG, e instituciones gubernamentales
llegadas de 68 países, abordarán la cuestión de la tierra, la
realización de los derechos humanos y el desarrollo sostenible de la
población mundial. Más de 500 líderes venidos de África, Asia, América
del Norte, América-Latina y Europa, participan en el Foro Mundial
sobre la Reforma Agraria-Pascual Carrión, en homenaje al brillante
ingeniero agrónomo de Sax (El Vinalopó), cooperativista y autor de la
Ley de la Reforma Agraria de 1932.
La búsqueda del consenso internacional agroalimentario exige hoy
reforzar las alianzas con aquellos sectores sociales que tratan de
hacer compatible el derecho a la alimentación y la sostenibilidad del
planeta, con el acceso a la tierra y a los recursos naturales, con la
justicia social. Ése es el gran reto del FMRA. La estabilidad mundial
reclama el compromiso de todas las naciones, ricas y pobres, de un
pacto global por el desarrollo que permita el acceso de las personas
de todos los países a los recursos, al conocimiento y la tecnología.
"Hace falta un pacto global para reducir la pobreza y garantizar el
más fundamental de los Derechos Humanos: el derecho a la alimentación"
(Kofi Annan), ese derecho que con frecuencia se niega a quienes tienen
la misión de producir alimentos, y habitan las áreas rurales más
periféricas, los campesinos, y las campesinas, de la Tierra. "Somos la
primera generación que puede erradicar la pobreza y nos negamos a
desperdiciar esa oportunidad" (Eveline Herfkens).
Pep Pérez es sociólogo y coordinador de la Secretaría Técnica del FMRA
EL PAÍS - 30-11-2004
https://www.alainet.org/es/articulo/111011
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