Unirse contra el imperialismo
28/09/2004
- Opinión
Al margen de quien gane las elecciones de noviembre, el sistema
imperialista estadunidense continuará su tradicional política de
saqueo, principalmente contra los países subdesarrollados. Sin
embargo, sería erróneo subestimar los comicios argumentando que
los dos contendientes son "lo mismo", por mucho que Bush II y
John Kerry procedan de la misma clase dominante, hayan sido
formados como cuadros del sistema y compartan el interés en la
máxima ganancia de las corporaciones. Y es que Bush y su
pandilla constituyen el grupo más irracional, reaccionario,
racista y guerrerista que haya ocupado la Casa Blanca, dispuesto
a romper con las reglas del propio sistema para perpetuar
garrote en mano su privilegiada posición en el mundo. Su
continuidad implicaría el más grave peligro para la humanidad y
su ejecutoria lo confirma. El fraude electoral en Florida y el
golpe de Estado con que llegaron a la presidencia en hombros de
una Corte Suprema de mayoría conservadora, la negativa a
ratificar el Procolo de Kyoto y a aceptar la jurisdicción del
Tribunal Penal Internacional. Luego, el sospechoso atentado
terrorista del 11/S, que les dio el pretexto para sobre una
estela de mentiras impulsar una agenda geopolítica de hegemonía
mundial basada en el terror de Estado, estimulante del "otro"
terrorismo a grados inauditos. Los bushistas reproducen Guernica
diariamente en Falluya, Bagdad o Ramala. Bush es un ignorante
pero sabía bien lo que decía cuando amenazó con relegar a la ONU
a un papel "irrelevante". Nunca, salvo por Hitler, se manifestó
un desprecio igual al derecho internacional.
En lo interno impuso la xenofobia y el odio a lo árabe y
musulmán, pisoteó los derechos constitucionales con el Acta
Patriótica y ha instrumentado una política de enajenación de los
ciudadanos recurriendo al miedo y al patrioterismo. Si el
supuesto paseo militar que comenzaba en Afganistán para luego
extenderse a otros "oscuros rincones del mundo" se ha detenido
en Irak es porque la resistencia patriótica del segundo ha
empantanado a los invasores, que tampoco han logrado controlar
la situación en el primero. Las torturas y masacres acrecientan
la rebeldía. Pero Bush no da su brazo a torcer con la doctrina
nazi de la "guerra preventiva" y los objetivos de conquista y
hegemonía codificados en la Doctrina de Seguridad Nacional. No
hay que esforzarse para intuir a dónde sería capaz de llegar
ensoberbecido por una victoria electoral en noviembre. Como al
contrario, su derrota significaría un duro golpe moral y
político a las ideas fascistas que encarna. No sería en rigor un
triunfo del Partido Demócrata sino del muy activo movimiento
antiBush, que presionaría mucho a la nueva administración desde
el flanco social y antibélico. Es difícil discernir la conducta
que seguiría un eventual gobierno de Kerry cuando el sistema de
dominación de Estados Unidos exhibe una degradación económica y
política sin precedentes que dificulta a sus elites ver otra
salida del atolladero que no sea la fuerza, valiéndose de su
superioridad en armamentos. Noam Chomsky ha opinado que, a
diferencia de Kerry, el texano arrasaría en un segundo mandato
con lo que queda del Estado de bienestar. Podría esperarse
también del bostoniano que fuera más moderado en la ejecución de
la política imperial. No es mucho, pero cuenta. El dilema ha
sido expuesto gráficamente por Saul Landau cuando argumentó que
votará por Kerry "porque lo terrible es mejor que lo peor".
Gane quien gane -y no debe excluirse que sea Bush- continuará la
aplicación a rajatabla de las políticas neoliberales en el
tercer mundo (disfrazadas como "reformas" estructurales) porque
Estados Unidos no tiene otra manera de taponear sus gigantescos
déficit fiscal y comercial. Pero el neoliberalismo es ya
intolerable y ha concitado tal descontento social que nunca en
muchos años se había presentado una oportunidad igual de unir a
tantas fuerzas populares para revertir una política
imperialista. Unir sin sectarismos a todos los que en el mundo
estén por la defensa de la soberanía y la diversidad cultural,
por poner al servicio del desarrollo social las riquezas y
recursos naturales, por la defensa del medioambiente, por la
hermandad del género humano, por solidarizarse con los pueblos
de Irak y Palestina es la tarea del momento. América Latina,
donde el combate antineoliberal marcha a la vanguardia puede ser
la promotora de esta unión de fuerzas, que debe comenzar por
casa.
https://www.alainet.org/es/articulo/110629?language=es
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