Un mundo sin alrededores
26/05/2004
- Opinión
Todas las explicaciones que se ofrecen para aclarar lo
que significa la globalización se contienen en la
metáfora de que el mundo se ha quedado sin alrededores,
sin márgenes, sin afueras, sin extrarradios. Global es lo
que no deja nada fuera de sí, lo que contiene todo,
vincula e integra de manera que no queda nada suelto,
aislado, independiente, perdido o protegido, a salvo o
condenado, en su exterior. El "resto del mundo" es una
ficción o una manera de hablar cuando no hay nada que no
forme de algún modo parte de nuestro mundo común. En el
fondo esta metáfora no hace otra cosa que dar fuerza
gráfica a aquella idea kantiana de que en un mundo
redondo nos acabamos encontrando.
Como casi todas las cosas importantes, esta configuración
del mundo no se debe una decisión consciente y acordada
sino que es el resultado de unos procesos sociales más
bien involuntarios y complejos. La mayor parte de los
problemas que tenemos se deben a esta circunstancia o los
experimentamos como tales porque no nos resulta posible
sustraernos de ellos o domesticarlos fijando unos límites
tras los que externalizarlos: destrucción del medio
ambiente, cambio climático, riesgos alimentarios,
tempestades financieras, emigraciones, nuevo terrorismo.
Se trata de problemas que nos sitúan en una unidad
cosmopolita de destino, que suscitan una comunidad
involuntaria, de modo que nadie se queda fuera de esa
suerte común.
Cuando existían los alrededores había un conjunto de
operaciones que permitían disponer de esos espacios
marginales. Cabía huir, desentenderse, ignorar, proteger.
Tenía algún sentido la exclusividad de lo propio, la
clientela particular, las razones de estado. Y casi todo
podía resolverse con la sencilla operación de
externalizar el problema, traspasarlo a un "alrededor",
fuera del alcance de la vista, en un lugar alejado o
hacia otro tiempo. Un alrededor es precisamente un sitio
donde depositar pacíficamente los problemas no resueltos,
los desperdicios, un basurero.
¿Qué tienen en común la extensión de los derechos
individuales que impide considerar a nadie como un mero
sujeto pasivo que obedece decisiones de otros y la
conciencia ecológica que dificulta enormemente depositar
los residuos en cualquier sitio o exige el reciclaje?
Ambos fenómenos son expresión de que se ha problematizado
la externalización, que nada ni nadie quiere ser
considerado como un alrededor. Hablar, por ejemplo, de
basura espacial para referirse a los desechos de naves
espaciales que, según parece, giran en torno a la tierra,
eso revela que el mismo espacio ha dejado de ser
considerado un mero exterior donde sería legítimo
abandonar la chatarra. Cuando uno comienza a preocuparse
por la basura es porque ha introducido en su campo visual
lo que antes no veía o no quería ver. La conciencia de lo
que significa la basura, tomada también en sentido
literal y metafórico, supone una ampliación de nuestro
mundo, del mundo que consideramos nuestro.
Tal vez pueda formularse con esta idea de la supresión de
los alrededores la cara más benéfica del proceso
civilizador y la línea de avance en la construcción de
los espacios del mundo común. Sin necesidad de que
alguien lo sancione expresamente, cada vez es más difícil
"pasarle el muerto" a otros, a regiones lejanas, a las
generaciones futuras, a otros sectores sociales. Esta
articulación de lo propio y lo de otros plantea un
escenario de responsabilidad que resumía muy bien una
viñeta del caricaturista español El Roto: "en un mundo
globalizado es imposible intentar no ver lo que pasa
mirando para otro lado, porque no lo hay". Pensemos, por
ejemplo, en las exigencias de sensibilidad para los
efectos secundarios que se plantean en ámbitos muy
diversos y especialmente en la actividad de las ciencias
y las técnicas; en la ilegitimidad y cinismo con que
enjuiciamos el discurso de los "daños colaterales" cuando
se está hablando de acciones militares; en la
interiorización de la naturaleza en el mundo de los
hombres que supone la conciencia ecológica, gracias a la
cual la naturaleza ha dejado de ser considerada como algo
exterior; en el principio de sostenibilidad que es algo
así como una especie de globalización temporal, una toma
en consideración del futuro, que deja de ser mero
alrededor, los derechos de las generaciones futuras o la
viabilidad medioambiental, contra la dictadura del
presente ejercida a costa del futuro.
