Cuando el silencio beneficia a Oppenheimer
Cuba, Irak, el café, el otoño y la conciencia
16/04/2004
- Opinión
En la mesa de café, varios periodistas polemizábamos --
irregularmente-- sobre la situación internacional. Complejos
panoramas y variadas perspectivas surgían de los comensales y se
imbricaban con acotaciones triviales, comentarios cargados de
cinismo, objeciones plenas de indignación. De todo un poco.
La mayoría de los allí presentes solemos escribir sobre cuestiones
políticas. Algunos desde el flanco nacional, otros desde la
perspectiva mundial. Había un colega destacado por su análisis
cultural, y otro --el más silencioso-- habituado a trajinar
estadios, a entrevistar jugadores y a comunicar sorpresivos o
previsibles resultados de primera división.
El entorno ciudadano brindaba un clima adecuado. Un otoño tardío
dejaba entrever las garras del invierno. Hasta que la acusación
cruzó el lugar sin tomar en cuenta amabilidades ni jerarquías.
"Acá hay un montón de información, muchísimas reflexiones, pero yo
no veo que las escriban ni las publiquen" apuntó el colega
especializado en Deportes.
Y añadió: "De todas las barbaridades que están contando, los
desafío a que escriban por lo menos una parte, y difundan los
artículos. En sus medios o donde puedan meterlos". La reacción fue
tenue. Que la línea editorial del diario donde trabajo no lo
permite, que la orientación no puede salirse del promedio
aceptado, que no podemos arriesgar el laburo. Y la contrarréplica,
terminante: "Entonces, ustedes dicen verdades en el café y
macanean en público. Dicen lo que (Andrés) Oppenheimer quiere que
digan".
Y aunque hace rato que uno viene atrapado por los asuntos
políticos locales, había que levantar el guante. Algunos
intentamos hacerlo; otros, se fueron diciendo: "¿Ves? ¡Con los de
Deportes no se puede ni hablar!". Por supuesto que jamás
trascenderán, si de este periodista depende, los nombres de los
asistentes a la tertulia.
Acá va el módico y balbuceante resultado de aquel fuerte cruce en
tres cuartos de cancha.
Pocos días atrás, la Comisión de Derechos Humanos de la
Organización de Naciones Unidas condenó a Cuba por violar los
Derechos Humanos. La propuesta fue presentada por un placebo, el
gobierno hondureño, e inspirada en los intereses de los Estados
Unidos y sus aliados. Digámoslo así: la resolución fue elaborada
por algunos de los más conspicuos integrantes de la Alianza que
invadió Irak. La Alianza que invadió Irak está controlada por
núcleos económicos internacionales que operan sobre el mundo según
sus necesidades estratégicas.
Las naciones que provocaron uno de los períodos más sangrientos de
la historia, asentado en una invasión que corroe el derecho
internacional y en la agresión a quienes en todo el planeta
reclaman justicia, se atribuyen el derecho de sancionar
jurídicamente a las víctimas, sin dejar de usufructuar el botín
del saqueo.
¿Curioso?: el argumento es la defensa de la institucionalidad. La
lucha es por la democracia. Contra los crímenes. Para detener la
ejecución de prisioneros. Para humanizar la vida de los
opositores.
Pero las naciones que votaron contra Cuba en la ONU son,
indudablemente, las que transgreden las instituciones de otros
países, las que asesinan pueblos, las que ejecutan prisioneros,
las que torturan opositores.
No se trata de una polémica ideológica, aunque también es una
discusión de ideas. Se trata de datos fácilmente corroborables por
la información abierta. Es, podríamos decirlo sin ambages de no
cargar con la cultura mediática tradicional, una verdad
"objetiva".
Ellos avasallan; y además, sancionan a los avasallados. Bloquean;
y sancionan a los bloqueados. Matan; y danzan sobre los cuerpos de
sus víctimas, mientras les llaman "asesinos".
Alguien dirá: la historia es así. E insistirá: siempre ha sido
así. Es una verdad resignada; una certeza de poca monta.
Pues ignora que por décadas, los esfuerzos de las gentes humildes
de este planeta tensionaron con energía el sistema jurídico
internacional, logrando la admisión de ciertos derechos suscriptos
de "común acuerdo" con los poderosos.
