El cuerpo de las mujeres como campo de batalla

13/10/2004
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Hace años que voy a Colombia cada año. La primera vez hace más de una década. Entonces pensé que el infierno de la violencia había tocado fondo. Fui un ingenuo. El infierno en Colombia no para de arder y aprendí que no hay fondo posible. Sólo un abismo que despeña hombres y mujeres por millares cada año. Nuestro último descenso a los infiernos se desarrolla en el cuerpo de miles de mujeres. Es un terror sin ruido. Los cuerpos de ellas se han convertido en un campo de batalla entre hombres. Son cuerpos marcados, crímenes silenciados. Quizá no crea lo que voy describir, pero al menos pregúntese si todo esto es posible en una democracia, y sobre todo no lo olvide cuando oiga, Colombia. En los últimos diez años se han intensificado los informes de ataques que han incluido violencia sexual contra las mujeres, con el objetivo de castigar a una población acusada de colaborar con la guerrilla, de generar terror o de provocar la huida de comunidades enteras por intereses militares o económicos. Entre el 1 y el 7 de mayo de 2003, soldados del Batallón "Navas Pardo", adscrito a la Brigada 18 del ejército de Colombia entraron con brazaletes de grupos paramilitares en las reservas indígenas en el municipio de Tame, en el departamento de Arauca. Según lo documentado por Amnistía Internacional, el 5 de mayo hombres armados violaron y mataron en Parreros a Omaira Fernández de 16 años. Embarazada, le abrieron el vientre. "Ante los ojos de todos la abrieron. Los cuerpos de la muchacha y del bebé fueron lanzados al río", según nos pudieron contar. Hemos conocido también casos de mutilación con instrumentos cortantes. Es el caso de "Lidia" (nombre supuesto), que el 24 de noviembre del 2002 fue secuestrada por seis hombres con brazaletes de grupos paramilitares en la zona nororiental de Medellín cuando caminaba por la calle. Se la llevaron en un vehículo, la presionaron para que confesara que era guerrillera. La violaron en grupo. Con un cuchillo le hicieron marcas en las piernas, en los senos y en las nalgas. Vimos el brazo izquierdo, lo tenía marcado con las siglas AUC de los paramilitares. La violación es una advertencia general a la población femenina para que no se relacionen con lo que consideran adversarios. En un municipio del departamento del Huila, a mediados del año 2002, una muchacha fue violada por presuntos miembros de las FARC (el mayor grupo guerrillero del país), que habían hecho advertencias a las jóvenes que tenían relaciones o contacto con miembros del ejército. Tanto los paramilitares como la guerrilla tratan de intervenir en las esferas más íntimas de las mujeres y dictan normas de comportamiento, fijan horarios, intervienen en conflictos familiares y aplican castigos corporales. Los castigos por el incumplimiento de estas normas de conducta incluyen la flagelación, la aplicación de pegamento en los cabellos, las rapaduras, las mutilaciones o la desfiguración del rostro y de zonas del cuerpo con ácido o instrumentos cortantes. Amnistía Internacional ha documentado casos de personas ejecutadas por su orientación sexual, algunos de ellos precedidos de amenazas de muerte de grupos armados. Lesbianas, gays o enfermos de SIDA están en el punto de mira de guerrilleros y paramilitares. Se han ejecutado presuntos portadores de VIH dentro de los grupos armados ilegales, sin embargo, entre los miembros de las guerrillas las mujeres seropositivas tienen más probabilidades de ser ejecutadas que los hombres. La organización ha encontrado igualmente a mujeres y niñas en condiciones de esclavitud, para realizar labores domésticas -incluyendo servicios sexuales para combatientes-, y ha recogido testimonios de mujeres y niñas de tan sólo 12 años, pertenecientes a los dos principales grupos guerrilleros, que son obligadas a abortar y a utilizar anticonceptivos. Si ha seguido leyendo hasta ahora, piense en todas las mujeres que han hablado por nuestra voz, piense en el valor que se necesita para contar al mundo lo que ocurre en Colombia. Pregunte al Gobierno de Colombia por qué nunca encuentra a los culpables que forman parte de este infierno. Pida cuentas a los guerrilleros, a los gobiernos del mundo, y dígale que no se pueden soportar otros 40 años de guerra en donde el cuerpo de las mujeres siga siendo utilizado como campo de batalla. Esteban Beltrán es Director de la Sección Española de Amnistía Internacional. Agencia de Información Solidaria. infoais@telefonica.net
https://www.alainet.org/es/articulo/110723
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