La transformación más radical que realiza un mundo que
anula tendencialmente sus alrededores tiene que ver con
la dificultad de trazar límites y organizar a partir de
ellos cualquier estrategia (organizativa, militar,
política, económica.). Continuamente se mezclan en
cualquier actividad lo interior y lo exterior. Uno de los
campos en los que esta confusión se ha vuelto más aguda
es la política, que por su propia naturaleza ha sido
siempre un gobierno de los límites. Ahora se afirma como
una verdad indiscutida que no hay problema importante que
pueda ser resuelto localmente, que propiamente hablando
ya no hay política interior como tampoco asuntos
exteriores, y todo se ha convertido en política interior,
poniendo en cuestión hasta las denominaciones
tradicionales de esos ministerios. Se han vuelto
extremadamente difusos los límites entre la política
interior y la política exterior, factores "externos" como
los riesgos globales, las normas internacionales o los
actores transnacionales se han convertido en "variables
internas". Nuestra manera de concebir y realizar la
política no estará a la altura de los desafíos que se le
plantean si no problematiza la distinción entre "dentro"
y "fuera", como conceptos que son inadecuados para
gobernar en espacios deslimitados.
Otra de las dificultades que plantea un mundo así es la
gestión de la seguridad. La delimitación de los ámbitos
de decisión y responsabilidad se torna confusa. Las
amenazas a la seguridad ya no emanan de un lugar o de una
fuente determinada sino que son tan difusas como los
flujos de los que se sirven, de modo que nos mantienen a
todos en un estado de inseguridad latente. En vez de
frentes bélicos que separan el espacio de la seguridad
del alrededor amenazante y lo simbolizan en una frontera,
lo que tenemos es una inseguridad que también es
interior. Sin abandonar el juego de la ilustración
metafórica podemos afirmar que el espacio global ha
tomado el carácter de zona de frontera, con todo lo que
supone a efectos de comprensión y gestión de la
seguridad.
Y uno de los temas en los que se percibe hasta qué punto
la globalización no es sólo una ampliación cuantitativa
del espacio sino una nueva comprensión del mundo lo
tenemos en todo un cambio de vocabulario en torno a la
cuestión social, que hace tiempo ha dejado de considerar
la alienación (la excesiva interiorización) como el mal
social absoluto, puesto que ocupa ahora la exclusión (la
falta de interiorización). ¿Significa esto que en mundo
sin alrededores la exclusión ya no existe? Lo que un
mundo sin alrededores quiere decir es que los excluidos
ya no se encuentran fuera, que la exclusión se realiza en
el interior, con otras estrategias y de una manera menos
visible que cuando había unos límites claros que nos
separaban de los otros, aquí los de dentro y allí los de
fuera; ahora los excluidos pueden estar incluso en el
centro de la ciudad, del mismo modo que las amenazas no
proceden de un lugar lejano sino del corazón mismo de la
civilización, como parecer ser el caso del nuevo
terrorismo. Los márgenes están en el interior, en
nuestros "alrededores interiores".
Del mismo modo que la protección de la seguridad se ve
obligada a desarrollar estrategias más inteligentes en un
mundo que no está amenazado desde los alrededores,
también tiene que ser más atenta la vigilancia en torno a
nuestros mecanismos de exclusión. Para estar a la altura
de un mundo ampliado (que podría servir como referente
sustitutivo de la idea de progreso, sustituyendo así el
criterio del tiempo por el del espacio), habría que
preguntarse siempre por las exclusiones que pudieran
estar originando nuestras prácticas sociales. El
progresismo de antaño que trataba de sostener el curso
del tiempo es hoy un espacialismo que lucha por mantener
la forma de un mundo sin alrededores, es decir, sin
basureros, sin paganos, ni terceros, ni ausentes.
* Daniel Innerarity es doctor en Filosofía. Premio
Nacional de Ensayo 2003 en España por su obra "La
transformación de la política"
Agencia de Información Solidaria
https://www.alainet.org/es/articulo/109978
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