No hay nación invasora que no haya firmado algún pacto que prohíbe
las invasiones. La ruptura de la propia palabra, que certifica el
aserto popular ("quien tiene plata hace lo que quiere"), no
alcanza para anular la historia de luchas y conciencias que derivó
en la enunciación de esos derechos.
La única victoria definitiva que pueden lograr los comisarios del
globo es convencer a los pueblos de la inutilidad de aquellas
búsquedas, de aquellos tanteos, de tantos forcejeos. Por eso
intentan borrar la Data acumulada en el subsuelo de las patrias
oprimidas. Apagar la llama que condensa pasiones e ideas. Quebrar
la Historia y con - vencer.
Han matado mucho, pero no han obtenido semejante triunfo.
(Volvamos al comienzo, de refilón: no es un tema menor la tarea
periodística destinada a recordar y analizar los contenidos de esa
conciencia forjada en pelea franca. Sin desdeñar el estudio hondo
de los académicos, todos percibimos que la instalación de
noticias, interpretaciones y formatos desde los espacios
comunicacionales, tiene una incidencia destacable.
Es probable, y así lo cree quien esto escribe, que millones de
hombres y mujeres utilicen otros vasos comunicantes. Quizás las
concepciones talladas a golpe de resistencias se desplacen
solapadamente por las zonas ocultas de nuestras sociedades. Pero
también es cierto que el desafío del periodista incluye el
sentirse parte de esas regiones y ayudar para que la circulación
de experiencias y visiones resulte más fluida, más certera, más
profunda.)
Si de información hablamos, hay que indicar, por ejemplo: que
Estados Unidos arrasó un país soberano con el pretexto de hallar
armas de destrucción masiva que no existen, según admitió el
gobierno de los Estados Unidos. Que esa potencia es la principal
propietaria de armamentos con tales características y que los
comercializa cuando lo evalúa conveniente.
Que la Alianza de las naciones poderosas que cargó sobre Irak no
respeta ninguno de los tratados internacionales sobre derechos del
hombre. Que una de las prácticas esenciales de ese conglomerado
invasor -equiparable al tan mentado terrorismo- es el asesinato de
familias, incluyendo niños, para amedrentar a la población civil.
Que sus bombardeos no distinguen entre zonas urbanas y militares.
Que la presión sobre Cuba tiene objetivos políticos y
geoeconómicos que contrastan con la defensa de los derechos
humanos que se utiliza como ariete. Que la intención es sumir a la
isla en una situación semejante a la de Haití, para controlar su
territorio y apagar la luz independiente que irradia sobre otros
pueblos latinoamericanos.
Que los intereses que hostigan a la Revolución Cubana están
relacionados con la producción y venta de armas y con la
producción y venta de drogas, las dos actividades más
despreciables y menos identificadas con los derechos humanos que
puedan conocerse sobre el planeta. Que la desestabilización en la
isla tiene directa ligazón con el golpismo venezolano y con otras
provocaciones registradas contra procesos democráticos del
continente.
Bien. La conciencia de Historia y Presente imbricados es el
capital que puede reformular el Futuro. Los pueblos son golpeados.
Más allá de cualquier norma. Pero, pese a las campañas de las
corporaciones mediáticas, "saben" quién los golpea. Y "saben"
porqué. Y "saben" que es incorrecto. Aunque a veces balbuceen sus
respuestas; aunque en ocasiones prefieran el aturdimiento; aunque
no lo parezca.
La instauración de relaciones internacionales más justas es un
camino demasiado arduo. La creación de un mundo más justo es un
sendero que se construye al desmalezar. En cada lugar.
Está costando mucha vida recorrerlo.
Dan ganas de salirse, de quedarse al costado.
Pero no hay costado. No hay banquina.
Y hay algo, dentro Nuestro, que sugiere: vale la pena seguir.
Pero ¿porqué?. A esa Conciencia, a esa Historia, a ese Saber, se
le ocurren tres motivos:
Porque es posible. (Varios pueblos lo demuestran hoy,
sobreponiéndose a la ofensiva, resistiendo de mil modos,
desplegando su potencial)
Porque no queda otra. (La aceptación del vasallaje no implica
mejores condiciones de existencia, sino la expansión de
frustraciones y miserias)
Y porque es placentero no dar el brazo a torcer.
(Gracias por leer estas líneas y gracias al colega que las impulsó
con descaro.)
https://www.alainet.org/es/articulo/109783?language=es
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