Vida y muerte del nacionalismo?
24/06/2004
- Opinión
Hubo algo más que
simples elogios en el velorio y en las declaraciones con
respecto de la muerte de Brizola en esta semana. El
sentimiento de pérdida de algo más que simplemente un líder
político aislado golpeó a muchos, sin precisar con claridad
que se perdía allí, algo más que simplemente un pedazo de vida
de cada uno.
Recuerdo el momento de la muerte de Perón, en 1974, en
Argentina. Lloraban todos, convulsivamente, inclusive sus
mayores adversarios. En un artículo para el periódico La
Opinión, un miembro del Partido Radical, férreo e histórico
enemigo de Perón, decía que "en aquella carroza que lleva su
cuerpo, va la mitad de mi vida". Hasta incluso quienes habían
dado sentido a su vida política en la lucha contra Perón y el
peronismo, se sentían huérfanos con aquella muerte. Por eso,
la masa de trabajadores argentinos sabía mucho más que eso,
sabía que perdía al gobernante esencial de su país, aquel que
les había dirigido en la conquista de sus derechos
fundamentales, entre los cuales, el esencial era el pleno
empleo.
Con Brizola no acontece algo así –como sucedió con Getulio-,
porque no llegó a ocupar el lugar de protagonismo en escala
nacional que Perón o Getulio tuvieron. Brizola acumuló
enemigos, en general por buenas razones, pero incluso no
habiendo llegado a la Presidencia de Brasil, su trayectoria
fue tan significativa que dejó un vacío saludado por algunos,
llorado por otros, como el "fin de una era".
Brizola representa la continuidad de una corriente fundamental
en la vida brasileña, aquella que contribuyó positivamente en
la historia de nuestro país: el nacionalismo. La
transformación de la fisonomía de Brasil, entre los años 30 y
80 del siglo pasado, es producto, directo e indirecto, del
proyecto nacional formulado y puesto en práctica por el
gobierno de Getulio y por el movimiento que se gestó a partir
de allí. De país agrario pasamos a país industrializado, de
país rural a país urbano, de masa de trabajadores atomizados
por el campo a la existencia de una masa de trabajadores
sindicalizados, en el campo y en la ciudad, de un Estado
intermediario de las elites exportadoras a un Estado inductor
del desarrollo, de un Estado que consideraba "la cuestión
social como cuestión de policía" a un Estado que asumía la
responsabilidad en la afirmación y generalización de los
derechos.
No en vano, cuando Fernando Henrique Cardoso asumió plenamente
el proyecto neoliberal en Brasil, dijo que iba a "virar la
página del getulismo". Porque solamente pasando por encima
del cadáver del Estado regulador y promotor del desarrollo,
del Estado de los derechos sociales, del Estado responsable de
la producción y distribución de bienes esenciales y
estratégicos, de los empleos con contratos formales de
trabajo, es que el liberalismo podría afirmase.
¿La hegemonía neoliberal y su proyecto de globalización
decretaron la muerte del nacionalismo? De la forma como había
existido hasta entonces, probablemente sí. La reducción de la
capacidad de intervención de los Estados periféricos en la
economía y en el mercado mundial apuntan en esa dirección.
Sin embargo, las nuevas necesidades de los países periféricos
imponen nuevas funciones a sus Estados. La indispensable
integración regional para buscar una inserción más favorable
en el plano internacional y ganar mejores condiciones de
desarrollo interno -como el proyecto del nuevo MERCOSUR, por
ejemplo- exige a nuestros Estados que asuman la iniciativa de
esos procesos de integración. De la misma forma, la lucha de
resistencia contra la exclusión de derechos impuesta duramente
por el neoliberalismo, precisa del Estado como instancia que
puede garantizar los derechos sociales y culturales de la
población víctima del neoliberalismo y sus políticas fundadas
en el mercado.
Un proyecto de desarrollo integrado sería la nueva forma de
afirmación del nacionalismo, ahora de carácter regional; como
el que propone el embajador brasileño en Argentina, José
Botafogo Gonçalves y como los proyectos que el Foro Social de
las Américas discutirá en Quito al final de julio. Los
valores y la estrategia nacional ganarán nuevos espacios y
nuevas formas en la lucha contra la globalización neoliberal.
La lucha por "otro mundo posible" pasa por proyectos de
integración supranacional, con participación democrática de
los movimientos sociales y populares, como continuación,
actualizada, de la lucha de los que se implicaron en la
construcción de la identidad nacional brasileña; combate en el
que Brizola tuvo un lugar destacado.
https://www.alainet.org/es/articulo/110144?language=es
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