El efecto Bin Laden

04/11/2004
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
A finales de noviembre del pasado año, el clan Bin Laden recibió un amable y consolador mensaje de sus socios transatlánticos. En realidad, se trataba de una advertencia: Osama, la oveja negra de la familia, había aparecido en las montañas paquistaníes, cerca de los confines con Afganistán. El "enemigo público número uno" de la Administración Bush (por no decir, de Occidente), estaba localizado y. ¡cercado por unidades de élite del ejército estadounidense! Aunque su captura dependía sola y únicamente de una señal de Washington, su integridad física no corría peligro alguno. Hasta aquí el escueto mensaje enviado a Riad, Londres y Ginebra por el fiel amigo americano. El inusual recado pretendía poner punto final a las conjeturas sobre la suerte del jefe de al Qaeda, desaparecido durante la ofensiva de las tropas estadounidenses contra su refugio de Tora Bora. Aparentemente, Osama había cometido un grave error al aparecer, el 16 de octubre, en un vídeo grabado al aire libre, en un entorno que los satélites espías tardaron menos de 48 horas en identificar. Los agentes de los servicios secretos estadounidenses destacados a Pakistán localizaron a su vez el lugar en el que se había realizado la grabación; ante la innegable peligrosidad del terreno, llegaron a la conclusión de que el saudí no debía estar muy lejos. A partir de este momento, el mecanismo de vigilancia se puso en marcha. Sin embargo, la señal de Washington tardaba en llegar. Emulando a los sheriffs de las películas del Oeste, el Presidente Bush advirtió en reiteradas ocasiones que Norteamérica acabaría capturando a Bin Laden "vivo o muerto". Pero el diabólico cerebro de La Base no aparecía ni vivo, ni muerto. Para comprender lo acontecido en los últimos once meses, es preciso buscar las claves más allá de la noticia. En efecto, conviene recordar que los rumores acerca de la captura de Osama Bin Laden provocaron esporádicos altibajos en las bolsas de Londres y Nueva York. En un par de ocasiones, la cotización de los mercados se disparó. Huelga decir que se trataba de simples rumores, de globos sonda lanzados para evaluar la reacción de los sacrosantos lugares de culto de las finanzas internacionales ante la hipotética detención del "enemigo islamista". Y, la verdad sea dicha, las repercusiones positivas sorprendieron a los propios manipuladores. Pero aún así, Bin Laden no volvió a aparecer. Tal vez porque los protagonistas de esta inhabitual tragicomedia de buenos y malos no habían recibido la señal correspondiente o porque la prematura detención del multimillonario convertido en guerrillero de Alá no servía los intereses de sus captores. De todos modos, la disparatada pantomima ofreció extraños episodios, comentados con excesiva desenvoltura por algunos medios de comunicación anglosajones. En efecto, hacia finales de febrero, la prensa estadounidense se hizo eco de una espectacular ofensiva del ejército paquistaní destinada a "limpiar" las zonas controladas por talibanes y/o simpatizantes de al Qaeda. Algunos rotativos llegaron a asegurar que las unidades especializadas en lucha antiterrorista habían localizado al "número dos" de la red, el egipcio Ayman al Zawahiri, cuya captura parecía inminente. Sin embargo, el interés por la captura de al Zawahiri desapareció de un día para otro. Curiosamente, nadie se acordaba de un detalle clave: el egipcio, implicado en el asesinato del presidente Anouar el Sadat, era, además de terrorista, médico. El médico particular de Osama Bin Laden, paciente de delicada salud, que necesitaba una diálisis cada seis meses. De ahí a adivinar que el enfermo no debía hallarse demasiado lejos. Durante la primavera y el verano de 2004, los servicios secretos norteamericanos y paquistaníes lograron capturar a varios elementos radicales vinculados con la cúpula de al Qaeda: informáticos, estrategas, expertos en operativos terroristas de gran envergadura. Aunque el fantasma de Bin Laden planeaba en el ambiente, su ausencia empezaba a parecer un tanto sospechosa. Por si fuera poco, al Zawahiri dejó de aparecer como "número dos" de la telaraña terrorista, cediendo su puesto ¡qué honor! a Abu Musab al Zarkawi, cabeza visible del hasta ahora multicéfalo movimiento de resistencia islámica en suelo iraquí. También la búsqueda de Osama Bin Laden pasó a un segundo, véase tercer plano. Para las malas lenguas, se trataba de una simple operación de intoxicación informativa. El enemigo de Occidente no debía aparecer. antes de tiempo. ¿Antes de tiempo? Pero, ¿había un momento idóneo para capturar a Bin Laden? Algunos, tal vez los más optimistas, barajaban la hipótesis de la posible reaparición del saudí en vísperas de las elecciones estadounidenses. En efecto, Osama volvió a dar la cara tres días antes de la consulta electoral. Pero no esposado, como pretendían algunos, sino en las pantallas de televisión, amenazando a Norteamérica. De este modo, el terrorista más buscado se convertía en. ¡la mejor baza electoral de George W. Bush! Cabe preguntarse cuál hubiese sido el impacto y las posibles repercusiones políticas de la detención del líder de al Qaeda. Curiosamente, la mayoría de los politólogos asegura que al Presidente Bush no le convenía presumir de esta captura. Y ello, por la sencilla razón de que vivo, Bin Laden hubiese podido facilitar a la justicia información comprometedora para sus ex jefes de la CIA. Muerto, Osama se hubiese convertido en un mártir del Islam, cuyo ejemplo tratarían de emular centenares, miles de jóvenes musulmanes, que consideran que el saudí es el profeta, el redentor, el vengador de la humillación padecida por los árabes durante siglos. En ambos casos, la captura implicaba demasiado riesgo para el candidato George W. Bush, adalid de la guerra global contra el terrorismo. Quedaba, pues, la última (y más socorrida) opción: recurrir al "efecto Bin Laden" en los informativos-reality shows que acaparan nuestras sufridas (aunque contaminadas) pantallas de televisión. * Adrián Mac Liman es escritor, periodista y miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Sorbona (París). Agencia de Información Solidaria
https://www.alainet.org/es/articulo/110836?language=es
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS