Las implicaciones de la situación de desigualdad de las mujeres en tendencias del estado de los derechos económicos de la región mesoamericana (México a Panamá)
19/07/2004
- Opinión
En la región mesoamericana viven aproximadamente 136
millones de habitantes, de los cuales el 56% son mujeres y
un 60% son menores de 20 años. Tan solo en El Salvador, una
de cada tres madres es menor de 17 años de edad. En un 10%
de partos atendidos por el hospital de maternidad a madres
adolescentes el embarazo tiene como antecedente una
violación.
Al conocer estos datos, cualquier entidad dedicada a la
promoción del desarrollo en la región se vería obligada a
focalizar a estos dos grandes segmentos de la población
como prioridad. Es decir, las mujeres y con mayor énfasis,
las mujeres jóvenes y adolescentes, deben constituirse en
ejes de atención y acción vitales en la definición de la
política económica y social, más aún si esta le apuesta al
desarrollo.
Sin embargo, en Mesoamérica esto no es así. Al contrario,
el aumento de la pobreza y la inequidad responden a erradas
políticas económicas que únicamente visualizan a estos
sectores como mano de obra barata, subempleadas,
consumidores y migrantes. Desde esa perspectiva, el gasto
social no es considerado una inversión, sino más bien, una
carga.
En el marco de los Tratados de Libre Comercio, prevalece
esta lógica, con mayor impacto en las mujeres, mayor aún en
las mujeres campesinas y aún más en las mujeres indígenas y
afrodescendientes
El informe de Desarrollo Humano publicado por el PNUD
referido a Centroamérica correspondiente al 2003, advierte
que la región tiene dos millones de nuevos pobres en los
últimos cuatro años. Asimismo, según la misma fuente, el
42% de la población centroamericana se encuentra estancada
en la pobreza en los últimos cinco años y la CEPAL asegura
que este porcentaje se incrementa.
La Directora en México de la Comisión Económica para
América Latina y El Caribe (CEPAL), Rebeca Grynspan,
advierte que América es el continente mas inequitativo del
mundo. Asevera además que la incidencia de la pobreza es
mayor en la mujer. La equidad de género en El Salvador,
según el PNUD, muestra un desequilibrio considerable en los
aspectos sociales, políticos y económicos en el cual las
mujeres están en una posición 12 puntos atrás de los
hombres.
El desempleo y subempleo es un ejemplo significativo de
esta afirmación. Según la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) de cada 10 trabajos actuales en América
Latina 7 son de carácter informal. Señala también que la
tasa la real de desempleo en nuestros países se oculta en
el trabajo informal o subempleo. Mujeres en trabajos
formales se traduce en mejor calidad de vida para ellas y
sus familias, lo que no ocurre en el caso de mujeres en
trabajos informales, cuya ocupación es mayor en población
femenina que masculina en una diferencia aproximada de 4.5
puntos porcentuales.
Muchos aseveran que los Tratados de Libre Comercio
profundizarán los problemas de pobreza ya severos en la
región, con mayor impacto en las mujeres. Tienen razón. El
Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y sus
versiones en América Central y Mesoamérica – CAFTA y PPP –
tendrán fuertes efectos para las poblaciones mas
vulnerabilizadas por la inequidad e injusticia social ya
vigentes. Tan solo en México, los niveles de pobreza en la
Población Económicamente Activa en agricultura han
aumentado en un 10% entre 1989 a 1998, años coincidentes
con la firma del Tratado de Libre Comercio entre este país
con Estados Unidos y Canadá (NAFTA) (1).
Ni el ALCA ni sus variantes centroamericanas hacen
referencia a la seguridad alimentaria, ni la agricultura
sostenible para la región, mucho menos el acceso y tenencia
de la tierra. Esto afecta no solo aspectos culturales
arraigados en la vida agrícola de todos nuestros países,
sino también reflejan una nueva realidad en la que la
tendencia es que la población rural ya no es necesariamente
población campesina, ni una población que trabaje el campo
para vivir.
Si bien en Guatemala la población indígena y campesina es
indiscutible mayoría y en Honduras y Nicaragua el tema
agrícola continua siendo vital, es en El Salvador donde es
mas dramática la tendencia a una practica extinción del
campesinado, principalmente por la ausencia de apoyo a la
actividad agropecuaria y la dependencia de las remesas que
sostienen la economía del país a costa de los salvadoreños
pobres trabajando en el extranjero, principalmente en
Estados Unidos.
Para Ricardo Esmahan, Presidente de la Cámara Agropecuaria
de El Salvador, la primera de las causas por las que se ha
reducido el cultivo de granos básicos este año se debe a la
recepción de remesas en las zonas rurales. Asegura que "…la
baja en la superficie cultivada de maíz en la zona oriental
puede obedecer a que se esta sustituyendo el grano por las
remesas…"(2). Por otra parte, entre 1990 y el año 2000 el
sector maquilas en El Salvador alcanzó 90 mil plazas. En
contraposición, el año pasado el agro generó 95 mil empleos
menos que en 1978.
Pocos estudios han profundizado sobre el real impacto
cultural de este fenómeno en nuestros países que obligan a
la población del campo a migrar a las ciudades y al
extranjero.
En el año 2000 un sondeo hecho en El Salvador para
CARITAS/ACNUR, mediante entrevistas a unas 100 mujeres
deportadas desde los Estados Unidos apuntaba a la perdida
de las relaciones familiares madre e hijos a partir de las
migraciones. Las mujeres entrevistadas, la mayoría entre 30
y 45 años, explicaban que migraron antes de cumplir los 25
años dejando al cuidado de abuelas, tías o tíos a uno o dos
hijos, manteniendo contacto con éstos mediante
correspondencias, envío de dinero o regalos y
esporádicamente llamadas telefónicas.
En Estados Unidos muchas de ellas establecieron nuevas
relaciones de pareja y han tenido al menos un hijo más. La
comunicación con los padres de los hijos al cuidado de
otros parientes en El Salvador ha sido en la mayoría de los
casos nula, asumiendo tácitamente, con la partida de ellas
al extranjero, el rompimiento de la relación, lo que no
sucede, al menos con la misma frecuencia, cuando es el
hombre el que emigra.
Una vez deportadas, las mujeres se encuentran sin la
autoridad que les proporcionaba el ser el principal
proveedor de recursos al seno familiar, función que no
pueden retomar al no encontrar trabajo en su país natal.
Suele haber choques con sus hijos, ya adolescentes,
acostumbrados a una escasa comunicación y recibir dinero y
regalos pero no al esfuerzo de sus madres por ejercer su
rol de tutela y educación, el cual éstas pretenden retomar
al estar nuevamente en sus hogares. Una significativa
población joven no estudia ni trabaja, tan solo espera
cumplir edad suficiente para viajar a los Estados Unidos o
se han acostumbrado a consumir sin producir, a tener cosas
y gastar dinero sin que haya representado un costo para
ellos. Casi todas las mujeres entrevistadas se encontraban
en tramites para viajar nuevamente de manera ilegal a los
Estados Unidos, algunas de ellas era la tercera vez que
eran deportadas.
Tampoco en los Tratados de Libre Comercio hay referencias
específicas a la protección y promoción de la pequeña
empresa, en un porcentaje significativo lidereadas por
mujeres. En América Latina, por ejemplo, el 70% de
artesanos son mujeres. Tan solo en El Salvador, medio
millón de microempresas están en manos de mujeres.
Aunque los discursos oficiales aseveren lo contrario, no
hay una evaluación de impacto de los Tratados de Libre
Comercio en la región, mucho menos con enfoque de género.
No obstante, a partir de los contenidos del Tratado de
Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (CAFTA)
se deduce con facilidad que el agro y los servicios
públicos son los mayormente afectados, además de los
derechos laborales, en los que ya se vienen dando
significativos retrocesos que en el CAFTA únicamente se
ratifican.
Por ejemplo, desde el año 2000 la Conferencia Internacional
del Trabajo aprobó el Convenio 183 sobre protección de la
maternidad que modificó el Convenio 103 de 1952. Mientras
el artículo 7 del Convenio 103 enumeraba taxativamente los
tipos de actividad que pueden exceptuarse de la aplicación
del Convenio mediante una declaración anexa a la
ratificación, limitando así el arbitrio de los Estados
partes en la aplicación del mismo, el párrafo 2 del
artículo 2 del Convenio 183 autoriza a los Estados partes a
excluir total o parcialmente del campo de aplicación del
Convenio a categorías limitadas de trabajadores cuando su
aplicación en estas categorías plantee problemas especiales
de particular importancia.
Es decir, esta última disposición, deliberadamente vaga,
confiere amplias facultades a los Estados en materia de
aplicación del Convenio que les permitirán, a su
discrecionalidad, por ejemplo, excluir de su aplicación a
las mujeres trabajadoras de las zonas francas, invocando la
necesidad de crear incentivos para la inversión en dichas
zonas.
La Asociación Salvadoreña de Industrias de la Confección
(ASIC), así como una de sus contrapartes en Guatemala
(AGEXPRONT/UESTEC), han manifestado su oposición a un
aumento del salario mínimo en sus países planteando que
ello los pone en desventaja competitiva, en particular
frente a China. La ASIC asegura que el aumento al salario
mínimo en El Salvador aprobado el año pasado de $144 a $151
implicó la pérdida de 7 a 10 mil empleos en el sector
maquila, la mayoría puestos ocupados por mujeres. La
AGEXPRONT señala que mientras en Guatemala se paga $1.70 la
hora en maquilas (cifra oficial que sectores sociales
cuestionan), en China se paga a $0.48 y en Vietnam a $0.22.
Como solución, estas instancias empresariales proponen la
profundización de medidas de flexibilización laboral.
Insisten en contrataciones y pagos por hora, la
instauración de un seguro de desempleo en lugar de la
indemnización laboral y la adopción de lo que llaman
"salario industrial del campo" diferente ( y por supuesto,
más bajo) al salario mínimo rural y urbano.
Tales medidas, en la práctica ya están asumidas en el
sector maquila de nuestros países independientemente haya
reacción oficial a ellas, afectando principalmente a
mujeres. Un estudio de Oxfam revela que la maquila
representa alrededor de 330 mil puestos de trabajo en
Centroamérica, de los cuales el 70% es ocupado por mujeres
en su mayoría de origen rural y de baja escolaridad.
Guatemala es el país con mayor operación de maquilas,
mientras Nicaragua con el menor. En estos puestos de
trabajo la violentación de los derechos laborales es
constante y los salarios para las trabajadoras no alcanzan
a cubrir el 60% de la canasta básica.
En los últimos 10 años la maquila constituye la principal
fuente de trabajo para la población de origen rural y
suburbano. Sus índices de exportación han superado en
países como El Salvador y Honduras las divisas que una vez
fueron generadas por el café, azúcar y algodón. En los
Tratados de Libre Comercio es uno de los ejes principales
para Centroamérica.
En el caso del CAFTA, no solo la referencia a derechos
laborales se limita al respeto de derechos específicos
contemplados en los Convenios de la Organización
Internacional del Trabajo, que como ya vimos en el ejemplo
concreto del Convenio sobre maternidad, en los últimos años
ha visto debilitarse progresivamente su papel de pilar
social. Peor aún, al igual que en el capitulo ambiental, el
CAFTA crea su propio concepto de derechos laborales
limitándolos aún más que las mismas legislaciones internas
de cada país, particularmente los Códigos de Trabajo.
El Capítulo laboral del CAFTA consta de 8 artículos y un
anexo referido a mecanismos de cooperación, de los cuales,
por su limitada especificidad, no es posible un análisis en
materia de generación y pérdida de empleo. En las
negociaciones, los representantes de los gobiernos
centroamericanos no pretendían discutir derechos laborales,
lo cual fue exigencia de los Estados Unidos a partir de
fuertes presiones de los sindicatos en este país.
El compromiso principal del capítulo reside en la
aplicación efectiva de la legislación laboral de cada país.
Se prohibe que los países dejen de aplicar su legislación
con el propósito de promover el comercio y la inversión.
Según este planteamiento, contemplado en el artículo 16.2
del Tratado, el término "legislación laboral" da a entender
que se refiere a todo el marco legal nacional que rige el
mercado laboral, es decir, que todas las disposiciones o
derechos del Código de Trabajo estarían inmersos dentro del
Capítulo laboral. Sin embargo, ésta no es la
interpretación, a partir que ya en el Artículo 16.8 se
define que "…legislación laboral significa leyes o
regulaciones de una Parte o disposiciones de las mismas que
estén directamente relacionadas con los siguientes derechos
laborales internacionalmente reconocidos: (a) el derecho de
asociación; (b) el derecho de organizarse y negociar
colectivamente; (c) la prohibición del uso de cualquier
forma de trabajo forzoso u obligatorio; (d) una edad mínima
para el empleo de niños, y la prohibición y eliminación de
las peores formas de trabajo infantil; y (e) condiciones
aceptables de trabajo respecto a salarios mínimos, horas de
trabajo y seguridad y salud ocupacional…".
Muchos derechos laborales, contemplados incluso en los
Códigos de Trabajo de cada país, quedan al margen de este
Capítulo laboral. En el caso de derechos específicos de las
mujeres, éstos ni siquiera son mencionados.
Un aspecto preocupante es que pese a los claros retrocesos
en materia de derechos humanos contemplados en los Tratados
de Libre Comercio, los gobernantes centroamericanos y sus
funcionarios cierran todo esfuerzo hacia el desarrollo en
la región a la firma del CAFTA, justificando también en su
discurso las limitaciones a los derechos que ellos
implican.
El Embajador de El Salvador en Washington, René León, ha
dicho que "…Sin TLC el único ganador es China…". Uno de los
funcionarios hondureños negociadores del CAFTA, Melvin
Redondo, plantea que "…todas las posibilidades de
desarrollo para Honduras dependen del TLC…". Asimismo, el
aspecto social no es prioritario en esta lógica, más aún,
es incompatible. Uno de los principales impulsores del Plan
Puebla Panamá (PPP), el mexicano Santiago Levi, ha dicho
que "…es necesario separar las políticas económicas de lo
social…".
Más allá del CAFTA y el PPP, que incluye veladas
privatizaciones a servicios públicos como educación, salud,
agua, energía bajo la figura de concesiones, el trato de
derechos de las personas como mercancía ha ganado
significativo terreno en Mesoamerica que los TLC únicamente
ratifican.
Los Acuerdos de Preferencias Comerciales y los Tratados
Bilaterales de Inversiones (BITS), así como Convenios de
lucha contra narcotráfico y terrorismo generados desde la
visión de seguridad de los Estados Unidos, son elementos
que ya son parte de las realidades latinoamericanas con
rango legal a partir del reconocimiento de normas de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), mecanismos del
Banco Mundial (BM) y acuerdos con el Fondo Monetario
Internacional (FMI).
La aceptación del Acuerdo General sobre Comercio de
Servicios de la OMC, por ejemplo, ya reconocida por todos
los países centroamericanos, pone en peligro las
capacidades de los países para controlar la inversión de
los grandes grupos internacionales. Dicho acuerdo favorece
la participación de tales grupos en los procesos de
privatización sin tomar en consideración las necesidades de
las políticas de desarrollo. Asimismo, el reconocimiento de
la Convención de la Comisión Internacional para arreglo de
Diferencias relativas a las Inversiones (CIADI/ICSID),
componente del grupo del Banco Mundial, ha sido firmada por
153 países y ratificada por 136 de ellos. Empresas
transnacionales han presentado mas de 110 casos de demandas
contra países, de los cuales 68 han sido concluidos. La
mayoría de demandas han sido presentadas en los últimos
años.
El CIADI, en conjunto con los BITS constituyen en la
práctica lo mismo que el Capitulo 11 del NAFTA copiado
fielmente en el CAFTA y propuesto para el ALCA.
En el conjunto de esta telaraña, de la que los TLC son solo
una parte, los grupos sociales que ya viven en precarias
condiciones de vida enfrentan el recrudecimiento de esas
condiciones, encontrando medios de sobrevivencia en los
megaproyectos turísticos contemplados en el PPP y en las
maquilas.
Pese a que el CAFTA contemple prohibiciones para las peores
formas de trabajo infantil, al reducir en la practica la
protección y las opciones de generación de empleo, es
indiscutible que mayor numero de menores de edad se verán
obligados a trabajar para apoyar e incluso sostener a sus
familias económicamente. Aumentará también la promoción de
la región como zona para el turismo sexual. Este año, en
Quintana Roo, México, fue descubierta una red que en esta
área utilizó a 18 mil menores de edad de origen
centroamericano para pornografía infantil.
Parte de este enredado incluye el masivo bombardeo
comunicacional que busca convencernos que no hay otra
alternativa, desmotivando la acción política y la
construcción de otras opciones garantes de mejores
condiciones de vida para la población pero confrontadas
directamente con el poder económico.
El último informe de Desarrollo Humano para El Salvador del
PNUD advierte que ha bajado un 70% el Indice de
Participación Política de las mujeres en los últimos 10
años, menos mujeres ejerciendo funciones publicas, menos
liderezas, menos mujeres activas en estructuras organizadas
de la sociedad civil. Tanto hombres como mujeres muestran
crecientemente su descontento y desconfianza en sus
gobernantes, pero ello se traduce en inmovilidad, apatía y
abstencionismo, no en acción social, pese a que las
personas estén conscientes que son objeto de violaciones a
sus derechos.
También el PNUD en El Salvador realizó una encuesta
reciente entre mujeres trabajadoras en maquilas. La mayoría
de ellas manifestó que sabia que ganaban un bajo salario y
trabajaban más de lo establecido en la ley, pero señalaron
que su trabajo les garantizaba independencia económica y
eran sabedoras que no había más opciones en el campo, por
lo que se mostraban, más que conformes, satisfechas con su
empleo. Un ejemplo similar es en Puerto Cutuco,
Departamento de La Unión, donde opera una procesadora de
pescado en cuyas instalaciones debe trabajarse bajo bajas
temperaturas. Las trabajadoras de la procesadora están
conscientes que las condiciones de trabajo ponen en riesgo
su salud, pero señalan que en el campo sus aspiraciones de
ingresos no pueden superar los 400 colones mensuales ($35),
mientras que en su empleo tienen un ingreso de 1500 colones
($ 171).
El movimiento mesoamericano contra los Tratados de Libre
Comercio debe tomar en cuenta estas posiciones que reflejan
la cotidiana confrontación de muchas mujeres entre asumir
un sistema que no les favorece y la urgencia de resolver
sus necesidades puntuales, muchas veces de sobrevivencia,
de ellas y sus familias. La construcción de alternativas y
la lucha por su concreción constituye un eje fundamental
del cual depende el éxito o fracaso de un movimiento de
resistencia contra el avance de la implementación de
políticas de corte neoliberal en nuestros países.
La lucha del movimiento mesoamericano, es una lucha contra
la pobreza, entendiendo que se trata de una lucha contra la
inequidad. En esta lucha, los derechos particulares de las
mujeres deben ser retomados en su justa dimensión buscando
su beneficio en un modelo económico alternativo y
participativo. Esto implica reconocer el papel económico,
social y cultural de la mujer, independientemente su
trabajo sea remunerado o no remunerado. Implica también
considerar en el PIB y otras estadísticas los beneficios
del trabajo de las mujeres en el cuidado del hogar, de los
hijos y de los ancianos.
Los Tratados de Libre Comercio no pueden estar sobre
instrumentos y mecanismos garantes de los derechos humanos.
Ningún TLC puede pasar por alto la Convención de la ONU
para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
de la Mujer. Asimismo, como ya lo ha mencionado la Alianza
Social Continental, los gobiernos deben asumir evaluaciones
de impacto de las políticas comerciales sobre la situación
de las mujeres. Las negociaciones, firmas y ratificaciones
de acuerdos comerciales deberían suspenderse hasta contar
con una evaluación de esta naturaleza. Es contradictorio
que tratados como el CAFTA hayan avanzado hasta su firma en
tan solo año y medio de trabajo, mientras el Protocolo
Facultativo de la CEDAW aún no haya sido ratificado por la
mayoría de congresos de la región.
Esta claro que a mayor inequidad y pobreza, las mujeres son
las mayormente afectadas. Es claro entonces también, que la
participación de la mujer en la construcción de
alternativas y su concreción resulta indispensable.
Por la lógica de las estructuras de poder económico,
resulta inherente al sistema la discriminación y exclusión
de la mujer, así como la conveniencia de la confrontación
entre hombres y mujeres y el sometimiento de uno sobre
otro.
No es casual que "observadores" estadounidenses hayan
ejercido presión en junio de este año sobre representantes
de los gobiernos para que retrocedieran en Puerto Rico de
los avances logrados en materia de población ratificados en
Santiago y México en seguimiento a los programas emanados
del Encuentro de Naciones Unidas en el Cairo en 1994. La
reducción del crecimiento de la población mundial con el
propósito de reducir la pobreza no esta en las agendas
ideológicas de los centros de poder. Tampoco es casual que
en Nicaragua se quiera penalizar el aborto terapéutico
esgrimiendo el discurso de doble moral de la defensa a la
vida en el país más pobre de Mesoamérica y el segundo más
empobrecido de América Latina.
Como contraparte, por la lógica de los movimientos
alternativos, la participación de la mujer debe adquirir
roles equitativos a los de sus referentes masculinos en la
ardua tarea de construir conjuntamente. Empezando por casa
entonces, cae por su peso preguntarnos: ¿es así?. De la
respuesta depende si vamos por buen rumbo o si arrastramos
el imperdonable error de reproducir los vicios del sistema
que confrontamos en nuestras propias acciones.
Notas:
(1) Henriques, Gisele y Patal, Raj. "NAFTA, Corn, and
México`s Agricultural Trade Liberalization."
Interhemispheric Rsource Center, Ameritas Program Special
Report. 13 febrero del 2004.
(2) La Prensa Gráfica. Febrero 2004.
* Celia Medrano. Ponencia presentada en el I Encuentro
Mesoamericano de Mujeres "Mesoamericanas por una Vida
Digna" preparatoria al V Foro Mesoamericano. 16, 17 y 18 de
julio 2004. Universidad de El Salvador. San Salvador.
https://www.alainet.org/es/articulo/110264
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